miércoles, 25 de mayo de 2016

Un momento olvidado

Altar mayor Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La presencia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá marcó un derrotero en la historia del asombro nacional.

El 26 de marzo de 1999, los informativos de televisión de Colombia lanzaron al aire una noticia: “La Virgen María se manifestó en el lienzo de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá”.

Durante el transcurso de la investigación se entrevistó a uno de los testigos de la marifonía. La conversación se realizó en Chiquinquirá el 13 de mayo de 1999. El testimonio es del señor Néstor Darío Cifuentes Rodríguez, de 49 años de edad.

“Casi todos los días voy a rezarle a la Virgen. Ese día (26 de marzo) como de costumbre fui. Llegué a la iglesia como faltando diez minutos para las siete de la mañana. Me arrodillé más o menos en la mitad de la iglesia y me puse a rezar.

Luego levanté la cara para mirar hacia el cuadro cuando vi que algo se iluminaba en el cuadro. En ese momento estaba el padre Zárate y el hermano Gerardo Bermúdez (dominicos) mirando hacia el cuadro. Unas señoras miraban hacia el lado del altar. Yo en ese momento no me imaginé nada. Dije ¿quién sabe que estarán mirando? Y voy a ir a mirar también, pero nunca me imaginé que la Virgen se estuviera renovando. Me fui hacia el lado del altar, y cuando llegué a la puerta del altar vi que la Virgen ya estaba presente. Mejor dicho se había salido del cuadro. Eso se veía como un bulto.

“En ese momento, dije que belleza, como para traer a mi esposa para que vea esta belleza. Luego me hice allá, hacia el lado donde los curitas dicen la misa. En ese momento, yo me puse a contemplar a la Virgen y a mí ya se me olvidó todo. No miré para ningún lado, únicamente contemplaba a la Virgen.

El niño se veía bastante grande, más grande de lo que se ve en el cuadro. Pero queda uno como hipnotizado por los rayos porque no le da tiempo a uno de pensar en nada sino únicamente de contemplar a la Virgen y decir que belleza, que belleza y rezar porque los que estábamos allí rezamos mucho, pero no sé cuántas veces rezamos el avemaría, no lo sé.

Únicamente rezábamos y exclamábamos que belleza, que belleza, Virgencita linda, que belleza.

“Yo sentí una emoción muy fuerte que una persona normal no puede sentir así no más. Es una cuestión que, nosotros comentando después con las otras personas, analizábamos que todos sentimos mucha emoción, pero con tranquilidad.

La Virgen duró ahí entre 15 y 20 minutos y yo pienso que pasó un minuto. Yo veía mucha iluminación por los lados de la Virgen. La Virgen era supremamente iluminada. Era como ver la luz de un tubo fluorescente, pero no le fastidiaba a uno en los ojos. Yo nunca había visto una luz así. Las coronas de la Virgen y el niño resplandecían. La Virgen no habló. A lo último, yo vi que comenzó apagarse de arriba hacia abajo. Comenzó a bajar la luz y se fue opacando la corona de la Virgen y luego la cara. Siguió bajando la luz y en el niño se estancó.

“Ahí quedó trancada un ratico y luego siguió bajando y vimos el cuadro como estaba otra vez. Eso fue lo que vimos”.

De las personas que asistieron ese día a misa, trece presenciaron el fenómeno. Siete mujeres, tres frailes y tres hombres. Todos dejaron su testimonio en la Basílica y en el despacho parroquial de la Iglesia de la Renovación de Chiquinquirá. El grupo acordó reunirse el día 26 de cada mes para rezarle el rosario a la Virgen.

Fue imposible conseguir una entrevista ese día con los testigos dominicos porque la eficiente secretaria del despacho del santuario consideró que no debía hablar con ellos.



jueves, 19 de mayo de 2016

La iluminación, remembranza de un fraile

Fray Edelberto Zárate González,O.P.





Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El  Viernes de Dolores (26 de marzo de 1999) llenó de un sello mariano imborrable el ministerio sacerdotal de fray Edelberto Zárate González,O.P. En la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, el venerable lienzo tutelar presentó un fenómeno de iluminación sobrenatural. El acontecimiento que marcó su vida fue relatado así:

“Estaba en un confesionario cuando me llamó el hermano Gerardo Bermúdez., O.P”. La respuesta fue: “no ve que estoy ocupado confesando. ¿Qué pasó?”

“Que la Virgen se está renovando”, respondió el afanado mensajero. Los abuelitos que hacían fila para la reconciliación no entendieron qué pasaba, ni por qué había tanto alboroto.

