jueves, 30 de abril de 2015

Carta encíclica quamquam pluries sobre la devoción a san José.


Papa León XIII.


A nuestros Venerables Hermanos los Patriarcas, Primados, Arzobispos
y otros Ordinarios, en paz y unión con la Sede Apostólica.

1. Aunque muchas veces antes Nos hemos dispuesto que se ofrezcan oraciones especiales en el mundo entero, para que las intenciones del Catolicismo puedan ser insistentemente encomendadas a Dios, nadie considerará como motivo de sorpresa que Nos consideremos el momento presente como oportuno para inculcar nuevamente el mismo deber. Durante periodos de tensión y de prueba —sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es permitida a los poderes de la oscuridad— ha sido costumbre en la Iglesia suplicar con especial fervor y perseverancia a Dios, su autor y protector, recurriendo a la intercesión de los santos —y sobre todo de la Santísima Virgen María, Madre de Dios— cuya tutela ha sido siempre muy eficaz. El fruto de esas piadosas oraciones y de la confianza puesta en la bondad divina, ha sido siempre, tarde o temprano, hecha patente. Ahora, Venerables Hermanos, ustedes conocen los tiempos en los que vivimos; son poco menos deplorables para la religión cristiana que los peores días, que en el pasado estuvieron llenos de miseria para la Iglesia. Vemos la fe, raíz de todas las virtudes cristianas, disminuir en muchas almas; vemos la caridad enfriarse; la joven generación diariamente con costumbres y puntos de vista más depravados; la Iglesia de Jesucristo atacada por todo flanco abiertamente o con astucia; una implacable guerra contra el Soberano Pontífice; y los fundamentos mismos de la religión socavados con una osadía que crece diariamente en intensidad. Estas cosas son, en efecto, tan notorias que no hace falta que nos extendamos acerca de las profundidades en las que se ha hundido la sociedad contemporánea, o acerca de los proyectos que hoy agitan las mentes de los hombres. Ante circunstancias tan infaustas y problemáticas, los remedios humanos son insuficientes, y se hace necesario, como único recurso, suplicar la asistencia del poder divino.

2. Este es el motivo por el que Nos hemos considerado necesario dirigirnos al pueblo cristiano y exhortarlo a implorar, con mayor celo y constancia, el auxilio de Dios Todopoderoso. Estando próximos al mes de octubre, que hemos consagrado a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, Nos exhortamos encarecidamente a los fieles a que participen de las actividades de este mes, si es posible, con aún mayor piedad y constancia que hasta ahora. Sabemos que tenemos una ayuda segura en la maternal bondad de la Virgen, y estamos seguros de que jamás pondremos en vano nuestra confianza en ella. Si, en innumerables ocasiones, ella ha mostrado su poder en auxilio del mundo cristiano, ¿por qué habríamos de dudar de que ahora renueve la asistencia de su poder y favor, si en todas partes se le ofrecen humildes y constantes plegarias? No, por el contrario creemos en que su intervención será de lo más extraordinaria, al habernos permitido elevarle nuestras plegarias, por tan largo tiempo, con súplicas tan especiales. Pero Nos tenemos en mente otro objeto, en el cual, de acuerdo con lo acostumbrado en ustedes, Venerables Hermanos, avanzarán con fervor. Para que Dios sea más favorable a nuestras oraciones, y para que Él venga con misericordia y prontitud en auxilio de Su Iglesia, Nos juzgamos de profunda utilidad para el pueblo cristiano, invocar continuamente con gran piedad y confianza, junto con la Virgen-Madre de Dios, su casta Esposa, a San José; y tenemos plena seguridad de que esto será del mayor agrado de la Virgen misma. Con respecto a esta devoción, de la cual Nos hablamos públicamente por primera vez el día de hoy, sabemos sin duda que no solo el pueblo se inclina a ella, sino que de hecho ya se encuentra establecida, y que avanza hacia su pleno desarrollo. Hemos visto la devoción a San José, que en el pasado han desarrollado y gradualmente incrementado los Romanos Pontífices, crecer a mayores proporciones en nuestro tiempo, particularmente después que Pío IX, de feliz memoria, nuestro predecesor, proclamase, dando su consentimiento a la solicitud de un gran número de obispos, a este santo patriarca como el Patrono de la Iglesia Católica. Y puesto que, más aún, es de gran importancia que la devoción a San José se introduzca en las prácticas diarias de piedad de los católicos, Nos deseamos exhortar a ello al pueblo cristiano por medio de nuestras palabras y nuestra autoridad.

3. Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. De estas fuentes ha manado su dignidad, Su Santidad, su gloria. Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la santísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no solo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propio padres. De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Y durante el curso entero de su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas responsabilidades. El se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para la alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era amenazado por los celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las miserias del viaje y en la amargura del exilio fue siempre la compañía, la ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús. Ahora bien, el divino hogar que José dirigía con la autoridad de un padre, contenía dentro de sí a la apenas naciente Iglesia. Por el mismo hecho de que la Santísima Virgen es la Madre de Jesucristo, ella es la Madre de todos los cristianos a quienes dio a luz en el Monte Calvario en medio de los supremos dolores de la Redención; Jesucristo es, de alguna manera, el primogénito de los cristianos, quienes por la adopción y la Redención son sus hermanos. Y por estas razones el Santo Patriarca contempla a la multitud de cristianos que conformamos la Iglesia como confiados especialmente a su cuidado, a esta ilimitada familia, extendida por toda la tierra, sobre la cual, puesto que es el esposo de María y el padre de Jesucristo, conserva cierta paternal autoridad. Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo.

