jueves, 18 de octubre de 2012

San Antonio María Claret, apóstol del Rosario Cordimariano

Fue sin duda san Antonio María Claret el más grande apóstol de María en el pasado siglo, y uno de los más grandes de todos los tiempos.

El M. R. P. Clemente Ramos C. M. F. ha podido escribir y publicar la primera parte de una bella y extensa obra titulada Un apóstol de María. Vida y escritos marianos de san Antonio María Claret. Editorial Coculsa, Madrid. 1954. 368 páginas.

Apóstol y propagandista del Rosario fue y esto por divina elección que de él hiciera la Santísima Virgen, como lo verá y apreciará quien siguiere leyendo.

Mas nos interesa otro punto. ¿Tuvo el santo noticia de las apariciones de Lourdes? Parece evidentemente que no. De haberla tenido, ante la gruta de Massabielle hubiera ido a postrarse una y varias veces a presentar sus respetos a la Madre de Dios. Habiendo acaecido las apariciones en 1858 tan sólo muchos años después comenzaron a divulgarse como ordinariamente sucede. En dicho año era el padre Claret Confesor de Isabel II de España.

No hay por tanto noticia de que el P. Claret llegara a tener conocimiento de los milagrosos sucesos de Lourdes.

Consta, en cambio, que el 14 de noviembre de 1868 visitaba la Iglesia de N. Señora de las Victorias de París, sede de la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, de la que había sido él el más insigne propagador en España. Pero si no tuvo noticia de las apariciones de Lourdes, sí al menos cumplió y propagó el mensaje mariano de las mismas: HACER PENITENCIA Y REZAR EL SANTO ROSARIO.

Lo primero lo practicó él de manera insigne a todo lo largo de la vida y lo recomendó a los fieles y de manera especial a sus misioneros, por encargo del mismo Jesucristo y de María.

Y del Rosario fue el apóstol más grande que haya tenido esta devoción en los últimos siglos y esto por divina elección y encargo de la Madre de Dios. Vamos precisamente a verlo en este capítulo inédito de una monografía titulada San Antonio María Claret apóstol del corazón de María que —con otras dos monografías claretianas— quizá logre ver la luz pública en el presente año mariano de Lourdes.

Al pedirnos el R. P. Struve —dignísimo y celosísimo Capellán del Santuario Nacional de Nuestra Señora de La Peña y fundador del Centro Mariano de Colombia— una colaboración para la revista que tiene a su cargo, no hemos dudado un momento en dar publicidad a este capítulo que pone de relieve el insigne marianismo del Arzobispo de Santiago de Cuba y Confesor de Isabel II, san Antonio María Claret.

I—El padre Claret, apóstol del Rosario

Fue san Antonio María Claret el moderno apóstol del Rosario y esto no por propia elección sino por voluntad del cielo, como se verá. En sus primeras devociones de niño estuvo la del Rosario, como afirma el santo en el capítulo VI de su Autobiografía (parte primera).

En el capítulo VII de la misma leernos: "Desde muy niño me dieron unas cuentas de rosario que lo agradecí muchísimo, como si fuera la adquisición del mayor tesoro, y con él rezaba con los demás niños de la escuela, que al salir de las clases por la tarde todos formados en dos filas, íbamos a la iglesia, que estaba cerca de allí, todos juntos y rezábamos una parte del Rosario, que dirigía el maestro. Siendo aún muy niño, encontré en mi casa un libro que se titulaba "El Roser", o el Rosal, en que estaban los misterios del Rosario, con estampas y explicaciones análogas. Aprendí por aquel libro el modo de rezar el Rosario con sus misterios, letanías y demás. Al advertirlo el maestro, quedó muy complacido y me hizo poner a su lado en la iglesia para que yo dirigiera el Rosario. Los demás muchachos mayorcitos al ver que con esto había caído en gracia del buen maestro, los aprendieron también, y en adelante fuimos alternando por semanas, de modo que todos aprendían y practicaban esta santísima devoción, que después de la Misa es la más provechosa.

Desde entonces, no sólo lo rezaba en la iglesia, sino también en casa todas las noches, como disponían mis padres. Cuando, concluidas las primeras letras, me pusieron fijo en el trabajo de la fábrica... entonces rezaba cada día tres partes, que también rezaban conmigo los demás trabajadores; yo dirigía y ellos respondían continuando el trabajo. Rezábamos una parte antes de las ocho de la mañana, y después se iban a almorzar; otra antes de las doce, en que iban a comer, y otra, antes de las nueve de la noche, en que iban a cenar" (1).

