miércoles, 30 de noviembre de 2016

Novena al apóstol san Andrés, edecán de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.



Recopilación, edición y redacción
Julio Ricardo Castaño Rueda.

Modo de rezar. En el nombre del padre… acto de contrición. El día correspondiente, petición, gozos, oración final.


Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén. 


Oración a san Andrés (para todos los días)

Apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz ruega ante tu Jesús amado para que la luz de su palabra nos guíe por los difíciles caminos de esta vida, misteriosa y bendecida.

Tú, insigne edecán de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá cuéntale de las penas y alegrías de esta patria suya. Dile a su corazón que nos regale la gracia de la constante renovación de las almas en una conversión apostólica.

Señor, Jesús guarda en tu sentir las súplicas de este devoto que quiere ser como san Andrés, un pescador de hombres, lleno de fe y de esperanza en el feliz regreso a la casa del Padre

Por Nuestro Señor Jesucristo, amén.





Primer día

Juan: 1, 44

“…Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro…”


Petición: Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  ruégale a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los Apóstoles, que siempre seamos fieles al magisterio de la santa Iglesia católica.

Segundo día.

Mateo 4: 18, 20.

“…Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.

 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron…”

Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  pídele a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina del Santo Rosario que nuestra camándula de promeseros sea la nueva red para rescatar las almas necesitadas de una renovación por el amor de Dios.
Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.

Tercer día.

Marcos 1: 21, 22.

“…Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar.  Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas…”

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz, exhorta a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los Ángeles, para que nos haga dignos de vivir la palabra de Dios.

Cuarto día

Juan 1: 38, 40.

“…Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ‘¿Qué buscáis?’ Ellos le respondieron: Rabí - que quiere decir, ‘Maestro - ¿dónde vives?’
Les respondió: ‘Venid y lo veréis.’ Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús…”
Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz, implora a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los profetas, que siempre nuestras peregrinaciones a su santuario terminen en el corazón de Jesús.

Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.


Quinto día
Mateo 10, 2.

        “…Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano…”

Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz, solicítale a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los confesores, vivir las fiestas patronales en devota santidad.

Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.

Sexto día
Juan 6: 1, 15

“…después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberiades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: ‘¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?’ Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco’. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?’ Dijo Jesús: ‘Haced que se recueste la gente’. Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: ‘Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda’. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: ‘Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo’. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  suplícale a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los Mártires, que nos regale la gracia de encontrar siempre el camino hacia el pan Eucarístico.

Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.

Séptimo día
Mateo 10, 1.
“…Luego se fueron al Monte de los Olivos, que está frente al templo. Jesús se sentó, y Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron aparte  cuándo iba a ocurrir esto y cuál sería la señal de que todo esto estaría para llegar a su término.
 Jesús les contestó: Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: “Yo soy”, y engañarán a mucha gente…”
Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  invoca a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los Patriarcas,  para que libre a las romerías de toda doctrina ociosa producto de las corrientes filosóficas que confunden el corazón de los peregrinos.
 Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.

Octavo día
Marcos 13, 3.

“…Y había unos griegos de los que habían subido a adorar en la Fiesta. Estos pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, querríamos ver a Jesús. Vino Felipe, y lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe, lo dicen a Jesús. Entonces Jesús les respondió, diciendo: La hora viene en que el Hijo del hombre ha de ser glorificado…”

Palabra de Dios

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  intercede ante Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina de los Santos, para que libres de toda mancha de pecado la gloria de Dios inunde la eternidad de nuestras almas.
Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.

Noveno día
Hechos 2: 1, 11.

“…Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse…”

Palabra de Dios

En el día de Pentecostés, el apóstol Andrés recibió junto con la Santísima Virgen María al Espíritu Santo. Luego predicó el santo Evangelio con humildad y heroísmo.

Querido apóstol san Andrés, por los méritos de tu cruz,  suplícale a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Reina concebida sin pecado original, que  su divino esposo, el Espíritu Santo, nos consuma en un perpetuo retorno hacia la casa del Padre.

Padre nuestro, Avemaría y gloria. Oración final.


