lunes, 8 de diciembre de 2025

Ella te aplastará la cabeza

                                   Madre de la Iglesia



La inmaculada concepción de María Santísima es la obra suprema de la misericordia del Omnipotente. En ese acto de la voluntad divina quedó escrito el plan de salvación de la humanidad, la mediación de las gracias y la vital misión de la Esclava del Señor, la corredención. Julio Ricardo Castaño Rueda.
 

jueves, 4 de diciembre de 2025

La Renovación, testigos y juristas


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

Material editorial producido con Inteligencia Natural (IN)

 

 

“Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él”. (Jn 1,7).

 

 

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es un documento vital para la historia nacional. La figura renovada es parte integral del arte colonial mariano. Ella tiene su lugar afectivo dentro de la memoria colectiva de un país devoto, permanencia generacional.

Ese patrimonio cultural colombiano posee toda la solidez de la investigación. Su línea de tiempo se trazó sobre hechos comprobados por la ciencia y la fe. Esa dupla encontró la razón válida para discernir, con la fuerza exploratoria del bien, la verdad suprema. Elemento que descubrió la sencillez de su belleza beatífica.

Sobre esa frazada se plasmó la idea de patria desde el vientre telúrico de la Nación.

Sus tiempos marcan el derrotero del milagro. La historiografía del fenómeno permite realizar un esquema para seguir a los protagonistas sin la retórica literaria del mito y la leyenda.

Hay cuatro períodos marcados por las personas que dejaron su declaración juramentada. Estos se pueden diagramar en un resumen para que una acción didáctica dé a conocer el origen y el desarrollo del prodigio.

Sección 1

Años 1562-1578

Los trazos y la catequesis

Los pioneros son la trilogía que construyó la realidad base para la memoria del hecho divino: Antonio de Santana, encomendero de Suta. Fray Andrés de la Villa de Jadraque, O.P., que llegó a Suta entre mayo y junio de 1562 y el pintor español, Alonso de Narváez, que trazó al temple y sobre una manta de algodón el concepto de la Virgen del Rosario. La Reina fue dibujada en compañía del apóstol san Andrés y san Antonio de Padua. La tela se plasmó en la ciudad, muy noble y muy leal, de Tunja.

Al trío de notables se unieron los indígenas catecúmenos de la encomienda invitados por el catecismo. Razón para que el arzobispo de Santafé de Bogotá, Juan de los Barrios, O.F.M., visitara y organizara la doctrina de Suta, en julio de 1566. En el año de 1572 se encargó al cura Francisco Pérez de los oficios religiosos de Chiquinquirá y Suta.

El nuevo arzobispo, Luis Zapata de Cárdenas, O.F.M., secularizó la doctrina dominica de Suta y ratificó al padre Francisco Pérez. El hermano Andrés de Jadraque, O.P., fue trasladado al convento de Mariquita (Tolima), diciembre de 1574.

 

El cuadro de la Virgen envejeció y según el padre Pérez estaba muy deteriorado por causa de las goteras, producto de las lluvias, que caían dentro de la choza capilla, 1576.

 

Pérez le entregó la doctrina de Suta al padre Juan Alemán de Leguizamón, 1578. El recién llegado examinó la obra y determinó que su condición de avería no la hacía apta para el culto. La descolgó y se la entregó a don Antonio de Santana. Él la envió para sus aposentos de Chiquinquirá, Boyacá.

 

Sección 2

 

Años 1578-1586

 

Del abandono a la renovación

 

El padre Juan Alemán de Leguizamón se retiró de la doctrina de Chiquinquirá. De 1580 a noviembre de 1585 no trabajó el cura, lo cual dejó sin sacramentos a los lugareños. A ese tiempo sindiós se sumó el fallecimiento de Antonio de Santana en Tunja, 1582. Su viuda Catalina García de Irlos se trasladó a la casa de Chiquinquirá. El luto continuó con el amigo de la familia, Alonso de Narváez, que descansó en la paz del Señor, octubre de 1583.

 

El duelo en las proles, escogidas por la Providencia, no detuvo la dinámica de los acontecimientos. La llegada de María Ramos de Santana abrió otro capítulo. La mujer vino de España al Nuevo Reino de Granada acompañada de su cuñado, Francisco de Aguilar Santana, y se radicó en Tunja, 1585, mientras el presbítero mestizo, Juan de Figueredo, se posesionó como doctrinero de Suta y Chiquinquirá.

 

María Ramos y su hija del primer matrimonio, Ana de los Reyes, se instalaron, por invitación de Catalina García de Irlos, en los Aposentos de Chiquinquirá, 1586.  Ramos halló, entre los aperos de la capilla, el cobertor de algodón donde se pintó a la Virgen del Rosario junto a sus edecanes. La desteñida pieza estuvo en la encomienda por espacio de ocho años, 1578 a 1586, y servía como trapo para las tareas del campo como el secado del trigo.

