miércoles, 29 de febrero de 2012

El Rosario, ¿una práctica válida para la nueva evangelización?

Leonardo Ramírez Uribe, S.J.
Miembro de Número de la Sociedad Mariológica de Colombia y de la Pontificia Academia Mariana Internacional (PAMI).

Empecemos por preguntarnos:

1.     ¿Qué es evangelizar?
Ante todo, dar testimonio de una manera sencilla y directa de Dios, revelado por Jesucristo, mediante el Espíritu Santo. (Carta Apostólica Evangelii Nuntiandi, número 26).

2.    Según esto, ¿quién y cómo recibió la primera evangelización?
Tengamos muy en cuenta la lectura sincronizada de estos dos textos y comparémoslos:

Lucas 1, 26: “Dios envió al Ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, donde vivía una joven llamada María, que era virgen, pero estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El Ángel entró en el lugar donde ella estaba y le dijo:

1. Salve, llena de gracia, el Señor es contigo. María se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba, ¿Qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:”María, no tengas miedo, pues tu gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre: Jesús.
2. Será grande.
3. Al que llamarán hijo de Dios Altísimo.
4. El Señor le dará el trono de David su padre, para que reine por siempre. Y su reino no tendrá fin.
5. María preguntó al ángel: ¿cómo será esto si no conozco varón?
El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Dios Altísimo se posará sobre ti. Por eso el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios.

Pablo VI Evangelii Nuntiandi 22.

No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie:
1.    EL NOMBRE
2.    LA DOCTRINA
3.    LA VIDA
4.    LAS PROMESAS
5.    EL REINO
6.    EL MISTERIO DE JESÚS DE NAZARET

Conclusión: María es la primera plena y verdaderamente evangelizada mediante el saludo del ángel (enviado).

Actitudes frente al anuncio: “El anuncio adquiere toda su dimensión cuando es:
Escuchado,
Aceptado,
Asimilado,
y produce adhesión de corazón (E.N.23).

Actitud y respuesta de María, Lc.1,29: “Se turbó y pensó…” Escuchó, aceptó, asimiló y dio la adhesión de su corazón.
Lc. 1,38: “he aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra”
3.    María asimila estas palabras. María conservaba todas estas palabras y las meditaba en su corazón (Lc. 2,19,51)
4.    Haced lo que Él os diga (Jn.2,5)

4.A María evangelizada y evangelizadora

1.    Comprueba lo anunciado: el signo (Lc. 1,36)”También tu parienta Isabel va a tener un hijo a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses.
  1. Recibe el saludo: Bienaventurada por haber creído (Lc. 1,45)
  2. Lanza su mensaje evangelizador “El poderoso ha hecho grandes cosas en mí: su nombre es santo (Lc.1,49)
  3. Todo el Magnificat es evangelizador.

4.B Evangelizados en el nacimiento (Lc.2,8 y s.s.)

            Cerca de Belén había unos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus ovejas. De pronto se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor brilló alrededor de ellos: y tuvieron mucho miedo. Pero el ángel les dijo: “No tengan miedo. Porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo”.

En aquel momento aparecieron, junto al ángel, muchos otros ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:

¡Gloria a Dios en las alturas!
¡Paz en la tierra entre los hombres
que gozan de su favor!

Cuando los ángeles se volvieron al cielo, los pastores comenzaron a decir unos a otros: Vamos, pues a Belén, a ver esto que ha sucedido y que el Señor nos anuncia. Fueron de prisa y encontraron a María y a José y al niño acostado en el establo. Cuando lo vieron, se pusieron a contar lo que el ángel les había dicho acerca del niño, y todos los que lo oyeron se admiraban de lo que decían los pastores.
Destacamos el signo que es el Niño.
La decisión, la respuesta del hombre: vayamos y veamos.
Consecuencia: Aceptar a Cristo.

Primeras conclusiones

1.    Los primeros momentos de la evangelización ocurren en María.
2.    Tenemos tres acontecimientos: son los tres primeros misterios del Rosario.
3.    Todo esto:”María lo guarda en su corazón.” (Lc.2.19-51)

Segundo momento en la evangelización, la invitación de Jesús

“Convertíos y creed en el Evangelio” (mc.1,15) y (hch.2,38)

La evangelización es don de Dios, la aceptación es actitud del hombre.

Tercer momento evangelización de los apóstoles

Punto de partida: la Ascensión.

“Id por el todo el mundo”(Mt.28,18 y siguientes): Jesús se acercó a ellos y les dijo:
-Dios me ha dado autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pasos:

1.    Reunirse en el cenáculo. Lucas recuerda expresamente a los 11 apóstoles con sus nombres y “todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María la madre de Jesús y con sus hermanos.
Es la primera experiencia interior de la Pascua y primera recopilación del misterio de Cristo.
Conclusión: no es lo mismo orar con María que orar sin María (Hch.1, 14). No es lo mismo conocer a Cristo con María que sin Ella.
2.    Elección de Matías
Condición: “que los haya acompañado todo el tiempo que el Señor estuvo entre ellos”.
Es condición indispensable que haya vivido la misma experiencia del misterio de Cristo, sea constituido testigo de su resurrección (Hch. 1,21, ss.). En fin, que haya tenido junto con ellos la experiencia de orar con María.
  1. Para los apóstoles era esencial: orar y evangelizar. Lo demás podían desempeñarlo otros (Hch.2, 42; 4.32; 6,4).
Conclusión: la experiencia del cenáculo les dejó una huella indeleble, incluida la presencia de María.

4.    Forma de evangelizar (Hch.2,22, s.s). Escuchen pues, israelitas, lo que voy a decir: “como ustedes saben muy bien, Dios demostró delante de ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de Él grandes maravillas, milagros y señales. Y a ese hombre, que conforme a los planes y propósitos de Dios, fue entregado, ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. Pero Dios lo resucitó, liberándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado”.
En la Carta a los filipenses (2,5), Pablo les dice expresamente: “Tengan unos con otros la manera de pensar propia de los que están unidos a Cristo Jesús, el cual:
Aunque existía con el mismo ser de Dios,
No se aferró a su igualdad con Él,
Sino que renunció a lo que era suyo
Y tomó naturaleza de siervo,
Haciéndose como todos los hombres
Y presentándose como un hombre cualquiera,
Se humilló así mismo,
Haciéndose obediente hasta la muerte,
Y hasta la muerte en la cruz.
Por eso Dios le dio el más alto honor
Y el más excelente de todos los nombres,
Para que, ante ese nombre concedido a Jesús,
Doblen todas las rodillas
En el Cielo, en la tierra y debajo de la tierra,
Y todos reconozcan que Jesucristo es Señor,
Para gloria de Dios Padre.
De igual manera, Pablo en su primera Carta a los corintios (1 Cor.1, 23) escribe:”Nosotros anunciamos a un Mesías crucificado, esto les resulta ofensivo a los judíos y a los paganos les parece una tontería; pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, este Mesías, es el poder y la sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio, que toda la sabiduría humana y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana”.