Gozos al glorioso Apóstol San Andrés


Andrés, pues sois el primero
Discípulo del Señor,
Sed nos siempre intercesor
Con Cristo Dios verdadero.

Cuando el Bautista os mostró
Al Mesías soberano,
Que a todo el linaje humano
Del cautiverio libró,
Vos, dejando al Precursor,
Os fuiste con el Cordero;

Sed nos siempre intercesor, etc.

Tan abrazado quedasteis
De amor en el vivo fuego,
Que a san Pedro desde luego
Su corazón inflamasteis:
Conduciéndole al Señor,
Para seros compañero;

Sed nos siempre intercesor, etc.


En Galilea os llamó,
Pescando con vuestro hermano,
Y de un oficio tan llano
Al más alto os sublimó:
La redes con gran fervor
Dejáis, siguiendo ligero;

Sed nos siempre intercesor, etc.


Quiso Cristo en el desierto
Las turbas apacentar,
Y en tan desierto lugar
Halláis el sustento cierto:
Para ver el Salvador
Fuisteis vos el medianero;

Sed nos siempre intercesor, etc.

Vos con soberana luz,
Haciendo guerra al profundo,
Predicasteis por el mundo
De que Cristo murió en Cruz:
Mereciendo el sacro honor
De Cristo ser pregonero.

Sed nos siempre intercesor, etc.

De la Cruz enamorado
La saludáis con ternura,
Y vuestro afecto procura
De Jesús ser el dechado:
Quedando en lazos de amor
Dulcemente prisionero;

Sed nos siempre intercesor, etc.

Dos días vivo pendiente
En una Cruz estuviste,
Y gustoso allí rendisteis
El alma al Omnipotente:
Predicando con valor
Hasta el aliento postrero;

Sed nos siempre intercesor, etc.
Andrés, pues sois el primero
Discípulo del Señor,
Sed nos siempre intercesor, etc.
V. Anuntiaverunt opera Dei  
R. Et facta ejus intellexerunt.

Oremus

Majestatem tuam, Domine, suppliciter exoramus: ut sicut ecclesiae tuae Beatus Andreas Apostolus extitit praedicator, et rector; ita apud te sid pro nobis perpetuus intercessor. Per Christum Dominun nostrum. R. Amen.

Valencia: Imprenta de Orga, calle del Milagro.1849.

Tomado de ogistesvalencians.blogspot.com.es/2011/12/gozos-al-glorioso-apostol-san-andres.html.



Oración final


Dios Trino y Uno, escucha esta oración y concédenos la gracia santificante de imitar al apóstol san Andrés en su constante compañía a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, tu Madre.

Te lo pedimos por los méritos del martirio sublime de san Andrés, portador de tu cruz y tu evangelio, para que él coloque nuestras necesidades bajo el amparo de tu voluntad.

Por Nuestro Señor Jesucristo, amén.

Recomendación. Esta novena se puede hacer en cualquier mes del año y especialmente del 20 de noviembre en adelante. No olvidar la confesión, la misa diaria, una obra de caridad y la peregrinación al Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá en acción de gracias por los favores recibidos.


Biografía del apóstol san Andrés

San Andrés, el Apóstol, hijo de Jonás, o Juan (Mateo 16,17; Juan1,42), nació en Betsaida de Galilea (Jn. 1,44). Fue el hermano de Simón Pedro (Mt. 10,2; Jn. 1,40). Ambos fueron pescadores (Mt. 4,18; Marcos, 1,16), y al comienzo de la vida pública de Nuestro Señor ocuparon la misma casa en Cafarnaúm (Mc. 1,21.29).


Por el cuarto Evangelio aprendemos que Andrés fue discípulo del Bautista, cuyo testimonio condujo a Andrés y a Juan a Jesús (Jn. 1,35-40). Andrés inmediatamente reconoció a Jesús como el Mesías, y se apresuró a presentárselo a su hermano, Pedro, (Jn. 1,41). Desde entonces los dos hermanos fueron discípulos de Cristo. En otra ocasión, antes del llamado final al apostolado, fueron llamados a una compañía más cercana, y luego dejaron todo para seguir a Jesús (Lucas 5,11; Mt. 4,19-20; Mc. 1,17-18).


