miércoles, 3 de agosto de 2016

El manantial de los promeseros



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Legión de María

La Ciudad Santuario guarda en su seno el lugar geográfico de un milagro que ha moldeado la idiosincrasia del hombre colombiano y sus artesanías de pueblo americano.

El punto es el denominado Pozo de la Virgen que está ubicado debajo del altar mayor de la Capilla de la Renovación. Este es un sitio obligado de visita para los peregrinos, raizales y foráneos, que lo han escarbado, contemplado y pisado durante los últimos 430 años como un testimonio de la misericordia divina que pasa de generación de generación. (Cf. Lucas 1,50).

La paradoja de esta maravilla es su desconocimiento por parte de los nativos de lejanas urbes. Ellos llegan y se plantan frente al sitio en un silencio lelo. No hablan, no rezan, no suspiran y luego preguntan sin rubor: ¿qué pasó aquí?

Los frailes dominicos dictaron una cátedra sobre el tema cuando en el año 2012 inauguraron la ampliación de sus instalaciones. La inversión millonaria dotó el área de monitores para trasmitir los videos que narran el episodio del 26 de diciembre de 1586. Además donaron miles de estampas,  editaron folletos, realizaron desfiles y pagaron una publicidad mediática para comunicar el significado del prodigioso suceso ocurrido en aquel escenario subterráneo. Sin embargo, la ancestral sordera de la Nación a la restauración de lo propio cayó en tierra estéril, donde germina la nacionalidad sin frutos.

Los turistas ingresan empujados por sus parientes y salen de la misma manera. La mayoría emerge sin saber el porqué fue a parar a ese bello socavón donde un brillante vidrio no deja ver si el líquido cristalino del pozo se mueve. Los curiosos ejecutan contorsiones corporales que buscan el ángulo adecuado que ratifique visualmente que allá abajo hay agua.
El encuentro se torna incomodo al extremo si por casualidad es un domingo, un festivo o la época de la romería grande. La muchedumbre hace del caos apretujado un suplicio que invita a la fuga por falta de espacio y oxígeno, dos necesidades básicas del romero.

Los apiñados paisanos a veces deben soportar con estoicismo boyacense al pariente embelequero que deciden improvisar un discurso sobre la totalidad de su ignorancia histórica. El inoportuno sujeto suelta una perorata de cuentos, que en otros tiempos bien le hubieran podido acarrear unas horas de cepo por hereje contumaz.

Esas manifestaciones, entre chabacanas y sofisticas, son parte de las consecuencias de la ausencia de guías que capaciten al recién llegado sobre el terreno que pisa. Las sagradas escrituras dan una idea sobre como enfrentar el fenómeno del bochinche familiar en la zona de ingreso: Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. (Éxodo 3,5).

Si existiera una organización que invitara a ingresar por un tiempo prudencial a un limitado número de personas se evitarían muchas conductas inapropiadas.

Por ejemplo, los marcos de los cuadros que adornan el recinto no serían usados como buzones de correo para enviar papelitos con pliego de peticiones al cielo. Los chamanes de vestimentas dakotas no llegarían con sus retahílas de culebreros paisas a murmurar sobre los ritos de purificación de la incaica pachamama. Los amantes de la sanación por hechicería  y demás embustes propios del sincretismo por desempleo deberían quedar fuera de ese entorno tan sacro.

Allí, a veces, la mística se paganiza bajo el amparo legalista de la libertad de conciencia como si el único acto libre y válido para el hombre posmoderno fuera diseñar una mentira a gusto de su ideología.


En fin, el motivo de estas notas es resolver la pregunta del oriundo del lugar que insiste en decir: ¿y aquí qué pasó?

El cuestionamiento encuentra una respuesta salomónica al trascribir del libro Verdadera histórica relación del origen, manifestación y prodigiosa renovación por sí misma y milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Autor: fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P. Edición facsimilar de la primera edición de 1694. Bogotá. Instituto Caro y Cuervo, 1986.

Libro II, capítulo I.

“…Después que la reina de los cielos María Santísima señora nuestra escogió por teatro suyo, en que distribuía sus misericordias, y ostentar maravillas, renovándose por si misma en su imagen del Rosario de Chiquinquirá en el humilde lugar, en que la devota María Ramos acostumbraba arrodillarse, y hacer oración comenzó a ser tenido de los fieles aquel lugar por santificado, y aquella tierra, en que estuvo, el milagroso lienzo por santo, y en demostración de la veneración, en que tenía aquel lugar, comenzaron a sacar tierra del, y estimándola por reliquia, con fe y esperanza, de que con ella obraría la Madre de Dios prodigios, la prevenían triaca, aplicándola por remedio de cualquier enfermedad, y no suspendiendo Dios el obrar maravillas en honra de su Santísima madre, en servido, de que con esta tierra experimentarán el premio de su devoción en grandes y milagrosos efectos, los que usaban de ella por medicina: como también con el agua muy clara, y dulce, que comenzó amanar a distancia deste santo lugar poco menos de una vara: en el que quedó desde entonces una celestial botica, donde se  halla por medicina tierra, y agua muy eficaz contra todo genero de males, de fiebres pestilentes, dolores agudos de costado, flujos de sangre, llagas, apotemas heridas, picaduras de culebras ponzoñosas, incendios, tormentas, y finalmente, para todo tan provechosa, como se ha experimentado, y se podrá reconocer de los muchos milagros, de que en adelante haremos relación en el libro tercero.

