jueves, 28 de marzo de 2019

Homilía sobre la Madre de Dios




San Efrén (c. 306-373). Diácono en Siria, doctor de la Iglesia

“Contemplad a María, amados míos, y ved cómo Gabriel entró donde estaba ella y la objeción que le puso: «¿Cómo será eso?». El servidor del Espíritu Santo le dio esta respuesta: «Eso es fácil para Dios; para él todo es sencillo.» Considerad como ella creyó en la palabra que había escuchado y dijo: «Aquí está la esclava del Señor.» En aquel momento el Señor descendió de una manera sólo conocida por él; se puso en movimiento y vino como le plugo; entró en ella sin que ella lo sintiera, y ella lo acogió sin experimentar ningún sufrimiento. Llevaba en ella, como niño, el que llena el mundo. Descendió para ser el modelo que renovaría la antigua imagen de Adán.

Por eso, cuando se te anuncia el nacimiento de Dios, guarda silencio. Que tengas presente en tu espíritu la palabra de Gabriel, porque no hay nada imposible a esta gloriosa Majestad que se abajó por nosotros y nació de nuestra humanidad.

Por eso cuando recibas el anuncio del nacimiento de Dios, guarda silencio. Que tengas la palabra de Gabriel presente en tu espíritu, puesto que no hay nada imposible a esta gloriosa Majestad que por nosotros se abajó y nació de nuestra humanidad. En este día María se convierte para nosotros en el cielo que lleva a Dios, porque la Divinidad sublime ha descendido y ha establecido en ella su morada. Dios se hace pequeño en ella –aunque conservando su naturaleza- para hacernos grandes a nosotros. En ella nos ha tejido un vestido con el cual nos salvaría. En ella se han dado cumplimiento todas las palabras de los profetas y de los justos. Desde ella se levantó la luz que ha disipado las tinieblas del paganismo.

Son numerosos los títulos de María...: es el palacio en el que habita el poderoso Rey de reyes, pero que no ha dejado igual que cuando vino a él, porque es de ella de quien ha tomado carne y ha nacido. Ella es el cielo nuevo en el que habita el Rey de reyes; de ella salió Cristo y de ella subió al cielo para iluminar la creación, formada y modelada a su imagen. Ella es la cepa de la vid que lleva el racimo; ella ha dado un fruto superior a la naturaleza; y él, aunque difiere de ella en naturaleza, se ha revestido de su color naciendo de ella. Ella es la fuente de la que han manado las aguas vivas para los sedientos, y para los que en ella apagan su sed dando frutos al cien por uno”.



jueves, 21 de marzo de 2019

¿La Patrona participó en la Campaña Libertadora?




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La historia patria es un tema tedioso porque el establecimiento se encargó de llenarlo de mitos y leyendas. La escolaridad evitó las revelaciones serias producto de una investigación ceñida a la veracidad.

La biografía nacional tiene como título la falacia. Condena que impide vivir con la dignidad moral de una nación civilizada.

El ejemplo de ese subdesarrollo de la memoria es parte del folclorismo patriotero. El modelo es difundido por algunos medios de información con sus notas apresuradas, confusas y ligeras en sus contenidos.

Circulan textos que afirman: “La Virgen de Chiquinquirá entregó sus joyas para financiar la Campaña Libertadora”. Además, los señores Nariño, Santander y Bolívar son convertidos en los hijos devotísimos de la Madre de Dios como si tratara de un ejercicio electoral de manzanillos. El ciclo circense se echa en la talega de los sucesos.  El bicentenario de la Batalla de Boyacá va de la mano del centenario de la coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Así el sancocho de fechas queda listo para el consumo de un pueblo educado, desde la escuela, para la amnesia.

Ante tamaña madeja de datos se intentará una tarea pedagógica para desenredar semejante nudo.

La Orden de Predicadores donó una parte de las joyas de la Virgen Morena para sostener un caótico intento de independencia administrativa de España (1815). Para esa época, don Pablo Morillo tenía en su bolsillo la orden del rey Fernando VII de restablecer el Virreinato de la Nueva Granada (1814).