Tengamos en cuenta estos tres puntos clave:
1.    Jesús de Nazaret,( Infancia y anuncio del Reino)
2.    Muerto y crucificado
3.    Resucitado y glorificado

Recordemos cuáles son los Misterios del Rosario.

“De la abundancia del corazón habla la boca”.

Estas reflexiones nos llevan a las siguientes conclusiones:
1.    Orar es dar testimonio de fe en Jesucristo.
  1. Orar con María es apoyar en Ella nuestra fe en Jesucristo.
  2. Orar así es evangelizar.
  3. El Rosario es evangelizar con María.

Validez del Rosario en la nueva evangelización

La nueva evangelización no cambia los contenidos doctrinales.

Es nueva en:
-          Su ardor.
-          Sus métodos.
-          Su expresión.
Esto supone una pedagogía.

El documento de Puebla propone:

Una pedagogía bíblica de la encarnación

Para contrarrestar:
La insuficiente proclamación del Evangelio (nro.173 ,175).

En este momento nos preguntamos:

¿Qué es el Rosario?

Es una diaria proclamación del Evangelio, desde la encarnación hasta la suprema glorificación del Salvador:
-          En el hogar
-          En la parroquia
-          En los medios de comunicación

Puebla expresa así el contenido de la evangelización. (nros.165 y s.s.)
-          La verdad sobre Cristo
-          La verdad sobre la Iglesia en la cual María es madre de nuestro continente
-          La verdad sobre el hombre

El Rosario hace vivir este triple anuncio de la verdad de la evangelización
-          Cristo es el eje y fundamento
-          Es la Iglesia en oración con María
-          Es el hombre que encuentra la razón para orar y creer

El que ora evangeliza y es evangelizado

¿Cómo incorporar el Rosario a la nueva evangelización?

Revitalizándolo (Nuevo ardor).

Es clave la enunciación del misterio, pues nos lleva a la contemplación.

Sin extenderse (que dure 15 segundos) para buscar lo fundamental.

-          ¿Qué me enseña?
-          ¿Qué me pide?
-          ¿Qué debo hacer ante este acontecimiento?

Tengamos muy presente:
1.    Nunca iniciarlo sin encontrarle el sentido aquí y ahora al misterio.
  1. Darle a cada oración vocal su lugar propio:

El Padrenuestro es la puerta de entrada al misterio: El Padre es quien nos da a conocer al Hijo en ese Misterio (Mt.11 ,27). “Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo si no el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, si no el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiere darlo a conocer. También Juan 17,3:”La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tu enviaste”.

El Avemaría dicha en forma de Letanía. Es el tejido sobre el que se mece la contemplación  de los misterios. (Marialis Cultus, 46).
Sin la contemplación el Rosario, es un cuerpo sin alma (Marialis Cultus 47).
Esta contemplación debe ser sencilla: Tengamos en cuenta el punto fundamental, pues el Rosario es para multitudes.

“El centro de la evangelización, es una clara proclamación de que en Jesús, Hijo de Dios hecho:
-          Hombre,
-          Muerto,
-          Resucitado y glorificado
Está la salvación” (Evangelii Nuntiandi 27)
Recordemos:
“El Rosario, oración evangélica, centrado en el misterio de la Encarnación redentora… es profundamente Cristológico” (Marialis Cultus 46).
Así pues:
Una súplica silenciosa a María, para alcanzar la salvación por Cristo, es contemplar el Misterio.
El gloria es adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo “en honor y reverencia de tan augusto misterio” y por las gracias que nos han concedido durante su contemplación. (Marialis Cultus 49).
__________________

Conclusiones

1.    EL ROSARIO EVANGELIZA.
2.    EL ROSARIO SE FUNDA EN EL EVANGELIO Y EN LOS SALMOS (Sal.136).
3.    ES BÍBLICO.
4.    ESTÁ FUNDAMENTADO EN LOS TRES TIEMPOS FUERTES DEL AÑO LITÚRGICO Y EN LOS MISTERIOS LUMINOSOS EN LA VIDA PÚBLICA DEL SALVADOR.
5.    ES CONTEMPLATIVO.
6.    ES APTO PARA ORAR.
En privado.
En familia (célula vital de la sociedad y de la Iglesia).
En grupos.
En grandes multitudes.
7.    Tiene el gran poder convocar, consolar y estimular la vida de fe y no dejarse manipular.
_______

Prácticas:
1.    Enseñarlo (hace 40 años no se enseña).
2.    Darle importancia a la participación de los niños, aunque se equivoquen.
3.    No obligar, pero sí invitar.

Nuestra Señora de Chiquinquirá, la Reina ultrajada

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Miembro de Número de la Sociedad Mariológica Colombiana

“…La historia de Colombia, narrada e interpretada por los trujamanes de feria, cuyos cuarteles y centros de operación son ante todos las academias es un infinito rosario de imposturas y falsedades hábilmente dirigidas con astucia y mala fe…” Alfredo Iriarte.

“¿Por qué se robaron la Virgen de Chiquinquirá?,” se preguntó el escritor envigadeño, Fernando González Ochoa, en su obra Santander, 1940.

La respuesta al interrogante del Filósofo de Otraparte merece, después de 70 años de riguroso mutismo, una ponencia sin eufemismos para alivio de su alma inquisidora… Entonces, permítaseme desempolvar las máscaras de los cleptómanos.

El trágico siglo XIX entró a las dehesas neogranadinas como una tromba de sucesos atrasados. En Bayona (Francia), un corso de apellido Bonaparte logró colocar a buen recaudo a Carlos IV de España y a su traidor hijo, Fernando VII. Tras un hábil manejo de abdicaciones e invasiones, el trono de España quedó en manos del hermano mayor de Napoleón, don José I Bonaparte. Era el verano de 1808.

Los peninsulares, al sentir la rodaja de los espolines galos, se acordaron de sus hijos en las Indias Occidentales. Los parientes, no reconocidos del otro lado del Atlántico, eran los encargados de alimentar la burocracia ibérica con impuestos y prebendas. Los criollos mantenían la maquinaria colonial al ritmo del boyero hispánico. Eran una pésima copia de la Corte, pero funcionaban al producir un subdesarrollo mediocre. Las castas se soportaban sobre el lomo esclavo de los mestizos.