Salí a mil, rememoró fray Edelberto, y dejé para después a los penitentes. “Subí el presbiterio y me puse a mirar a la Virgen con la gente alrededor. Lo primero que vi fue al niño de la Virgen que estaba resplandeciente. Estaba en una nube blanca, blanquísima. Vi el velo de la Virgen de color blanco, muy brillante y el rostro de la Virgen se puso blanco.

‘Aquí hay una manifestación especial de Dios. Recemos el avemaría’. Me arrodillé. Se me fue la voz. Me quedé en una actitud contemplativa. Después lloré”.

Los fieles que le acompañaban alaban el misterio de Dios con frases espontáneas muy bonitas. Algunos rezaron el Magníficat. “Personalmente tomé los datos de los testigos, eran trece. Durante algún tiempo se reunieron para orar, pero el grupo poco a poco se dispersó. Entre mis papeles están esas notas. Algunas se  perdieron en el trasteo de celda, pero tengo otras”.

La manifestación no duró más de 15 minutos, pero fue suficiente para cambiar la vida de un peregrino de Bucaramanga y convertirse en primicia para los noticieros de televisión.

El padre Zárate al terminar la mariofanía, sobre la siete de la mañana, regresó a la disciplina conventual. Se fue muy inquieto a orar con su comunidad en la capilla conventual.

Hizo una pausa para sacar de su memoria la emoción del recuerdo y expresó: “No podía rezar los Laudes porque mi pensamiento estaba en la basílica. No podía concentrarme en el oficio”.

Al terminar su tarea regresó al templo a mirar el cuadro “que  estaba común y corriente”. Dejó de hablar y aguardó un momento la siguiente pregunta. En esa época seguía afectado interiormente por haber sido testigo de la obra del Altísimo y optó por callar. “Decidí decir algo sobre el tema si me lo preguntaban. De resto permanecería en silencio”.

Movido por la humildad dominica siguió como si nada a cumplir con sus tareas en la Capilla de la Renovación. Allí lo aguardaban, con ansias informativas, los periodistas de la emisora Reina de Colombia, AM y FM. “Ambos estaban ahí y también me entrevistó Judit Sarmiento que me preguntó sobre si los huecos del lienzo se taparon”.

Después de atender a la prensa acompañó a unos feligreses que realizaron el vía crucis en la vereda Córdoba Bajo. Durante el  largo camino les comentó a los fieles que: “la Virgen se había manifestado porque necesitaba oración”. Eran los tiempos del secuestro y el país pasaba por una situación de violencia muy crítica, abortos y guerra, agregó.

Al terminar las estaciones celebró la santa misa y luego pasó a almorzar a la casa de la abuelita de fray Antonio González, O.P. Sumido en sus meditaciones regresó al templo de la Renovación.
Mientras tanto, la Ciudad Mariana se convirtió en un corrillo de romeros que preguntaban por el milagro. “En la calle y en el atrio la gente comentaba: ‘Llegó la televisión para hablar con el hermano Gerardo’. Los grupos de la Legión de María pedían que se les explicara el caso”.

Nueva pausa para excusarse porque su retentiva resultó afectada por una enfermedad que padece. Con algo de esfuerzo siguió conversando. “Yo le pedí permiso al prior y al obispo de Chiquinquirá, que era monseñor Héctor Gutiérrez Pabón para escribir un relato sobre lo que pasó. En abril de 1999, a los 20 días, se imprimió un plegable titulado: La Virgen del Rosario de Chiquinquirá se llenó de resplandor. Debieron ser como unos quinientos ejemplares porque eso era muy caro. El material se regaló entre los peregrinos… Yo le traje uno, aunque usted ya debe tenerlo”…

Sobre el efecto causado en su alma sacerdotal afirmó: “No hay duda de que fue renovado mi amor por la Virgen. Eso hizo que yo me aferrara más al amor de la Virgen María porque Ella vino a traernos la luz de Cristo como lo dice el Evangelio de Lucas: Luz para revelación a los gentiles. Y gloria de tu pueblo Israel”. (2,32).  Además, influyó mucho para que ayudara a promover el santo rosario entre las familias de los secuestrados”.

Una mujer víctima del secuestro lo buscó para pedirle oración por un familiar en cautiverio extorsivo. Fray Edelberto le preguntó: “¿Qué quiere que rece? La señora le respondió: pues el santo rosario, padre”.