Finalmente Andrés fue elegido para ser uno de los Doce; y en las varias listas de los Apóstoles dadas en el Nuevo Testamento (Mt. 10,2-4; Mc. 3,16-19; Lc. 6,14-16; Hechos 1,13) siempre aparece entre los primeros cuatro. La única otra referencia explícita a él en los Sinópticos aparece en Mc. 13,3, donde se nos dice que se unió con Pedro, Santiago y Juan en la formulación de la pregunta que llevó a Nuestro Señor a dar su gran discurso escatológico. Además de esta exigua información, aprendemos del cuarto Evangelio que en ocasión de la milagrosa alimentación de los cinco mil, fue Andrés quien dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: pero ¿qué es eso para tantos?” (Jn, 6,8-9); y cuando, unos pocos días antes de la muerte de Nuestro Señor, algunos griegos le preguntaron a Felipe si ellos podrían ver a Jesús, Felipe le refirió el asunto a Andrés como a quien tiene gran autoridad, y luego ambos se lo anunciaron a Cristo (Jn. 12,20-22). Como sucede con la mayoría de los Doce, Andrés no es nombrado en el libro de los Hechos, a excepción de las listas de los Apóstoles, donde el orden de los cuatro primeros es Pedro, Juan, Santiago y Andrés; tampoco hay mención alguna de Andrés en las Epístolas ni en el Apocalipsis.

Por lo que conocemos de los Apóstoles en general podemos, claro está, completar un poco estos escasos detalles. Como uno de los Doce, Andrés fue admitido a una cercana familiaridad con Nuestro Señor durante su vida pública; estuvo presente en la Última Cena; vio al Señor resucitado; fue testigo de la Ascensión del Señor; compartió las gracias y dones del primer Pentecostés, y ayudó, entre amenazas y persecuciones, a establecer la fe en Palestina.

Cuando los Apóstoles salieron a predicar a las naciones, parece que Andrés tomó una parte importante, pero desafortunadamente no tenemos certeza de la extensión o del lugar de sus trabajos. Eusebio (Hist. Ecl. III,1), basándose, aparentemente, en Orígenes, señala a Escitia como su campo de misión: Andras de (eilechen) ten Skythian; mientras San Gregorio Nacianceno (Or. 33) menciona a Epiro; San Jerónimo (Ep. ad Marcell.) indica a Acaya; y Teodoreto (sobre Ps. cxvi), a Hellas. Probablemente estos varios relatos son correctos, ya que San Nicéforo (H.E. II:39), basado en escritores antiguos, afirma que Andrés predicó en Capadocia, Galacia y Bitinia, luego en la tierra de los antropófagos y de los desiertos de Escitia, luego en el mismo Bizancio, donde designó a San Stachys como su primer obispo, y finalmente predicó en Tracia, Macedonia, Tesalia y Acaya. Generalmente se afirma que fue crucificado por orden del gobernador romano, Aegeas o Aegeates, en Patrae de Acaya, y que fue atado, no clavado, a la cruz para prolongar sus sufrimientos. Se dice también que la cruz en la cual sufrió fue una cruz en forma de X, que ahora se conoce como cruz de San Andrés, aunque la evidencia para esta opinión parece no ser más antigua que el siglo XIV. Su martirio tuvo lugar durante el reinado de Nerón, el 30 de noviembre del año 60 d.C.; y ambas iglesias, la Griega y la Latina, celebran su fiesta el 30 de noviembre.

Las reliquias de San Andrés fueron trasladadas desde Patrae a Constantinopla, y depositadas allí en la Iglesia de los Apóstoles, alrededor del año 357. Cuando Constantinopla fue tomada por los franceses a principios del siglo XIII, el Cardenal Pedro de Capua trajo las reliquias a Italia y las colocó en la Catedral de Amalfi, donde todavía permanece la mayoría de ellas. San Andrés es honrado como patrono principal en Rusia y en Escocia.

Nota del Director de la Enciclopedia Católica.

