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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |

Academia de estudios marianos, fundada el 22 de septiembre de 1959 por el sacerdote alemán Richard Struve Haker, en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Bogotá, con el permiso de la XIX Conferencia Episcopal Colombiana. La Revista Regina Mundi es su órgano de difusión. www.sociedadmariologicacolombiana.com
viernes, 27 de junio de 2025
Oración al Sagrado Corazón de Jesús
jueves, 19 de junio de 2025
Los corazones traspasados de Jesús y María
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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
Madre Adela Galindo,
Fundadora SCTJM
(Artículo escrito para la
edición del Domingo de Ramos del periódico de la Arquidiócesis de Miami, La Voz Católica)
El Corazón traspasado de
Jesús
En el Evangelio de San
Juan capítulo 13,1, leemos: “(Jesús) habiendo amado a los suyos que estaban en
el mundo, los amó hasta el extremo”. Este amar hasta el extremo significa que
su Corazón no ha escatimado en nada para manifestar su amor a los hombres.
Jesús nos amó hasta el extremo de entregar su Cuerpo, su Sangre y su Corazón en la Cruz. “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha escatimado en nada por salvarles y demostrarles mi amor”, dijo Jesús a Santa Margarita María de Alacoque mientras le mostraba físicamente Su Corazón. ¡Cuánto desea Jesús que comprendamos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad (Ef 3,17) del amor de su Corazón! ¡Cuánto desea que nos dispongamos a contemplar, como San Juan, los misterios de amor de su Corazón traspasado!
En la narración de la
crucifixión, San Juan nos dice: “Al llegar a Jesús, como lo vieron muerto...
uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió
sangre y agua”. (S. Jn 19,37) Qué momento para San Juan, quien recostó su
cabeza en el pecho de Cristo en la última cena y escuchó sus latidos de amor
oblativo por la humanidad. Al contemplar el Corazón traspasado se adentraba en
los grandes misterios del amor de Jesús. Esta es la razón porque el evangelista
exclamaría en su primera carta: “Dios es Amor”. ¿Cómo no exclamar esta verdad,
cuando ante sus ojos se manifestó el amor que no escatimó en nada por abrir las
puertas del Reino a la humanidad y que dejó la llaga de su costado como el
eterno acceso del hombre al Corazón de Dios?
Contemplar la llaga de su
Corazón traspasado es adentrarnos en la escuela del amor. Esa llaga, que es
causada por la lanza del rechazo de los hombres, es la que Jesús convierte en
el acceso directo a su Corazón y al reino de los Cielos. ¿No es conmovedor Su
amor? ¿No es esta llaga el signo más claro de la oblación generosa de su
Corazón? ¿No es acaso el sello de su amor y de su sacrificio? ¿No es su Corazón
traspasado el triunfo del amor? Porque el amor triunfa cuando vence al mal,
cuando da vida después de la muerte; cuando responde a la dureza del corazón
humano ofreciendo su vida, su Corazón. Esta es la gran victoria del Corazón
traspasado, que el Amor no siendo amado, como nos dice S. Francisco de Asís,
responde amando hasta el extremo.
El amor del Corazón de
Cristo convierte la llaga causada por el desprecio de los hombres en la fuente
de vida, de donde manan gracias de salvación: “El Sagrado Corazón de Jesús fue
traspasado por la lanza en la cruz para que fluyesen de él tesoros de gracia
para todos los hombres. Es como una fuente perenne de vida que da esperanza a
cada hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad,
redimida del pecado”. (SS. Juan Pablo II, 1997).
De su Corazón traspasado nace la Iglesia. El dolor abrazado por amor tiene la capacidad de redimir, de salvar y de dar vida. San Maximiliano Kolbe repetía constantemente a sus frailes: “El amor es fecundo, solo el amor crea y da vida”. Cristo da vida a la Iglesia después de muerto. Cuando su Corazón es golpeado por la lanza, se abre una llaga. De esta fuente abierta, nacen la Iglesia y los Sacramentos. ¡Qué poder fluye del Corazón traspasado! ¡Qué triunfo del amor sobre la muerte!... “El amor es más fuerte que la muerte” (Ct 8,6). El amor es más fuerte que la muerte porque la vence, y la vence porque no deja de dar vida aun después de la muerte.
El Corazón traspasado de
María
A esta poderosa fecundidad del Corazón traspasado de Jesús, está plenamente unido el Corazón de María, traspasado místicamente junto al Corazón de su Hijo. En Lucas 2,35, se nos narra como Simeón profetiza el destino doloroso de Jesús, del cual participaría su Madre. “Éste está puesto para caída y elevación de muchos y para ser señal de contradicción- y a ti misma una espada te traspasará el corazón”. Estas palabras le indican la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo llevaría a cabo su misión mesiánica, es decir, en la incomprensión, rechazo y dolor. A este camino doloroso, pero fecundo, estaría unida de manera única y singular la Madre. El Corazón de María, unido indisolublemente al de su Hijo, recorrería el mismo destino. “Al pie de la Cruz, una espada traspasa el Corazón de María, cumpliendo así las palabras de Simeón... unido totalmente al sacrificio redentor de su Hijo, está el sacrificio maternal de su Corazón”. (JPII, 1988) .
El Santo Padre habla de esta participación singular de la Virgen en el sufrimiento redentor, como una “crucifixión espiritual”, como “un traspaso espiritual”, cuyo propósito es dar vida a través de la apertura del corazón. La maternidad espiritual de María sobre los hombres alcanza su plena realización en el Calvario cuando de manera explícita Jesús dice desde la cruz: “Mujer he aquí a tu hijo; hijo he aquí a tu Madre”. (Jn 19).
Juan Pablo II, en su visita al Santuario de Fátima en 1982, nos explicó que estas palabras de Jesús abrieron el Corazón de María para su maternidad espiritual sobre la Iglesia: “Cuando Jesús dijo: Mujer he aquí a tu hijo, abrió de una manera nueva el Corazón de la Madre. Un poco más tarde el soldado traspasa el Corazón de Jesús. Con estas palabras, el Corazón de María es abierto para recibir a los que el Corazón traspasado de Jesús iba a alcanzar con su poder redentor”.
Igual que el Corazón de
Jesús en el momento del traspaso dio a luz a la Iglesia y quedó eternamente
abierto para derramar gracias de salvación sobre la humanidad, el Corazón de
María unido espiritualmente al traspaso de su Hijo, quedó abierto para siempre
para acoger con amor materno a los que aceptan la redención de su Hijo y para
ejercer su mediación materna sobre todos los hombres y en todo momento
histórico.
Sólo el amor triunfa
¡Contemplen al que
traspasaron! (Jn 19,37). Cuán necesaria es esta contemplación para adentrarnos
en la escuela del amor. El amor del Corazón de Jesús fue capaz de transformar
la muerte en vida; el dolor en redención; la llaga de su costado en puerta
abierta y fuente de salvación. El amor del Corazón de María fue capaz por su
comunión perfecta e incondicional a la obra redentora, de recorrer el mismo
destino de su Hijo, hasta llegar al pie de la Cruz. Del Corazón traspasado de
Cristo hemos recibido salvación, liberación, redención. ¡Cuántas gracias fluyen
a través de la llaga de su Corazón! Del Corazón traspasado de María nace su
maternidad espiritual, que la ejerce siempre con generosa solicitud, con su
poderosa intercesión y con su mediación materna sobre la Iglesia y el mundo.