Poco más adelante nos narra cómo durante sus piadosas romerías con su hermana Rosa a la ermita de Nuestra Señora de Fussimaña, iban rezando el Rosario. Durante sus estudios eclesiásticos fue alistado en el Rosario Perpetuo, "cuya hora, dice, tengo en el día de san Pedro, 29 de junio, de una a dos de la tarde. En la ciudad de Vich fui alistado en la Cofradía del Rosario..." (2).

Nunca más descuidó Claret el rezo de esta "santísima devoción", antes le intensificó inscribiéndose en diversas cofradías y propagándolo durante sus ministerios sacerdotales. Para obligar, por así decirlo, a rezarlo, repartía miles de rosarios. En el tiempo de la predicación claretiana en Cataluña, seguía al misionero un joven llamado Miguel Iter, el cual guiaba un jumento cargado de propaganda religiosa y de los rosarios. El jumento se hizo famoso y la gente comenzó a llamarlo el burro de los rosarios.

Como arzobispo, aumentó, si cabe, su devoción y propaganda del Rosario. Durante la primera visita pastoral distribuyó gratuitamente 20.633 rosarios, mandó que se estableciera en todas las parroquias la Archicofradía del Rosario, etc.

Como confesor de Isabel II, introdujo en el palacio el rezo de esta devoción, de modo que todos los días los reyes, y sus camaristas y azafatas lo rezaban devotamente.

Tal, a grandes rasgos, la devoción del P. Claret al Rosario y la propaganda que de él hizo. Merecedor era, por tanto, de que el cielo lo escogiese para apóstol de la más bella de las devociones marianas. He aquí las divinas credenciales: "1858—En el día 9 del mismo mes (octubre), dice en la Autobiografía, a las cuatro de la madrugada, la Santísima Virgen me repitió lo que ya me había dicho otras veces: que yo había de ser el Domingo de estos tiempos en la propagación del Rosario" (3). Y añade: "Y luego escribí aquel librito que tanta aceptación ha tenido, singularmente en Segovia", y del cual se imprimieron en los años 1858-68, sesenta y tres mil cien ejemplares.

"En el día 27 de agosto de 1861, en la misma iglesia (del Rosario en la Granja), durante la bendición del Santísimo Sacramento que di después de la Misa, el Señor me hizo conocer los tres grandes males que amenazan a España, y son: el protestantismo, mejor la descatolización, la república y el comunismo. Para atajar a -estos tres males me dio a conocer que se habían de aplicar tres devociones: el Trisagio, el Santísimo Sacramento y el Rosario. El Trisagio rezándole cada día. El Santísimo Sacramento oyendo la Misa, recibiéndole con frecuencia y devotamente, sacramental y espiritualmente. El Rosario, (rezando) las tres partes cada día, o a lo menos una, meditando los misterios, aplicándolos a las costumbres propias" (4).

Y estas tres más que trae el Padre Ramos: "1867—El día 6 de diciembre. A las seis y tres cuartos de la tarde, la Santísima Virgen me dijo que yo había de propagar la devoción del Santísimo Rosario, como lo hizo el V. Alano de la Rupe. Dos veces me lo dijo, y luego Jesucristo me dijo: Sí, Antonio, haz lo que te dice mi Madre. A las siete del mismo día me dijo la Santísima Virgen: Sí, Antonio, yo lo quiero, yo lo quiero. Y luego Jesús me dijo: Ánimo, Antonio, ánimo".

"1867—El día 16 de diciembre. A las siete y media de la noche me sentí muy impulsado para propagar el Santísimo Rosario. Por la noche y mañana siguiente también.

"1868—Día 23 de enero. Me sentí muy movido para predicar y enseñar a rezar el Santísimo Rosario. I9 El modo común, una parte; 2° Los flacos un diez, como el Rosario Viviente; 39 Los más fervorosos, las tres partes" (5). ¡Tales son las divinas credenciales de Claret como Apóstol del Rosario! Hasta nueve fueron las divinas locuciones y encargos de propagarlo y ser su apóstol. Y tan a cabalidad cumplió su cometido, que la Santísima Virgen le concedió singulares gracias en capillas y altares del Rosario.

Así, una vez apareció el santo rodeado de resplandores cuando celebraba en el altar del Rosario en la población de Santa Eugenia, Berga. Las anteriores locuciones divinas le fueron hechas en la capilla del Rosario de la Granja; el inaudito y rarísimo privilegio de la conservación de las Especies Sacramentales en el pecho de una comunión a otra, concedido le fue durante su oración en la mencionada capilla del Rosario.

Su provisor en Cuba, don Juan Nepomuceno Lobo, asegura que varias veces se le debió de aparecer la Santísima Virgen y que una vez se encontró como extático y en profunda oración ante la imagen del Rosario que siempre llevaba consigo a las misiones.

