Academia de estudios marianos, fundada el 22 de septiembre de 1959 por el sacerdote alemán Richard Struve Haker, en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Bogotá, con el permiso de la XIX Conferencia Episcopal Colombiana. La Revista Regina Mundi es su órgano de difusión. www.sociedadmariologicacolombiana.com
lunes, 8 de diciembre de 2025
jueves, 4 de diciembre de 2025
La Renovación, testigos y juristas
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
Material editorial producido
con Inteligencia Natural (IN)
“Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por él”. (Jn 1,7).
Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá es un documento vital para la historia nacional. La figura
renovada es parte integral del arte colonial mariano. Ella tiene su lugar
afectivo dentro de la memoria colectiva de un país devoto, permanencia
generacional.
Ese patrimonio cultural
colombiano posee toda la solidez de la investigación. Su línea de tiempo se
trazó sobre hechos comprobados por la ciencia y la fe. Esa dupla encontró la
razón válida para discernir, con la fuerza exploratoria del bien, la verdad
suprema. Elemento que descubrió la sencillez de su belleza beatífica.
Sobre esa frazada se
plasmó la idea de patria desde el vientre telúrico de la Nación.
Sus tiempos marcan el
derrotero del milagro. La historiografía del fenómeno permite realizar un
esquema para seguir a los protagonistas sin la retórica literaria del mito y la
leyenda.
Hay cuatro períodos
marcados por las personas que dejaron su declaración juramentada. Estos se
pueden diagramar en un resumen para que una acción didáctica dé a conocer el
origen y el desarrollo del prodigio.
Sección 1
Años 1562-1578
Los trazos y la
catequesis
Los pioneros son la
trilogía que construyó la realidad base para la memoria del hecho divino: Antonio
de Santana, encomendero de Suta. Fray Andrés de la Villa de Jadraque, O.P., que
llegó a Suta entre mayo y junio de 1562 y el pintor español, Alonso de Narváez,
que trazó al temple y sobre una manta de algodón el concepto de la Virgen del
Rosario. La Reina fue dibujada en compañía del apóstol san Andrés y san Antonio
de Padua. La tela se plasmó en la ciudad, muy noble y muy leal, de Tunja.
Al trío de notables se unieron
los indígenas catecúmenos de la encomienda invitados por el catecismo. Razón para
que el arzobispo de Santafé de Bogotá, Juan de los Barrios, O.F.M., visitara y
organizara la doctrina de Suta, en
julio de 1566. En el año de 1572 se encargó al cura Francisco Pérez de
los oficios religiosos de Chiquinquirá y Suta.
El nuevo
arzobispo, Luis Zapata de Cárdenas, O.F.M., secularizó la doctrina dominica de
Suta y ratificó al padre Francisco Pérez. El hermano Andrés de Jadraque, O.P.,
fue trasladado al convento de Mariquita (Tolima), diciembre de 1574.
El cuadro de la
Virgen envejeció y según el padre Pérez estaba muy deteriorado por causa de las
goteras, producto de las lluvias, que caían dentro de la choza capilla, 1576.
Pérez le entregó
la doctrina de Suta al padre Juan Alemán de Leguizamón, 1578. El recién llegado
examinó la obra y determinó que su condición de avería no la hacía apta para el
culto. La descolgó y se la entregó a don Antonio de Santana. Él la envió para
sus aposentos de Chiquinquirá, Boyacá.
Sección 2
Años 1578-1586
Del abandono a la
renovación
El padre Juan
Alemán de Leguizamón se retiró de la doctrina de Chiquinquirá. De 1580 a
noviembre de 1585 no trabajó el cura, lo cual dejó sin sacramentos a los lugareños.
A ese tiempo sindiós se sumó el fallecimiento de Antonio de Santana en Tunja,
1582. Su viuda Catalina García de Irlos se trasladó a la casa de Chiquinquirá. El
luto continuó con el amigo de la familia, Alonso de Narváez, que descansó en la
paz del Señor, octubre de 1583.