“Entonces le pedí permiso al prior, que era fray Omar Sánchez Suárez, para rezar el rosario antes de la misa de cinco de la mañana. Él me dijo: ‘si usted quiere, hágalo’. Antes de esa hora no se rezaba porque se hacía en la tarde. Me levantaba a las 4:30 a.m., a rezar por las necesidades de los secuestrados”.

Vuelven los recuerdos a estremecer su serenidad. “Hubo otra manifestación en la Renovación, pero no recuerdo el año. Lo que sí no olvido era que estaba de párroco fray Aldemar García Ceballos y sucedió un 8 de julio.
Unos peregrinos de Cúcuta estaba en el Museo de la Renovación  guiados por Cristian, un acolito muy preparado por los dominicos en el tema histórico. Se encontraban junto a un cuadro en alto relieve donde aparece el papa Juan Pablo II ante la Patrona. El guía vio que al rostro de la Virgen le manaba una lágrima. La tocó y era óleo como el usado para los bautismos. Junto a él estaba doña Dora Pérez, funcionaria de la Parroquia. Ella sintió la textura del aceite que tenía un aroma muy especial. Ellos fueron a hablar conmigo al día siguiente, nueve de julio, en el convento. Yo tengo los apuntes sobre el tema en mi celda. Los voy a buscar”.

Han pasado 17 años y  expresa satisfecho. “Mi consuelo en la fe es el Viernes de Dolores. No se puede olvidar. Siempre hablo de la devoción a la Virgen que está pendiente de nuestros sufrimientos, sin hacer alusión a ese día.

“A veces el maestro de novicios me pide que repita la historia en las aulas del convento porque los frailes son muy respetuosos hacia el hecho y hacen pocos comentarios”. Un silencio cálido pareció cerrar la charla.

Padre, le parece bien si se publica nuevamente el texto de su  folleto y luego este relato como un ejercicio de identidad para las nuevas generaciones de colombianos. Suspiró y contestó. “Sí, hágalo. Gloria a Dios, Espíritu Santo”.

La secretaria del Convento San José, doña Gladys Garavito, interrumpió el encuentro porque ya era hora de que el fraile tomara un medicamento. Eras las cuatro de la tarde del 3 de mayo de 2016, día de la Santa Cruz. Junto a un cuadro de Santo Domingo se  hizo el trabajo de reportería gráfica y el silencio del claustro recordaba: “Por aquel entonces dijo Jesús: — Padre, Señor del cielo y de la tierra, te doy gracias porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos”. (Mateo 11-25).


jueves, 12 de mayo de 2016

La Virgen del Rosario de Chiquinquirá se llenó de resplandor


En la mañana del día 26 de marzo de 1999, a las 6 y 45 minutos en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Madre de Dios se llenó de una gran claridad. En vísperas de iniciar la Semana de Pasión del Señor, el quinto viernes de cuaresma, viernes de dolores, fue el día escogido por la Virgen María para manifestarse nuevamente. Lo primero que vi fue cómo se iluminó el niño que sostiene la Virgen en el brazo izquierdo, lleno de una blancura difícil de describir, el velo que cubre la cabeza de la Virgen y que baja hasta la altura del brazo, resplandecía tomando un color blanco claro, el rostro de la Virgen se iluminó adquiriendo una claridad resplandeciente.

Cuando vi que el rostro de la Virgen y el Niño se iluminaron tan hermosamente, invité a las personas que estaban presentes a rezar el Ave María a la Virgen. A partir de aquel momento no pude contener las lágrimas y quede casi sin poder pronunciar palabras. Fany Hernández de Forero comenzó a proclamar el Magnificat en unión de Nair Obando, a quienes acompañamos los demás. Terminado el Magnificat hermosas frases comenzaron a salir de los labios de los presentes hacia Dios y hacia la Madre de Dios. Luego fue entonando el Santo Rosario.

De este hermoso acontecimiento fueron testigos el hermano fray Gerardo Bermúdez, O.P., Nair Obando, Fany Hernández de Forero, Néstor Cifuentes, Virginia Gonzáles de Rincón, Ana Dolores Acero López, Edelmira Camacho, Concha Carrero, el hermano fray Antonio Páez Peñaranda, O.P., Margarita Medina Sánchez, Rebeca Arévalo, Honorio Sánchez. Además algunos peregrinos, entre ellos uno de la ciudad de Bucaramanga. No podría decir el tiempo exacto pero fue de un cuarto de hora a 20 minutos.

El Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá siempre ha sido y es un signo y lugar de la presencia de Dios. Dios ha querido darnos el amor misericordioso de su Madre.