Que nuestra contemplación del amor de los Corazones traspasados de Jesús y María mueva profundamente nuestros corazones, para que nos convirtamos en testigos vivientes del amor que contemplamos. “El hombre del Tercer Milenio necesita el Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la civilización del amor”. (Juan Pablo II, 1999).
jueves, 12 de junio de 2025
El Corazón de Jesús, el Espíritu Santo y María
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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
San Juan Pablo II, homilía en Innsbruck – 27 de junio de 1988
Queridos hermanos en Cristo, junto con María lo miramos a Aquel, «a quien han traspasado» (Jn 19, 37). ¿Por qué con María juntos? Porque ella, como ningún otro ser humano, ha unido su vida con el camino y la obra de salvación de Jesús… Con toda la fuerza del corazón de madre, participó en los sufrimientos del Hijo en su batalla contra la muerte, y aceptó su entrega al Padre, para que el mundo encontrara la salvación en Él. «Stabat mater dolorosa» – «La madre se mantenía firme bajo dolor» bajo la cruz. Esta experiencia impactante que penetró en las raíces de su vida abre la mirada de María al mensaje de salvación que viene de la cruz de Jesucristo. Observado de cerca, Jesús apareció golpeado por el «furor de la ira» de Dios (cf. Oseas 11: 9) cuando tomó sobre sí mismo todos los «pecados del mundo». Sin embargo, María miró aún más profundo: no, no fue el «furor de la ira» lo que amenazó con aniquilar a su Hijo; fue más bien el calor del amor de Dios lo que devoró al cordero del sacrificio y así confirmó la aceptación del sacrificio de la vida. Esta total disponibilidad de dedicación para nosotros ciertamente no provino de la estrechez y debilidad del corazón de un hombre sencillo, es más bien «el santo», «el Hijo de Dios», de quien María, según las palabras del Ángel, se convirtió en Madre. Es Él quien ofrece su vida terrenal en la cruz para borrar los pecados de sus hermanos y hermanas de todos los tiempos.
María reconoce en su
Corazón, atravesado por la «espada», el Corazón moribundo del Hijo y el ardor
de su amor divino; ahora sabe lo que Juan nos anunciará en su Evangelio con las
siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único hijo para
que quien crea en Él no muera sino que tenga vida eterna «(Jn 3, 16s).
Queridos hermanos y
hermanas. El Evangelio de la fiesta de hoy ha dirigido nuestra mirada con María
hacia el corazón abierto del Salvador. Verdaderamente: «De su Seno manarán ríos
de agua viva. Dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que
creyeron en Él «(Jn 7, 38).
Cuando el Espíritu de
Dios descendió sobre la Iglesia reunida en Jerusalén el día de Pentecostés,
María, la madre de Jesús, también estaba en medio de ellos. Hasta hoy ella es
la modelo de la fe cristiana. En ella, la fe ha encontrado su mayor esplendor,
su íntimo canto. Junto con ella también
nuestra vida debe convertirse en un constante agradecimiento a Dios:
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador» (Lc 1,
46 ).
jueves, 5 de junio de 2025
El latido del amor
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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
Por Pierre de Bérulle, cardenal
Escritos
«María, por su parte, guardaba todas estos recuerdos y los meditaba en su corazón.» (Lc 2,19)
Jesús crece en María y es parte de ella y el corazón de Jesús está íntimamente unido al corazón de María. También María vive en Jesús que es su todo y el corazón de María está íntimamente unido al corazón de Jesús que le insufla la vida. Así que Jesús y María son uno, viviendo en la tierra. El corazón del uno no vive ni respira más que por el del otro.
Estos dos corazones, tan cercanos y tan divinos, viviendo una única vida tan alta ¿qué no harán el uno para el otro, el uno en el otro? Únicamente el amor lo puede imaginar y sólo el amor divino y celestial. Únicamente el amor de Jesús lo puede comprender... ¡Oh corazón de Jesús viviendo en María y por María, oh corazón de María viviendo en Jesús y para Jesús, oh unión deliciosa de estos dos corazones!
El corazón de la Virgen es el primer altar sobre el que Jesús ha ofrecido su corazón, su cuerpo, su espíritu en hostia agradable de alabanza perpetua, y donde Jesús ofrece el primer sacrificio y la primera y eterna oblación de si mismo.