Parece redundante hablar de las relaciones de Nuestra Señora con algo tan suyo como la Presentación; sin embargo nunca se satisface el corazón de la hija hablando de su Madre y jamás la Madre dirá: "basta" cuando se trate de proclamar y agradecer sus larguezas con los hijos de su amor.
Puesta Marie Poussepin —Venerable Madre Fundadora de la Congregación— desde el bautismo (1653) bajo el amable patrocinio de la Santísima Virgen y relacionada providencialmente desde niña en su vida espiritual con el tronco secular dominicano, pues su director espiritual fue el reverendo padre Franciscano Mespolié, O.P., quien la recibió como miembro de la Tercera Orden Dominicana, no quiso abdicar de su título de Dominicana, ni cambiarlo por ningún otro, cuando ya Dios le mostró su misión de fundadora; tanto amó ella la filiación mariana, bebida en la vieja fuente del Gran Patriarca de Guzmán.
Allá en los comienzos de la Congregación (1724) se bendijo solemnemente la Capilla de Sainville consagrada a la Presentación de Ntra. Sra. sin duda alguna, de acuerdo con el P. Mespolié, pues los dominicos eran grandes propagadores de la devoción a este misterio. Desde entonces "La Cdad. de la Caridad de Sainville" se conoce en el mundo entero con el nombre de "La Presentación"; desde entonces el día 21 de noviembre es el destinado para que las hermanas, siguiendo en pos de la Niña María en su Presentación en el Templo, renueven sus votos de religión; y desde entonces también María Santísima cobija la familia de Marie Poussepin con su manto maternal, como cobija a la gran Orden Dominicana y es la Madre y Reina de la Presentación en su obra tres veces secular que se halla ya extendida por todas las partes del mundo y que abarca todas las formas de la caridad, antiguas y modernas.
Las Constituciones de la Comunidad redactadas por la misma Venerable Madre Fundadora y que no han sido cambiadas, respiran en todos sus capítulos una profunda piedad mariana. Del primer capítulo que trata de la naturaleza y fines de la Congregación tomamos el siguiente hermoso párrafo: "Las hermanas no deben contar con ellas solas para misión tan superior a sus fuerzas; pero pueden esperarlo todo de Dios, con el auxilio de la Santísima Virgen, bajo cuya protección está puesta la Congregación; y para merecer esa protección se esforzarán en aumentar cada día la devoción a María, recordando que el mejor medio de honrarla es el imitar las virtudes que Ella practicó en un grado tan eminente. La tomarán por patrona y en su honor solemnizarán cada año el día de la Presentación"... En el capítulo de las oraciones vocales dice: "El Santo Rosario es la primera devoción de la Congregación... Las hermanas harán del rosario su arma y su escudo, además tratarán de inspirar y propagar hasta donde les sea posible esta devoción tan admirable y sencilla". Entre los medios que proponen las Constituciones para conservar la castidad, recomiendan: "Siendo las hermanas de la Presentación Hijas de la Santísima Virgen, a quien están consagradas, por demás sería recomendarles la tierna devoción a María; deben poner en Ella toda su confianza y venerarla como su Madre; María por su parte velará sobre ellas y les alcanzará todas las gracias que necesitan para guardar la santa pureza y perseverar en ella hasta el último suspiro..."
¿Qué raro, pues, que entre los miles de hermanas que han militado bajo las blancas banderas de la Presentación y que se han santificado conforme a sus Constituciones, Ntra. Sra. haya elegido algunas para hacerlas confidentes suyas especiales, voceros de su amor para la Congregación y testigos de sus delicadezas maternales?
A mediados del siglo XIX regía los destinos de la Presentación, en calidad de Superiora General, la muy reverenda madre Saint Pierre, a quien la Comunidad ha llamado la segunda fundadora por el empuje enérgico y el desarrollo providencial —espiritual y material— que dio a la Congregación. Para esos difíciles momentos ningún socorro más seguro encontró, la gran hermana de la caridad que el recurrir a María, sabiendo que "podía esperarlo todo de Ella". Y la Santísima Virgen respondió a su llamado y a su confianza; Ella la guió en sus valientes empresas e iniciativas y el día de la Asunción se mostró a sus ojos arrebatados. La Madre asombrada exclamó: "Cuan bella era!..." Y en otra ocasión, como lo atestigua el abate Gervais, en su libro: Vio a la Santísima. Virgen aparecérsele en la cima del jardín de la Grande Bretéche (Casa Madre de la Presentación).... y en señal de su protección maternal, la Augusta Madre de Dios, extendía sus brazos sobre la Comunidad". Y, todavía vio la Madre S. Pierre otra vez a Ntra. Sra. acompañada de Santo Domingo cuando la previnieron sobre las tribulaciones que le sobrevendrían precisamente porque ella resucitaría la "Cuestión Dominicana" o sea la filiación de la Presentación con la familia del inmortal apóstol del Rosario.