4. Ustedes comprenden bien, Venerables Hermanos, que estas consideraciones se encuentran confirmadas por la opinión sostenida por un gran número de los Padres, y que la sagrada liturgia reafirma, que el José de los tiempos antiguos, hijo del patriarca Jacob, era tipo de San José, y el primero por su gloria prefiguró la grandeza del futuro custodio de la Sagrada Familia. Y ciertamente, más allá del hecho de haber recibido el mismo nombre —un punto cuya relevancia no ha sido jamás negada— , ustedes conocen bien las semejanzas que existen entre ellos; principalmente, que el primer José se ganó el favor y la especial benevolencia de su maestro, y que gracias a la administración de José su familia alcanzó la prosperidad y la riqueza; que —todavía más importante— presidió sobre el reino con gran poder, y, en un momento en que las cosechas fracasaron, proveyó por todas las necesidades de los egipcios con tanta sabiduría que el Rey decretó para él el título de "Salvador del mundo". Por esto es que Nos podemos prefigurar al nuevo en el antiguo patriarca. Y así como el primero fue causa de la prosperidad de los intereses domésticos de su amo y a la vez brindó grandes servicios al reino entero, así también el segundo, destinado a ser el custodio de la religión cristiana, debe ser tenido como el protector y el defensor de la Iglesia, que es verdaderamente la casa del Señor y el reino de Dios en la tierra. Estas son las razones por las que hombres de todo tipo y nación han de acercarse a la confianza y tutela del bienaventurado José. Los padres de familia encuentran en José la mejor personificación de la paternal solicitud y vigilancia; los esposos, un perfecto de amor, de paz, de fidelidad conyugal; las vírgenes a la vez encuentran en él el modelo y protector de la integridad virginal. Los nobles de nacimiento aprenderán de José como custodiar su dignidad incluso en las desgracias; los ricos entenderán, por sus lecciones, cuáles son los bienes que han de ser deseados y obtenidos con el precio de su trabajo. En cuanto a los trabajadores, artesanos y personas de menor grado, su recurso a San José es un derecho especial, y su ejemplo está para su particular imitación. Pues José, de sangre real, unido en matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado el padre del Hijo de Dios, pasó su vida trabajando, y ganó con la fatiga del artesano el necesario sostén para su familia. Es, entonces, cierto que la condición de los más humildes no tiene en sí nada de vergonzoso, y el trabajo del obrero no solo no es deshonroso, sino que, si lleva unida a sí la virtud, puede ser singularmente ennoblecido. José, contento con sus pocas posesiones, pasó las pruebas que acompañan a una fortuna tan escasa, con magnanimidad, imitando a su Hijo, quien habiendo tomado la forma de siervo, siendo el Señor de la vida, se sometió a sí mismo por su propia libre voluntad al despojo y la pérdida de todo.
5. Por medio de estas consideraciones, los pobres y aquellos que viven con el trabajo de sus manos han de ser de buen corazón y aprender a ser justos. Si ganan el derecho de dejar la pobreza y adquirir un mejor nivel por medios legítimos, que la razón y la justicia los sostenga para cambiar el orden establecido, en primera instancia, para ellos por la Providencia de Dios. Pero el recurso a la fuerza y a las querellas por caminos de sedición para obtener tales fines son locuras que solo agravan el mal que intentan suprimir. Que los pobres, entonces, si han de ser sabios, no confíen en las promesas de los hombres sediciosos, sino más bien en el ejemplo y patrocinio del bienaventurado José, y en la maternal caridad de la Iglesia, que cada día tiene mayor compasión de ellos.

6. Es por esto que —confiando mucho en su celo y autoridad episcopal, Venerables hermanos, y sin dudar que los fieles buenos y piadosos irán más allá de la mera letra de la ley— disponemos que durante todo el mes de octubre, durante el rezo del Rosario, sobre el cual ya hemos legislado, se añada una oración a San José, cuya fórmula será enviada junto con la presente, y que esta costumbre sea repetida todos los años. A quienes reciten esta oración, les concedemos cada vez una indulgencia de siete años y siete cuaresmas. Es una práctica saludable y verdaderamente laudable, ya establecida en algunos países, consagrar el mes de marzo al honor del santo Patriarca por medio de diarios ejercicios de piedad. Donde esta costumbre no sea fácil de establecer, es al menos deseable, que antes del día de fiesta, en la iglesia principal de cada parroquia, se celebre un triduo de oración. En aquellas tierras donde el 19 de marzo —fiesta de San José— no es una festividad obligatoria, Nos exhortamos a los fieles a santificarla en cuanto sea posible por medio de prácticas privadas de piedad, en honor de su celestial patrono, como si fuera un día de obligación.

7. Como prenda de celestiales favores, y en testimonio de nuestra buena voluntad, impartimos muy afectuosamente en el Señor, a ustedes, Venerables Hermanos, a su clero y a su pueblo, la bendición apostólica.
Dado en el Vaticano, el 15 de agosto de 1889, undécimo año de nuestro pontificado.

jueves, 23 de abril de 2015



La cronología de María Santísima

Monseñor Marcos Lombo Bonilla
Sociedad Mariológica Colombiana

René Laurentin dice: “Sobre las bases históricas inevitables del impacto visible de la Encarnación el dogma cobra su sentido” (René Laurentin. Un año de gracia, P.11).

La Encarnación tiene un impacto visible, esto es, una repercusión histórica.
Hay que buscar esas bases históricas del impacto visible.

Es lo que nos proponemos hacer en este estudio de la Virgen María: la proyección histórica de María a través de los siglos.



PRIMER HECHO HISTÓRICO: Jesucristo es el dueño del cosmos y de la historia. Cristo es el dueño de la historia, que es la más importante historia de todas las historias.

El personaje más histórico es Cristo y pertenece a la HISTORIA MAS HISTÓRICA DE LA SALVACIÓN.

Él está en el hecho histórico, dentro de las coordenadas del tiempo y del espacio: ese es el estilo de Dios: todos los libros sagrados son la historia de la salvación expresada por autores históricos que sitúan esa historia en circunstancias precisas de tiempo y lugar.

Esa precisión histórica del Cristo histórico, visible, audible, tangible, la expresa Juan en su carta cuando dice: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído (Cristo histórico audible), lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos (Cristo histórico visible), lo que tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (Cristo histórico tangible).

Al lado de Cristo está María, dueña de la historia porque ella es la que introduce al Eterno en el tiempo. Ella es la causa, la plenitud de los tiempos, es decir, la que causa el hecho histórico, trascendental, indestructible, el hecho histórico salvífico que es el que le da consistencia a, toda la historia humana que es salvífica, y si no es salvífica ni es historia ni es humana.

Todo lo comanda este principio: La historia del hombre es un HECHO HISTÓRICO SALVÍFICO UNIVERSAL LLEVADO A CABO POR CRISTO Y POR MARÍA



SEGUNDO HECHO HISTÓRICO: María en toda su historia y la historia de María es antes de los siglos es en el Antiguo Testamento y es el Nuevo Testamento. que aún está en marcha.

Y viniendo al primer hecho histórico de María, la encontramos proféticamente bosquejada en el PROTOEVANGELIO; o sea, en el anuncio de que una Mujer aplastaría la cabeza de Satanás: “enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él le pisará la cabeza mientras acechas su calcañar” (Gén. 3, 15). El anuncio es ya un hecho histórico en su formulación.

El pasaje de la Sagrada Escritura es histórico: Histórico Jahveh que habla, históricos los primeros padres que perdieron la gracia y la vida corporal. Histórico el pueblo que guardó los oráculos, les creyó y vivió esperándolos; histórico el proceso genético de la liturgia. Ya Alejandro VII empleó la fórmula: María preservada inmune de la mancha original. Histórico el hecho de que 546 Obispos de los 630 consultados se declararan a favor de la Inmaculada; histórica la definición solemne el 8 de diciembre de 1854.

María a través de los siglos es, como Cristo, un hecho histórico audible (oíd: Sois concebida María sin pecado original) visible = por todas partes imágenes de la Inmaculada; tangible en sus devotos; perceptible en las flores que exhalan sus aromas.



TERCER HECHO HISTÓRICO: María aparece insinuada en las bellas figuras bíblicas y en las excelsas mujeres del Antiguo Testamento:

Hija de Sión (Sof 3, 14); vara de Jesé que ha florecido en Nuestro Señor Jesucristo; la virgen grávida que da a luz (Is. 7, 14); ella es la mejor de los anawin o pobres de Yahveh; en el idilio enternecedor del Cantar de los Cantares, hecho sobre todo para expresar cómo ama Dios a María y cómo ama María a Dios.

Ella en grado sumo tuvo las excelsas virtudes y gracias de las mujeres del Antiguo Testamento.

Todos estos son hechos históricos cuyos lugares y momentos se conocen, cuyos autores son personas identificables, cuyos escritos fueron conocidos, estudiados y pertenecieron a un pueblo que rindió culto de latría a Yahveh.

Estamos frente al hecho histórico (coordenadas espacio-temporales) que también quedó escrito, que arraigó en la entraña popular, en el cantar, en el culto, que se tradujo en el proceso genético en la Liturgia; esta celebra a la Virgen María estirpe escogida de Israel (1a de las 46 musas en honor de la Virgen); aclama a la hija de Sión y a la Paloma del Cantar de los Cantares, y a la Virgen de los pastores y de los magos.

Todo esto es un hecho histórico, sigue venerado a través de los siglos, objeto de culto, centro de interés de poetas, pintores y escultores; es el hecho en sus bases históricas y en su proceso secular; al fin y al cabo el impacto visible, audible, tangible de la Encarnación del Verbo.

¿Cuál es el hecho histórico entre todos los hechos históricos? La Encarnación del Verbo: se encarnó y se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María.



CUARTO HECHO HISTÓRICO: La encarnación del Verbo el año 1° de CRISTO.
Escoge Cristo a María como la persona clave en el hecho histórico, salvífico, universal. Por eso María es el Paraíso de la Encarnación, la obra maestra de la Redención y la más alta expresión de la Glorificación. La Encarnación es Redentora.

La aceptación de la Encarnación es una cooperación inmediata a la obra de la salvación y en concreto a la salvación por la Cruz. Esta es la dimensión ilimitada de las palabras: He aquí la esclava del Señor.

La ubicación de María en el misterio salvífico universal la expresa Pablo VI en la Marialis Cultus, introducción Apartado 3, así: “María está en la raíz del misterio de Cristo y la coronación del misterio de la Iglesia”.

Para el misterio de la salvación necesita Dios toda la persona de María: su cuerpo para formar el cuerpo de Jesús Redentor, su alma la más semejante y la más cercana al alma de Cristo, su voluntad libre porque quiere proponerle pero no imponerle el misterio salvífico.

María delibera si se compagina lo que le ofrece el ángel: sería Madre de Dios, con lo que Ella le ha ofrecido a Dios desde su primer acto consciente: ser la esclava del Señor.

El año lo de Cristo, María da su consentimiento en Nazaret con la palabra más sublime que ha salido de labios humanos: “HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL, SEÑOR. HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA”.

De esa manera causa María la plenitud de los tiempos: cronos se vuelve Jaris, el tiempo Eternidad, Dios hombre y una mujer tiene como hijo a Dios.

Los hechos históricos están temporalizados y localizados por las coordenadas espacio-temporales. Se sabe en qué lugar sucedieron y en qué tiempo.

En estos hechos históricos intervienen no sólo la persona protagonista sino otras que comprueban y atestiguan el hecho. El hecho fundamental de María es central: divide en dos las edades: antes de Cristo y después de Cristo. Todos los hombres mirarán hacia ese hecho y al llevar la cuenta de los años dirán: llevamos la cuenta del momento en que el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, y ese hecho lo debemos a una Mujer: María, y a una palabra suya, y sucedió en Nazaret y marcó en el reloj de la historia el año 1.

Realmente María es la dueña del cosmos y de la historia. Este es el hecho salvífico universal de Cristo y María.

San Bernardo en la homilía cuarta sobre el missus est dramatiza este momento el más importante que ha vivido la historia:

“El mundo entero a vuestras plantas postrado espera con ansia la respuesta, porque de vuestra palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud de todos los hijos de Adán y de todo vuestro linaje. Dad Virgen, pronto la respuesta. Oh Señora: responded aquella palabra que espera la tierra, que espera el infierno, que esperan todos los ciudadanos del cielo. El mismo Rey y Señor de todos, desea la respuesta de vuestros labios por la cual sin duda se ha propuesto salvar el mundo”.

María es la persona que mantiene en espera a todos los seres. Tiene a su corazón, en su voluntad, en sus labios la suerte de todo.

Históricamente consta que es la Mujer del destino de la historia humana, de la historia salvífica de la historia de Dios. No mirar a María en ese centro histórico, foco a donde va todo, foco de donde se expande todo, es ignorarla.

