jueves, 8 de noviembre de 2018

La manta de la tierra, de la doctrina a la iluminación



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

Los chiquinquireños marianos son fieles testigos del amor de Dios por Colombia. Tienen una pintura que pasó de la invitación al Evangelio a la derrota de la imagen. Volvió de la muerte por deshecho a la vida del testimonio.

La tela tutelar, símbolo de identidad de la Ciudad Promesa, tuvo que soportar los trajines del uso que dejaron huellas en su forma por causa del maltrato.

La rescató de la desidia colonial el corazón generoso de María Ramos. Ella le compuso un bastidor para liberar su existencia del olvido. Ella la regresó a un humilde presbiterio. 

La crónica de esa pintura guarda misterios para la historia de la mariología chiquinquireña. Y por ese motivo un estudioso del lienzo, don Marco Suárez, compartió unas ideas sobre un tema aún inexplorado y vital. 

Suárez resaltó la disposición de María Ramos. Según su saber y entender, María Santísima la alistó para esa misión. Las oraciones prepararon a Ramos para el encuentro con el sentimiento del Creador a través de un cuadro desteñido.

La materia rota fue levantada por María Ramos. Sus atenciones la cuidaron. Su devoción reparó la esencia de la deshilvanada manta pintarrajeada. Esa acción de fe irrevocable, mirar en un pedazo de textil una esperanza, le permitieron a la naturaleza muerta retornar al servicio.

Suárez estableció un proceso evolutivo desde el acto creativo hasta la renovación. En una charla informal plateó varios asuntos para que fueran complementados por este cronista.

Los momentos del lienzo

LA IDEA: suponemos que fue don Antonio de Santana que lo mando pintar. Se podría analizar con cuidado a ese laico, su oración, su relación con la Virgen.

R. La documentación, amplia y suficiente, sobre el tema no deja dudas sobre el encargo dado por el encomendero Antonio de Santana al fraile Andrés de Jadraque, O.P., para mandar ejecutar la obra a un pintor en Tunja.

Los interrogantes son sobre su relación con la doctrina católica. El ex soldado de la expedición de Jerónimo de Lebrón y con hijos adulterinos no debió ser un paradigma de la virtud cristiana. Sin embargo, era devoto de la “Madre de Dios del Rosario”, según afirmó el presbítero Francisco Pérez en su declaración de 1588. 

Santana cumplió con las Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su Majestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios. Sostuvo a un fraile misionero para que atendiera los oficios de la instrucción catequética en la capilla de su encomienda.

Santana hizo suya la máxima: “se obedece, pero no se cumple”. El costeó la hechura de una pintura en Tunja y la trajo a Suta. La idea de pintar fue del fraile, más interesado en la cura de las almas que en el pingüe negocio de explotar las tierras de los nativos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
LA TELA: ayuda para describir ese momento

R. El elemento pictórico, escogido por Jadraque para la catequesis en Suta, cumplió con la pedagógica tarea de unir los dos mundos opuestos por la geografía y el pensamiento místico. Los muiscas tejedores de algodón difundieron entre los cronistas de Indias la ayuda de una deidad superior (Bochica) para aprender a hilar y tejer. El oficio tenía pues un origen espiritual. Y fue ese punto de la cosmogonía aborigen el que sirvió de eje temático para el cambio, la evolución de la idolatría al Evangelio de Cristo. El portento de la renovación de un dibujo borroso convirtió al imperio muisca a la fe de sus conquistadores. En síntesis, el principio de la manta (tejido) y el final (pintura renovada) fue sagrado. Los nativos no dudaron de esa gracia especial y pasaron del paganismo al bautismo.

LA ENCOMIENDA: ¿Qué aconteció con fray Andrés y Antonio?

R. El primero vivió para contarlo y el segundo, no. El encuentro de estos dos personajes fue parte del ritmo de las circunstancias de la colonización. El convento dominico de Tunja tenía asignado para sus labores de predicación el famoso valle de Sanquecipa. Jadraque llegó a Suta en 1562 donde recibió el hospedaje de Santana que hasta esa fecha no había hecho nada por la evangelización de los lugareños. El fraile sugirió realizar una efigie de la Virgen del Rosario, propia de su carisma dominicano, para la capilla de los aposentos. La idea fue aceptada y el encomendero pagó la hechura de la obra.