Este hermoso acontecimiento de lo sucedido el 26 de marzo pasado, también ha sucedido en tiempos pasados. Es una invitación de mirar a JESÚS, que ilumina toda nuestra vida. La Virgen María nos muestra a su hijo, “Luz para iluminar a las naciones” (San Lucas 2, 32)., para renovar la fe en Él, en nuestros hogares. (Ver S. Lucas 2, 15-35. S. Mateo 2, 1-12. S. Jn 1,9). La Virgen María nos presenta a su Hijo para que nos preparemos a la celebración de los 2.000 años de su nacimiento.

El corazón de la Virgen María, esta cada vez más lleno de dolor por la situación de tantos hogares destruidos por los asesinatos, por tantos abortos que se cometen diariamente, por el creciente desprecio a los niños y a las niñas, por tantas injusticias, por tantas familias que sufren una pobreza inhumana. Ella quiere que fortalezcamos nuestra fe en Jesús. Ella quiere que fijemos nuestra mirada en Jesús.

Fray Edelberto Zárate González. O.P.

Oración.

Padre nuestro, en tu amorosa solicitud has querido favorecer a nuestra patria dándonos en Chiquinquirá un signo de tu presencia; por la intercesión poderosa de la Virgen María concédenos crecer en la fe y lograr nuestro desarrollo por caminos de paz y de justicia.

Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Tomado del folleto impreso por los padres dominicos de Chiquinquirá, 1999.



jueves, 5 de mayo de 2016

El rapto de Nuestra Señora

 El 21 de abril de 1816 el lienzo fue sacado por la fuerza de la Basílica de Chiquinquirá
Foto: Julio Ricardo Castaño Rueda/SMC
Escultura Jaime Castaño Hinestrosa

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La Colombia católica tiene un pasivo moral con el altar de la memoria. Hace 200 años la Virgen de Chiquinquirá entraba en Santafé de Bogotá prisionera del mercenario francés Manuel Serviez.

Sí, hoy se cumple el bicentenario de una infamia que los bogotanos no impidieron con la fuerza de su coraje. Eran los tiempos del engaño vestido de levita liberticida.

El rufián que profanó con sus bayonetas la casa de la Patrona marchaba a paso de fuga por los arrabales de la ciudad de la santa fe. La urbe de la Inmaculada Concepción miraba atónita el tropel de mulas y labriegos arriados hacia el abismo del desastre.

Un testigo consignó en su diario la travesía afanada.  El domingo 5 de mayo de 1816 anotó:

“…Entró Serviez con toda la infantería, a las diez del día, y en medio de los dos primeros batallones traían a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la original, encajonada y envuelta en un toldo. ¡Qué dolor ver a una reliquia tan grande, nada menos que el Arca del Testamento de la Nueva Granada, en medio de una tropa insolente, cargándola ellos mismos con la devoción que se deja entender, cuando había de ser en hombros de sacerdotes, como cuando vino ahora 150 años…” (Cf. José María Caballero. Diario. Biblioteca de Bogotá. Edición Villegas Editores. Bogotá, 1990).

Serviez, recién ascendido al cargo de Brigadier General, no pudo preveer las consecuencias que su acto de bandolerismo le acarreó.

La primera secuela surgió del arzobispado de Santafé de Bogotá. El 7 de mayo, los gobernadores eclesiásticos, Juan Bautista Pey de Andrade y José Domingo Duquesne, expidieron el decreto de excomunión por haber sacado del Santuario de Chiquinquirá a la sagrada imagen sin el permiso del provincial de la Orden de Predicadores.

La noticia no alcanzó a llegar a los oídos del impío porque andaba supervisando el ascenso de sus reclutas a las breñas de Cáqueza en Cundinamarca. El sujeto tampoco escuchó la Palabra que estaba en las páginas de la Biblia del cura de Chipaque, fray José de San Andrés Moya: No subáis, porque no va Yavé en medio de vosotros y seréis derrotados…” (Números 14, 42).

La noche arropó a la cordillera con sus sombras  y “…la ira de Dios pesa sobre él…” (Juan 3, 36).

La oscuridad trajo la luz del rescate. El seis de mayo, el coronel  Miguel de la Torre paseó los estandartes reales por el empedrado de la plaza mayor. Los santafereños recibieron con vítores y aplausos al invasor. La alegría se hizo sentir especialmente al colaborar con caballos de refresco, guías, víveres e información valiosa sobre la ruta de Serviez.

No de otra manera se explica cómo el comandante del Escuadrón de Carabineros Leales de Fernando VII, capitán Antonio Gómez, entró a Chipaque el siete en persecución del forajido.