Pero bueno será fijarnos en una particularidad: el Apóstol del siglo XIX daba a la más notable de las devociones marianas un matiz cordimariano, y esto es precisamente lo que pretendemos hacer resaltar en este capítulo. El P. fray Marceliano Llamera, O.P., publicó en la revista Estudios marianos (6), un extenso, interesante y documentado artículo intitulado "La devoción al Inmaculado Corazón de María y el Santísimo Rosario". En él el P. Llamera nos da una idea sobre ambas devociones, expone el valor y la conexión teológica que hay entre estas prácticas devotas y deduce algunas consecuencias de los principios sentados.

Como suponemos que todos los lectores tendrán una idea más o menos exacta de la esencia de las devociones al Rosario y al Corazón de María, veamos cómo prueba el padre Llamera el valor teológico de ambas devociones.
Dice que pora valorar teológicamente una devoción mariana debe examinarse, 1° Su valor latréutico; 2° Su valor hiperdúlico, y su valor santificador y salvífico. El ilustre dominico prueba plenísimamente el valor perdúlico, latréutico, santificador y salvífico de las devociones que nos ocupan. Una de tales pruebas son los frutos preciosos que producen, a saber: asemejan a las almas a Jesús y María; obtienen la gracia; acrecientan la fe, corroboran la esperanza y aumentan la caridad; aleccionan a las almas en las virtudes evangélicas y enseñan a orar como se debe. Todo esto lo desarrolla y prueba en las páginas 355-77.

¿Qué decir de la conexión teológica entre ambas devociones? Probado lo anterior, es decir, el valor latréutico, hiperdúlico, santificador y salvífico de estas dos prácticas, lógicamente debemos concluir que existe tal conexión entre las devociones al Rosario y al Inmaculado Corazón de María.

Fundado en esto asienta el P. Llamera cuatro proposiciones que prueba a cabalidad:

1—El Corazón de María debe ser centro o fin de la devoción mariana.

2—La devoción al Corazón de María debe informar a todas las marianas devociones.
3—El Rosario debe ser devoción cordimariana.
4—El Rosario debe ser devoción excelentísima.

Además de las razones intrínsecas que aduce el autor para fundamentar y probar estas proposiciones, expone o aduce otras que pudiéramos llamar de autoridad, firmísimas y de gran valor. Dos son estas externas comprobaciones:

1°—La autoridad y la práctica seguida por san Antonio María Claret.

2°—La autoridad de las apariciones de Fátima (en éstas se aparece la Santísima Virgen del Rosario y muestra su Corazón y recomienda ambas devociones a los videntes y a todo el mundo, junto con la práctica de los cinco primeros sábados de mes, íntimamente relacionados con ambas devociones).

El Apostolado de la Oración y Pío XII han hecho suyas las consignas de Fátima; también los autores afirman la conexión que existe entre ambas devociones, v. gr., el Excmo. P. Barbado, los PP. Nazario Pérez, Magñi y Toni, S. J., Juan de Oliveira y Manuel Cuervo, O.P., Narciso García G., Germán Puerto y Gonzalo Torres, C. M. F. A estos añadimos nosotros los PP. Luis Pujol y Félix Cruz Ugalde, C. M. F. (7),

II—El Padre Claret, apóstol del Rosario Cordimariano

Vengamos ya a nuestro tema. ¿Qué pensaba el P. Claret sobre la relación que existe entre ambas devociones? El mismo nos responde en su opúsculo El Santísimo Rosario: "13. ¿Tiene el Rosario especial relación con la devoción al Corazón de María? Sí, y especialísima; porque en los quince misterios nos invita a considerar los gozos, los dolores y las glorias del maternal Corazón de María, y a venerar todo el amor, las virtudes y las prerrogativas de la Santísima Virgen en los principales pasos de su vida".

Y el editor del opúsculo agrega: "Esta última relación entre ambas devociones la proclamó siempre el beato padre Claret, que difundía por igual una y otra y juntaba las cofradías de ambas para que sus socios pudieran disfrutar de los favores y privilegios de las dos asociaciones. Las revelaciones de Fátima, y la fórmula de consagración al Corazón de María compuesta por el Papa Pío XII han establecido definitivamente la conexión de ambas devociones" (8).