Fue llamada María centro de interés de todos los siglos; en realidad, debemos llamarla punto focal a donde llega la historia y punto focal desde donde se expande la historia.

No tener el impacto histórico que causa María es falsear la personalidad de María. San Pablo, en la única referencia qué hace de María (Gál. 4, 4), destaca bien el impacto histórico de María porque dice que Ella está en la plenitud de los tiempos. Esto es lo que no podemos olvidar: María está en la plenitud de los tiempos.



QUINTO HECHO HISTÓRICO: seis meses antes de nacer Cristo. María visita a Santa Isabel.

Allí el Espíritu Santo le comunica a Isabel que María es la Madre, santifica a Juan Bautista en el seno de su Madre, le inspira a María Santísima el Magnificat que es la marcha triunfal de la Soberana de cielos y tierra.

La visita es el rompimiento del silencio de la Anunciación: es el señalamiento ruidoso del hecho de María, es la proclamación que el Espíritu Santo hace de la Maternidad divina que Ella guardaba en su corazón, pero sin decir palabra; es un entregar a María al comentario, de todos los suyos, de todos sus amantes y de todos sus devotos.

La misma que divulgó la Maternidad divina, divulgó el diálogo del Arcángel y entregó a la primera comunidad cristiana el tesoro del Ave María completa en su primera parte.

Si en la montaña de Judea (Lc. I, 56) el temor invadió a todos por el nombre de Juan y se preguntaban ¿qué será este niño? ¿Qué comentarios harían con relación a María? No otros sino decir: Tú eres la llena de gracia, el Señor está contigo y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.

Desde entonces se sabe quién es María, cómo es la salutación angélica, a quién hay que reportear para saber quién es María.

Desde entonces S. Lucas puede preguntar y preguntar, reportear y reportear, documentarse para los Evangelios de la infancia. Así se conoció históricamente el hecho de María que entonces era un cofre cerrado, una fuente sellada, un vergel inaccesible.

Así se comprende cómo, para el que lea el relato de la Anunciación sin apreciar por el impacto histórico de la revelación de Santa Isabel, cuál es la clave del cofre, cuál el ingreso a la fuente sellada y al vergel inaccesible que nos revela la prima de la Virgen, seguirá sin entender el misterio.

Así se hace patente que el hecho histórico que es María debe ser estudiado, admirado y venerado en una secuencia histórica, en el itinerario de la peregrinación histórica de María de que habla Juan Pablo II.

María es un personaje que no puede ser conocido sino en el conjunto histórico de la que es, como su Hijo, dueña del cosmos y de la historia. Para apreciar en todo su valor histórico este hecho de la Anunciación, conviene hacerse las siguientes preguntas:

¿Dónde ocurrió este hecho? ¿Cuándo ocurrió? ¿En este hecho tienen un perfil histórico bien definido María, Isabel, Juan Bautista y Lucas, el Evangelista?
¿Tienen estos hechos repercusión histórica para la primera comunidad cristiana, para la redacción del tercer Evangelio, para las raíces del culto a María en el primero y en los siguientes? ¿Perdura la revelación de Isabel hasta el día de hoy en algún hecho cultural, secular, mundial que haya vencido las barreras del tiempo y del espacio? ¿Cómo se podría probar que el Santo Rosario tiene en la visitación las raíces de su autenticidad, de su universalidad, de su sentido salvífico en el binomio Jesús y María?

Se puede asentar como axioma mariano que no conocer a María en toda su secuencia histórica secular es ignorarla.



SEXTO HECHO HISTÓRICO: Data del siglo III la oración popular más antigua en honor a María.

Dice así: “Bajo el manto de tu misericordia nos refugiamos, Theotokos, Madre de Dios. No rehúses nuestros ruegos en la necesidad, antes bien sálvanos del peligro, Tú sola casta y bendita”. Papiro 470 de la John Rylands Iibrary-Manchester.

Ya antes del Concilio de Éfeso (431) se llamaba María “Theotokos Madre de Dios” (R. Laurentin, Un año... 119).
¿Se explica esta oración sin la realidad histórica del año 1 en Nazaret?

Le añade a esa realidad, la realidad de la confianza, de la plegaria, es una creación, pero una creación debida a esa primera realidad histórica del año 1 en Nazaret. ¿Esta oración es una realidad del siglo III, y en los otros siglos, y ahora? Es una realidad en todos los idiomas del mundo.

Cómo sube todavía angustiosa pero confiada la oración que repetimos: Bajo vuestro amparo nos acogemos Santa Madre de Dios.

María, la preocupación de todos los siglos, el punto focal de la Historia. El conocimiento de María se agiganta a medida que apreciamos su existencia en el paso de los siglos.



SÉPTIMO HECHO HISTORICO: En 431 el Concilio de Éfeso definió la Maternidad divina de María.

Fue S. Cirilo de Alejandría el paladín de la maternidad divina. La definición dogmática dice así: Si alguno no confiesa que Dios es en verdad Emmanuel y que por causa de esto la Santa Virgen es Madre de Dios, pues engendró de su carne al que era el Verbo de Dios, sea anatema.

Este hecho histórico tiene que ver con otro que podemos llamar hecho histórico fundante en la historia de Cristo y de María. El hecho de Éfeso en 431 es la resonancia del hecho fundante central del año 1.

Cf. el cuarto hecho histórico: el del año 1 de Cristo.

Y entre los. dos hechos históricos: el del año 1 y el del año 431 no hay vacío ni solución de continuidad sino concatenación perfecta: tradición oral apostólica, fijada después en los Evangelios escritos, pues “la economía de la Revelación se cumple por hechos y palabras íntimamente trabados entre sí, de suerte que LAS OBRAS LLEVADAS A CABO POR DIOS EN LA HISTORIA DE LA SALUD MANIFIESTAN Y CORROBORAN LA DOCTRINA, y las cosas significadas por las palabras las proclaman las obras y corroboran el misterio en aquellas contenido.

DEI VERBUM 2

Las obras llevadas a cabo por Dios en la historia de la salud corroboran las palabras; las palabras proclaman las obras.

Por eso hay que darle mucha importancia a la historia: la historia es la Revelación en marcha.