El sanedrín santafereño aprovechó el vacío de poder y se alió con el sofisma para montar un sistema de mando que protegiera sus hatos. La originalidad de los gamonales sabaneros plagió el ideario de la Revolución Francesa porque les dio vergüenza defender los postulados vernáculos de los comuneros del Socorro y El Zulia en 1781. Los feligreses de Lobatera (Estado de Táchira, Venezuela) declararon a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá “Capitana y Guía” de la familia comunera y con ella marcharon a La Grita, San Faustino de los Ríos, la Villa de San Cristóbal y Mérida.

En contraste, el  20 de julio de 1810, los acomplejados europeos del trópico diseñaron una patraña de verduleras. El bochinche, alebrestado por las chicheras de Las Cruces, les sirvió para inventar un escenario de cabildo abierto e ideas cerradas al progreso.

La francachela, de independencias y venias, desembocó en un desagravio al virrey Amar con fastuosa despedida. Libres del mandamás, los reinosos se dedicaron a redactar constituciones para imponer el dominio tutelar sobre la gleba.

Los picapleitos, obnubilados por el destello vano de las leguleyadas, crearon la Patria Boba. Las Provincias Unidas de Nueva Granada se confederaron para poder matarse legalmente al implantar el modelo centralista. En 1812, la libertad y demás conceptos del imaginario grecolatino se elevaron a la categoría de guerra civil. La desgracia del talento enfermizo se convirtió en una ruina inmarchitable. La matanza los reconfortó y los unió contra el enemigo común, pero la lealtad de los pastusos acabó con mi general Nariño y los Granaderos de Cundinamarca…

Y mientras en el Sur la derrota les recordaba su vocación por el fracaso, en España el Rey Felón, Fernando VII, recuperaba el derecho a la autocracia de la monarquía absoluta. En ese período triste de la Reconquista Española está redactada la solución a la cuestión de González. Tres episodios oscuros alumbrarán la verdad.

El robo legal.

Legalizar es un principio jurídico nacional por el cual la razón moral queda sometida a la justificación del interés particular. Así nació el delito como un acto patriótico. El ejemplo ilustra el modus operandi de los traidores.

El 20 de enero de 1815, la comunidad dominica entregó gran parte de las alhajas que adornaban la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá para sostener el costo de la Independencia de las Provincias Unidas de Nueva Granada. El Gobierno expidió el decreto de agradecimiento a los padres dominicos de Chiquinquirá por las piedras preciosas y el dinero en efectivo: “...Por recibido con el dinero y alhajas que expresa. Contéstese al reverendo padre prior y consulta, dando las gracias a nombre del Gobierno, al que se dará cuenta con testimonio. Por el ministerio que corresponde. Entréguese en la Tesorería del Distrito los 1.233 pesos y las alhajas remítanse al mismo Gobierno General para los fines indicado...” Firmado José Acevedo y Gómez.

El 19 de marzo de 1815, La Gaceta Ministerial de Antioquia publicó el inventario de las gemas entregadas a los independientes. Con ese dinero se habría podido comprar toda una armada profesional, pero la realidad aterra. Los prohombres desaparecieron las regalías producto de las sortijas de la Virgen de Chiquinquirá. Al ejército nada le llegó.

El 6 de enero de 1817,  Simón Bolívar, en una carta que escribió desde Barcelona (Venezuela) al señor Martín Tovar, le dice: “...Y las tropas de Santa Fe están ya en los llanos de Caracas, habiéndose reunido ya con la división del general Zaraza. Este ejército trae consigo dinero por más de dos mil pesos de alhajas de las iglesias de Chiquinquirá, Santa Fe y otras provincias de la Nueva Granada...”

El mensaje indica, al cruzar cifras con el inventario original, que se hizo nueva colecta. Lo recogido no alcanzó ni al uno por ciento de lo entregado en 1815.

El olor a embuste invita a las voces valientes a delatar. El padre José de Jesús Palmar Morales, en su columna titulada “300 años uniéndonos” (Venezuela, 16 de noviembre 2009), afirmó: “…muchos milagros, ofrendas de promesas hicieron del pueblo de Chiquinquirá una floreciente ruta de peregrinación, hasta el punto que los tesoros y joyas que le fueron regaladas a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se las ofrendaron al Libertador Simón Bolívar en una visita dispensada en diciembre de 1814. Después de la toma de Santa Fe llega al santuario para orar a la Virgen María y recibe estas dádivas que le sirvieron para su viaje a Kingston, en enero de 1815, donde escribe la famosa Carta de Jamaica vislumbrando el proyecto de la Gran Colombia…”

La tremenda acusación no ha tenido contradictores. El silencio es del mismo material que mimetizó la desaparición de José Acevedo Gómez, el tribuno de la ratería. El mal, instituido por aquel gobernante, inoculó su cátedra de tinterillos entre la gente de alpargate. El hurto con malicia se convirtió en patrimonio inmemorial de una sociedad sin mandamientos.

Ya viene el lobo.

El notablato de las Provincias Unidas comenzó a padecer de miedo cuando el tres de enero de 1816, en Santa Fe, se conoció la noticia: don Pablo Morillo y Morillo, el marqués de La Puerta, tomó a Cartagena y marcha hacia el interior a paso de fusilero.

El cronista de la Independencia, José María Caballero, en su mutilado Diario consignó: “…En este día han corrido noticias muy malas, las cuales son que Cartagena ha sucumbido y que los españoles han tomado la plaza; que Popayán ha sido tomado por los realistas, en número de 5.000; que Calzada se arrima a Piedecuesta con otros tantos; que por los Llanos vienen más. Esto lo creo yo muy bien, según lo demuestran los gobernantes en el semblante triste y afligido y la alegría de los regentistas, prueba muy bien ser verdad todo…”

Las Altezas Serenísimas de Santa Fe respondieron a la debacle juntando peones para defender sus desfalcos morales. Fabricaron soldados a punta de maniatar labriegos y el sentido común claudicó porque Camilo Torres Tenorio nombró al doctor en teología, José Custodio Cayetano García Rovira, general del ejército. García Rovira, destacado clavicembalista, se sintió el estratega de Muequetá y se fue, como Mambrú, a la guerra. Su paupérrimo zafarrancho engendró una catástrofe que alimentó a los buitres con huesos y zanguaza.

El músico creyó amedrentar, con sus berridos de abogado de la Real Audiencia, a los tercios españoles. Los fusiles castellanos le respondieron con el grito de: “fuego en la línea”. El 22 de febrero de 1816, en el Páramo de Cachirí (Santander), los Cazadores de Sebastián de la Calzada, destazaron a centenares de cultivadores uniformados con ruanas. Los rústicos donaron sus corazones varoniles a la bayoneta feroz. Las sangres heroicas regaron los frailejones con semillas de epopeya. Mientras más de mil valientes caían, los “héroes de la Patria” huían despavoridos.