Las venerables reliquias de San Andrés permanecieron en Roma hasta junio de 1964, cuando por voluntad del Papa Pablo VI la cabeza fue devuelta en señal de amistad hacia la Iglesia ortodoxa al obispo metropolitano de Patras, donde hoy se conserva en la iglesia dedicada a san Andrés, edificada en el lugar que la tradición señala como el de su martirio. En 1969, Pablo VI entregó también una reliquia de san Andrés a la Catedral de Santa María de Edimburgo, donde se venera con otra donada por el arzobispo de Amalfi en 1879, tras el restablecimiento de la jerarquía católica en Escocia.
José Gálvez Krüger

Fuente: MacRory, Joseph. "St. Andrew." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01471a.htm>.

Liturgia bizantina
Vísperas del 30 de noviembre


«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres»

Cuando has oído la voz del Precursor... cuando el Verbo se hizo carne y trajo la Buena Nueva de salvación a la tierra, tu le seguiste a su casa ofreciéndote a ti mismo como primicia; como primera ofrenda a Aquel que acabas de conocer, y lo muestras a tu hermano como nuestro Dios (Juan 1:35-41): pidiéndole que salve e ilumine vuestras almas...

Tú abandonas la pesca de peces, por la pesca de los hombres, con la caña de la predicación y el anzuelo de la fe. Has alejado a todos los pueblos del abismo del error, Andrés, hermano del jefe del coro de los Apóstoles, cuya voz suena para instruir a todo el mundo. Ven a iluminar a los que celebran tu dulce recuerdo, a aquellos que están en las tinieblas.

Andrés, el primero de entre tus discípulos, Señor, llamado a imitar tu pasión, y también tu muerte. Por tu cruz ha sacado del abismo de la ignorancia a los que se pierden otra vez, para traerlos a ti. Por eso te que cantamos, Señor de bondad: por su intercesión, da la paz a nuestras almas...

Alégrate, Andrés, que pregonas por todas partes la gloria de nuestro Dios, (Sal 18,2). Tú el primero, has respondido a la llamada de Cristo y has llegado a ser su íntimo compañero, imitando su bondad, reflejas su claridad en los que moran en las tinieblas. Por eso celebramos tu festividad y cantamos: "A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje» (Sal 18,5).




domingo, 27 de noviembre de 2016

Sermón para el Adviento del Señor

San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense 


«Estad en vela y orad...: así seréis dignos... de presentaros ante el Hijo del hombre»

Este tiempo de Adviento representa las dos venidas de nuestro Señor: primeramente la dulcísima venida del «más bello de los hijos de los hombres» (Sl 44,3), del «Deseado de todas las naciones» (Ag 2,8 Vulg), que manifestó visiblemente a este mundo su presencia en la carne largo tiempo esperada y ardientemente deseada por todos los santos padres: la venida en la cual vino al mundo para salvar a los pecadores. Este tiempo nos recuerda también la venida que esperamos con firme esperanza y que debemos a menudo traer con lágrimas a la memoria, la que tendrá lugar cuando el mismo Señor vendrá visiblemente en la gloria...: es decir, el día del juicio cuando vendrá visiblemente para juzgar. La primera venida la conocieron muy pocos hombres; en la segunda se manifestará a los justos y a los pecadores tal como lo anuncia el Profeta: «Y toda carne verá la salvación de Dios» (Is 40,5; Lc 3,6)... 


Sigamos pues, hermanos muy amados, los ejemplos de los santos padres, vivamos de nuevo su deseo y abrasemos nuestros espíritus del amor y el deseo de Cristo. Sabéis bien que la celebración de este tiempo fue instituida para renovar en nosotros ese deseo que los antiguos Padres tenían de la primera venida del Señor y, con su ejemplo, aprendamos a desear también su retorno. Pensemos en todo el bien que, para nosotros, el Señor llevó a cabo en su primera venida; ¡cuánto mayor aún será lo que llevará a cabo cuando vuelva! Este pensamiento nos ayudará a amar todavía más su venida pasada y desear todavía más su retorno... 