Toda la actuación de María se cumple en un gran proceso histórico: Rm. 6. Si se pudieran reducir a un sólo lugar todas las presencias de María, la que tiene en la revelación vetero-testamentaria y la que tiene en los veinte siglos de cristianismo, tendríamos una visión no recortada por las coordenadas espaciotemporales y podríamos comprobar que María “negotium omnium populorum” es el centro de interés de todos los pueblos, a lo largo de todos los siglos y a lo largo y ancho de todos los espacios.

Pero esa misma “MARIOVISIÓN” sería incompleta porque no podría abarcar toda la vida desbordante de María hacia Dios y hacia los hombres, ni abarcar toda la vida desbordante de Dios y de los hombres hacia María.

Cuántas dimensiones mariales se escapan a los que no saben profundizar en el hecho mariano que va a lo largo de la historia en todos los radios en que se abre la historia humana que es divina que es marial, que es salvífica, que es universal.

Siguiendo el hecho histórico fundante de Cristo y de María, los concilios de Éfeso y Calcedonia llaman a María la Theotokos y Parthenos Panagia (hecho histórico del Magisterio docente) y miles y miles de fieles siguen aclamando a María Santa Madre de Dios, Virgen Santísima.

Ya que señalamos la presencia histórica de la maternidad divina y de la virginidad, mencionaremos el hecho histórico de María la vencedora del demonio desde el primer instante.

Cf 2 Hecho histórico: La figura de la Mujer Madre del Redentor en el Protoevangelio y proclamemos también la figura de María asunta al cielo en cuerpo y alma.



OCTAVO HECHO HISTÓRICO: La asunción de María en un texto de San Gregorio de Tours, muerto en 593:

“Finalmente, cumpliendo el curso de esta vida por la Bienaventurada Virgen María, como ya la llamaba Dios, se reunieron de todas las regiones los doce apóstoles, en la casa de María, y avisada Ella de lo que había de acontecer: su salida de este mundo, estaba en vela y todos ellos con Ella; y he aquí el Señor Jesús con sus ángeles y tomando el alma de María la entregó a San Miguel Arcángel y se ausentó”.

“Por la mañana la levantaron y la pusieron en un monumento, en espera de la venida del Señor: Y he aquí que se hizo presente el Señor: Y tomando el cuerpo ordenó que fuera llevado en una nube al paraíso. Desde entonces su alma goza con todos los santos de la eternidad, sin peligro de que termine” (ML. 71, 708).



NOVENO HECHO HISTORICO: El Emperador Mauricio el año 600 decretó para su imperio la fiesta de la Asunción.

Estableció que para la gran fiesta de María fuera su dies natalis, es decir, el día de la Asunción al cielo. Históricamente ha sido celebrada la Asunción en toda la liturgia (el hecho mariano en el culto mariano) y en la iconografía el hecho mariano del arte mariano.

Dejando para un sitio especial la definición del dogma (el hecho mariano en las grandes definiciones marianas) debemos recordar como Pablo VI, en la homilía del 15 de agosto de 1963 en Castelgandolfo, dice que una de las fiestas más insignes y queridas del año litúrgico es la fiesta de la Asunción.



DÉCIMO HECHO HISTÓRICO: de 715 a 729 fue patriarca de Constantinopla San Germán a quien se le atribuye el himno Akatisto.

Con ese himno llegamos a una cumbre en el hecho mariológico: cumbre que supone haber ido ascendiendo por los hechos mariológicos anteriores, cumbre que supone la inteligencia del misterio, es decir, las cosas significadas por las Palabras Divinas, como dice la Dei Vérbum N. 2, es decir, las mismas palabras expresan cosas, es decir hechos.

El misterio entendido: he aquí un hecho histórico; el fervor, la llama de amor viva, (un hecho histórico). María es no solamente admirada sino amada, amada por las multitudes (hecho único en la historia).
Le dicen las masas corales (hecho histórico) y los coros orantes (hecho histórico).

Quien no tenga capacidad receptiva del hecho mariano, no puede disfrutar de María que llena la historia, la mueve y la marianiza.

Este himno Akatisto en los monasterios griegos lo recitan cada día; en Rusia lo recita cada día el clero secular. Es popularísimo y constituye como la devoción oficial de la Iglesia griega: viene a ser el rosario de la Iglesia griega. El himno es una verdadera construcción arquitectónica en sus doce estrofas y sus 144 aclamaciones. Está hecho con todo el arte, con todo el amor, con todo el fervor.

Ya en el siglo octavo ese pueblo griego supo tener para con María las actitudes culturales que señala Pablo VI en la Marialis cultus N. 22, como señales culturales marianas veneración profunda: eso respira el AKATISTO, amor ardiente que se enciende en todas las estrofas, confiada invocación, conmovido porque el himno es la admiración ante MARÍA a quien es imposible alabar dignamente y atento estudio de la Cooperadora del Redentor.

Es que lo mismo piensa y siente de María un S. Germán en el siglo VIII que un Pablo VI en el siglo XX o un Juan Pablo II sucesor de Pablo VI.

Cuando Juan Pablo II lo cantó en la Basílica de San Pedro con los Patriarcas orientales con todo el lujo y esplendor de la liturgia oriental, con toda la majestad de la lengua griega, con tantos incensarios como manos patriarcales, entonces se supo que todo lo merece la Madre de Dios y que honrar a María es honrar a Dios porque Ella es el hecho salvífico universal de Cristo y de María.

También en Ibagué por esos mismos días los Coros del Conservatorio cantaron con toda perfección el himno Akatisto, uniéndose al hecho mundial del culto a la Virgen Santísima.



UNDÉCIMO HECHO MARIANO: Aparece un devoto cumbre de María de 1090 a 1153, que pasó a la posteridad de ser devoto de María, aunque tenía muchos otros títulos para la inmortalidad, que mira en Ella la Madre de la gracia. Frases como éstas hacen imperecedera la figura de San Bernardo:

“El universo entero postrado a tus pies espera”. “María es la mujer de doce estrellas:
I. Su generación. 2. Es saludada por el ángel. 3. Fecundada por el Espíritu Santo. 4. Concibe a Dios. 5. Es fecunda. 6 Es Virgen. 7. Es grávida sin fatiga. 8. Alumbró sin dolor 9. Es dulce. 10. Es pura. 11. Humilde y creyente. 12. Es mártir”.

