Por: Juan Alberto Ramírez Ochoa
Vicepresidente de la Sociedad Mariológica Colombiana
Introducción
Cuando Jesucristo vino al mundo no eligió un palacio real... Hubo, sin embargo, algo que preparó con exquisito cuidado: la mujer que había de ser su madre. Y, la eligió perfecta, sin mancha ni pecado, virgen y madre.
No podemos dudar de que el Hombre-Dios estuviera muy orgulloso de su madre. Pero, ¿por qué, entonces, se menciona tan pocas veces a la Virgen María en la Sagrada Escritura?
Sí queremos encontrar textos referentes a Nuestra Señora en el Antiguo Testamento tenemos que buscarlos bajo la forma de revelaciones o profecías. Parece natural que el Hijo y la Madre se encuentren unidos en las profecías, tanto, como luego lo estuvieron en la vida real. Es que, como ya lo dijo san Agustín, "el Nuevo Testamento está oculto en el antiguo y el Antiguo Testamento se pone de de manifiesto en el nuevo". Veremos que, aunque los textos sean escasos el Antiguo Testamento tiene mucho que descubrirnos acerca de la Santísima Virgen.
1. Génesis 3,15.
Después de su lamentable caída en el Paraíso, Adán y Eva estaban esperando su castigo. Pero Dios, antes de dar su castigo a Eva y a Adán, preparó el suyo a Satanás, que había seducido a Eva en forma de serpiente. Y Dios le dirige estas palabras tremendas, a las que se conoce con el nombre de Protoevangelio:
"Pongo enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él aplastará tu cabeza y tú acecharás su calcañar".
Son muchos los textos que interpretan este pasaje de la Biblia. La mayoría de los autores están de acuerdo en que la doctrina de la Iglesia es unánime en la interpretación mariológica del Génesis 3,15. No hay quien ponga en duda la relación, de María con el Génesis. Es una referencia directa y literal a María.
Las dos razones, más oportunas, que nos hacen afirmar que María es la mujer a la que se refiere el Génesis son:
1) El hecho de que solamente la Santísima Virgen María sostuviera una enemistad perpetua entre Ella y Satanás.
2) El hecho de que la descendencia de la mujer estuviera en perpetua enemistad con la descendencia del demonio y aplastara la cabeza de Satanás. Jesucristo cumplió todo esto. Él es la descendencia de la mujer, María, su Madre.
¿Podríamos encontrar, a través de la historia, alguna mujer que se haya distinguido, más que María, en su oposición al demonio? La Inmaculada Madre de Jesús no estuvo en poder de Satanás ni siquiera un momento.
Por otra parte, hablamos de la descendencia de la mujer. Esa descendencia aplastará el poder de Satanás y, del algún modo, resultará herida en el choque. Ahora bien, esta victoria perfecta, sólo puede atribuírsele a Jesús, el Mesías, que realizó la redención del mundo con su muerte en la cruz y su resurrección. Pero, si Cristo se identifica como la descendencia de la mujer, está claro que esta mujer no puede ser otra que su Madre, María.
2. Isaías 7,14-16.
En el año 734 a. C., el reino judío del norte de Israel, en unión con Damasco, trató de provocar por la fuerza una alianza, con el reino de Judá, contra Asiría. Para procurarse un buen instrumento como cabeza del reino, trataron de destronar al rey Ajaz y colocar un hombre más de su gusto. El profeta Isaías le dijo a Ajaz que no le pasaría nada si, en lugar de apoyarse en la asistencia de asirios contra Israel y Damasco, el rey de Judá confiaba enteramente en Dios. Después Isaías profetiza la destrucción de este proyecto y aconseja al rey que no tenga miedo de las amenazas de Israel, porque sus planes se caerían por tierra. Para fortalecer la fe del rey de Judá, Isaías le ofrece una señal, un milagro, un prodigio, como prueba de que está hablando en nombre de Dios. El rey Ajaz no quiere pedir ninguna señal, pero Isaías le da la señal profética del alumbramiento de una virgen:
"He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y su nombre, Emmanuel. Comerá miel, cuajada y leche hasta que sepa rechazar lo malo y elegir lo bueno. Pero antes de que el niño sepa rechazar lo malo y elegir lo bueno, la tierra por la cual temes, será librada de esos dos reyes".
