miércoles, 6 de diciembre de 2017

El retorno del promesero


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La piedad mariana encuentra en Chiquinquirá la soberanía misericordiosa de Cristo. El hallazgo lo vive el peregrino de ignotas veredas que trae entre sus mandas el tesoro riquísimo de sus ancestros: la fe.

Él viene con su esperanza intacta porque pasó por el fuelle espantoso de la tribulación. Su andar fatigado y de hinojos es el sello del agradecimiento. La conducta anónima del silencio grita: Milagro.

La penitencia y la reconciliación se abrazan atadas por una conversión reparadora. El corazón late al compás del avemaría que ruega por la familia. El signo de la caridad brilla entre sus lágrimas dichosas. Es el encuentro bienaventurado entre el hijo  pródigo y el Padre.

La Colombia, de bambucos y tiples, retorna victoriosa a postrarse ante el altar de María Santísima, su señorita. La Patrona, morena y campesina, reina al escuchar el gemido de las preces sin olvido.

María, la mujer inmaculada, funde Adviento y Navidad en la romería de la promesa grande. La patria, de antaño y hogaño, desfila intacta ante el Evangelio: “…y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús…”  

El horizonte se vuelve doctrina y el secreto de los caminos coloniales renueva la gracia de la perseverancia. Entonces, el promesero raizal hace su entrada en la basílica como lo describe san Félix, el capuchino:

“Con el rosario en la mano
los ojos en el suelo
y el alma en el cielo”.



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