“Si luchas en la mar, mira a la Estrella, llama a María”.

Todas estas frases llevan el sello inconfundible de San Bernardo, y siguen resonando a través de los siglos como el hecho mariano en el corazón, en los labios y en la pluma de S. Bernardo y en el corazón y en los labios y en la pluma de muchos siglos y generaciones.

Inmenso personaje histórico es S. Bernardo, pero apenas es un punto ante María Santísima que es un hecho histórico, salvífico, universal antes de S. Bernardo, en la existencia histórica de S. Bernardo y después de S. Bernardo.



DECIMOSEGUNDO HECHO HISTÓRICO: Salvífico universal Mariano de Cristo y de María en el conjunto histórico del Rosario de María.

Desde la mitad del siglo I d.C. hasta el final de ese siglo I, estamos ante un hecho (el impacto inevitable de los hechos que dice René Laurentin) histórico, salvífico universal, fundante, central, focal de Cristo y de María.

Tiene consistencia indestructible, concatena toda la historia de María corre a través de todos los siglos, es algo vital que conmueve los órdenes espaciotemporales en muchos lugares y momentos, incluye personas, ciudades, regiones y al mundo entero. Nadie puede abstraerse a la realidad de este hecho histórico.

Este hecho histórico es apenas un dato en la inmensidad del hecho mariano.

Primero fue la Palabra Apostólica que fue pregonando a manera de Kerygmas hechos como la Anunciación del Arcángel, la visita a Santa Isabel, el Nacimiento, la Presentación en el Templo, el hallazgo a los doce años.

Quedaron narrados hechos como la Agonía, la Flagelación, la Coronación de espinas, el camino de la Cruz la Crucifixión. Se fueron transmitiendo de boca en boca la Resurrección, la Ascensión y la Venida del Espíritu Santo.

Todos estos hechos, antes que quedaran consignados por escrito, se fueron pregonando en los Kerygmas, se fueron narrando en las primeras asambleas, se fueron convirtiendo en módulos del culto cristiano.

No se debe preguntar tanto qué símbolos de la fe compusieron los Apóstoles. Se debe preguntar qué celebraron en el culto los Apóstoles y qué hicieron celebrar a las primeras comunidades.

El pueblo cristiano vivió, cantó, celebró todos esos misterios, toda esa magnalia Dei en forma de hecho histórico salvífico universal mariano, que tiene el sello de Cristo, porque María es de Cristo, por Cristo, para Cristo y con Cristo.

Las primeras comunidades cristianas celebraron los hechos con los hechos; los hechos de Cristo y de María con el culto de Cristo y a María.

Así se ve el arbitrario y postizo de querer introducir una dicotomía entre Cristo de la fe y Cristo de la historia.

Cristo fue ante todo un personaje, hechos de culto.

Así surgió el culto a los hechos de Cristo: a los hechos del Rosario que después recibieron el nombre de misterios del Rosario.

Después los Santos Evangelios fueron relatando por escrito en forma tan ordenada que fue fácil distribuidos en misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

La gran proyección arquitectónica para el Santo Rosario la trazan desde la segunda mitad del Siglo I los Evangelios.

Por eso Pablo VI recuerda que el Santo Rosario ha sido llamado “Compendio de todo el Evangelio ", y añade que el Rosario es un “vástago germinado sobre el tronco secular de la liturgia cristiana” (M.C.N. 48).

La asamblea cristiana es una verdadera Epifanía (manifestación externa) de la Iglesia: “La principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo Santo de Dios, en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar, donde preside el Obispo rodeado de su Presbiterio y Ministros” (S.C.N. 41).

“La Virgen está constantemente presente y operante en la vida de la Iglesia” (Collectio Missarum N. 36; Praenotanda N. 36).

El hecho histórico secular del Rosario es cosa más admirable que la construcción de los templos, principalmente de los templos góticos, porque cada templo está circunscrito a un tiempo y a un lugar, en cambio, el hecho del Rosario es un hecho que rompe las barreras del tiempo y del espacio. La arquitectura del Rosario es suministrada toda por el Evangelio. Este da las bases, las columnas, los capiteles, las bóvedas, las arquerías de la Construcción: no es el Rosario un templo estático sino una realidad dinámica, palpitante, en la que toman parte todos los agentes empeñados en labrarle a María esta construcción, porque el Rosario es una obra maestra de toda la Iglesia para rezarle a María, para alabar a María, para ofrendarle este cofre inmenso, esta pedrería suntuosa, este obsequio digno de María, digno de la Iglesia que lo ha labrado, con santidad, con amor; es la interpretación del alma, de todas las almas que le han consagrado a María este obsequio secular con esta dedicatoria:

¡Oh María, rosa divina
esplendor del Paraíso
eres bella, eres hermosa,
con el niño en tu regazo,
como lirio, como rosa,
oh María, rosa divina!

Todos los que comentaron los pasados Evangelios aportaron un tesoro para el Rosario: S. Proclo, S. Cirilo de Alejandría, S. Efrén, San Juan Damasceno.

Pero los gigantes de esta devoción fueron Alano de Rupe y Santo Domingo de Guzmán, que la difundió y la encomendó a la Orden de Predicadores.



DECIMOTERCERO HECHO HISTÓRICO: Dentro de la historia secular palpitante universal del Santo Rosario.

Este demuestra la capacidad del Santo Rosario para conmover al mundo y para hacer un hecho histórico de María Santísima. Escojamos el misterio de la presentación del Niño Dios en el templo.

Juan Pablo II llama este pasaje del Evangelio segunda Anunciación a María Santísima. Desde entonces fue introducida en el conocimiento de la Cruz, y con qué palabras: Una espada de dolor atravesará tu alma”; desde entonces es una entrega total a la Redención dolorosa en esta Presentación en el Templo que Juan Pablo II llama la segunda Anunciación; desde entonces Ella envuelve a su Hijo y hace de Él el signo de contradicción.