Los autores católicos están de acuerdo en que la profecía se refiere a Jesucristo, el Mesías. El Mesías tendría una Madre Virgen. El texto de Isaías 7,14-16 es, pues, mariano, al mismo tiempo que mesiánico, y las referencias a la Madre Virgen del Salvador son al mismo tiempo directas y literales propiamente dichas.
"El evangelista Mateo recoge este texto a fin de que se cumpliera cuanto fue anunciado por el Señor (Mt.1,22). Mateo recurre al esquema promesa-cumplimiento para transmitir sus propósitos teológicos. Según Mateo, en el nacimiento de Jesús se cumplió la visión del profeta Isaías, quien había anunciado el nacimiento de un niño, al que se le pondría el nombre de Emmanuel (Dios con nosotros). La versión griega de los LXX del pasaje Isaiano ya hacía traducido el vocablo hebreo almah (mujer joven) por parthenos (virgen). En su anuncio conecta Mateo evidentemente con esa interpretación para afirmar la singularidad de los orígenes del Hijo de Dios hecho hombre. En el contexto general de Isaías, el nacimiento del Emmanuel se entiende como un signo salvífico otorgado por Dios; antes de que ese niño haya alcanzado la edad del discernimiento, serán derrotados los reyes a los que todavía teme tanto Israel". (3).
3. Miqueas 5,1-2.
El profeta Miqueas, como su contemporáneo Isaías, profetizó que el reino de Israel quedaría muy reducido antes de recuperar la misericordia de Dios que le estaba prometida. El reino judío del norte sería arrastrado hacia el exilio y Jerusalén estaba destinada a la destrucción. Pero al final vendría un rey poderoso y reuniría al pueblo disperso, rey procedente de un pueblo humilde y pequeño cuyos antecedentes son misteriosamente eternos, y, que, sería nacido de una mujer.
"Pero tú, Belén de Efrata, aunque eres el más pequeño entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel, y cuyo origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas. Los entregará hasta el tiempo en que la que debe dar a luz, tenga su hijo. Entonces volverá a su familia, el resto de los hijos de Israel".
Los autores católicos están de acuerdo en que las profecías del nacimiento, en Isaías y Miqueas, se refieren a María, la Madre de Jesús. El evangelio de Mateo muestra como, la profecía de Miqueas, se cumplió con el nacimiento de Jesús (Mt.2,6). Es decir, que la profecía de Miqueas encierra una alusión directa a María, la Madre de Cristo, y, es, por tanto, otro pasaje mariano del antiguo testamento. Tanto en el Protoevangelio como en Isaías y Miqueas, la salvación nos llega por medio de una persona, en íntima unión con su madre. Así, pues, la Iglesia católica no se aparta de las líneas de la revelación al honrar a la Virgen María, Madre de Dios.
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(3) GÓMEZ G. Jorge Iván, Pbro. mdr. La B.V. María Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia. 2004. Pág.22.
Conclusión
Existe un gran número de textos en el Antiguo Testamento, acerca de la promesa de una Madre unida a su Hijo, el Salvador. Aquí sólo se han citado tres: el Protoevangelio, Isaías y Miqueas.
El pecado del hombre en el Paraíso puede calificarse de felix culpa, puesto que nos trajo tan inmensa promesa de salvación, una promesa que asocia a María, la mujer, con el Mesías, su hijo, en la redención de la humanidad. Isaías y Miqueas, hablando de parte de Dios, habían de referirse directamente a su Madre. Para esto se añadió a su figura una nueva nota distintiva: la Madre del Mesías sería una Virgen. De este modo, la señal del rey Ajaz fue confiada a las palabras y a la pluma de Isaías. Su contemporáneo Miqueas, confirmó esa noticia. En todas estas manifestaciones proféticas se dibuja una mujer, María, Corredentora, Inmaculada, Virgen y Madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
En resumen, la Sagrada Escritura, en el AT y en el Nuevo Testamento, y la venerable tradición van mostrando de manera cada vez más clara la función de María en la historia de la salvación, por así decirlo, la proponen a nuestra contemplación. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la mujer, Madre del Redentor. Bajo esta luz. Ella aparece proféticamente en la promesa hecha a nuestros primeros padres acerca de la victoria sobre la serpiente (cf. Gén. 3, 15). Igualmente, Ella es la virgen que concebirá y dará a luz un Hijo que se llamará Emmanuel (cf. Is.7, 14; Miq.5, 1-2; Mt.1, 22-Mt.2.6)". (4)
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(4) VATICANO II, LG, 55.