LA OBRA: ¿De qué manera fue pintado el lienzo?

R. De cualquier manera. Basta con observar la mano del apóstol san Andrés, la que sostiene el libro. El platero y pintor aficionado Alonso de Narváez aprovechó la ocasión para un negocio de pesos oro. Él realizó un oficio para cumplir con el encargo de un vecino. Los trazos están lejos de cualquier taller de caballete dentro de la estética formal establecida por las escuelas europeas.

Técnica: Pintura al temple mixturando tierras de colores y zumos de plantas. Lo fantástico de este cuadro mediocre es su legado. Fue la primera pintura de María Santísima elaborada en el Nuevo Reino de Granada, y hoy se venera como la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. 

LA PRIMERA ENTRONIZACIÓN: Capilla de los Aposentos de Suta.

R. Esa tesis marca un aporte interesante. Concederle un valor superior a un cuadro por gracia de una bendición era enseñarles a unos indígenas reacios que esa obra pictórica sí tenía una validez didáctica y moralista. Debió ser un paso difícil para Jadraque enseñarlo.

¿Cómo haría para explicarles a los indios que esa figura femenina acompañaba por dos santos podía reemplazar a la ancestral Bachué?

¿Qué pensaron los indios de Suta cuando se les ordenó venerar los signos trazados por el pintor español, y de paso rechazar sus jeroglíficos por idolatría manifiesta?

La respuesta obvia debió ser un duro escollo para el aula del catecismo. La cátedra del Evangelio comenzó crucificada en el madero de la incongruencia castellana. 

LOS DAÑOS: roturas y desteñido. ¿Desde qué momento se fue deteriorando el lienzo en la capilla de los Aposentos Suta?

R. Las manos muiscas tocaron aquella manta fabricada en sus telares para cerciorarse de su autenticidad. El manoseo explicativo debió dejar hongos y bacterias en la tela. A lo que se sumaron las los vientos que pasaron, el sol canicular y las gotas de agua que cayeron sobre la capilla hasta humedecer la tintura. Para 1576, según declaró el cura Francisco Pérez, la efigie estaba muy deteriorada. Los colores perdidos por causa de la lluvia.

EL DESCENDIMIENTO: Cuando fue retirado el lienzo de su lugar. Con qué fue remplazado. 

R. El cura doctrinero, Juan Alemán de Leguizamón, se limitó a quitarlo del lugar, 1578.  

“... porque tenía escrúpulo, y se le hacía muy de mal decir misa en dicha capilla por estar en el altar la imagen tan desblanquecida…” (Fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P.).    

El sacerdote debió sentir un alivio enorme por liberar al recinto de ese adefesio de jirones y manchas amorfas. El presbítero lo entregó a su dueño y Santana lo mandó con unos indígenas para Chiquinquirá, un lejano y nublado aposento de su 

El deslucido fue remplazado por una pintura de Cristo crucificado ejecutada en el Virreinato de la Nueva España (México), que donó el propio Leguizamón. Antonio de Santana era sordo a los ruegos de entregar una pieza nueva para la capilla.

EL MALTRATO: El lienzo fue utilizado para secar granos

R. Esa es una afirmación que recogió fray Alonzo de Zamora, O.P., quizás de la tradición oral. Un templo convertido en granero indica que el clan Santana tenía ciertas devociones mercantilistas. Lo cual ratifica que el lienzo siempre estuvo en la capilla de Chiquinquirá después de su salida de Suta (1578-1586). María Ramos, en su segunda declaración, septiembre de 1587, afirmó:

“…porque se compadecía que la Sacratísima Señora Madre de Dios estuviese en tan pobre ramada y casa, en tanta manera, que por no tener puerta entraban dentro algunos perros y puercos…”

El otro punto de los anales encuentra cierta reciprocidad en un pasaje del Evangelio. La muerte del lienzo, como la del trigo, necesitaba de ese proceso propio de la siembra y la cosecha. En este caso particular los frutos son abundantísimos en conversiones. 