El duelo en las proles,
escogidas por la Providencia, no detuvo la dinámica de los acontecimientos. La
llegada de María Ramos de Santana abrió otro capítulo. La mujer vino de España
al Nuevo Reino de Granada acompañada de su cuñado, Francisco de Aguilar
Santana, y se radicó en Tunja, 1585, mientras el presbítero mestizo, Juan de
Figueredo, se posesionó como doctrinero de Suta y Chiquinquirá.
María Ramos y su
hija del primer matrimonio, Ana de los Reyes, se instalaron, por invitación de
Catalina García de Irlos, en los Aposentos de Chiquinquirá, 1586. Ramos halló, entre los aperos de la capilla, el
cobertor de algodón donde se pintó a la Virgen del Rosario junto a sus edecanes.
La desteñida pieza estuvo en la encomienda por espacio de ocho años, 1578 a
1586, y servía como trapo para las tareas del campo como el secado del trigo.
El viernes 26 de
diciembre de 1586, el dedo de Dios escribió la crónica del asombro. El retrato
de Santa María, decolorado y roto, se renovó milagrosamente. La india Isabel, el niño Miguel, Juana de
Santana, Catalina García de Irlos y Ana Domínguez, en compañía de los labriegos,
contemplaron el portento. El gentío se convirtió en un testimonio trashumante. Los
nativos cocas iniciaron la construcción de un pequeño templo para albergar a
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, enero de 1587.
Sección 3
Años
1587-1588
Los
declarantes y el escribano
El portentoso acontecimiento movió la maquinaria jurídica y eclesial con
carácter de urgencia manifiesta. El 10 de enero de 1587 rindieron
declaración jurada ante el cura de Chiquinquirá y Suta, Juan de Figueredo, y en
presencia del escribano de Su Majestad, Felipe II, Diego López Castiblanco, los
siguientes testigos de excepción: María Ramos, mujer de Pedro de Santana.
Isabel, india ladina, natural de Turga, de la encomienda de Pedro Núñez Cabrera
y del servicio de Martín López, que residía en el pueblo de la Trinidad de Muzo,
y Juana de Santana viuda de Juan Morillo. Las mujeres narraron como ocurrió el
fenómeno de la renovación del cuadro de la Rosa del Cielo.
El clérigo, Juan
de Figueredo, envió el informe jurídico al ilustre fray Luis Zapata de
Cárdenas. El pliego daba cuenta de los hechos sobrenaturales.
Ampliación de las
indagatorias
El 12 de
septiembre 1587. Aposentos de Chiquinquirá. Doña María Ramos rindió declaración
juramentada sobre el milagro de la restauración frente al cura y vicario de
Villa de Leiva, Jerónimo de Sandoval. En el acto estuvo presente el notario de
su majestad, Andrés Rodríguez.
El padre Juan de
Figueredo declaró sobre la curación milagrosa de Beatriz Sánchez, vecina de
Vélez, que se sanó de un flujo de sangre en la capilla de la Virgen. Juana de
Santana testificó sobre la renovación y la sanación milagrosa de Beatriz
Sánchez. El ecuatoriano, Alonso Jurado, relató su curación. Estuvo tullido y
prometió en agradecimiento servir en esa casa, con hábito de ermitaño, por un
año.
La noticia, de
origen celestial y terapéutica, cambió la rutina macabra de la señorial Tunja.
La epidemia de viruela era el motivo para volver a la intercesión corredentora
de la Madre de Dios.
El primero de diciembre de 1587, el Cabildo de Tunja escribió una
carta para el vicario, Juan de Figueredo. El objetivo de la misiva era el de
solicitarle la salida de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá para poder
llevarla a la ciudad de Suárez Rendón. Propósito: remediar la peste que los azolaba.
El dos, La Patrona salió de su santuario en los hombros de sus devotos. Fue acompañada
por los indígenas de la comarca. El
mortal contagio cesó.
El 6 de enero de 1588, Su Excelencia Zapata de
Cárdenas despachó una comisión especial para constituir en Tunja un tribunal
eclesiástico de inspección sobre el regenerado material pictórico.