II. María en el Nuevo Testamento
Introducción
Al iniciar el estudio del dato mariano en el NT, considero oportuno subrayar, una vez más, el trasfondo cristológico que aparece en la intención del autor de cada uno de los textos que componen los libros de la nueva revelación y, de manera especial, allí donde encontramos aquellas páginas que enuncian la persona y misión de María, Madre del Jesús histórico y partícipe de la obra redentora de éste; por ende, sujeto de estudio y profundización por parte de la teología.
En este orden de ideas, el grupo ecuménico de Dombes, (Francia) al reflexionar sobre María "entre el designio de Dios y la comunión de los santos", en una de sus "controversias y conversaciones1' en torno al tema concluía: "Las afirmaciones relativas a la existencia de la Virgen -desde el principio hasta el fin - deben estar siempre ordenadas a la comprensión de la persona de Cristo y de la salvación que Cristo nos trae" (5).
Se trata, como afirma la teóloga M.T. Nadeau, de subordinar la Teología Mariana a la Cristología. "Después de todo, no hace falta indagar demasiado en la vida de María en el Nuevo Testamento para darse cuenta de que Ella misma dirige las miradas más hacia su Hijo que hacia su persona. Podemos imaginar por tanto, sin miedo a equivocarnos, que a la que a lo largo de toda su vida actuó de acuerdo con la voluntad del Padre, y no dejó de exhórtanos en el Magníficat a alabar en Ella a Dios y a su obra, no le gustaría sin duda que la consideraran independientemente de su Hijo. No cabe duda: en Él está su verdadero lugar teológico" (6).
(5)GROUPE DES BOMBES, Marie dans le dessein de Dieu et la communion des saints". Bayard-Centurión, París 1988, págs. 50-51.
(6) NADEAU, M.T. ¿Quién es María? Hablar de la Virgen hoy. San Pablo, 2002. Pág.22.
1. En el evangelio de san Mateo (en torno al 70-80}.
En el evangelio de la infancia según san Mateo, dos pasajes son particularmente importantes para la teología mariológica:
a) María, Madre de Jesús El Mesías (1,1-17: la genealogía de Jesús); el relato del "origen de Jesús Mesías" tiene por finalidad responder a la pregunta:
"¿Quién es Jesús?". Este texto tiene su importancia en el ámbito mariológico, fundamentalmente porque:
· Mateo menciona a María como el 40 eslabón esencial y determinante del origen de Jesús:
· En la medida en que Mateo proclama a Jesús como el Mesías, hijo de Abraham e hijo de David, por el mismo hecho está proclamando la grandeza de María, la mujer que lo dio a luz. Este texto enseña, en definitiva, con claridad y nitidez: la maternidad mesiánica de María.
b) La concepción virginal de Jesús-Mesías, por obra del Espíritu Santo (1,18-25): este relato contiene importantes datos de teología mariana:
· Afirma la virginidad de María anterior a la concepción de Jesús;
· Proclama la concepción de Jesús en María como fruto de una acción soberana y creadora de Dios, mediante la fuerza y el poder de su Espíritu;
· Enseña que la maternidad de María es una maternidad mesiánica, pues dará a luz al Mesías anunciado por el profeta Isaías (Is.7, 14)
· Insinúa discretamente que la maternidad de María será una “maternidad divina", pues el hijo a quien va a dar a luz -al no tener padre humano, pero al ser concebido por la virtud del Espíritu de Dios- tendrá por Padre al mismo Dios.