Dicho queda ya cómo según apreciación y práctica del padre Claret, la Archicofradía del Corazón de María se podía establecer en cualquiera parroquia, capilla o altar del Rosario o de otras advocaciones marianas, siempre que se añadieran algunas preces en honor del Inmaculado Corazón.  Manifestación muy decidora de la conexión que para Claret existía entre las devociones al Corazón de María y al Rosario, es que cuando carecía de imagen o cuadro del Inmaculado Corazón, aprovechaba el cuadro o imagen del Rosario al que hacía colocar un corazón en el pecho. Así lo practicó el primero de agosto de 1847 al establecer la Archicofradía en la iglesia de Santo Domingo de Vich (9). El 12 de octubre de 1851 la establecía en Puerto Príncipe, Cuba, en la iglesia de la Merced. Las señoras pidieron autorización para colocar en el pecho de la Virgen un corazón. No creemos difícil que esta imagen fuera del Rosario.

Al mandar el arzobispo a sus colaboradores de Cuba que establecieran en todas las parroquias la archicofradía, considerando que la falta de imágenes o cuadros del Inmaculado Corazón podría ser causa de la no instalación de la misma, hizo todo lo posible para que todas las parroquias tuvieran al menos un cuadro de la Virgen del Rosario con el corazón en el pecho. Tal vez sean estos cuadros a los que aludía el santo en carta a Caixal del 6 de abril de 1851: "He hallado, le dice, un pintor que pinta muy bien unos cuadros grandes de la Virgen con santo Domingo y santa Catalina, y los regalo a una parroquia en que fundó la Archicofradía del Rosario, después de la misión. La gente se aficiona mucho a esta devoción" (10).

El pintor de los citados cuadros era Cosme Vallejo. Algunos han creído que el citado cuadro fue copia de una visión del santo según instrucciones de este al pintor. Así se afirmó en El Iris de Paz, pág. 403. También trae esta versión el P. fray Paulino Álvarez, O.P., quien añade que tal visión dio origen a nuestro Instituto, afirmación que creemos gratuita y falsa.
Otros, entre ellos el M. R. P. Clemente Ramos (11), creen que no hubo tal visión.

En el cuadro de Vallejo, "aparece de pie con el Corazón manifiesto en el pecho, teniendo en el brazo izquierdo al Niño Jesús, que con su linda manecita entrega el Rosario a Santa Catalina, mientras Ella lo da con la diestra a santo Domingo de Guzmán. Lo mandó pintar (el padre Claret), para que, indistintamente, se expusiera en los altares de las Cofradías del Santísimo Rosario y del Corazón de María, que él (el Padre Claret), establecía en las parroquias de su archidiócesis de Cuba" (12).

Autor del diseño del cuadro sí es el P. Claret, como consta por la carta de Curríus a los señores Lavallée de París: "Les envío adjunta una estampita del Rosario, y Sagrado Corazón, para que manden grabarlo en grabado fino... en diferentes tamaños, de los cuales uno tendrá de 26 a 27 cm. de alto por 19 a 20 de ancho sin contar el marco...". Y en nota añadía: "Ya ven que la Virgen del Rosario tiene en el pecho pintado el Corazón con la espada, lo cual no pueden olvidar en todos sus grabados, pues este es el modelo que ha trazado nuestro dignísimo Arzobispo para los altares de la Cofradía del Rosario, a los que se ha agregado y fundado la Archicofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María" (13).

En otra carta añadía: "Espero que a la mayor brevedad posible tenga la bondad de hacer dos imágenes de bulto para vestirlas, de dos palmas y medio, de nuestra Señora del Rosario, con el Corazón y el Niño Jesús, conforme a la adjunta que le mando por diseño" (14).

También mandó editar estampas del mismo cuadro para repartirlas en todas partes. En sus opúsculos aparece frecuentemente la imagen del Rosario con el Corazón en el pecho. También la imagen de la Medalla Milagrosa. Así aparece esta imagen en el librito de los Ejercicios espirituales que practica la Cofradía del Purísimo Corazón de María Santísima refugio de pecadores, publicado por la Librería Religiosa, en Barcelona en 1863, aunque no consta seguramente la intervención claretiana.

Léase el texto de una cédula de inscripción a varias cofradías: "Cédula para rezar el Rosario una hora en cada año. Día y hora señalada por mí... esclavo de María Santísima, en el día... de... desde las horas de la... hasta las de la... Además, me hago y me inscribo Cofrade del Santísimo Rosario e igualmente de la Archicofradía del Corazón de María por la conversión de los pecadores; me declaro individuo de la Sociedad de María contra la blasfemia y de la Sociedad contra los profanadores de los días festivos" (15). Tenemos-, pues, que Claret asoció siempre el rezo del santo Rosario a la devoción al Corazón de María. Así lo proclamaba en su opúsculo sobre el Santísimo Rosario, según anotamos anteriormente; así lo prueba la imagen del Rosario convertida, gracias a la colocación de un corazón en el pecho, en imagen del Corazón de María, grandemente propagada por el Arzobispo, máxime en Cuba; así lo demuestra la unión de las Cofradías del Rosario y del Corazón Inmaculado. Así demostraba prácticamente el P. Claret que el Rosario debe ser devoción cordimariana, y la principal de las cordimarianas devociones.