Mientras la España monárquica pensaba en sus dominios de ultramar, las altezas serenísimas de Santafé de Bogotá tenían sobre sus conciencias una guerra civil (1812), acción que dejó un reguero de campesinos insepultos.

La caída de Cartagena de Indias asustó al notablato que acudió a los de pata al suelo para que sus corazones detuvieran a las balas enemigas. El “general” Custodio García Rovira, de profesión teólogo y clavicembalista, quedó al mando de una tropa de labriegos. Su sentido del arte de la guerra le alcanzó para componer la sinfonía del desastre. El primer movimiento fue arriar mesnadas de jornaleros para la fosa común. La masacre de Cachirí puso punto final al bochinche independentista (feb de 1816).

La debacle fue de tales dimensiones que el mercenario francés, Manuel Serviez, profano el templo y se robó el lienzo de la Virgen de Chiquinquirá (abril de 1816) para cubrir su fuga hacia los llanos.

Y las gemas de la Virgen, entregadas a José Acevedo Gómez, ¿a dónde fueron a parar? Silencio en la línea del tiempo. Los recibos que justifiquen la inversión en compra de armamento para la defensa de las Provincias Unidas de la Nueva Granada no existen (rarísima conducta de tan impolutos próceres).

La reconquista española avanzó sin tregua y la Chinca no intervino en la Campaña Libertadora (mayo-agosto de 1819). Por favor, no confundir más a la ciudadanía. La memoria de un país joven, pero heroico, merece respeto.
Resuelto el embrollo de la maraña informativa se da la vuelta a la página para mirar las devociones del trío de personajes, Nariño, Santander y Bolívar, miembros de la masonería.

Antonio Nariño pasó por la Ciudad Santuario (1823) camino de Villa de Leiva donde murió en diciembre de ese año. ¿Le habrá quedado tiempo para pedir perdón por el desfalco contra la caja de diezmos?

Simón Bolívar tuvo unos pasos fugaces por el pueblo en 1821 y 1827 según consta en una lápida conmemorativa (Chiquinquirá, carrera 10 con calle 21). Y estuvo orando frente a la Reina del Cielo como cualquier miserable pecador después de la derrota política en la Convención de Ocaña, 1828.

Francisco de Paula Santander visitó la Villa de los Milagros cuando volvía de los Estados Unidos, exiliado por conspirador y traidor. (1832).

La tríada de gobernantes, con sus vicios y errores, no son los semidioses del olimpo sabanero que los guardaespaldas del sofisma institucional han querido edificar sobre la bandera tricolor.

La Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) y la coronación de la Virgen de Chiquinquirá (9 de julio de 1919) no son épocas para confundir ni para llenar de imágenes y conceptos errados en aras de promocionar un discurso político disfrazado de acción cultural.

Los dos acontecimientos están profundamente arraigados en la conciencia de la nacionalidad. Esos hechos requieren de un cuidado honesto en su redacción.

La banalidad y el montaje de circunstancias ficticias para agradar a los productores de noticias no son formas válidas de narrar el pasado histórico de la Nación. Eso no es libertad de prensa ni de expresión. La mentira, impresa o televisada, hiede a embuste mediático.

Mezclar las fiestas y repetir los modelos de cuentería para mantener cautiva a una audiencia repleta de indiferencias no es, no puede ser, la ruta informativa de una república grande y soberana.

En conclusión, el proyecto de paz se debe redactar con las preces de María de Chiquinquirá y el coraje inmarcesible del Pantano de Vargas. En ese tintero existe una magnífica oportunidad para reescribir la crónica de Colombia sin la mitomanía grecolatina que anula el heroísmo raizal. “La verdad os hará libres” (Juan 8,31).

jueves, 14 de marzo de 2019

Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado



San Andrés de Creta, obispo

Cristo es el fin de la ley: él nos hace pasar de la esclavitud de esta ley a la libertad del espíritu. La ley tendía hacia él como a su complemento; y él, como supremo legislador, da cumplimiento a su misión, transformando en espíritu la letra de la ley. De este modo, hacía que todas las cosas lo tuviesen a él por cabeza. La gracia es la que da vida a la ley y, por esto, es superior a la misma, y de la unión de ambas resulta un conjunto armonioso, conjunto que no hemos de considerar como una mezcla, en la cual alguno de los dos elementos citados pierda sus características propias, sino como una transmutación divina, según la cual todo lo que había de esclavitud en la ley se cambia en suavidad y libertad, de modo que, como dice el Apóstol, no vivamos ya esclavizados por lo elemental del mundo, ni sujetos al yugo y a la esclavitud de la ley.