2. Maternidad mesiánica y maternidad divina de María en el evangelio de san Lucas (hacia el año 70).
El protagonista del "evangelio de la infancia" en san Lucas es siempre Jesús; pero unida estrechamente a Él, aparece su Madre. Cinco son los pasajes en que Lucas presenta a María, la Madre de Jesús:
a) La Virgen María, Madre del Hijo de Dios (1,26-38):
La finalidad del relato de la anunciación ha sido declarar que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, y afirmar la libre colaboración de la Virgen María mediante su consentimiento a una concepción virginal.
La anunciación es un texto eminentemente cristológico. Su interés está centrado en la persona de Jesús: Mesías e Hijo de Dios. Ningún pasaje evangélico contiene tantos títulos mesiánicos como éste. Sin embargo, María juega un papel de importancia capital en esta escena:
· María es el instrumento elegido por Dios para llevar a cabo la realización de las promesas mesiánicas: el hijo que va a nacer será el Mesías Davídico; por tanto, su maternidad será una Maternidad Mesiánica;
· En María se realizará al mismo tiempo el misterio inaudito de la encarnación del Hijo de dios; su maternidad será, por consiguiente, una Maternidad Divina;
· En todo este proyecto divino, María colabora con toda su voluntad, con toda su libertad, con toda su entrega, con toda su fe y con todo su amor;
· Finalmente, en las perspectivas del evangelista, María le interesa ya no solamente como persona individual, sino como símbolo del creyente tanto de Israel como de la Iglesia. María la virgen es una síntesis admirable de los pobres de espíritu, del Siervo de Yavé, de la mujer fiel y entregada, y de Jerusalén, la Hija de Sión, Madre del Pueblo elegido y depositaría venturosa de las promesas mesiánicas
b) María, la Madre del Señor (1.39-56):
El relato evangélico de la visita de María a su pariente Isabel es un cuadro rebosante de gozo y alegría, a la vez que denso en mensaje doctrinal.
Esta escena aparece, a primera vista, como el encuentro de dos madres (María e Isabel); sin embargo, en la realidad profunda es sobre todo el encuentro de dos hijos (Jesús y Juan).
Más aún, en la mente del evangelista, Isabel-Juan y María-Jesús representan las dos economías que se encuentran y se continúan: la Antigua y la Nueva Alianza. La Antigua precede; por eso la primera anunciación ha sido la de Juan; pero la nueva Alianza lleva a plenitud la primera, por eso el Mesías viene en el seno de su Madre a visitar a Isabel y a su hijo para que a su contacto sean llenos del Espíritu Santo.
El relato consta de una introducción (v.39-40:"María va al encuentro de Isabel"); dos escenas mesiánicas (V.41-45: Isabel saluda y bendice a María" y 46-55: el cántico de María); y una conclusión (v.56: María en casa de Isabel).
c) María da a luz a su primogénito: Salvador. Cristo, Señor (2,1-21):
En contraste con el relato sobrio del nacimiento de Juan, Lucas narra el nacimiento de Jesús con riqueza y lujo de detalles. Si Juan nació en la modesta comunidad de una casa sacerdotal, Jesús nacerá en la sencillez y pobreza de un establo y será colocado en un pesebre. .
El presente relato cubre dos temas:
· El nacimiento del hijo primogénito de la Virgen María, que es un Salvador, Cristo y Señor (2,1-20);
· El nombre Jesús dado al recién nacido (2,21).
Desde el punto de vista doctrinal, el relato del nacimiento de Jesús proclama la maternidad en acto de la Virgen María.
Ella es la Madre de Jesús; pero Jesús es a la vez el Salvador, el Cristo (el Mesías) y el Señor. Su maternidad es una maternidad mesiánica y una maternidad divina. María es grande y bienaventurada, pero toda su grandeza le viene radicalmente por lo que es su hijo.
d) María participará en la misión dolorosa de su Hijo (2,22-40):
Además de reconocer las virtudes religiosas de María y de José al querer ellos cumplir con exactitud las prescripciones de la ley de Dios, es necesario destacar dos elementos doctrinales de particular significado:
· María presenta su hijo Jesús al Señor. La escena -en la cual no se menciona el rescate- aparece: como el acto de ofrecimiento que la Virgen María hace a Dios de su primogénito; como la oblación de una víctima; como la consagración de su hijo al servicio exclusivo del Señor.
