
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
Nuestra Señora de la Peña guarda, dentro de su pétrea escultura, las preces
y las peticiones de sus hijos, los bogotanos cuidadores de un legado colonial.
Un pequeño contingente de promeseros acude a su templo para mantener viva una
tradición netamente santafereña. Práctica que se conserva junto a la montaña
boscosa, en uno de los cerros orientales.
La relación íntima con un pasado señorial y glorioso por la misericordia de
Dios dejó un legado histórico. La devoción por la Virgen Inmaculada tiene una misión
específica. Sus fieles suelen subir a la loma para pedir por las necesidades de
la ciudad capitalina.
Ese espacio de fe no se ha alterado desde aquel 10 de agosto de 1685 cuando
su trono fue descubierto por el oribe del barrio de San Victorino, don Bernardino
de León.
El testimonio de aquella usanza mostró su vigencia con una petición escrita
en el facebook Santuario Nuestra Señora
de la Peña (Virgen de la Peña),
el pasado 26 de enero de 2024.
Participante anónimo consignó:
“Invitamos a la ciudadanía mariana de Bogotá a retomar las
antiguas costumbres de la penitencia, la confesión y comunión como ofrenda a
nuestra Reyna y Alteza de Bogotá, Señora de La Peña, para que libere a Bogotá
de las plagas físicas y espirituales que la están asechando y la tiene
sometida. Y proclamemos su reinado en la ciudad. Santísima Virgen de La Peña,
rogad por Bogotá”.
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