Antonio Cacua Prada, en su singular obra Custodio García Rovira, el estudiante mártir aseveró: “…Los derrotados se pusieron ‘los talones sobre la nuca’ y el 27 de febrero de 1816 llegaron al Socorro. García Rovira y Santander, unos veinte oficiales y cerca de treinta jinetes, fueron los únicos que pudieron escapar de tan inmisericorde desastre”. La descripción alcanzaría para borrar con rabia el mote de Estudiante y Mártir, pero en la Colombia mitológica la narrativa cuentera sutura con saliva las heridas incurables. La cobardía se fundió en bronce para tributarle honores a la mentira. Razón tenía Camilo Torres en su misiva a Custodio García Rovira, del 18 marzo de 1814: “…en cuanto a Santander no dude Ud. que es cobarde e inepto para el mando, pues ya hemos tenido repetidas experiencias en Santafé, La Grita...”

La hedentina de Cachirí no se evaporó: “…Todo aquel terreno escabroso, que tardamos casi todo el día en atravesar estaba cubierto de muertos en putrefacción, de caballos en el mismo estado y de prendas de un ejército destrozado. Las aves de rapiña cerníanse ominosas sobre aquel cementerio al descubierto…” (Cf. Capitán Rafael Sevilla, Memorias de un oficial del ejército español. San Juan, Puerto Rico, 1877).

El nefasto revés, intelectual y militar, produjo una decisión desesperada. El mando recayó en un mercenario, el coronel francés Manuel Serviez.

El primero de marzo de 1816, en el Socorro (Santander) los prófugos García Rovira y Francisco de Paula Santander, decidieron reclutar más gañanes para alimentar la denominada “Segunda línea de defensa” contra la invasión del Reino.

Ese proyecto desquiciado entraría en acción en Boyacá. La idea era defender, con lanzas y zurriagos, una posición imaginaria que abarcaba desde Sogamoso hasta Chiquinquirá, pero la impericia los acusaba de inútiles. El Gobierno les pidió que no esperaran maderas para lanzas, traídas desde Mariquita, y “las mande hacer con buena madera que hay en los montes de Pauna y Muzo”. (Abril 4 de 1816).

La torpe estrategia, enajenada al trastorno de la improvisación, la predijo el Manifiesto de Cartagena: “…Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados…” (Diciembre 15 de 1812).

En Sogamoso, el gobernador de Tunja, Juan Cayetano Vásquez, ordenó organizar destacamentos bajo el mando de Serviez. El tres de marzo de 1816, el coronel decidió aprovechar la piedad popular para engañar a un pueblo derrotado y humillado. El sujeto se jugó un ardid de doble faz. Involucró a Nuestra Señora de Chiquinquirá en el conflicto al expedir una proclama de dudosa intención:

Orden del día.

“Soldados:

“El territorio que Nuestra Señora ha consagrado por tantos milagros; el que habéis visitado con tanta devoción, está en vísperas de ser invadido por los asesinos del impío Calzada. ¡Soldados de la cruz! Corramos a defender el templo de la Madre de Dios; Ella será con nosotros. El Redentor de todos los pueblos de la tierra nos protegerá en esta vida, y si sucumbimos nos abrirá glorioso las puertas de la eternidad. Preparaos a los combates, soldados, y repetid mil veces: ¡Viva Nuestra Señora! ¡Mueran los enemigos!” (Texto copiado por Nicolás García Samudio en su obra Reconquista de Boyacá en 1816). 

El reclutamiento por devoción logró su perverso cometido. La España ultracatólica, guardiana de la tumba del apóstol Santiago, y la primera nación en evangelizar a un continente se convirtió en la enemiga de Cristo. La gente se tragó el veneno servido por las manos de un amo infame.

Así se nutrió el cuerpo de una República sin patria. La patraña evolucionó hasta transformarse en un antifaz para el pasado. La mascarada aún se usa para instruir el destino carnavalesco de los  escolares colombianos

¿Por qué Serviez, defensor acérrimo de la retirada hacia los llanos, se encaminó hacia Chiquinquirá?  ¿Por qué se alejó de la puerta de salida? Simplemente porque la Villa de los Milagros guardaba el tesoro del Reino, el lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Con ella se cubriría la espalda. Cachirí demostró la validez del macabro racionamiento. Amontonar soldados en la retaguardia aseguraba que la mortandad ajena pagaría el peaje de la huida.

La obediencia interesada del mesnadero tuvo su premio. El 7 de marzo de 1816, el presidente de las Provincias Unidas, Camilo Torres, lo nombró General en Jefe de las Fuerzas del Interior. El ministro de guerra, padre Andrés Rodríguez, le comunicó el nombramiento: “…Debiendo ya obrar la segunda línea de defensa que con procedente consulta del Consejo de Guerra se mandó formar desde Sogamoso a Chiquinquirá, ha nombrado a Vs. El presidente de las Provincias Unidas por general en jefe de todas las fuerzas que la componen, así las alistadas en esa provincia, en Ubaté y Chiquinquirá como las que obran a las órdenes del general García, cuando éstas se replieguen sobre la línea, a la que se incorporarán entonces, y se traslada dicho jefe a esta capital…”

Así, Manuel Serviez, un oscuro masón, organizó una fuerza de católicos para burlar lo expuesto por el papa Clemente XII en el primer decreto contra la masonería. (Bula Eminenti Apostolatus Specula o In Eminenti de 1738) y la postura del pontífice Benedicto XIV en  Providas romanorum de 1751.

El caos administrativo aumentó. El 12 de marzo, Camilo Torres ejecutó el ritual del desertor y renunció a la presidencia. Don José María Caballero y su vital Diario regresan para ilustrar el momento: “…Todos andan ya sacando el rabo; antes pelearon por los honores y rentas, y por esa causa dieron dos ataques a esta ciudad, sin más razón que querer apoderarse de ella y destruir a su digno presidente D. Antonio Nariño…” Cualquier parecido con la realidad política nacional es pura tradición.

El relevante comprendió la tramoya del francés y el 21 de marzo de 1816, José Fernández Madrid encomendó el destino de la Patria a la protección de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

“...Considerando muy propio de la piedad del Gobierno de los Pueblos Libres que lo han constituido, elevar públicamente sus votos al Dios de los Ejércitos para que proteja los de la República y la salve de la ruina y de la desolación con que la amenazan sus enemigos, y confiando en la poderosa intercesión de la Madre de Dios, en su Santuario de Chiquinquirá, decreta lo que sigue:

1º. A expensas del Estado y con la solemnidad que permitan las circunstancias, se celebrará en aquella iglesia una misa rogativa, a que se convocará a todo el pueblo; y

2º. Los primeros trofeos militares del enemigo que cayeran en poder de las armas de la República, se depositarán a los pies de la Virgen...”    (Cf. La Gaceta  Boyacense).