A la luz de toda la vida de Jesús, el ofrecimiento que María hace de su hijo en el templo es un anuncio de la oblación que del mismo hará en el Calvario; es a la manera de una oblación sacerdotal.
· María es la personificación de la hija de Sión. madre del pueblo de Dios. Ella sufre, a la par de su hijo, ante le perspectiva de la división del pueblo a causa de la aceptación o del rechazo que los hijos de Israel (y después de ellos, los gentiles) harán de su Hijo-Jesús; y su dolor se agudizará a causa de aquellos qué hayan optado en contra, cerrándose al ofrecimiento de la salvación en Jesús.
e) "Su Madre guardaba todas las cosas en su corazón..." (2,41-52):
La intención del evangelista al transmitir el episodio de Jesús niño perdido en el templo de Jerusalén es descubrir que Jesús, desde que se abrió a la conciencia humana, sabía que era el Hijo de Dios.
La nota “su Madre guardaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón" nos ilustra sobre la fuente de donde nos han venido estos recuerdos. María, con su reflexión contemplativa, guiada por el Espíritu Santo, penetraba más y más en el misterio de su Hijo. El Espíritu Santo que la había cubierto con su sombra para concebir en su seno el Hijo de Dios, la iluminaba con su poderoso resplandor día a día en el ejercicio continuado de su maternidad humano-divina,
3. La Madre de Jesús en el evangelio de San Juan (entre el 90-100)
a) María en la obra mesiánica de Jesús (2.1-11):
La presencia de la Madre de Jesús y su intervención, en ausencia de tantos otros detalles, es muy significativa. El papel que Ella juega en este relato sólo se explica por una intención de orden doctrinal por parte del evangelista.
El vino de Caná tiene un doble valor: como milagro y como signo:
· Como milagro. Con la conversión del agua en vino, Jesús manifestó su gloria e hizo brotar en sus discípulos la fe en Él como Mesías. En otros términos, con ese prodigio Jesús inauguró públicamente su tarea mesiánica, y su Madre intervino en ello.
· El banquete de bodas de Caná es signo del banquete de bodas mesiánicas, donde el esposo es Jesús y la mujer es su madre. Ella es la Mujer nueva, que está junto al Hombre nuevo.
· Como signo. El vino de Caná es signo y anuncio de la sangre que Jesús dará cuando llegue su hora. Si, pues, María intervino en el momento del símbolo, también intervendrá en la hora de lo simbolizado, a saber: en el instante en que Jesús lleve a término su obra mesiánica derramando su sangre por la vida del mundo. Esta intervención aparecerá clara al ver a la Madre de Jesús al pie de la cruz de su Hijo, recibiendo de sus labios nuevamente el solemne y misterioso título de Mujer, y asistiendo el momento en que de su costado broten las últimas gotas de sangre {Jn. 19, 25- 2. 34)
El relato de Caná forma un todo con la escena del Calvario, y el elemento clave es el título de Mujer dado a María en una y otra ocasión. Con este procedimiento literario el evangelista ha querido enseñarnos que la Madre de Jesús estuvo íntimamente unida a si hijo desde el comienzo de su obra mesiánica hasta el instante supremo de su entrega en la cruz.
En esta amplia perspectiva es como se comprende bien el tono abrupto de la respuesta de Jesús: "Qué hay entre tú y yo. Mujer; todavía no ha llegado mi hora". Estas palabras del Señor son como una cita, para el momento cumbre de su hora. Entonces sí, sin que ella le pida el vino nuevo, el vino mesiánico Él lo dará en abundancia.
b) Maternidad espiritual de María (19,25-27):
La contemplación que los evangelistas han hecho de Jesús en el Calvario es muy sobria, pero rica en penetración religiosa. Cada uno ha percibido rasgos o detalles particulares.