Fue creciendo la devoción, de sacar tierra de este santo lugar de manera, que siendo muchos los peregrinos, que iban a visitar a la Madre Dios no volvía a sus tierra alguno, sin que desta milagrosa no llevara grande porción; y para que de ella se sacara con moderación, dispuso el padre Gonzalo Gallegos, cuando estaban fabricando la iglesia, que se hiciese con tal arte, y disposición, que el  altar donde se había de colocar la bendita imagen viniera a quedar encima del mismo sitio, y lugar donde se había renovado por si misma, y de donde sacaban la tierra: y así quedó incluso en una bóveda debajo del presbiterio: la cual se entra por una puertecilla, que se le dio debajo de un altar colateral que está al lado del evangelio. Y aunque se le echó llave, y la tiene al presente, es muy raro el día en que no se abre a instancias eficaces de peregrinos: pues les parece, no tienen cumplido consuelo, de haber ido a  Chiquinquirá; sino se les permite que entren a la bóveda a sacar de la tierra, y del agua (que nunca falta en el pocito, al que se le hizo una capilla labrada de ladrillo) y lo menos que saca cada uno de lo que entra con asistencia del sacristán pasan de seis onzas, y de ocho, sin mucha que comen, y ocultan.

El mayor milagro, que esta Dios continuando con aquella santa tierra, y que mas admiración causa, es, que habiéndose principiado, a sacar tierra, desde el año de mil quinientos y ochenta y siete; esta al presente aquel santo lugar tan pequeño el hueco, como el de una sepultura, y de profundo poco mas de una vara: de manera, que se reconoce superior causa, que allí obra, pues habiendo sacado tanta tierra, cuanta bastara, (si se juntara) para formar montes muy altos, esta aquel lugar si del solo se hubieran sacado ocho, o diez cargas: prodigio ocular, que admira, a todos  cuanto lo ven, y mucho mas a los que hemos asistido en aquella santa casa algún tiempo: y advertido la grande cantidad, que se extrae al cabo del año; y para que se entienda, cuanta se habrá sacado desde el sobredicho año hasta el presente, se ha de considerar que a mas de los concursos ordinarios, que hay de peregrinos de diferentes partes, y provincias van todos los años a Chiquinquirá en procesión los pueblos enteros de la Villa de Nuestra Señora de Leyva, el de lo indios de Fúquene, los de Susa de Simijaca, de Saboya, de Tinjacá de Suta y los de Ráquira; y todos sacan tierra, y la estiman por reliquia no solamente para usar de ella por medicina en sus enfermedades, sino también para deshacerla en agua, y regarla en sus tierra de labor para que les fertilicen y den frutos, y por los milagrosos efectos, que han experimentado, cogiendo abundantes cosechas, se ha difundido mucha en la labor del nuevo Reyno: y la del Perú se han llevado muchas cargas, porque en el tienen mucha devoción con esta milagrosa imagen, y su tierra. También la tienen en las provincias de Quito: donde los padres de la Compañía de Jesús, tienen calificadas experiencias de los grandes milagros, que ha hecho Dios con la tierra de la casa de su Santísima Madre. Pues teniendo perdida una hacienda de campo por haberse esterilizado, con haber regado en ella de la de Chiquinquirá, se ha fertilizado de manera que ya cogen de buen trigo abundantes cosechas, y a petición de dichos padres siendo el autor prior de Chiquinquirá, les remitió a la ciudad de Quito una arroba de esta milagrosa tierra.

El color, olor, y sabor, que tiene esta tierra es admirable; el color es de ceniza blanca; el olor muy suave, y el  sabor de excelentísimo, e increíble gusto, muy dócil a modo de almidón, y nada arenisca de tan superiores calidades, que comiendo de ella mucha no hace daño, cuando de comer otras, tantos han muerto, y enfermado: desta tierra se hacen muchas, y primorosas imágenes de relieve de la Madre de Dios de Chiquinquirá: de las cuales hace la devoción mucho aprecio: también se hacen panecillos en que se estampa la imagen de Nuestra Señora. La continua ocupación que tiene  muchas mujeres pobres, que hay en aquel pueblo, es hacer curiosas gargantillas de cuentas de esta tierra, y muy precioso rosarios, que le tocan a los pies del original, cuando se descubre; y tantas son las sartas que le tocan cada día a la bendita imagen, que no tienen cuenta, ni es posible tenerla, con la mucha tierra, que de  aquel santo lugar se saca de continuo ni con los milagros, que con ella Dios ha obrado: De que dice el señor obispo Piedrahita en el libro citado, que se pudieran escribir muchos, y muy dilatados”.

El transcriptor aguarda, con irrevocable pasión por las utopías, que se tomarán los correctivos necesarios para que los extranjeros no tengan que enseñarnos a querer lo nuestro. La memoria de la patria es una responsabilidad colectiva y vital. Es un ejercicio de soberanía identificar donde nace las razones culturales para cantar: “Reina de Colombia por siempre serás”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario