
Academia de estudios marianos, fundada el 22 de septiembre de 1959 por el sacerdote alemán Richard Struve Haker, en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Bogotá, con el permiso de la XIX Conferencia Episcopal Colombiana. La Revista Regina Mundi es su órgano de difusión. www.sociedadmariologicacolombiana.com
jueves, 15 de diciembre de 2022
jueves, 8 de diciembre de 2022
La Inmaculada, principio de la redención
Por
Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad
Mariológica Colombiana
La concepción impoluta de la
Santísima Virgen María fue el preámbulo para una súplica de urgente santidad: “Venga
a nosotros tu Reino”. (Mt 6,10).
La humanidad vencida y divorciada
de su Creador por la dupla del pecado, desobediencia y vanidad, necesitaba obtener
una renovación restauradora en su origen femenino.
Eva, la fémina indiscreta y
carne de Adán, permitió que la astuta serpiente la convenciera de comer el
fruto prohibido. El garoso mordisco abrió la puerta a la condenación eterna. La
gustativa insubordinación de un capricho al paladar rompió la gracia divina
otorgada a su ser. La luz del Espíritu se oscureció en el interior de la obra
maestra de la Divinidad, el hombre.
La reparación de esa catastrófica felonía requería de una
invención superior e innovadora, una especie de blindaje, virtud impenetrable
para las fuerzas de la iniquidad. La coraza, diseño celestial, es la derrota
permanente del Maligno. Son hilos de pureza tejidos en la rueca de la humildad.
Así, la mujer castísima fue gestada bajo el omnipotente arte
de la oposición misericordiosa contra la vileza de la maldad. (Gén 3,15). La
flamante criatura, procreada para la gracia universal, fue concebida sin macula
en la perennidad del amor de Dios. Ella sería la primicia de un anuncio salvador.
María Purísima, aurora de la esperanza santificante, ofició su preparación para
la esclavitud corredentora.
La pulcritud del fiat engendró al Redentor, su unigénito.
jueves, 1 de diciembre de 2022
La Virgen desconocida
Por Julio Ricardo
Castaño Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
Nuestra Señora de la Peña, la estatuaria de Dios para el pueblo de
Santafé de Bogotá, enfrenta un reto de ausencias. La amnesia cultural de la
capital la ignora. La urbe, inundada por la desinformación de la imagen y la
dictadura del ciberespacio, no tiene sitio para la dimensión de lo
trascendental. Además, el bellísimo santuario, joya de los Andes, engarzado en
la loma oriental no usa los medios para difundir su rica historia y su compleja
estructura mariológica.
Por esos motivos, entre sus empinados senderos, la gente se pregunta dónde
encontrar información sobre aquel tesoro colonial y celestial. Los turistas,
los lugareños y los promeseros, extranjeros y raizales, llegan, con algo de
esfuerzo en la sumatoria, a las cuatrocientas personas en promedio para las dos
eucaristías de la semana. 12 y 4 de la tarde, en el día del Señor.
Y la queja de los peregrinos entró a estos rincones de la academia con
cierto acento de desilusión y tribulación. “Subimos el pasado domingo, 27 de
noviembre, a la santa misa y en el saloncito de atención no hay novenas,
estampas ni medallas alusivas a la Patrona”, afirmó uno de sus leales devotos.
El inconveniente, con
rostro de problema, tiene una solución, vigente:
“…La mayoría de nuestros santuarios están
dedicados a la piedad mariana. Aquí, la Virgen María abre de par en par los
brazos de su amor maternal para escuchar la súplica de cada uno y concederla”,
expresó el papa Francisco en la Universidad Lateranense de Roma, en el I
Congreso Internacional para Rectores y Operadores de Santuarios, 2018. El
milagro viene por el empedrado camino de la esperanza…