Nada más conforme a la realidad: los misterios de gozo, dolor y gloria repercutieron ante todo y principalísimamente en el Corazón de María.

Terminamos este punto con las palabras de El Iris de Paz: "El beato Claret (fue) inspirado vidente de los deseos y propósitos de la Virgen referentes al culto de su Corazón. Porque es muy seguro que el P. Claret, viendo honrada y aclamada a la Virgen de sus amores, viendo que el mundo entero, que ciudades y pueblos se le consagran, con aparato y pompa apoteósicos, sonriendo en lo íntimo de su alma, haya exclamado: ¡Bien, muy bien! Todo eso se merece la Virgen: eso y mucho más es debido a las bondades y grandezas de su Corazón Inmaculado.


Sin embargo, sombreada de tristeza su sonrisa, como la sonrisa de la blanca Virgen de Fátima, añadiría: Pero no es eso, el culto que pide la Virgen para su Corazón, en las apariciones de Portugal, ni tampoco el que por fundación y tradición han venido desarrollando las Cofradías del Corazón de María. ¿No es eso lo que el padre Claret enseñó y practicó enteramente acorde con lo que lustros más tarde, se ha dignado revelar la Virgen a los dichosos pastorcitos de Aljustrel? Según las manifestaciones de la Virgen, el culto que pide para su Corazón Inmaculado, para lograr la paz del mundo y ahuyentar la ira de Dios, es la comunión reparadora, el rezo del Rosario y la consagración. Exactamente lo que hace más de un siglo practicaba, recomendaba y divulgaba el Padre Claret, inspirado apóstol del Corazón de María...

La Virgen del Rosario con el Niño Jesús, que es la mayor gloria y el mejor ornamento de la Virgen, es la imagen del Corazón de María preferida por el P. Claret, juntando y complementando ambas devociones. Exactamente como lo quiere el Corazón de María de Fátima" (16).

(1)       Autobiografía, parte primera, c. VII, págs. 26-27. Madrid, 1915.
(2)       Ib., c. XI, página 46.
(3)       Ibídem, parte III, c. XVIII, páginas 220, 337, 305, 385 y 387.
(4)       Ibídem, pág. 224.
(5)       Un apóstol de María, ib., págs. 264-5.
(6)       Año IV, volumen IV, págs. 355-77. Madrid, 194».

(7) Cfr. El Corazón de María en los Misterios del Santo Rosario, Madrid, 1946. 205 páginas. Edit. Coculsa, y La Gran revelación del siglo veinte.

(8) Beato Antonio María Claret. El Santísimo Rosario. Nueva edición por el P. Gregorio Martínez de Antoñana, C. M. F. II, págs. 21-22. Editorial Coculsa, Madrid, 1945.

(9) La Cofradía del Rosario de Vich tenía cédula propia. El P. Claret la adicionó o aumentó o reformó incluyendo en ella cinco cédulas diferentes: la del Rosario Perpetuo, la de la Cofradía del Rosario, la de la Archicofradía del Corazón de María, la de la Sociedad de María Santísima contra la blasfemia y contra los profanadores del templo y de los días festivos. (Cfr. Boletín Interno de la Provincia Claretiana de Cataluña, números 67-9, pág. 55). Cuando la Archicofradía fue trasladada de la iglesia Santo Domingo a la de la Merced, se suprimió de la Cédula del Rosario lo añadido por el padre Claret
  
(10)     Un Apóstol de María, ibídem, pág. 268.
(11)     Ibídem, pág. 269.
(12)     El Milagro de Fátima, por el R. P. Gonzalo Torres, C. M. F., Cap. VI, pág. 83.Madrid, 1948, segunda edición.
(13)     Un Apóstol de María, ibídem, pág. 291. Currius, Epistolario, folio 28.
(14)     Estudios Marianos, ibídem, p. 392.
(15)     Un Apóstol de María, ib., p. 293.
(16)     El Iris de Paz, 1943, págs. 258-59.

P. Roberto María Tisnez Jaramillo, C. M. F.
Bogotá.

"Adiós, madre mía
Te voy a dejar,
Mi dulce María
No me has de olvidar.

Sin verte María
¿Cómo he de vivir?
Mejor me sería
A tus pies morir".

Coplas de los indios de Copacabana.
(Bolivia).


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