miércoles, 26 de septiembre de 2018

La peregrinación de la Patrona, la frialdad del mutismo



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La Santísima Virgen de Chiquinquirá se pregunta: ¿dónde están los colombianos, mis amados hijos?

El silencio responde atronador porque la ingratitud se puso de moda dentro de la tradicional apatía nacional por los valores vernáculos.

¿Algún periódico, independiente y tradicionalista, se ha tomado la tarea de realizar un seguimiento a los periplos de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá? Ella peregrina por su patria, la del olvido.

¿Qué pasa con el derecho a la información y la libertad de culto?

Las respuestas a las incógnitas son palabras vacías entre párrafos de letras muertas porque se trata de rescatar lo nuestro, lo autóctono, lo entrañable.

El trajín del centenario se quedó sobre los hombros de los frailes dominicos que viajan por las diócesis de Colombia. Los hijos de Santo Domingo dejan sus plegarias en los templos solitarios a donde solo concurre la montera barrial de los curiosos.

¿Será que se debe incrementar el paseo tumultuoso de más advocaciones extranjeras, con griterías, televisión y mariachis?  Quizá el vocablo muisca Chiquinquirá suena a rústico barbarismo en los delicados oídos de los educados para inclinar su vida ante la banalidad de la frivolidad foránea.

La solución salomónica, para romper el hielo de la indiferencia, podría ser la de solicitar ayuda urgente a los hermanos de Maracaibo (Venezuela). Allá la Patrona de Colombia sí tiene un altar social y cultural en el corazón de un pueblo que la ama con alma, vida y gaitas.



jueves, 20 de septiembre de 2018

Finalidad y método de la exposición de la doctrina mariana




Por: SS. Juan Pablo II |


1. Siguiendo la constitución dogmática Lumen gentium, que en el capítulo VIII quiso «iluminar cuidadosamente la misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico, así como los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios», quisiera proponer ahora, en estas catequesis, una síntesis esencial de la fe de la Iglesia sobre María, aunque reafirmo, con el Concilio, que no pretendo «exponer una mariología completa» ni «resolver las cuestiones que todavía los teólogos no han aclarado del todo».

Deseo describir, ante todo, «la misión de la bienaventurada Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico», recurriendo a los datos de la Escritura y de la Tradición apostólica y teniendo en cuenta el desarrollo doctrinal que se ha alcanzado en la Iglesia hasta nuestros días.
Además, dado que el papel de María en la historia de la salvación está estrechamente unido al misterio de Cristo y de la Iglesia, no perderé de vista esas referencias esenciales que, dando a la doctrina mariana su justo lugar, permiten descubrir su vasta e inagotable riqueza.

La investigación sobre el misterio de la Madre del Señor es verdaderamente muy amplia y ha requerido el esfuerzo de numerosos pastores y teólogos en el curso de los siglos. Algunos, queriendo poner de relieve los aspectos centrales de la mariología, la han tratado a veces junto con la cristología o la eclesiología. Pero, aun teniendo en cuenta su relación con todos los misterios de la fe, María merece un tratado específico que destaque su persona y su misión en la historia de la salvación a la luz de la Biblia y de la tradición eclesial.

2. Además, siguiendo las indicaciones conciliares, parece útil exponer cuidadosamente «los deberes de los redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, especialmente de los creyentes».

En efecto, el papel que el designio divino de salvación asigna a María requiere de los cristianos no sólo acogida y atención, sino también opciones concretas que traduzcan en la vida las actitudes evangélicas de Aquella que precede a la Iglesia en la fe y la santidad. Así, la Madre del Señor está destinada a ejercer una influencia especial en el modo de orar de los fieles. La misma liturgia de la Iglesia reconoce su puesto singular en la devoción y en la vida de todo creyente.

Es preciso subrayar que la doctrina y el culto mariano no son frutos del sentimentalismo. El misterio de María es una verdad revelada que se impone a la inteligencia de los creyentes, y que a los que en la Iglesia tienen la misión de estudiar y enseñar les exige un método de reflexión doctrinal no menos riguroso que el que se usa en toda la teología.

Por lo demás, Jesús mismo había invitado a sus contemporáneos a no dejarse guiar por el entusiasmo al considerar a su madre, reconociendo en María, sobre todo, a la que es bienaventurada porque oye la palabra de Dios y la cumple (ver Lc 11,28).

No sólo el afecto, sino sobre todo la luz del Espíritu deben guiarnos para comprender a la Madre de Jesús y su contribución a la obra de salvación.

3. Sobre la moderación y el equilibrio que hay que salvaguardar tanto en la doctrina como en el culto mariano, el Concilio exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina «a que eviten con cuidado toda falsa exageración...».

Las exageraciones provienen de cuantos muestran una actitud maximalista, que pretende extender sistemáticamente a María las prerrogativas de Cristo y todos los carismas de la Iglesia.