Gran sorpresa se debieron llevar los fugitivos, ante la proximidad de la caballería del Rey, porque abandonaron a la Virgen en el Alto de Sáname. El calendario marcó el ocho de mayo día de san Pedro de Tarantasia, un francés pío.

El lienzo recuperado fue llevado en procesión a la capital donde recibió los homenajes por parte de la elite criolla.

El misterio de la paradoja se burló de aquel hurto. Las fuerzas expedicionarias le devolvieran la dignidad religiosa a la colonia. Las sanguinarias tropas del Pacificador Pablo Morillo tuvieron la gentileza militar de no olvidar cual era el culto debido para Nuestra Señora. Detalle soberano que los “prohombres” del fraude pasaron por alto.

La realidad escueta muestra que una España enardecida por el sacrilegio no ahorró el plomo de sus fusiles para destruir al culpable.  El 9 y el 11 de mayo Gómez derrotó a las unidades de de aquel ejército de campesinos liderados por un ladrón. En la cabuya de Cáqueza, Serviez cortó la tarabita sobre el río Negro para poder salvar el pellejo. Dejó a los infelices rústicos que pagaran con sus vidas el peaje de su  huida.

El recorrido de Manuel Serviez cumplió con un sino fatal. Pudo escapar del paredón que le tenía reservado el señor Conde de Cartagena en la Huerta de Jaime, pero no pudo evitar que la ley de las llanuras le aplicara un juicio lapidario a sus fechorías.

En noviembre de 1816, se armó una trifulca de truhanes y garitos para asesinarlo.  Era el mes de los difuntos.

 “…Ocupada la isla de Achaguas por Páez, Serviez eligió para su habitación un pequeño rancho bohío frente a la isla, con el río de por medio, allí vivía casi incomunicado, porque apenas lo visitábamos el coronel Tomás Montilla y yo. Algunos jefes apureños, que estaban pobres, desnudos, y más que todo, viciosos se propusieron por rica presa los baúles del general Serviez, porque los juzgaban con dinero; y en una noche del mes de noviembre lo asaltaron, le dieron muerte horrorosa a machetazos y saquearon su tesoro, el cual rodaba al siguiente día apenas, en las mesas de juego, en onzas de oro… (Cf. José Félix Blanco. Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú y Bolivia. Tomo V).

El oro robado de los altares le reclamó su ofensa.  El metal con el cual financió su correría sirvió para otros menesteres que están muy lejos de cualquier ideal heroico.

Los baúles de Serviez fueron su mortaja. En ellos guardó el botín de los sagrarios que profanó en su recorrido por esa tierra que se levantó para ensangrentar sus surcos con dolores.

Y aún después de muerto, el proceso de reclamación contra su proceder seguía tiznado por una mancha imborrable: pícaro y hereje.

“…El cura de Sátiva, al norte de Tunja, reclamó el propio año del despojo, 1816, contra los procedimientos del presbítero Antonio García, por el robo de las alhajas de la parroquia que ‘arrebató’ con la fuerza armada como comisionado del general Serviez…”

“…El afligido cura suplicó al presbítero Nicolás Cuervo se interesara ante la Junta de Secuestros, e incluso señaló que se trataba de las alhajas que se llevó Serviez ‘en un par de baúles aforrados de cuero’…” Cf. Eduardo Cárdenas, S.J.,  Pueblo y religión en Colombia (1780-1820).  (ANB AE 28, 269-284).

Sobre el tema queda mucha tinta para el linotipo porque no se trata de colocar el dedo en la llaga de los maquillajes que escandalizaron las cátedras escolares con la mitomanía institucional.

En las aulas se escucharon figuras retóricas como: “Serviez lideró una gesta de titanes que incendió a los Andes con la llama de la libertad”. A la infantil poesía se sumaron las aventuras de acento grecolatino que hablaron de una epopeya diagramada sobre la farsa trágica de una comedia. Triunfo del cuentero.

Por caridad no más estatuas a la mentira, patrimonio inmaterial de una nacionalidad sin linaje.

Es tiempo de implorarle a la Madre de Dios, la querida María de Chiquinquirá, perdón por aquel sacrilegio. Que se repite cuando se crucifica a su Hijo en el lábaro de un discurso criminal. Antes por la independencia ahora por una paz sin esencia.

En conclusión, la Virgen fue rescatada por los españoles y la patria secuestrada por los libertadores. Pregunta final: ¿Colombia seguirá las huellas del nuevo Serviez o regresará a Chiquinquirá, tierra de María?