 

El viernes 26 de diciembre de 1586, el dedo de Dios escribió la crónica del asombro. El retrato de Santa María, decolorado y roto, se renovó milagrosamente.  La india Isabel, el niño Miguel, Juana de Santana, Catalina García de Irlos y Ana Domínguez, en compañía de los labriegos, contemplaron el portento. El gentío se convirtió en un testimonio trashumante. Los nativos cocas iniciaron la construcción de un pequeño templo para albergar a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, enero de 1587.

 

Sección 3

 

Años 1587-1588

 

Los declarantes y el escribano

 

El portentoso acontecimiento movió la maquinaria jurídica y eclesial con carácter de urgencia manifiesta. El 10 de enero de 1587 rindieron declaración jurada ante el cura de Chiquinquirá y Suta, Juan de Figueredo, y en presencia del escribano de Su Majestad, Felipe II, Diego López Castiblanco, los siguientes testigos de excepción: María Ramos, mujer de Pedro de Santana. Isabel, india ladina, natural de Turga, de la encomienda de Pedro Núñez Cabrera y del servicio de Martín López, que residía en el pueblo de la Trinidad de Muzo, y Juana de Santana viuda de Juan Morillo. Las mujeres narraron como ocurrió el fenómeno de la renovación del cuadro de la Rosa del Cielo.

 

El clérigo, Juan de Figueredo, envió el informe jurídico al ilustre fray Luis Zapata de Cárdenas. El pliego daba cuenta de los hechos sobrenaturales.

 

Ampliación de las indagatorias

 

El 12 de septiembre 1587. Aposentos de Chiquinquirá. Doña María Ramos rindió declaración juramentada sobre el milagro de la restauración frente al cura y vicario de Villa de Leiva, Jerónimo de Sandoval. En el acto estuvo presente el notario de su majestad, Andrés Rodríguez.  

 

El padre Juan de Figueredo declaró sobre la curación milagrosa de Beatriz Sánchez, vecina de Vélez, que se sanó de un flujo de sangre en la capilla de la Virgen. Juana de Santana testificó sobre la renovación y la sanación milagrosa de Beatriz Sánchez. El ecuatoriano, Alonso Jurado, relató su curación. Estuvo tullido y prometió en agradecimiento servir en esa casa, con hábito de ermitaño, por un año.

 

La noticia, de origen celestial y terapéutica, cambió la rutina macabra de la señorial Tunja. La epidemia de viruela era el motivo para volver a la intercesión corredentora de la Madre de Dios.

 

El primero de diciembre de 1587, el Cabildo de Tunja escribió una carta para el vicario, Juan de Figueredo. El objetivo de la misiva era el de solicitarle la salida de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá para poder llevarla a la ciudad de Suárez Rendón. Propósito: remediar la peste que los azolaba.  El dos, La Patrona salió de su santuario en los hombros de sus devotos. Fue acompañada por los indígenas de la comarca.  El mortal contagio cesó.

 

El 6 de enero de 1588, Su Excelencia Zapata de Cárdenas despachó una comisión especial para constituir en Tunja un tribunal eclesiástico de inspección sobre el regenerado material pictórico.

 

El equipo de peritos estuvo compuesto por los jueces comisionados: licenciado padre Juan Rodríguez Adalid; el cronista de Indias, Juan de Castellanos y el vicario de Tunja, Juan de Cañada.  Los presbíteros recopilaron las indagaciones jurídicas. Los jueces designados hicieron un estudio sobre la manta.

 

El escribano de Su Majestad y funcionario de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, Juan de Ortegón, tomó la declaración del presbítero Juan de Leguizamón y del antiguo doctrinero de Suta, padre Francisco Pérez, entre el 15 y el 18 de enero.

 

El 19 de enero de 1588, los togados le dieron la orden al padre Juan de Figueredo de prepararse para llevar a la Santísima Virgen María de regreso a su morada. Sin embargo, el día 20 lo llamaron a declarar antes de la procesión de salida.

 

El 24 de enero de 1588, en Chiquinquirá, Juan de Figueredo hizo acudir como testigo de la curación milagrosa del ciego Pedro Gómez al alcalde Juan Prieto Maldonado, a Juan de Porras Marquina, regidor de la ciudad de Tunja. En esa fecha, asistieron el alcalde Juan Falcón, vecino de Villa de Leiva, y el padre Fernando de Rojas, cura del pueblo de Samacá. Las declaraciones las anexó al escrutinio jurídico sobre el caso.