El libreto del mandatario tahúr olvidó que en 1810, los adalides mantuvieron a Chiquinquirá y a su Patrona lejos de su círculo. En enero de 1815 le pidieron las joyas para despilfarrarlas y en 1816 la nombraron protectora para que el simulacro de República continuara asistiendo al sainete camorrero. El 22 de marzo, en Puente Nacional, el músico Custodio García Rovira recibió la orden de entregar el mando de un ejército que no existía. Serviez se hizo reconocer como general en jefe de unos aldeanos armados con proclamas y devociones.

Las fiestas a la egolatría castrense quedaron interrumpidas porque el primero de abril de 1816 Pablo Morillo se dirigió desde Ocaña a los habitantes del Socorro y Tunja.

El Pacificador le anunció el futuro a la caterva de renegados: “… Un francés se ha puesto a la cabeza de la pretendida segunda línea de defensa. La segunda línea y cuantas se presenten las trastornarán las tropas del Rey. Son aquellas que supieron humillar a los Masenas, Sules, Dupones, Víctores, etc. Y ahora sabrán hacer desaparecer a los de la escuela miserable de los Bolívares, de ese monstruo que sólo os ha dejado memoria de él por los males que os causó. Como el francés, eran los Auri, Ducondrai y otra cáfila de aventureros que, arrojados de su patria por delitos y hablando mucho de honor, comprometen a los sencillos habitantes de estos países y, después de robar y de cometer toda suerte de maldades, se fugan y los abandonan. Así lo pronostiqué a los cartageneros y del propio modo os lo pronostico a vosotros. Ellos se fugarán cuando se les persiga y en el ínterin os engañan con un plan de guerrillas que sólo servirá para robaros los pueblos y poblar de ladrones el país, teniendo que sacrificar tantos infelices a la locura de un extranjero…” (Cf. Cayo Leonidas Peñuela. Álbum de Boyacá. Tunja, 1969. (¿Es Pablo Morillo el clarividente de Europa?).

Ante el discurso del capataz, los alevosos doblaron la cerviz y buscaron el aceite del soborno salvador. “…En la época en que el pequeño ejército republicano se retiraba hacia Chiquinquirá, lo encontró (abril 3) en la Villa de Leiva el doctor Dávila, encargado por el Presidente de las Provincias Unidas de los pliegos para Morillo y Calzada, y de negociar con estos jefes españoles…” (Cf. José Manuel Restrepo. Historia de la revolución de Colombia. Tomo II. Editorial Bedout. Medellín 1974).

El 5 de abril de 1816, el batallón de peones no puede negociar rendiciones arteras y se preparó para lo incierto.  “… Serviez se concentró en Chiquinquirá desde la primera semana de abril, pues era imposible con 2.000 hombres cubrir la flamante línea Sogamoso-Chiquinquirá. Durante el mes de marzo y primera semana de abril el camino real de Santa Fe a Chiquinquirá era un continuo desfile de hombres, armas, pertrechos y vituallas…” (Cf. Memorias de O Leary. T. XIV, Caracas 1881).

Mientras se acumulan los refuerzos para la evasión, una situación inesperada, pero estrictamente autóctona cambiaría el derrotero de las componendas cívico-militares.

El 19 de abril de 1816, el cabo Antonio Martínez, oriundo de Cerinza (Boyacá) y hermano del niño soldado, Pedro Pascacio fue declarado inocente del robo de unas joyas de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El abogado defensor, Fernando Serrano, arguyó que la Virgen se las había regalado para que el soldado socorriera a su mujer y a sus hijos. “…Menelao, juzgando la ocasión propicia, arrebató ciertos objetos del templo…” (2 Macabeos 4,32).

El general sacrílego

El 20 de abril de 1816, Serviez vencido, por el argumento del rábula, que defendió al cabo timador, expidió un decreto contra la piedad popular: “Manuel Serviez, Comandante en Jefe de las Provincias Unidas, con el fin de evitar irrespetos a Nuestra Señora de Chiquinquirá, prohíbo a los soldados de las tropas de mi mando aceptar o recibir favores y milagros de cualquier clase de parte de Ella. El soldado de mi batallón que contravenga a lo dispuesto aquí será castigado con pena de muerte”.

La norma le abrió el paso a la profanación. El 21 de abril de 1816 fue un domingo triste. Serviez se encargó de interrumpir los oficios religiosos ofrendados a la Virgen. A las tres de la tarde mandó sacar del santuario a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

El impío no acató los pedidos de respeto. Los cañones impusieron la ley del despojo. “…No satisfecho con esto se atrevió a entrar en el templo, el más santo de toda la tierra, siendo su guía el traidor a la religión y a la Patria...” (2 Macabeos 5, 15).

El rufián sólo permitió que los padres dominicos, prior Domingo de Gálvez, fray Felipe Jiménez y fray Juan Antonio de Buenaventura acompañaran el sagrado lienzo. El pícaro y sus cómplices se encaminaron hacia Simijaca (Cundinamarca). “…Cuando Serviez abandonó a Chiquinquirá, creyendo granjearse el afecto, así de los pueblos como de los soldados, trajo consigo la imagen de María de Chiquinquirá, por la que tienen tan gran veneración los pueblos de la Nueva Granada…”(Cf. José Manuel Restrepo. Historia de la revolución de Colombia. Tomo II. Editorial Bedout. Medellín 1974).

La larga fila de mulas e infantes arrastraron la culpa por las trochas y los barriales. Las conciencias, embrutecidas por el delito, sólo esperaban la oportunidad para desertar. Los 183 años de respeto venerable han sido rotos y la muerte será su castigo. El 22 de abril, Nuestra Señora llegó a Ubaté. Luego pasó a Cucunubá y después a Chocontá, donde permaneció ocho días.

El Diario de José María Caballero ratifica que el hampa tiene reglas propias.  El 24 de abril anotó: “…Todas las tropas nuestras se hallan en Chocontá, Ubaté, Zipaquirá y Puente del Común. Con el motivo de que las tropas enemigas se han acercado a Chiquinquirá tuvo que emigrar Nuestra Señora hasta Chocontá, en donde se halla a la fecha, con toda la comunidad y alhajas de la iglesia, con el Jefe de nuestras tropas Serviez…” Qué dato curioso. Serviez estuvo a punto de fusilar al cabo Martínez por unas alhajas que ahora están bajo su custodia.