Éste es el compendio de todos los beneficios que Cristo nos ha hecho; ésta es la revelación del designio amoroso de Dios: su anonadamiento, su encarnación y la consiguiente divinización del hombre. Convenía, pues, que esta fulgurante y sorprendente venida de Dios a los hombres fuera precedida de algún hecho que nos preparara a recibir con gozo el gran don de la salvación. Y éste es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el nacimiento de la Madre de Dios es el exordio de todo este cúmulo de bienes, exordio que hallará su término y complemento en la unión del Verbo con la carne que le estaba destinada. El día de hoy nació la Virgen; es luego amamantada y se va desarrollando; y es preparada para ser la Madre de Dios, rey de todos los siglos.

Un doble beneficio nos aporta este hecho: nos conduce a la verdad y nos libera de una manera de vivir sujeta a la esclavitud de la letra de la ley. ¿De qué modo tiene lugar esto? Por el hecho de que la sombra se retira ante la llegada de la luz, y la gracia sustituye a la letra de la ley por la libertad del espíritu. Precisamente la solemnidad de hoy representa el tránsito de un régimen al otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo.

Que toda la creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración, y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor.

Oración

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María consigamos aumento de paz en la fiesta de su nacimiento. Por Nuestro Señor Jesucristo.




miércoles, 6 de marzo de 2019

La Virgen María en la Cuaresma


Preparado Por: Cesar Parra

 En el plan salvífico de Dios (ver Lc 2,34-35) están asociados Cristo crucificado y la Virgen dolorosa. Como Cristo es el "hombre de dolores" (Is 53,3), por medio del cual se ha complacido Dios en "reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz" (Col 1,20), así María es la "mujer del dolor", que Dios ha querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión. Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada (ver Lc 2,35).

Por ello la Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor filial a Aquella que al pie de la Cruz nos entregó a su Hijo, y se entregó Ella misma con Él, por nuestra salvación. Este amor filial lo podemos expresar durante la Cuaresma impulsando ciertas devociones marianas propias de este tiempo: "Los siete dolores de Santa María Virgen"; la devoción a "Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores" (cuya memoria litúrgico se puede celebrar el viernes de la V semana de Cuaresma); y el rezo del Santo Rosario, especialmente los misterios de dolor.

También podemos impulsar el culto de la Virgen María a través de la colección de Misas de la Bienaventurada Virgen María, cuyos formularios de Cuaresma pueden ser usados el día sábado. [2]


María: la liturgia nos presenta en este tiempo a la Virgen como modelo de creyente que medita y escucha la Palabra de Dios. 

María, obediente a la voluntad del Padre, camina también Ella hacia la cruz. 

María: ha sido vista así por la tradición cristiana muy cerca a la cruz. Es verdad que existe un ropaje que nos dificulta ver a María como creyente obediente al Padre, creyente que hace también un camino de fe y de subida a Jerusalén. La presencia de las procesiones cuaresmales, la presencia de María en esas procesiones, con tanta fuerza, responde a una teología válida: María sentida y celebrada como creyente fiel, como compañera privilegiada del Hijo que se entrega. Catequesis y celebración tienen el deber de realizar el deber que subyace. 

 María: en el camino cuaresmal, la figura de María aparece con sobriedad, con discreción, con sigilo, casi de puntillas. El centro de la cuaresma es la profesión bautismal y los compromisos que ella supone. En definitiva, el centro cuaresmal es la preparación a la pascua. En el camino, como una más, pero como creyente significativa, está María. No es un adorno cuaresmal. Es un modelo. Ella ha recorrido también ese camino. Como lo recorrió su Hijo, como lo tiene que recorrer cualquiera que sea seguidor de Cristo.  

Tomado de catolicosfirmesensufe.org