jueves, 16 de agosto de 2018

María Santísima de la Peña, entre dos aguas




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El padre Juan Agustín Matallana cometió un pecado gravísimo. En 1810 educó al pueblo en la devoción a la Sagrada Familia de la Peña. Y así la Inmaculada Virgen María pasó a ser un tema subversivo para el régimen peninsular porque la asociaron a la ojeriza popular contra España.  

El apóstol comenzó a predicar esa historia mariana cuando la sociedad del virreinato de la Nueva granada cayó en la trampa del discurso independentista. El presbítero, testigo de los extravíos de la aldea mestiza, decidió acudir al santo Evangelio porque presentía de la sensatez el fin.

Infortunadamente para el cura su disertación y sus novenas quedaron insertas en una acción banderiza. Los españoles acusaron de “patriota” a la Virgen de la Peña y olvidaron que el virrey Amar y Borbón fue de peregrino a las fiestas religiosas en la loma. El pueblo labrador subió a donde habitaba su patrona, la mujer vestida de piedra, a preguntarle: ¿cuál de los yugos pesaría menos?

El buen pastor tomó la pluma y destacó las misericordiosas e infinitas riquezas que habitaban en la catequesis de María, Madre de Jesús, luz de las naciones. Sus oficios de pregonero no fueren escuchados por las altezas serenísimas. Los amos de levita patrocinaron la mortandad e inauguraron las guerras civiles (1812). Y los hijos de los encomenderos, los de sangre limpia, aguardaron a que la benevolencia de Fernando VII regresara con los tercios españoles para edificar los patíbulos de su venganza (1815).

Matallana siguió insistiendo y dio la “última novena breve y compendiosa”, pero… Las cornetas del Pacificador sonaron en la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá y sus ecos fueron a retumbar en la pobre ermita de Los Laches (mayo de 1816). El capellán de la Peña, José Ignacio Álvarez, fue puesto preso en el convento de San Francisco. El santuario cerrado y Matallana llamado a juicio por la Inquisición que le indagó sobre el contenido de sus obras. Las injusticias cometidas por el capellán mayor del Ejército Pacificador, Luis Villabrille, contra el sacerdote pasaron al expediente de la patria que por revolucionaria se quedó boba.

Pero en síntesis, ¿qué dijo el doctor Matallana que ameritara una cita urgente con el Tribunal del Santo Oficio de Cartagena de Indias? Juzgue el lector:

“…Cuando nació el Hijo de Dios hecho hombre en el Portal de Belén, fueron llamados los campesinos que pastoreaban, y cuidaban sus ganados a ver tan estupenda nueva maravilla; luego que llegaron, llenos de admiración encontraron a María, a José, y al niño recostado en su pesebre, envuelto en pañales lleno de resplandor, y acompañado de celestiales espíritus, que divinamente cantaban, y entonaban gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Así anuncio a vosotros pobres indios, labradores y gentes del campo, en esta novena la obra estupenda, nueva y maravillosa que descubrió Bernardino de León en las serranías inaccesibles inmediatas a esta ciudad de Santafé en 10 de agosto de 1685, para singular consuelo del pueblo bogotano.

Procurada ser muy devotos de esta divina señora guardando la ley de Dios, si queréis ser favorecidos y socorridos por Jesús, María y José, S. Gabriel, S. Miguel, S. Rafael y los demás espíritus del cielo en todos los trabajos que sufrís en vuestros oficios, negocios y viajes. Entonces vuestras tierras serán fertilizadas; vuestras cosechas abundantes, bien recompensados vuestros sudores y fatigas; se aumentaran vuestros bienes, vuestros ganados multiplicarán; recibirán salud vuestros cuerpos, consuelo vuestras almas, paciencia vuestros espíritus; serán felices vuestros estados, largas vuestras generaciones; y os lloverán abundantes, y copiosas gracias del cielo para asegurar vuestra eterna salvación. (Sal 118).

Los que impedidos no puedan subir al cerro, alaben, bendigan, y saluden a Jesús, María, y José desde sus chozas, campos, casas y caminos en medio de sus tareas, y ocupaciones, haciendo esta novena, o rezando el rosario, y los siete padrenuestros y avemaría en reverencia del misterio; de las siete veces que derramó Jesús su sangre y de los siete dolores, y gozos de nuestra señora, y señor san José todo los días.

El capellán que fuere os impondrá de la hermandad, e indulgencias que puedan ganar los hermanos. El tiempo de hacer esta novena es todo el año; y en especial los nueve días anteriores a la purificación el 2 de febrero; los anteriores al domingo de carnestolendas; y al 10 de agosto, confesando y comulgando un día, si es posible.

Procuren leer la historia que se imprimió el año de 1815, y quedarán más enamorados de Nuestra Señora de la Peña.

En la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Concepción de esta ciudad de Santafé se venera un retrato lo más parecido en lo posible al original en su aparición; allí concurren los que no pueden subir a la capilla en el cerro; le encienden luces, mandan decir misas; ofrecen figuras de cera, y experimentan muchos favores, como es público.

Con tal devoción ninguno morirá en pecado mortal, porque Jesús, María y José, no desamparan jamás a sus devotos.

Os ofrezco este pequeño trabajo aunque en lo sustancial muy grande, deseoso de vuestro mejor bien; espero lo recibirás con buena voluntad, y cumpláis mis deseos, si alguno no los recibe bien, o no le gustare deje a los demás, que hagan lo que les parezca en honor de Jesús, María, y José de la Peña. Enero 10 de 1816. J.A.M. (Cf. Novena en honor de Jesús, María y José en su advocación de la Peña, que se venera en su ermita extramuros de la ciudad de Santafé de Bogotá. Para que los indios, labradores, gente pobre y del campo gocen de tan importante y provechosa devoción.  A devoción de su capellán presbítero Juan G. Caldas). La edición fue reimpresa en Bogotá por N. Gómez. 1849.






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