Por el contrario, en la doctrina mariana es necesario mantener siempre la infinita diferencia existente entre la persona humana de María y la persona divina de Jesús. Atribuir a María lo máximo no puede convertirse en una norma de la mariología, que debe atenerse constantemente a lo que la revelación testimonia acerca de los dones que Dios concedió a la Virgen en razón de su excelsa misión.

Del mismo modo, el Concilio exhorta a teólogos y predicadores a evitar «una excesiva estrechez de espíritu», es decir, el peligro de minimalismo, que puede manifestarse en posiciones doctrinales, en interpretaciones exegéticas y en actos de culto, que pretenden reducir y hasta quitar importancia a María en la historia de la salvación, así como a su virginidad perpetua y a su santidad.

Conviene evitar siempre esas posiciones extremas, en virtud de una fidelidad coherente y sincera a la verdad revelada, tal como se expresa en la Escritura y en la Tradición apostólica.

4. El mismo Concilio nos brinda un criterio que permite discernir la auténtica doctrina mariana: «En la Santa Iglesia [María] ocupa el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros».
El lugar más alto: debemos descubrir esta altura conferida a María en el misterio de la salvación. Se trata, sin embargo, de una vocación totalmente referida a Cristo.

El lugar más cercano a nosotros: nuestra vida está profundamente influenciada por el ejemplo y la intercesión de María. Con todo, hemos de preguntarnos acerca de nuestro esfuerzo por estar cerca de ella. Toda la pedagogía de la historia de la salvación nos invita a dirigir nuestra mirada a la Virgen. La ascesis cristiana de todas las épocas invita a pensar en ella como modelo de adhesión perfecta a la voluntad del Señor. María, modelo elegido de santidad, guía los pasos de los creyentes en el camino hacia el paraíso.

Mediante su cercanía a las vicisitudes de nuestra historia diaria, María nos sostiene en las pruebas y nos alienta en las dificultades, señalándonos siempre la meta de la salvación eterna. De este modo, se manifiesta cada vez más su papel de Madre: Madre de su hijo Jesús y Madre tierna y vigilante de cada uno de nosotros, a quienes el Redentor, desde la cruz, nos la confió para que la acojamos como hijos en la fe.

Durante la audiencia general del miércoles 3 de enero de 1996. Fuente: Catholic.net




miércoles, 12 de septiembre de 2018

El santo nombre de María




“Deseaba Santa Matilde saber cuál era el mejor medio para testimoniar su tierna devoción a la Madre de Dios. Un día arrebatada en éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba sobre el pecho la salutación angélica en letras de oro y le dijo: “Hija mía, nadie puede honrarme con saludo más agradable que el que me ofreció la Santísima Trinidad. Por él me elevó a la dignidad de Madre de Dios. La palabra Ave -que es el nombre de Eva- me hizo saber que Dios en su omnipotencia me había preservado de toda mancha de pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la primera mujer”.

“El nombre de María -que significa Señora de la luz indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astros brillantes, para iluminar los cielos y la tierra”.

“Las palabras llena de gracia me recuerdan que el Espíritu Santo me colmó de tantas gracias, que puedo comunicarlas con abundancia a quienes las piden por mediación mía”.

“Diciendo el Señor está contigo, siento renovarse la inefable alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno”.

“Cuando me dice bendita tú eres entre todas las mujeres, tributo alabanzas a la misericordia divina que se dignó elevarme a tan alto grado de felicidad”.

“Ante las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo el cielo se alegra conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado al hombre”. Cf.  El secreto admirable del Santísimo Rosario, San Luis María Grignion de Montfort.

viernes, 7 de septiembre de 2018

El Espíritu de la Legión de María




"El espíritu de la Legión de María es el de María misma. Y de manera particular anhela la Legión imitar su profunda humildad, su perfecta sumisión, su dulzura angelical, su continua oración, su absoluta mortificación, su inmaculada pureza, su heroica paciencia, su celestial sabiduría, su amor a Dios intrépido y sacrificado; pero, sobre todo, su fe: esa virtud que en Ella, llegó hasta su más alto grado, a una sublimidad sin par. Animada la Legión con esta fe y este amor de María, no hay empresa, por ardua que sea, que le arredre; ni se queja ella de imposibles, porque cree que todo lo puede (Imitación de Cristo, lib III, cap. 3:5).

“El modelo perfecto de esta espiritualidad apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los apóstoles. Ella, mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida a su Hijo, y cooperó de modo singularísimo a la obra del Salvador… Hónrenla todos con suma devoción, y encomienden su vida apostólica a la solicitud de María” (AA, 4).

Manual de la Legión de María cap 3.

97 años a la vanguardia de las luchas de la Iglesia.