Juan ha transmitido el testamento espiritual del corazón de Jesús; "Mujer: he ahí a tu hijo...; He ahí a tu Madre...; y ha intuido la plena realización del plan salvífico de Dios en dos palabras augustas: "Tengo sed", y "Todo está consumado" (Jn 19,26-30).
En este pasaje, comprendido en profundidad, se puede percibir un eco y resonancia de los capítulos segundo y tercero del Génesis (Gn 2,18;3,Ib-16.20); resonancia que encuentra su apoyo en la siguiente reflexión:
Para san Juan, durante la semana de la glorificación por la cruz, se jugó un drama decisivo, en el que tomaron parte personajes tipos, presentados mediante títulos de significado simbólico: El Hijo del hombre (12,23.24;13.31); "la Mujer"(19,26); el discípulo a quien Jesús amaba (13,23;19,26); el príncipe de este mundo (12,31;14,30; 16,11).
Pues bien, este drama es la contrapartida del drama de los orígenes de la humanidad. Un combate se libra en el que el Príncipe de este mundo (la antigua serpiente) será arrojado fuera (12,31); el Hijo del hombre, el hombre nuevo, el nuevo Adán, saldrá victorioso y atraerá a todos hacia si (12,31; 16,33). En esta obra grandiosa está asociada una Mujer que tiene la misión de nueva Eva: compañera y principio de vida. Finalmente, de allí surgirá una nueva descendencia, un linaje fiel, representado en el discípulo amado de Jesús.
Para el evangelista Juan, en el momento en que Jesús está elevado de la tierra atrayendo a todos hacia sí, un nuevo mundo está por comenzar, una humanidad nueva está por nacer.
Allí está él, el Hombre nuevo, el nuevo Adán; y allí está ella, la nueva Mujer, la nueva Eva. Ella recibe de labios del hijo del hombre su nueva misión: será la Madre del discípulo de Jesús, esto es, de todo aquel a quien, siendo objeto de su amor salvífico, le comunique vida eterna.
María al pie de la cruz es declarada por Jesús "Madre espiritual de una humanidad nueva" que está naciendo. Desde el día de la encarnación María, al ser Madre de Jesús Cabeza, quedó convertida en madre de su cuerpo total; pero en el Calvario, cuando Jesús, el Hijo hombre, engendra definitivamente al nuevo Pueblo de Dios -la Iglesia- María recibe oficialmente su misión maternal respecto de ella.
En otras palabras, en esta escena evangélica {Jn 19,25-27) se deduce una doctrina importante: que la Santísima Virgen María, Madre de Jesús, es a la vez Madre de la Iglesia, esto es Madre de la Comunidad de todos los creyentes.
Conclusión
"La verdad sobre María se deduce en primer lugar de los datos bíblicos que nos han sido transmitidos, sobre todo, en los cuatro evangelios. No obstante, es necesario afirmar que quien nos habla de María no es el evangelio de Mateo, el de Lucas o el de Juan. De María habla un solo libro, que es la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios en la Escritura debe ser entendida e interpretada unitariamente.
Por lo tanto, aunque resulte necesario para un mejor estudio fijarse en cada uno de los libros y autores, no obstante, el autor de la Escritura Santa es el Espíritu Santo y toda ella constituye un solo libro en el cual se manifiesta el proyecto de Dios. Este criterio hermenéutico nos lleva a interpretar los textos marianos en el conjunto de la Palabra de Dios y a la luz de su autor, que no se contradice y tiene un proyecto unitario, armónico y global. En esta perspectiva, la Iglesia puede ir descubriendo aspectos nuevos en la revelación sin salirse de ella. La revelación resulta entonces una fuente inagotable. Siempre hay nuevas dimensiones, nuevas facetas por descubrir. Buscar la verdad sobre María en unos pocos textos neotestamentarios es insuficiente, no hace justicia a la única revelación que nos ha sido transmitida. Es por eso perfectamente legítimo descubrir la verdad sobre María tanto a la luz del Génesis como a la del Apocalipsis, tanto de los libros del Antiguo Testamento como de los del Nuevo. (7).
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(7)PAREDES GARCÍA, J.C.R., Mariología, BAC, Madrid, 1995. Págs. 301-302.