El equipo de
peritos estuvo compuesto por los jueces comisionados: licenciado padre Juan
Rodríguez Adalid; el cronista de Indias, Juan de Castellanos y el vicario de
Tunja, Juan de Cañada. Los presbíteros
recopilaron las indagaciones jurídicas. Los jueces designados hicieron un
estudio sobre la manta.
El escribano de Su
Majestad y funcionario de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, Juan de
Ortegón, tomó la declaración del presbítero Juan de Leguizamón y del antiguo
doctrinero de Suta, padre Francisco Pérez, entre el 15 y el 18 de enero.
El 19 de enero de
1588, los togados le dieron la orden al padre Juan de Figueredo de prepararse
para llevar a la Santísima Virgen María de regreso a su morada. Sin embargo, el
día 20 lo llamaron a declarar antes de la procesión de salida.
El 24 de enero de
1588, en Chiquinquirá, Juan de Figueredo hizo acudir como testigo de la
curación milagrosa del ciego Pedro Gómez al alcalde Juan Prieto Maldonado, a
Juan de Porras Marquina, regidor de la ciudad de Tunja. En esa fecha,
asistieron el alcalde Juan Falcón, vecino de Villa de Leiva, y el padre
Fernando de Rojas, cura del pueblo de Samacá. Las declaraciones las anexó al
escrutinio jurídico sobre el caso.
Las pesquisas dieron
sus primeros frutos dentro de la organización eclesial del aposento. El 19 de
marzo de 1588, el padre Gonzalo Gallegos fue nombrado cura doctrinero de
Chiquinquirá y Saboyá.
La necesidad de
afianzar la evangelización permitió que el 10 de abril de 1588, el arzobispo
Luis Zapata de Cárdenas fundara la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá. El clérigo, Gonzalo Gallegos, tomó posesión oficial del curato.
Sección 4
Años 1588-1589
Lo maravilloso y el
mitrado
El 30 de julio de 1588, Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá se iluminó entre las ocho y las nueve de la noche. El prodigio fue
observado por Petronila del Valle y su hermana María del Valle quienes dieron
la voz de alarma a los vecinos y a los peregrinos de Muzo que corroboraron el hecho.
El 31, el padre Gonzalo Gallegos hizo comparecer como testigos de la
iluminación a Petronila del Valle, mujer de Juan Ruiz Meléndez, vecino de la
ciudad de Muzo; a doña Ana Salguera, mujer del capitán Sebastián de Saavedra,
vecino de la ciudad de Muzo; al capitán Sebastián de Saavedra, vecino de la
ciudad de Muzo; a Juan López de Lozada que estaba presente en el momento de la luminosidad.
El clérigo Gallegos redactó informe y envió copia al arzobispo de Santafé de
Bogotá. Notario, Bartolomé Hernández de Molina.
El 14 de agosto 1588, monseñor Zapata de Cárdenas llegó a Chiquinquirá
acompañado de los señores Lope Clavijo, teólogo comisario del Santo Oficio;
Miguel de Espejo, tesorero de la Catedral de Santafé de Bogotá y don Alonso
Cortés, notario eclesiástico para investigar lo ocurrido. El prelado hizo
levantar un acta donde dejó constancia de la curación de un paralítico por mediación
de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El beneficiado se llamaba Juan
de la Peña.
El metropolitano se
instaló y dirigió personalmente la averiguación. El 15 de agosto habló con
María Ramos. Ella le contó los coloquios que tuvo con la Inmaculada. Ese
material no aparece en los expedientes, pero fueron citados de la tradición
oral por fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P., en su obra sobre el tema.
El 16 de agosto,
el primado envió comunicación al cura y beneficiado de Vélez, padre Lorenzo
Martín de Benavides, para que certificara la curación de doña Beatriz Sánchez
ante la Virgen de Chiquinquirá.
“Lamentablemente
el original del acta de Chiquinquirá de 15 y 16 de agosto, levantada por el
arzobispo y sus asesores oficiales, se extravió. El resto del proceso sí se
conserva en el Archivo Provincial Dominicano”. (Cf. Fray Alberto E. Ariza,
O.P. Apostillas a la historia de Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá. Editorial Kelly. Bogotá, 1969. Págs.
27-28).
El 17 de agosto, el
buen pastor bendijo la primera piedra para la construcción de una iglesia en el
lugar de la renovación. Al terminar la
ceremonia mandó a presentarse a Juan de la Peña y a su señora madre, Beatriz de
Reina, para que dieran testimonio de la inexplicable curación por la gracia medianera
de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Notario, Alonso Cortés.
El 6 de enero de
1589 se presentó un insólito motivo de asombro. Una nube blanca cubrió la
pintura de Nuestra Señora. El padre Fernando de Rojas y sus feligreses fueron
testigos del suceso sui géneris.
El 17 de enero de
1589, el sacerdote Fernando de Rojas rindió testimonio. Afirmó que un nublado
blanco estuvo junto a la Madre de Dios. El cura Gonzalo Gallegos recibió la
explicación. Pasaron al estrado, Alonso de Rivera Santana para testificar y
Andrea de Pabón, hija legítima de Francisco Martín Pabón. El padre Gonzalo
Gallegos entregó su versión sobre el nublo ante el notario apostólico, Juan de
Madrid.
Y las razones de lo
enigmático surgieron abundantes. El 20 de enero de 1589, Gonzalo Gallegos
interrogó a Pedro de Malpartida sobre el restablecimiento del leproso, Benito
de Ureña, a los pies de la Mujer, Refugio de los Pecadores. Notario, Fernando
de Rojas. Gallegos, el 21, envió la información recogida en ese sumario al
arzobispado.
El 20 de febrero de 1589, el arzobispo de Santafé de Bogotá, fray
Luis Zapata de Cárdenas, cerró el proceso de fiscalización sobre la renovación
de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. La
investigación duró dos años, un mes y diez días.
El procedimiento
legó un acervo místico para que las generaciones venideras pudieran peregrinar
sobre las variables del tiempo y del espacio. Las rutas de los promeseros confirmaron
la tradicional misericordia de Dios. Él había sembrado el fuego del Espíritu
Santo en las tierras de un pueblo pantanoso cubierto por las tinieblas de la
idolatría.
jueves, 27 de noviembre de 2025
Obediencia sí, más no; ¡convicción!
Por Julián Orozco
Serían muchísimos los textos iniciando desde la Patrística -entendiéndose
como Padres a quienes colocaron las bases de la doctrina revelada por Cristo en
sus diferentes iglesias-, pasando por la Sagrada Escritura y los comentarios de
estos mismos -Padres de la Iglesia-, a la revelación contenida en la Palabra
del Señor, que hablan de forma directa e indirecta, objetiva o subjetiva,
formal o informal; como bien lo haya denominado la ciencia teológica, al
respecto de la participación de la Madre del Señor, María Santísima en la obra
de la salvación.
No podemos negar que en el transcurrir de este año civil a punto de
concluir, y ad portas de iniciar el año litúrgico, se nos da una sorpresa de
parte de la Santa Sede, en especial del DDF, que busca ir consolidando unas
teorías de tinte más protestante que católico, con respecto al desenvolvimiento
de la participación de la Madre del Señor en la obra de la redención.
Si para la Tradición es objeto de realce la participación de María
Santísima en la obra de la redención, la cual se ha salvaguardado por siglos de
debates, discusiones y hasta luchas entre movimientos eclesiales con movimientos
ajenos a ella -Iglesia-; que a su vez, han sabido -como es bien conocido-
defender la figura de María ante las distintas
manifestaciones heréticas y cismáticas, que se han vivido en torno al
desenvolvimiento de la persona de María, con el fin de parte de estas corrientes
de demeritar el papel preponderante de la Madre del Señor, de excluir a María
de la participación directa con Cristo en todo sentido, desde la anunciación
hasta la resurrección. Hacer nula su acción en la vida de la primitiva
comunidad cristiana, e ir más allá; de pasar por alguien irrelevante en la
mediación entre Dios y los hombres, a sabiendas que fue por Ella, quien Dios se
hizo hombre.
Para finalizar este texto, sin hacer aducción a todos los textos que desde
la Mariología se proponen para su basto estudio; me basta con el de san Pablo a
los Colosenses -1,24- , el cual reza así: “Ahora me gozo en los padecimientos a
causa de vosotros, y lo que en mi carne falta de las tribulaciones de Cristo,
lo cumplo en favor del cuerpo suyo, que es la Iglesia”. De modo que si el
Apóstol de los Gentiles, afirma de forma sustancial su participación a la obra
redentora de Cristo (…) tiempo después de la ejecución sangrienta de Jesús en
la cruz, conociendo los sufrimientos de Cristo y sabiéndose unido a Él de forma
tan particular; ¿no tendrá más mérito quién asumió en totalidad la carne de
Cristo y la expuso en la cruz?
viernes, 21 de noviembre de 2025
Gn 3,15. La presentación de la Mujer Cooperadora
jueves, 13 de noviembre de 2025
"¿Esto os escandaliza?" (Jn 6, 61)
Madre del Redentor, la espada de dolor escribió en tu alma el título de Corredentora. Julio Ricardo Castaño Rueda.
miércoles, 5 de noviembre de 2025
María Corredentora, sin nota doctrinal
miércoles, 22 de octubre de 2025
El Rosario, contemplación del rostro de Cristo
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| Foto archivo particular |
Juan Pablo II, Ciudad del Vaticano 27 octubre 2002.
Publicamos un recuerdo y un homenaje al santo pontifice
* * * ¡Queridos hermanos y hermanas! 1. Estamos llegando al final del mes de octubre, el mes del santo Rosario. Como sabéis, los próximos meses, hasta octubre de 2003, constituyen un «Año del Rosario» especial. De este modo, he deseado poner mi vigesimoquinto año de pontificado bajo el signo de esta oración. El motivo más importante para volver a proponer la práctica de Rosario es el hecho de que constituye un medio válido para favorecer entre los fieles ese compromiso de contemplación del rostro de Cristo, al que he invitado al concluir el gran Jubileo del año 2000. 2. Modelo insuperable de contemplación cristiana es la Virgen María (Cf. carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», 10). Desde la concepción hasta la resurrección y ascensión al Cielo de Jesús, la Madre ha mantenido la mirada de su corazón inmaculado fija en el Hijo divino: mirada sorprendida, mirada penetrante, mirada dolorida, mirada radiante (cf. ibídem). Cada uno de los cristianos y la comunidad eclesial hace precisamente propia esta mirada mariana llena de fe y de amor al recitar el Rosario. Para «potenciar el significado cristológico del Rosario» (ibídem, 19), la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», integra los tradicionales tres ciclos de misterios –el de la alegría, el del dolor, el de la gloria– con un nuevo ciclo: los misterios de la luz que afectan a la vida pública de Cristo. 3. Como toda oración auténtica, el Rosario no aleja de la realidad, sino que ayuda a vivir en ella unidos interiormente a Cristo dando testimonio del amor de Dios. Este documento mencionado exhorta, por ello, a descubrir la belleza del rezo del Rosario en familia. «La familia que reza unida, permanece unida» (ibídem, 41). El Rosario, además, es una «oración orientada por su propia naturaleza a la paz». En este Año del Rosario, los cristianos están llamados a dirigir su mirada a Cristo, Príncipe de la paz, para que en los corazones y entre los pueblos prevalezcan pensamientos y gestos de justicia y de paz. Invoquemos hoy, en particular, la intercesión de la Virgen, tan amada por el pueblo ruso, que en estos últimos días tanto ha sufrido. Mientras rezamos por las víctimas de la reciente y dolorosa vicisitud, pidamos a la Virgen Santa que no se repitan hechos semejantes. «María, que pones en nuestras manos el Santo Rosario, enséñanos a rezarlo convirtiéndonos, siguiendo tu escuela, en auténticos contemplativos y testigos de Cristo.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]