Los trashumantes aguardan una orden. En Chía, el primero de mayo de 1816, Serviez y Fernández Madrid lograron un acuerdo entre tránsfugas. El primero irá a Casanare y el segundo, a Popayán. En la noche del dos de mayo, el presidente de las Provincias Unidas, José Fernández Madrid, huyó de Santa Fe de Bogotá equipado con los bienes del erario y los templos. ¿Por qué Morillo no fusiló a José Fernández Madrid si estaba en la lista negra? ¿Será que las conferencias secretas del pasado abril forraron en oro la conciencia del conde de Cartagena?

El dinero se lo llevó José Fernández Madrid y dejó sin recursos pecuniarios a Serviez. El general expidió, el tres de mayo, una proclama para los santafereños. Pedía víveres y vestidos para sus reclutas. Si no recibía el pedido, saquearía la ciudad.

El banderizo no pudo ejecutar su cometido porque la justicia española le seguía el rastro. Al día siguiente de la bravata, el comandante Miguel de la Torre, dictó el famoso indulto de Zipaquirá. El oficial español en su texto se refirió a las actividades del profanador: “…Preguntad a los pueblos por donde ha transitado mi ejército, los mismos pueblos que los bandidos de Serviez han saqueado sin perdonar lo más sagrado y recóndito de los templos…” (Cf. Historia Extensa de Colombia tomo VI*. Ediciones Lerner, 1964).

La retirada de Chiquinquirá se transformó en una deserción organizada. La cuadrilla de malhechores huye del patíbulo mientras apila cadáveres para ocultar la tragedia de sus laureadas cobardías.

El cuatro de mayo, narra Caballero, a las cuatro y media de la tarde: “…Pasaron sobre 400 hombres del ejército de Serviez. Entraron por la Alameda y siguieron derecho a la Calle Honda y Carnicería, a salir al Puente de Santa Catalina, y tomaron el camino de Une para Cáqueza. Llevaban muchos equipajes y más de 200 reses”.  (El puente de Santa Catalina, sobre el río Fucha, estaba ubicado cerca del antiguo Molino de la Hortúa).  La maniobra les permitió pasar por el los extramuros de la urbe. El cabecilla, al parecer comienza a desconfiar de sus aliados. Santa Fe no lo espera con banderas desplegadas ni apoyo logístico. Los curros están a una jornada del casco urbano. La pluma de Caballero redacta lo que vio aquel domingo cinco de mayo de 1816. “…Entró Serviez con toda la infantería, a las diez del día, y en medio de los dos primeros batallones traían a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la original, encajonada y envuelta en un toldo. ¡Qué dolor ver a una reliquia tan grande, nada menos que el Arca del Testamento de la Nueva Granada, en medio de una tropa insolente…”

Las escoltas de Nuestra Señora pasaron la noche en Tunjuelito, una zona que, irónicamente, durante la Colonia se llamó “El Valle del Varón Valiente”. Comprendía desde la calle primera, hoy Hospital de la Hortúa, hasta Usme por el sur y a Soacha por el occidente.

El seis de mayo, las avanzadas expedicionarias del rey Fernando VII, bajo la conducción de Miguel de La Torre, entraron a Santa Fe. El pueblo aristocrático y el anónimo recibieron con vítores y algarazas a los enemigos. Prefirieron el descanso del patíbulo a la libertad esclavista de sus “beneméritos caudillos”.

Los recursos, negados a las montoneras armadas, surgieron abundantes ante los estandartes del Rey. La Sabana se acabó y las montañas estorbaron el paso fatigado de los infantes boyacenses.

Un fraile, testigo de excepción, narra el desplazamiento de los perseguidos por el justiciero real. Fray José de San Andrés Moya, religioso agustino descalzo, párroco de Chipaque escribió en su informe del 31 de mayo del 1816: “...El día 6 de mayo a las cuatro y medía de la tarde, entró a este pueblo de Chipaque la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, conducida por las tropas que comandaba el francés Manuel Serviez, que la había sacado de su magnífica y nueva Iglesia de Chiquinquirá, quien sabe con que intención…”

El siete de mayo de 1816, a las cuatro de la mañana, se ofició una misa por la Virgen de Chiquinquirá, que abrió la etapa del camino.  Serviez mandó cargar el baúl y se llevó la imagen para Cáqueza, Cundinamarca.

Unas horas más tarde, en la capital, la condena se hizo eterna. Los gobernadores eclesiásticos, Juan Bautista Pey de Andrade y José Domingo Duquesne, del arzobispado de Santa Fe de Bogotá expidieron el decreto de excomunión contra Manuel Serviez por haber sacado del Santuario de Chiquinquirá, sin permiso ni licencia del Superior Provincial de la Orden Dominica, la Sagrada Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

La milicia comenzó el ascenso de la cordillera hacia el alto de Sáname. “…No subáis, porque no va Yavé en medio de vosotros y seréis derrotados…” (Números 14, 42).

La sentencia bíblica es reforzada por don Miguel de La Torre que envió al capitán Antonio Gómez, comandante del escuadrón de carabineros leales de Fernando VII, y a la cuarta compañía del primer batallón de Numancia en acosamiento del bandido. La caballería picó espuelas y a las ocho de la noche, del siete de mayo, las herraduras de sus corceles rastrillaron los empedrados de la plaza de Chipaque.

La información sobre la presa es abundante. La victoria y la derrota pronto se encontrarán. El odio del rey Fernando VII por los franceses y masones se siente en las breñas inhóspitas de aquellos parajes paramunos. Adelante, un fulano corre acezante porque cumple con el requisito para ser exterminado. Los chapetones no comprenden como pudieron reducir la ventaja de cinco meses a tres horas de distancia. El capitán Antonio Gómez salió a las nueve de la mañana del pueblo de Chipaque en seguimiento de los rezagados.

El 8 de mayo de 1816, a las doce del día, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá fue rescatada adelante de Cáqueza, en el alto de Sáname, por los carabineros del capitán Gómez. 

Los fugitivos abandonaron la venerable pintura porque ya no les servía para engañar a los conscriptos. El peligro latía a sus espaldas. De aquellas fechas amargas, se conservan las excusas. El “Soldado de Pluma” se justificó ante el tribunal de la Historia.

Francisco de Paula Santander, en sus Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada, escribió: “...Serviez, que era el jefe, y no yo, cometió la imprudencia de llevar en el ejército, en un cajón grande, el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, pensando que tras de ella seguiría mucha gente útil para la guerra, y en vez de esto, el cuadro no sirvió si no para embarazarnos en los desfiladeros y dar lugar a que el enemigo nos picase la retaguardia…”

Un destacamento retrocedió para trasladar a la Patrona al templo de Cáqueza. La Reina es recibida con gran pompa por el padre Manuel Roel y sus dos ayudantes fray Javier de la Trinidad y fray Bernardo de San José Bellos, religiosos agustinos descalzos.

