jueves, 4 de octubre de 2012

Benedicto XIV y la fiesta del Santísimo Rosario

El 7 de octubre de 1571, primer domingo del mes, se dio el combate naval de Lepanto, siendo Papa S. Pío V, quien en el instante en que la armada cristiana había casi destruido la de los turcos, fue advertido de la victoria por revelación divina. Todo esto consta en el proceso de su beatificación y Nos mismo lo hemos expuesto en el compendio que sobre su vida, virtudes y milagros escribimos al final del primer tomo de la Canonización de los Santos.

San Pío V ordenó que se hiciera cada año conmemoración de Santa María de la Victoria, según dice el Martirologio: “El mismo día la conmemoración de Santa María de la Victoria, instituida por el Sumo Pontífice Pío V, debido a la insigne victoria que en combate marítimo obtuvieron los cristianos sobre los turcos por especial auxilio de la Madre de Dios”. Baronio en sus notas sobre esta victoria escribe: “La armada de los fieles, constituida por la alianza de nuestro Pontífice Pío V, del rey de España Felipe y de la ilustre Venecia alcanzó una victoria gloriosa y digna de eterna memoria al derrotar en las islas Equínades a los turcos, terribles enemigos del cristianismo habiendo capturado 180 trirremes y dispersado las demás.

Puesto que tan memorable victoria fue obtenida el primer domingo de octubre cuando las piadosas congregaciones del Rosario organizaban procesiones de oración, según su costumbre, de tal modo que se puede decir que alcanzaron la victoria por intercesión de la Santísima Virgen mediante tal devoción, por eso el S. Pontífice Gregorio XIII, para perpetua memoria de este hecho y para dar gracias a Dios y a la Santísima Virgen, decretó que en adelante se celebrara, de igual manera que las demás fiestas solemnes, la festividad del rosario el primer domingo de octubre; dispuso asimismo recitar el oficio doble mayor aumentado con nuevas lecciones pero solamente en los templos y capillas en que se hubiera erigido por lo menos un altar bajo la advocación del Rosario.

Se expidieron el 13 de abril de 1573 las Letras Apostólicas que se conservan en el Bulario Romano. Clemente X, movido por los ruegos de Mariana Reina de España, concedió que se celebrara la solemnidad del Rosario en España y sus colonias y que el oficio y la misa fueran dichos por los que están obligados a ello, aunque no hubiera ninguna capilla o altar dedicados al Rosario, según se deduce del Breve del 26 de septiembre de 1671. La Sagrada Congregación de Ritos extendió esta concesión a diversas ciudades y diócesis de Italia y otros países.

Bajo Inocencio XII pidió el emperador Leopoldo que el oficio y la misa de la fiesta del Rosario se extendieran a toda la Iglesia, pero el rescripto en que se satisfacían los ruegos de tan piadoso príncipe fue interceptado por la muerte del Pontífice antes de que lo aprobara, y careció por tanto de ejecución.

A Inocencio lo sucedió Clemente XI quien se abstuvo largo tiempo de aprobar el rescripto. Pero en 1716 el día de Santa María de las Nieves las tropas del emperador Carlos VI, derrotaron las huestes turcas cerca de Temesvar de Panonia, al mismo tiempo que los cofrades del Santo Rosario, reunidos en solemne procesión, imploraban a Dios que por intercesión de la Santísima Virgen reprimiera la acometida enemiga; y en los días siguientes por mandato del Sumo Pontífice se continuó rezando el Rosario; se obtuvo así que los turcos levantaran el sitio de Córcega en la octava de la Asunción, con lo cual el 3 de octubre de 1716 el Romano Pontífice aprobó el decreto por el que se establecía que se recitara en toda la Iglesia el oficio con rito doble mayor y se celebrara misa propia.

Este decreto fue impreso y se encuentra en la pág. 574 del Bulario de Clemente XI. Las segundas lecciones se tomaban entonces de un sermón de san Agustín acomodado a esta festividad. Sin embargo, no se hacía en ellas mención alguna de la institución del Rosario por lo cual bajo Benedicto XIII, habiéndose considerado maduramente este asunto en la Sagrada Congregación de Ritos, en la que desempeñábamos el Oficio de Promotor de la Fe, se editaron las nuevas lecciones del 2° Nocturno en las que se nos instruye sobre la institución del Rosario y su festividad, y sobre el oficio que se debe recitar en toda la Iglesia. Estas son, pues, las lecciones que se mandó recitar a cuantos deben rezar las horas canónicas.
Tomado de la Revista Regina Mundi

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