Desde entonces empieza a ser el hecho histórico inmenso de la compasión de Cristo en su sacrificio. Desde entonces, desde la Presentación del Niño Dios en el Templo su corazón está siempre sangrante y como el corazón es el émbolo de las lágrimas y de la sangre, como una bomba impelente, lanza sin cesar las lágrimas y la sangre para hacer vivir sin limitaciones de tiempo, ni de espacio, el misterio de la Redención: la muerte de los niños inocentes, el destierro a Egipto, las penalidades concomitantes, vive el regreso doloroso; vive sobre todo el episodio enigmático del hallazgo en el templo: allí sabe que Jesús tiene un Padre en el cielo que lo destina a la muerte.

La vida oculta en Nazaret es la perspectiva del condenado a la muerte y muerte de Cruz. La vida oculta en Nazaret se hace la contemplación anticipada de todos los pasos de la Pasión. Cuántas veces le dijo a su madre:

El Hijo del Hombre tiene que ser traicionado, flagelado, coronado con espinas condenado a la Cruz y morirá en la Cruz, pero al tercer día resucitará.

Cuántas veces descansaría con Ella en el hecho histórico de la Pasión meditada, orada, llorada y devorada con Ella. María es la Pasión antes de la Pasión, es la Pasión en la Pasión y la Pasión después de la Pasión.

Y a lo largo de los siglos el hecho histórico de María Dolorosa, todo lo invade. El Stabat Mater no es sino un detalle. El O quot undis lacryma rum no es sino un detalle.



DÉCIMO CUARTO HECHO HISTÓRICO: María en Jean Paúl Sartre, en la Trapa y en León Bloy.

Un ateo moderno, Jean Paúl Sartre, comenta el nacimiento del Niño Dios en la gruta de Belén así:

“La Virgen está pálida, contempla al Niño. Podría leerse en su rostro una ansiedad aparecida sólo una vez en la faz humana: Cristo es su hijo, carne de su carne y fruto de sus entrañas; lo ha llevado dentro de sí nueve meses y va a amamantarlo, y por momentos la tentación es tan fuerte que olvida que es Dios. Lo estrecha en sus brazos y le dice: pequeño mío”.

Pero en otros momentos queda cohibida y dice: “Dios está aquí”. Y presa de un horror religioso por este Dios mudo, por este Dios que aterroriza.

Todas las madres se ven así plasmadas en ciertos momentos ante ese fragmento rebelde de su carne que es el Hijo y se sienten extrañas ante esa vida nueva que se ha hecho con su propia vida y en la que habitan pensamientos foráneos.
Pero pienso también que hay otros momentos rápidos y huidizos en que Ella experimenta a la vez el pensamiento que Cristo es su Hijo, su pequeñín y que es Dios.

Lo mira y piensa: “Este Dios es mi hijo. Está hecho de mi carne. Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí, tiene mis ojos y la forma de su boca es la forma de la mía. Se me parece: Es Dios y se parece a mí. Ninguna mujer ha tenido de esta manera a su Dios para Ella, un Dios pequeñito que se pueda tomar en brazos y cubrir de besos, un Dios cálido que sonríe y que respira”.

“En uno de esos momentos me gustaría pintar a María si yo fuera pintor” (Tomado de René Laurentin, Un año de Gracia, p. 5).

Esta contemplación de María por Sartre es sublime. Pensar que Sartre es el filósofo ateo existencialista que dice:

Dios me mira, me hace sentir que soy una náusea. Es mi desgracia tortura y mi desgracia para mí sería mejor que no me mirara".

En su contemplación se le escapan ciertas explosiones propias de existencialismo ateo.

“María es presa de un horror religioso por este Dios mudo, por este Dios que aterroriza”.

A la luz del hecho religioso, tiene más razón la mujer anónima que dice:

“Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron”. Pero después de esta salida Sartre reacciona y dice con una ternura y exactitud vencedora de todo desvío y de toda falsa apreciación.

“Ninguna mujer ha tenido de esta manera a su Dios para Ella sola, como María: un Dios niñito que se puede tomar en brazos y cubrir de besos. Un Dios cálido que sonríe y respira”.

María, triunfo del existencialismo ateo ¿Le serviría a Jean Paúl Sartre esta página para su salvación? Así lo creo.

Basilio de Seleucia en el año 459 d.C. decía:

Cuando Ella contemplaba a este Niño Divino, me imagino, que por el amor y el temor, se hablan así entre los dos: ¿qué nombre darte que te sea adecuado,
Oh hijo mío? ¿Hombre? Pero tu concepción es divina. ¿Dios? Pero has asumido a humana Encarnación. ¿Qué haré por ti? ¿Te alimentaré con mi leche? ¿Te honraré como un Dios?

Y en nuestros días, Juan Alberto de los Cármenes compuso LA CANCIÓN DEL ASOMBRO DE MARÍA:

Ya no sé si tocarte... no... Yo no sé si cruzar las manos para acunar Yo no sé si besarte, no.

Y San Efrén, nacido en 306 dice:

“Nacido ya la Virgen lo calentaba amorosamente y lo arrullaba, le daba besos, y Él la miraba con sonrisitas de tierno niño, reclinado en el pesebre y envuelto en pañales".

Y un autor contemporáneo pone en labios del Niño estas palabras:

“Tus manos son mejores que ricos copones. Tus ojos, Madre son lámpara hermosa... y tu seno maternal... ¡qué sabroso!... ¡qué acogedor!... ¡qué suave!... Y así solitos será mejor”.

Ese es el hecho mariano que vence los lugares y los espacios; que es admirado en 1940 por un ateo, como fue admirado por los pastores y cantado por los ángeles en el año I, como fue admirado en 306 por San Efrén y en 459 por Basilio de Seleucia, que fue cantado en 1950 por Juan Alberto de los Cármenes. Es María la del año I de Cristo y la del 306 y la del 459 y la de 1940 y la de 1950.

Es el misterio del nacimiento que pervive a través de los tiempos; es la Virgen que arranca lágrimas al ateo de París, y dulcísimos diálogos a Efrén y a Basilio de Seleucia y canciones de cuna a Juan Alberto de los Cármenes y requiebros del Niño a María al autor contemporáneo.