El 9 de mayo de 1816, el capitán Gómez enfrentó a la retaguardia patriota. La cobarde maniobra de Cachirí sigue vigente. El lector ya habrá adivinado quien encabeza la veloz carrera. Sí, Francisco de Paula de Santander, el hombre de las leyes… de fuga.

Gómez, metódico y tenaz, recibió a los vencidos. Hace un alto mientras las autoridades deciden la ruta para regresar a la Virgen a Santa Fe de Bogotá. El 11 de mayo la comitiva religiosa se repliega al pueblo de Chipaque. La faena está por concluir.  El capitán Gómez sacó el rejón de muerte y los derrotó en el combate de la Cabuya de Cáqueza.

Sólo se salvaron los pocos que pasaron el cauce del río Negro en la tarabita. Los demás fueron acribillados porque la mano de un paladín de sacoleva les cortó la línea de escape y se los arrojó al oponente. Gómez, veterano de Cachirí, se acordó de repetir la matanza.

“…El 7 mandaron un batallón de carabineros y cazadores en persecución de Serviez, a quien alcanzaron cerca de Cáqueza el 11, dispersándole parte de la gente que llevaba después de dos horas de combate en que fueron asesinados muchos republicanos…” (Cf. Constancio Franco. Compendio de la historia de la revolución de Colombia.  Imprenta de Medardo Rivas. Bogotá 1881).

Cumplida la misión del rescate se dio paso a los homenajes y al desagravio.

El 13 de mayo de 1816, el Capítulo del Acta del Cabildo de Santa Fe de Bogotá acordó: “…El señor regidor, padre general de menores, doctor don José Ignacio San Miguel que al haberse libertado la ciudad de los inminentes peligros que le amenazaban y tanto la consternaron en los días tres, cuatro y cinco que se aproximaron las tropas del extranjero Serviez, debe reconocerse que fue una especial protección de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, cuya imagen extrajo de su templo y conducía en su ejército artificiosamente para entusiasmar sus tropas. Nadie ignora que desde que se renovó por sí misma esta milagrosa imagen, su santuario en Chiquinquirá ha sido el asilo en todas las calamidades públicas, y el refugio en todas las necesidades privadas. Que por este reconocimiento, habiendo pasado la Santísima Virgen por esta ciudad como cautiva, ya vuelve en triunfo por haberla rescatado en Cáqueza las valerosas tropas que fueron persiguiendo al francés, parecía debido que el Cabildo salga en cuerpo a recibirla, y que los regidores vengan cargándola hasta la iglesia en que se deposite.”(Cf. Archivo Nacional, Bibl. Nal. Patria Boba).

El 14 de mayo de 1816, el cura de Chipaque, fray José de San Andrés Moya, escribió en su informe:  “…El cura propietario de la parroquia de Santa Bárbara, doctor don Julián Gil Martínez Malo, por comisión de los señores gobernadores del arzobispado, doctores don José Domingo Duquesne y don Juan Bautista Pey de Andrade; hicieron reconocimiento jurídico sobre la identidad de la santa imagen en presencia de la comunidad de padres dominicos de Chiquinquirá, del cura de este pueblo fray José de San Andrés de Moya, y del interino de Une, doctor don Pedro Ignacio Flórez; y hallaron ser la misma que se ha venerado en su Santuario de Chiquinquirá, de donde la había extraído el francés Serviez…”

El regreso de la Patrona a Santa Fe lo relata el infaltable Caballero. El 16 de mayo de 1816 explicó: “…Entró Nuestra Señora de Chiquinquirá a esta ciudad, pues Serviez la llevó hasta Chipaque, allí la quitaron las tropas españolas y por la derrota que sufrió hubo repiques. La entrada de Nuestra Señora estuvo suntuosa; se formaron  las tropas de más de 800 hombres, desde Santa Bárbara hasta San Carlos, que es la iglesia que está sirviendo de Catedral todas las religiones fueron hasta la salida de Santa Bárbara, con cruces altas, las que formaron la procesión por sus antigüedades…”

La fiesta española y criolla entró al cuartel general de Santa Fe y don Pablo Morillo le informó, el 31 de mayo, al Ministro de la Guerra la derrota sufrida por Serviez en Cáqueza: “…En los días 9 y 11 del actual, el capitán don Antonio Gómez logró alcanzar a los enemigos, y con sólo 200 hombres destruirlos, apoderándose de la caballada, armas, municiones, equipajes, etc., causando el mayor desorden en aquellos desgraciados que huyen a los llanos de San Martín, adonde les alcanzará la espada de la justicia…” 

En el cuartel, el amanuense de Morillo no descansa. El primero de junio escribió una proclama para las provincias de Popayán y Choco: “…También os copio las cartas de vuestros jefes de Cali, y la del jefe de marina rebelde Brown, que con dos corbetas con pabellón de Buenos Aires, armadas por él y otros, va a piratear en vuestras costas, y a retirarse a su país con los robos, como lo harán Serviez, Hauri, Docoudre y cuantos aventureros extranjeros escapen con sus latrocinios de vuestro desgraciado país…”

La batida continúa con sevicia de perdiguero El cinco de junio de 1816, el general Pablo Morillo le escribió, desde Santa Fe de Bogotá, a don Miguel de La Torre: “…Por la declaración que se ha recibido a un individuo que se ha separado del ejército de Serviez, se sabe de positivo que 22 días hace hoy, pasó el Apiay dirigiéndose a Casanare, acompañado de Santander y otros cabecillas, además de mucha oficialidad caraqueña y de alguna tropa; habiendo perdido los caballos…” (Cf. Archivo del general Miguel de La Torre, t. 19, p.193).

En la capital del Virreinato, las ofrendas a la Virgen de Chiquinquirá son diarias en templos y conventos.  José María Caballero y su Diario relatan: “…El día 23 se llevó otra vez a Nuestra Señora a San Carlos. El día 24 le hicieron los militares una fiesta solemne, con asistencia  del general Morillo, y por la tarde salió en una muy lucida procesión con asistencia de las comunidades, bajo cruz, el clero y canónigos. Hubo formación desde San Carlos hasta la Calle Real. Asistió detrás el general con toda la oficialidad y de escolta una compañía con bandera y la compañía de caballería”.

El mismo día, Serviez llegó a Pore (Casanare) con un grupo de oficiales y 56 soldados de infantería. El reposo no es posible. Las fuerzas del Rey les pisan las huellas. Un sino fatal se cierne sobre el nefasto personaje. La hueste que sacó de Boyacá fue destruida en dos combates y a él, que no realizó ninguna hazaña homérica, se le busca con ahínco. Por esa razón, los embalsamadores de la historia nacional se otorgaron el derecho de glorificar sus fracasos y de levantarle pedestales.