Si queremos estar en paz cuando venga, esforcémonos por acoger con fe y amor su primera venida. Mantengámonos fieles en el cumplimiento de las obras que entonces nos manifestó y enseñó. Abriguemos en nuestros corazones el amor del Señor, y a través del amor, el deseo para que, cuando venga el Deseado de las naciones, podamos, con toda confianza, tener los ojos fijos en él.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Cetro imperial


por Uranios Andreios.

Virgen Chiquinquireña, que en el alma
de todo colombiano
despiertas la emoción que dan las notas
de los celestes cantos.

Virgen Chiquinquireña que has escrito
lo mejor de la historia
del pueblo, que forjó su propia vida
con tus prestadas joyas.

Este pueblo que en un rapto de entusiasmo
te coronó por Reina
y desfiló rezando ante tu imagen
de amor con fe sincera.

Y otros ratos quizá con devaneos
impíos o insensatos,
olvidando favores te ha dejado
solita en el Santuario:

Hoy convertido sus miradas vuelve
hacia tu faz radiosa,
que en el naufragio universal lo puede
salvar de entre las olas.

Recibe el cetro de Imperial Señora
de nuestra amada patria,
y Tú que la formaste, no la dejes
perecer, sino sálvala”.

 Tomado de Revista Mariana. Julio de 1944.
                                                                                                                 

lunes, 21 de noviembre de 2016

La Presentación de Nuestra Señora

 
Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre. En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra. Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.

Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta. ¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Gran peregrinación a la Peña

La sombra de los peregrinos florece en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña.
                Foto: Julio Ricardo Castaño Rueda.




Y desde el monte baja el son de tus campanas
Llamándonos a todos a ir tu Rostro a ver;
Tu Rostro que se alumbra con sol de las mañanas
Tu Rostro que se enciende con el sol atardecer.

Tu Rostro que en las noches calladas y serenas
De todas las estrellas refleja el resplandor;
Y siempre vigilante sobre las almas buenas
Les filtra por sus ojos los rayos de su amor.

¿Por qué está tu Santuario clavado allá en la cumbre?
Porque tu faro vieran de todo Bogotá.
Y hogares y oficinas y calles con tu nombre
Se vieran alumbrados como tu Cielo está.

¿Quién esculpió tu imagen tan llena de dulzura
Que desde tosca piedra nos habla maternal?
¿Quién pudo cincelarte en la roqueña altura
Sino por Dios guiada la mano angelical?

Bajo la sombra histórica del torreón vetusto
Tú pasas noche y día pensando con dolor
De Madre abandonada, que acepta con gran gusto
Su soledad y espera a sus hijos con amor.

Tu torrecita blanca de todos los rincones
De Bogotá, es la joya de antigua Santafé,
Donde se siente el alma de cien generaciones,
Más pobres en dineros, más ricas en la fe.

De la ciudad asciende buscando tus altares
La caravana inmensa de esclavos del dolor,
Las carnes desgarradas con puntas de pesares,
Las almas con la angustia de su mirada a flor.

Y llegan y te mira postrándose de hinojos,
Mientras musita el labio tremente la oración;
Y a todos les conceden tus bondadosos ojos
De Madre Omnipotente su instante petición.

¡Oh tú que lloras! Sube al Santuario de La Peña
Y con la fe del alma y amor del corazón,
Habla a tu Madre que es de todo bien la Dueña
Y cambia las plegarias por el ansiado don.

Mas al pedir por ti, no olvides la plegaria
Que todos van a hacer en apretado haz,
Pidiendo que termine la guerra sanguinaria
Y que del cielo al mundo vuelva a venir la Paz.


Material escrito por el padre José C. Andrade, S.J.,  y publicado con motivo de las Bodas de Plata de la Revista Mariana, en el libro  María. Diciembre 7 de 1961. Editorial Iris, Bogotá.



jueves, 10 de noviembre de 2016

El Señor de la Piedra

“Porque tú eres mi roca y mi fortaleza”. (Salmo 31-3).

                 Foto: Julio Ricardo Castaño Rueda.