Es la presencia histórica, ubicua, secular de María. Si no la sentimos en el siglo I, está en el siglo II o en el III o en cualquiera de los siguientes. Es lo que se llama el hecho histórico, salvífico, universal, fundante, focal del misterio de la salvación por Cristo y por María.

Durtal y la Salve Regina:

Y súbitamente se pusieron en pie, todos y un inmenso grito: la Salve Regina estremeció las bóvedas. Durtal escuchaba absorto este cántico admirable que nada tenía en común con aquel grito que se oye en las Iglesias de París.

Este era a la vez triste y ardiente acentuado por las suplicantes adoraciones que parecía concentrar en sí solo la esperanza inmemorial de; la humanidad y su eterno lamento.

Cantada sin acompañamiento, por las solas voces indiferentes a sí mismas y fundidas en una sola varonil y profunda, subía en una tranquila audacia y se elevaba en un esfuerzo irresistible hacia la Virgen, y después como retornando a sí misma, como disminuyendo insegura, luego avanzaba más temblorosa pero tan deferente y humilde que se sentía perdonada y se atrevía entonces en llamadas evanescentes, a reclamar las delicias inmerecidas de un cielo.

Era el triunfo comprobado de los neumas, de esas repeticiones de notas sobre una misma sílaba, sobre una misma palabra que la Iglesia inventó para expresar el exceso de la alegría interior o de la angustia interna que las palabras no pueden expresar y eran una especie de lanzamiento del alma que se escapan de las voces apasionadas de los cuerpos erguidos y vibrantes de los mojes.

Durtal seguía en su devocionario esta obra de texto tan corto y de canto tan largo. Cuando la escuchaba, cuando la leía con reverencia, le parecía que se descomponía en su conjunto para representar tres estados diferentes del alma, para representar las tres edades del hombre: en su niñez, en su edad madura y en su ocaso. Era en esencia el resumen de la oración de las tres edades.

Primero era el canto de la exaltación, el saludo gozoso del pequeñito que balbucea palabras respetuosas para mimar y con carantoñas de niño para adular a su madre.

Era la Salve Regina, Mater Misericordiae; vita, dulcedo et spes nostra, Salve.

Después esta alma, tan cándida, tan sencillamente feliz, ha conocido ya las faltas voluntarias de pensamientos, las recaídas repetidas.

Entonces unía las manos, sollozando pedía ayuda; ya no adoraba sonriendo sino llorando.

Era el AD TE CLAMAMUS, EXULES FILll EVAE, AD TE SUSPIRAMUS: GEMENTES ET FLENTES IN HAEC LACRYMARUM VALLE.

En fin, ha llegado la ancianidad. El alma yace atormentada por el recuerdo de los avisos despreciados, por la tristeza de las gracias perdidas; y vuelta más triste, más débil, temerosa de la destrucción de la prisión corporal que siente próxima, entonces piensa en la eterna inanición de los que el Juez condena y él implora de rodillas a la bogada de la tierra y consejera del cielo con estas palabras:

Eia ergo advocata nostra illos tuos misericordes oculos ad nos converte et Jesum benedictum fructum ventris tui (a) nobis post hoc exsilium ostende.

Y a esa preciosa oración que preparó San Pedro Mesonzo en 986, o Herman Contracto o San Bernardo le añadieron estos colosos del culto de María:

Esto es inaudito, se dijo Durtal, cuando los trapenses cantaron aquel dulce e insistente clamor, los neumas se alargaban sobre las Oes que pasaban por todas las tonalidades del alma... Y bruscamente a la palabra MARÍA, al grito glorioso de este nombre, el canto cesó, los cirios se apagaron, los monjes cayeron de rodillas, un silencio de muerte se apoderó de la capilla, lentamente las campanas dieron la hora y el Ángelus deshojó uno por uno los pétalos espaciados de sus blancos sonidos...

Ante este hecho ocurre preguntar: ¿La Virgen, a quien se invoca en esta Salve, es una realidad? SÍ.

En el siglo I y en los siguientes es una realidad. La realidad centro de todos los siglos. María “negotium omnium saeculorum”. Sí, es una realidad en el siglo I y en los siguientes: una realidad que hace llorar, que arrebata en amor.

¿Esta belleza de Salve es una realidad? Sí, más que los discursos de Cicerón o las odas de Horacio o las proclamas de Bolívar. ¿Y los que compusieron esta belleza de Salve: Pedro de Mesonzo o Herman Contracto o Bernardo de Claraval son una realidad? Sí, basta consultar la hagiografía y la patrística.

¿Y los Trapenses que la cantan son una realidad? Sí, lo comprobó Durtal.

¿Y el canto, las notas, es una realidad? Sí, es el canto gregoriano que hace pensar en el cielo, en la eternidad, en las edades del hombre.

¿El paso histórico de la Virgen es un hacinamiento de escombros de una civilización destruida? No, sino el avance vital, armonioso en cada espiral más alto, en cada espiral más ancho: es el vuelo de las almas para honrar el misterio salvífico de Cristo y de María.

Y para que haya un dato local de nuestra Arquidiócesis y dato contemporáneo, de nuestro siglo, citemos la paráfrasis de Mons. Pedro María Rodríguez Andrade, obispo de Ibagué, a la Salve. Tiene fecha del 8 de diciembre de 1955:

Salve Regina, o splendida Regina, Veraciter divina, nostras humiles preces exaudi Tu benigna Tuos pios respice greges eos benedic, illumína Salve Regina.

Salve Regina misericordiae Mater velox ad audiendum at que alacer Divini sanguinis fundens generosum merum aromatum sacrum alabaster Miesericordiae sine fine Mater Salve, Salve.

Spes nostra, Salve
Salve Maria!

Nihil lucidius, nihil salibrius
Quid quid tu velis omnino fiet

Maris stellam te laeti sequimur
Quid nempe purius
quid est securius?

Post te currentes
eanente sibimus
et in aeternum jam non peribumus

Spes nostra, Salve!
Primae Hevae matris
tristes filioli
exulses ploramus
sitientes peragrantes
Ad Te, Maria, clamamus.

Te Matrem invocamus
viatores, fatigati et anhelantes.

O Heva inmaculada
exulum filiorum misererae
Salve, Salve!


Tomado de la Revista Regina Mundi nro 60