El 28 de junio de 1816, las fuerzas del coronel Matías Escuté, que marcharon por Tunja, Sogamoso y Tasco hacia los llanos, se unieron al coronel Manuel Villavicencio para llegar a Pore el 29.  Las falanges combinadas de Escuté y Villavicencio derrotaron a Serviez, cerca de Pore. Los siempre vencidos se retiraron a Chire. El coronel La Torre llegaría a Pore el 10 de julio. El vencedor se complace en aplastar rezagados.

En Chiquinquirá (julio de 1816), los devotos de Nuestra Señora le rinden homenajes de bienvenida a su Señorita. Las vivas son para los soldados invasores que la rescataron de las manos de los “próceres”.

El 26 de agosto de 1816 (Nunchía, Casanare), el general Miguel de La Torre consigna la situación de Serviez y sus áulicos. “…He mandado muchos espías hacia los enemigos con proclamas para que se pasen a las tropas del rey amenazándolos y pintándoles su triste situación: Santander, Serviez, Urdaneta y el gobernador, marcharon a Guasdualito a buscar refuerzos, pero escriben que no se los dan por hallarse aquel punto amenazado por todas partes…” (Cf. Archivo del general Miguel de la Torre. T.7, p.44-46).

El 31 de agosto de 1816, El Pacificador Pablo Morillo le comunicó al Ministro de Guerra sobre la situación en los llanos: “…Pronostiqué que concluirían con los enemigos, y que Warleta sería secundado por las fuerzas de Quito, quedando completamente tranquilizado este virreinato. Felizmente todo se ha logrado como lo esperaba, con la protección del Todopoderoso. El coronel La Torre persiguió a Serviez desde el 26 de mayo, que humillado por el teniente coronel Antonio Gómez, en la cabuya o tarabita de Cáqueza, se salvó milagrosamente, pero su pretendido ejército se dispersó y según los soldados, pasados pocos días después, sólo le quedan 150 hombres de 2.000 que tenía…” (Cf. Archivo Santander, 1913. t.1, p. 248-250).

El periodismo virreinal se sumó al interminable acontecimiento. La Gazeta de Santa Fe, en su edición del 12 de septiembre de 1816, dijo: “… El rapto de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá por el infame protestante Serviez, y el glorioso rescate de ella por las cristianas y valientes tropas de su Majestad Católica, el señor don Fernando VII…”

La trágica carrera de Serviez tuvo una tregua. El invierno en Arauca (agosto 1816) lo alejó de sus rastreadores, pero debía cumplir su cita con la fatalidad en un sitio del Estado de Apure (Venezuela) apodado “La Tierra del Nazareno”.

Las petacas del general forajido lo acusaban de perjurio. Su codicia envilecida lo sentenció a morir en un juicio de bandoleros.  “…Ocupada la isla de Achaguas por Páez, Serviez eligió para su habitación un pequeño rancho bohío frente a la isla, con el río de por medio, allí vivía casi incomunicado, porque apenas lo visitábamos el coronel Tomás Montilla y yo. Algunos jefes apureños, que estaban pobres, desnudos, y más que todo, viciosos se propusieron por rica presa los baúles del general Serviez, porque los juzgaban con dinero; y en una noche del mes de noviembre lo asaltaron, le dieron muerte horrorosa a machetazos y saquearon su tesoro, el cual rodaba al siguiente día apenas, en las mesas de juego, en onzas de oro. Ninguna providencia vimos tomar al gobernador, coronel José A. Paredes, ni tampoco al general Páez, a su regreso del sitio de San Fernando, para  siquiera cubrir el expediente, como suele decirse, con ligera averiguación sumaria…” (Cf. José Félix Blanco. Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú y Bolivia. Tomo V).

Y las pruebas continúan surgiendo para acusar al delincuente.

El padre Eduardo Cárdenas S.J., en su libro Pueblo y religión en Colombia (1780-1820) cita un documento (ANB AE 28, 269-284) que corrobora la pasión del saqueador de iglesias. “…El cura de Sátiva, al norte de Tunja, reclamó el propio año del despojo, 1816, contra los procedimientos del presbítero Antonio García, por el robo de las alhajas de la parroquia que arrebató con la fuerza armada como comisionado del general Serviez…”

Y más adelante destacó: “…El afligido cura suplicó al presbítero Nicolás Cuervo se interesara ante la Junta de Secuestros, incluso señaló que se trataba de las alhajas que se llevó Serviez ‘en un par de baúles aforrados de cuero’…”

La verdad de esta exposición queda resumida en los apartes de una carta de Francisco José de Caldas, fechada en Tunja el 15 de abril de 1812 y dirigida a su amigo Antonio Arboleda Arraechea.

“… ¡Ah, qué justo es Dios! Dios venga nuestros delitos, y nuestra ambición es el suplicio que su justicia ha decretado a nuestro orgullo, a nuestra avaricia, a nuestras liviandades. Adoremos sus augustos decretos, y a lo menos desarmemos su brazo vengador con nuestras lágrimas, con nuestro arrepentimiento, y sobre todo, con el sacrificio de nuestras pasiones más violentas. Este es el único bálsamo que podemos aplicar a las heridas profundas que nuestras pasiones han hecho a la  Patria mía.

¡Patria! ¡Dulce patria! ¡Posteridad! Perdona a unos ciudadanos indignos de este nombre, por sus crímenes; perdona nuestras sombras y dejadnos reposar a los menos en el silencio del sepulcro. Pero ¡ay! la posteridad es inexorable, ella desenterrará nuestros huesos, y nuestros hijos nos dirán: salid del reposo de la tumba malvados, salid. Vuestras cenizas no deben mezclarse con las nuestras. Vosotros viciosos vendiste a vuestras pasiones criminales la patria y nuestra libertad, vosotros habéis agravado nuestro yugo y habéis esclavizado a todas las generaciones que han tenido la desgracia de teneros por padres. Nuestros nombres serán nombres de oprobio.

La historia… este espectáculo me oprime. Quién sabe si los nombres de Arboledas, Torres, Pombos, Caldas… van a ser tan odiosos como lo de Nerón, Domiciano, Calígula y todos los viciosos. ¡Qué herencia la que vamos a dejar a nuestros hijos!...” (Cf. Cartas de Caldas. Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Imprenta Nacional, Bogotá 1978).

En conclusión, la Colombia de fraudes bicentenarios, para ocultar el pillaje de un soldado de fortuna, fusiló con mentiras la causa de la muy victoriosa Virgen de Chiquinquirá. “…Porque un país que no esté fundado en una historia verdadera y noble, sino en un cuento de rábulas; un país que tenga que mentir siempre que se refiera a su historia... dudo que pueda subsistir, pues carece de conciencia nacional…” decía Fernando González.