 

Las pesquisas dieron sus primeros frutos dentro de la organización eclesial del aposento. El 19 de marzo de 1588, el padre Gonzalo Gallegos fue nombrado cura doctrinero de Chiquinquirá y Saboyá.

 

La necesidad de afianzar la evangelización permitió que el 10 de abril de 1588, el arzobispo Luis Zapata de Cárdenas fundara la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El clérigo, Gonzalo Gallegos, tomó posesión oficial del curato.

 

Sección 4

 

Años 1588-1589

 

Lo maravilloso y el mitrado

 

El 30 de julio de 1588, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá se iluminó entre las ocho y las nueve de la noche. El prodigio fue observado por Petronila del Valle y su hermana María del Valle quienes dieron la voz de alarma a los vecinos y a los peregrinos de Muzo que corroboraron el hecho. El 31, el padre Gonzalo Gallegos hizo comparecer como testigos de la iluminación a Petronila del Valle, mujer de Juan Ruiz Meléndez, vecino de la ciudad de Muzo; a doña Ana Salguera, mujer del capitán Sebastián de Saavedra, vecino de la ciudad de Muzo; al capitán Sebastián de Saavedra, vecino de la ciudad de Muzo; a Juan López de Lozada que estaba presente en el momento de la luminosidad. El clérigo Gallegos redactó informe y envió copia al arzobispo de Santafé de Bogotá. Notario, Bartolomé Hernández de Molina.

 

El 14 de agosto 1588, monseñor Zapata de Cárdenas llegó a Chiquinquirá acompañado de los señores Lope Clavijo, teólogo comisario del Santo Oficio; Miguel de Espejo, tesorero de la Catedral de Santafé de Bogotá y don Alonso Cortés, notario eclesiástico para investigar lo ocurrido. El prelado hizo levantar un acta donde dejó constancia de la curación de un paralítico por mediación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El beneficiado se llamaba Juan de la Peña.

 

El metropolitano se instaló y dirigió personalmente la averiguación. El 15 de agosto habló con María Ramos. Ella le contó los coloquios que tuvo con la Inmaculada. Ese material no aparece en los expedientes, pero fueron citados de la tradición oral por fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P., en su obra sobre el tema.

 

El 16 de agosto, el primado envió comunicación al cura y beneficiado de Vélez, padre Lorenzo Martín de Benavides, para que certificara la curación de doña Beatriz Sánchez ante la Virgen de Chiquinquirá.

 

“Lamentablemente el original del acta de Chiquinquirá de 15 y 16 de agosto, levantada por el arzobispo y sus asesores oficiales, se extravió. El resto del proceso sí se conserva en el Archivo Provincial Dominicano”. (Cf. Fray Alberto E. Ariza, O.P.  Apostillas a la historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Editorial Kelly. Bogotá, 1969. Págs. 27-28).

 

El 17 de agosto, el buen pastor bendijo la primera piedra para la construcción de una iglesia en el lugar de la renovación.  Al terminar la ceremonia mandó a presentarse a Juan de la Peña y a su señora madre, Beatriz de Reina, para que dieran testimonio de la inexplicable curación por la gracia medianera de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Notario, Alonso Cortés.

El 6 de enero de 1589 se presentó un insólito motivo de asombro. Una nube blanca cubrió la pintura de Nuestra Señora. El padre Fernando de Rojas y sus feligreses fueron testigos del suceso sui géneris.

 

El 17 de enero de 1589, el sacerdote Fernando de Rojas rindió testimonio. Afirmó que un nublado blanco estuvo junto a la Madre de Dios. El cura Gonzalo Gallegos recibió la explicación. Pasaron al estrado, Alonso de Rivera Santana para testificar y Andrea de Pabón, hija legítima de Francisco Martín Pabón. El padre Gonzalo Gallegos entregó su versión sobre el nublo ante el notario apostólico, Juan de Madrid.

 

Y las razones de lo enigmático surgieron abundantes. El 20 de enero de 1589, Gonzalo Gallegos interrogó a Pedro de Malpartida sobre el restablecimiento del leproso, Benito de Ureña, a los pies de la Mujer, Refugio de los Pecadores. Notario, Fernando de Rojas. Gallegos, el 21, envió la información recogida en ese sumario al arzobispado.

 

El 20 de febrero de 1589, el arzobispo de Santafé de Bogotá, fray Luis Zapata de Cárdenas, cerró el proceso de fiscalización sobre la renovación de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. La investigación duró dos años, un mes y diez días.

 

El procedimiento legó un acervo místico para que las generaciones venideras pudieran peregrinar sobre las variables del tiempo y del espacio. Las rutas de los promeseros confirmaron la tradicional misericordia de Dios. Él había sembrado el fuego del Espíritu Santo en las tierras de un pueblo pantanoso cubierto por las tinieblas de la idolatría.