 “El tres de diciembre de 1753, habiendo llegado Rosa Nieto a una quebrada que llaman la Moya a lavar ropa y estando lavando vio frente a ella entro de la misma agua una piedrecita que resplandecía, lo que le movió a agacharse y a seguir mirándola con cuidado. Le pareció tener estampado el rostro de Nuestro Señor, y habiéndomela traído llegó a casa… de donde mismo vive y mostrándome a mía Rosa Pérez y Francisca Rubiano esta piedra y diciéndome que era Nuestro Señor, y yo y las mujeres no reconocimos por entonces nada y esta Rosa guardó su piedra, afirmándose que era Nuestro Señor. Y lo que yo digo lo juro en verbo sacerdotal que se veía no muy perfecto y algún resplandores y no más, Motivo de no haber hecho caso de ello, después pasarían 15 días cuando volvió a mostrarme la piedra y reconocí yo y muchas personas, vecino e indios como estaba empezándose a figurar un señor sentado en la piedra, y notificándome a ello y ver que la vista no me engañaba y preguntando a las personas que lo miraban, afirmanse a que veían, un señor sentado a la piedra, di permiso por hallarme aquí en otro pueblo asistente de cura que a la presente lo es él D.D. Nicolás de Vargas… Por hallarse a la presente de Rector del Colegio de Nuestra Señora del Rosario en la Ciudad de Santa Fe… a que esta Rosa lo pusiera en la Iglesia y le encendiera luces y reconociendo cada día mayor perfección y devoción, y lo que puedo asegurar de mí que cuantas veces lo miro, tantas veces me mueve a devoción y voy viendo en tan poco tiempo el adoramiento a esta imagen: Doy esta anoticia porque me he hecho el juicio a que con el tiempo llegaría a mayor perfección para que sepan su origen. Doy esta noticia que llevo referida, su grandor como lo diría el cajoncito en donde está, es tanto de ancho como de largo, y la parte de abajo señala algunas puntas, tiene tres dedos de grueso por la parte donde está el Señor de la Piedra como sepillada y por la parte de la espalda es berrugienta ye n el medio le señala como una concha, su grandor es este.

Hoy lo certifico en este otro pueblo de Sopó, en dieciséis días del mes de marzo de 1754. Raimundo Forero de Chaves”.

Colaboración del Santuario del Señor de la Piedra. Sopó, Cundinamarca. (sopo-cundinamarca.gov.co).



jueves, 3 de noviembre de 2016

Somos sus hermanos porque su madre escuchó la palabra y la puso en práctica






San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208)
Contra la herejías, III, 22 



La Virgen María fue obediente cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Eva, por el contrario, fue desobediente; desobedeció cuando todavía era virgen… De la misma manera, pues, que Eva desobedeciendo fue causa de muerte para ella misma y para todo el género humano, María, teniendo por esposo aquel que ya anteriormente le había sido destinado y siendo sin embargo virgen, obedeciendo llegó a ser causa de salvación para ella misma y para todo el género humano… Porque lo que ha sido atado no puede desatarse sino es deshaciendo, en sentido inverso, las argollas del nudo; de esta manera una primera atadura es desligada por una segunda, y la segunda no hace otro servicio que el de desligamiento con respecto a la primera. 

Por eso el Señor dice que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros. (Mt 19,30) También el profeta hace la misma afirmación diciendo: “A cambio de tus padres tendrás hijos”(Sl 44, 17). Porque el Señor, siendo “el primogénito de entre los muertos” y acogiendo en su seno a los padres antiguos, los hace renacer a la vida de Dios, siendo él mismo “el primero en todo” (Col 1,18) porque Adán se hizo el primero de los muertos. Por eso Lucas comienza su genealogía por el Señor, para hacerla remontar desde Cristo hasta Adán (Lc 3,23s), indicando con ello que no son los padres los que han dado la vida al Señor, sino todo lo contrario, es él quien los ha hecho renacer a través del Evangelio de la vida. Así, de la misma manera, el nudo de la desobediencia de Eva ha sido desatado por la obediencia de María, porque lo que le virgen Eva había atado por su incredulidad, la Virgen María lo ha desatado por su fe.