“…En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto…” (Juan 12, 24).

EL ENCUENTRO: El momento destinado por Dios para que María Ramos se encontrara con el lienzo.

R. El tiempo es una variable creada por Dios para que los hombres puedan administrar su vida con sabiduría. En el seno de la voluntad divina, donde se gestan las causas y los efectos de la ley del Altísimo, se permite la dinámica del libre albedrio.

El momento fue el producto de una decisión humana. El deteriorado cuadro tuvo, durante varios años (1578-1585), la oportunidad de haber sido reparado por cuenta de Catalina García de Irlos. Eso sin contar con los familiares de la señora y el personal de servicio de la estancia.  Ninguno hizo nada por tratar con respeto la dignidad de aquel trapo mugriento que, en sus mejores tiempos, sirvió para enseñar el concepto teológico de la Madre de Dios a los nativos de Suta.

LA SEGUNDA ENTRONIZACIÓN: María Ramos lo recuperó y lo colocó en la pared del oratorio.

R. Doña María, en su condición laical, ejecutó con criterio de piedad cristiana, la limpieza y la elaboración de un bastidor para colgar el cuadro en la choza que servía de capilla. La caritativa labor con el objeto le devolvió algo de su respetabilidad perdida. La pieza había sido un apoyo visual para el aleccionamiento de los muiscas.

LA ORACIÓN: el tiempo en que María Ramos acompañó el lienzo antes del milagro.

R. Las preces de la piadosa mujer fueron, sin lugar a dudas, el escenario perfecto para desencadenar el suceso extraordinario. María Ramos confió en que la Divinidad podía convertir ese trapo de algodón roto, sucio y desteñido en un trono del Todopoderoso.
Algo muy similar sucede en el sacramento de la confesión. El alma averiada y desaseada por el pecado vuelve al esplendor de la gracia por el mérito de la misericordia del Redentor.

SEGUNDO DESCENDIMIENTO: Dios lo realiza. Ya no son las manos humanas las que lo ejecutan.

R. Esa afirmación muestra el don superior de la presencia del Espíritu Santo. Acto que generó una secuencia de rupturas de las leyes físicas que ocurrieron de forma simultánea con la renovación. Ver el artículo titulado: “Chiquinquirá, una manifestación para los humildes”. Blog Sociedad Mariológica Colombiana, 28 de septiembre de 2017. 

EL MILAGRO: la respuesta de Dios a los deseos de María Ramos. Lo que pasó.

R. El prodigio, que lleva 432 años de forma continua, encuentra su respuesta en el pueblo peregrino de Colombia. La dádiva de la gracia no terminará jamás. Ese es el secreto de Dios.

Lo que pasó escrito está en el proceso denominado “Informaciones de los milagros de Nuestra Señora de Chiquinquirá”. Archivo de Provincia Dominica. Convento San Alberto Magno, Bogotá. 

LA TERCERA ENTRONIZACIÓN: Nuevamente el lienzo se deja acariciar por María Ramos al entronizarlo por segunda vez en la pared del oratorio.

R. La tela renovada por un don de la Providencia volvió a la luz de la silente predicación para asombro de las gentes del reino. 

“… Y esta testigo y la dicha María Ramos y la dicha Isabel alzaron la dicha imagen y la pusieron en su lugar…” Testimonio de Juana de Santana ante el escribano de su majestad, Diego López Castiblanco, 10 de enero de 1587.

Hasta aquí los textos que intentaron complementar los conceptos de un amigo que contempla la presencia sacrosanta que reposa bajo el baldaquino de la basílica de Chiquinquirá. Entre el tintero quedan muchas letras y silencios porque la temática es profunda.

Algún día, Dios lo quiera, se iniciará el proceso canónico que llevará a la beatificación de María Ramos, una mujer que allanó los caminos para el Nuevo Testamento en la América muisca.

Si María Ramos rogó para que se le otorgara la gracia de cuidar a la Rosa del Cielo en el Jardín Mariano, los raizales deberían recitar un rosario perpetuo para que su alma sea bendecida en los altares del cielo. Es una deuda de Colombia para con María Santísima de Chiquinquirá.

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