jueves, 21 de septiembre de 2017

Las rasgaduras en la tela de Chiquinquirá



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El primer devoto de María Ramos, don Marco Suárez, compartió sus reflexiones sobre el significado de los jirones en el cuadro de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

El encuentro, por la casualidad del peregrinaje, se dio justo a los pies de la Patrona en su basílica boyacense. Apenas pasado el saludo afectuoso, Marco dictó un dato para la libreta de este redactor.

Y sin esperar a que buscara el bolígrafo comenzó una corta disertación sobre la pintura que contemplaba. Sus palabras ilustraban el relato de una historia que no está escrita, pero que era urgente rescatar de la oralidad de un raizal enamorado de un portento.

Hay que hablar del cuadro desde la perspectiva de María Ramos,  puntualizó. “María Santísima de Chiquinquirá conoce las lesiones del cuerpo humano porque las vivió en la pasión de su Hijo Unigénito. Las llagas de su vestido tienen que ver con Ella. Las otras, las de sus acompañantes, son las de sus hijos”.

La pausa, para poder recibir las ideas y atraparlas con la complicidad del papel, llegó a tiempo.

Lo espiritual es complejo y simbólico, explicó. “Nuestras heridas se sanan con avemarías, así lo hizo María Ramos”.

A renglón seguido agregó: “El lienzo era un espejo de María Ramos, era el reflejo de lo que ella sentía: viudez, separación marital y desarraigo. Tenía dolores en su alma destrozada por el abandono. El desamparo acabó con la obra pictórica de Narváez.

Y en ese estado de orfandad, María Santísima la contagió de la renovación. Ramos no podía renovarse y dejar el Evangelio. Ella vivió orante antes, durante y después de la iluminación del lienzo.

Además, Ramos esperó con fe por la transformación de su alma. Fenómeno que ocurrió por la intercesión de la Santísima Virgen María”.

Marco regresó al silencio meditabundo y oró en voz alta: “Madre mía no puedo irme de esta vida sin antes haberte conocido. Que tenga una fe como la de María Ramos que fue capaz de levantar un trapo sucio, roto y desteñido para orar y suplicar por su reposición”.

El cierre lo concluyó con un recordatorio:

“A pesar de que no vemos, tenemos la certeza de que una madre intercesora acoge nuestras oraciones. Las preces nunca quedarán en el vacío si son presentadas por Ella”. Hasta ahí los datos recogidos en la basílica de Chiquinquirá el 11 de septiembre de 2017.

Sin embargo, la Mariología Chiquinquireña reclamó un espacio propio dentro de la academia de estudios marianos. Por esa razón, este cronista le pidió a Suárez ampliar la temática para los  lectores interesados en el hecho prodigioso de 1586. La respuesta llegó, vía correo electrónico, el domingo 17 de septiembre.

La nota, de interesantes aportes para la cultura religiosa de la Villa de los Milagros, se ensambló en estas páginas.

“Mi hermano buen día, fuerte abrazo.

Hay que mirar desde antes para poder comprender el origen de las llagas. Dios aportó la materia prima para la hechura del lienzo, pero también guió con su sabiduría a la persona que lo elaboró, en cuanto a la textura y tamaño. Dios aportó los elementos naturales para la pintura (flores, plantas y minerales).
El lienzo contiene en sí tres características: 1). Es una obra inspirada por Dios. 2). Fue hecha por el hombre. 3).  Es totalmente natural. 

Y si miramos como fue hecho el primer palacio de la Reina del Cielo (choza de Suta) descubrimos lo siguiente:

En su construcción se utilizaron elementos naturales (madera, ladrillos, bareque, paja, etc.) y participaron manos indígenas.

Las fístulas, como es bien sabido, fueron elaboradas por las gotas de agua que le cayeron (vuelve a aparecer el toque natural).

Llama la atención la naturalidad del lienzo, incluso cuando sirvió para secar granos. Trigo y maíz, dos alimentos fundamentales. El primero para la elaboración del pan consagrado y el segundo para el alimento con mayor tradición en nuestra cultura.

Mi hermano, he querido escribir estos acontecimientos para poder comprender más el significado del lienzo, antes de que ocurriera la bendita maravilla.

Un testigo ocular de esos sucesos fue doña Catalina García de Irlos. Ella conoció el lienzo cuando fue entronizado en la capilla de los Aposentos de Suta (1562). Ella fue testigo de los daños que denunció el cura doctrinero Francisco Pérez (1576). Ella estuvo presente cuando su marido, Antonio de Santana, recibió del cura doctrinero, Juan Alemán de Leguizamón, el lienzo deshecho que envió con unos indios de Suta para los Aposentos de Chiquinquirá (1578). Y finalmente, ella le contó a María Ramos quien había estado pintada en el cuadro que encontró (1586).

Rupturas y roturas

Catalina García de Irlos fue indiferente ante los daños de la tela hasta el punto que permitió que los indígenas lo utilizaran para otros menesteres.

Por el contrario, María Ramos fue la persona que rescató la pieza de arte maltrecha y la ubicó en el lugar debido. (Su pequeño pero humilde trono, el bastidor). Y es desde ese sitio donde la hija entró en comunión con la Madre de Dios. (El estado de deterioro la hizo internarse en una profunda comunión con la Dolorosa).
Los desgarraduras sacudieron el alma de Ramos cuando se enteró de que había estado pintada la imagen de María Santísima, pero esas mismas heridas la invitaron a que fuera la primera contemplativa del lienzo llagado.  Ahí podemos ver un auténtico amor de entrega, la pintura se convirtió en el centro de su vida. (Me acordé del apóstol Juan cuando contempló a Cristo lacerado en la cruz -que dolor tan grande para él-, pero también lo pudo ver resucitado. Su alegría tuvo que ser muy grande). 

María Ramos contempló muchas veces el lienzo y se miró a través de él como en un espejo. Las úlceras emocionales que la acompañaban le hacían comprender mejor los destrozos. Jamás imaginó que al regenerarse el lienzo sus propias llagas se sanarían. Tal vez este haya sido el segundo milagro que ocurrió el día de la renovación del lienzo”.

Los planteamientos del corresponsal encienden una esperanza para indagar sobre el episodio místico, que aún no termina, de una mujer piadosa Los restos de María Ramos, que reposan en algún rincón sin nombre de la Capilla de la Renovación, saldrán a la luz y podrá comenzar el proceso canónico para su beatificación. Tarea que en el corazón de Suárez ya empezó.

El lector, seguidor del blog de la Sociedad Mariológica Colombiana, tiene una publicación más para armar la crónica de  Ramos. La misión de esta mujer española fue destacada por el papa Francisco en su discurso en la iglesia de San Pedro Claver de Cartagena de Indias. El Apóstol de los Esclavos fue otro curador de pústulas.


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