Y no fue sólo esto: pora ratificar la legitimidad de los lazos con qué esta superiora deseaba reanudar la Presentación con su Madre de origen, la Orden Dominicana, Ntra. Sra. se dignó aparecerse a una humilde hija de la Presentación y de la Madre San Pedro, Hermana Saint Florent, el 20 de noviembre de 1846. Oraba la hermana fervorosamente en la Capilla de la Casa de Mendigos de Nantes, la víspera de sus votos perpetuos cuando se apareció la Santísima. Virgen, tal como está en la medalla milagrosa y le dio un mensaje para la Comunidad; que las Hermanas fundadoras de la Comunidad rezaban diariamente el rosario completo —cosa que la buena religiosa ignoraba— que se aplicara, en cuanto a ella, a rezarlo y transmitiera a las superioras el deseo de que así se hiciera en adelante. Además le recomendó pedir para la Presentación entera el espíritu de sencillez, la caridad y la humildad. "Hija mía, le dijo al despedirse, Ntra. Sra., guardad mi rosario y él os guardará...!" Al año siguiente, en la Presentación de 1847, la Virgen Santísima reclamó a su confidente por qué no había cumplido su misión cerca de las Superioras. "Oh, mi Santísima Madre, respondió la humilde religiosa, dignaos manifestar vuestra santa voluntad a otra de mis hermanas más digna de ser escuchada que yo". "No, dijo la Reina del cielo, es a ti a quien quiero confiar esta misión. Llevarás mi mensaje a tus superiores". Cuando la veneranda superiora, Mere Saint Fierre, supo los hechos ocurridos en Nantes, pidió las luces divinas para orientar su conducta y guardó la más perfecta discreción. Un poco más tarde, favorecida ella misma por la aparición de la Santísima Virgen, y con la aprobación eclesiástica, y habiendo reconstituido el Archivo de la Cdad y encontrado en él muchos datos acerca de la devoción del Santo Rosario por parte de las antiguas hermanas, restableció con todo fervor en la Comunidad la Archicofradía del Sto. Rosario.
Así y por el fallo de la Iglesia, puso la Reina del cielo un fin glorioso a la Cuestión Dominicana postrando como lazo de unión entre la hija y la madre el Santo Rosario y "señalando como principio de vida y prenda de prosperidad la sencillez, que puede considerarse como el distintivo de la Presentación y otras dos virtudes que son, la una la base y la otra la cima de la perfección, la humildad y la caridad".
Mas aún, el 18 de abril de 1848, muy poco tiempo después de las apariciones a la hermana Saint Florent y por deseo y orden de la Segunda Fundadora fue consagrada la Comunidad al Corazón Inmaculado de María, refugio seguro, y asilo sagrado en que las casi 5.000 hermanas de la Presentación han vivido durante el último siglo, seguras en las tormentas, guerras y persecuciones. Mención especial merece la protección milagrosa de la Santísima Virgen a la Cdad. tanto en la Revolución de 1789 como en las últimas guerras 1870-1914-1939. Siempre ha sido el manto de María su protección y amparo y el Santo Rosario su arma invencible.
Las Superioras Generales, todas, recibieron y transmitieron como herencia preciosa el amor acendrado a María; sabían que ese amor haría de cada hija de Marie Poussepin un apóstol de la caridad digno de tal Madre. Pero entre las últimas se distingue por el filial y delicado amor que desborda en las Circulares Marianas, la actual dignísima superiora general, mere Therese Augusta.
Veamos ahora, en la vida de cada día qué hace la hermana de la Presentación para corresponder a tanto amor de su Reina, Patrona y Madre.
Además de su vida de intimidad con Ella en la oración, tanto mental como vocal y de los actos de piedad especialmente dedicados a su culto, que la Santa Regla prescribe, es para cada hermana de la Presentación, María, ideal de perfección, inspiradora, motor de su apostolado y causa eficiente del bien en las almas que en su misión de caridad tiene a su cargo.
María en los labios y en el corazón de la hermana madre de los huérfanos de los desamparados que la miseria y la maldad humana hicieron hijos de la caridad. María al pie de la cuna de los huérfanos, como inspiradora de ternuras, de cariño y como única Madre de los niños sin hogar.
María, en los labios y en el corazón de la hermana que junto a la joven obrera, a la mujer caída, a la demente, al anciano, al mendigo, al indigente, y de todas las razas y en todos los climas, ejerce una misión salvífica, la de mostrarles que hay una casa paterna celestial y en ella una Madre cariñosa y buena.
María en el corazón y en los labios de la Maestra que ante los ojos transparentes y ardorosos de la juventud puede mostrar en Ella un ideal de belleza, un prototipo de grandeza, una llama Inmaculada de amor, único capaz de cautivar, de conquistar, de colmar a plenitud las capacidades infinitas del corazón joven.
María en la boca y en el corazón de la hermana enfermera, que va dejando en las almas que alientan los miembros doloridos del Cuerpo Místico de Cristo, con el consuelo, la imagen doliente de la Madre y el dulce nombre de la Inmaculada, faro que ilumina el puerto de la Patria definitiva y eterna.
María, por último, en el comienzo, en el medio y en el fin de la vida religiosa de la hermana de la Presentación que hizo de ella su ideal en el noviciado, su modelo en el apostolado y su consuelo en el lecho de la muerte.
La Niña María ascendiendo las gradas del templo, en el misterio de su Presentación guió los primeros pasos, inspiró los primeros votos de la hermana de la Presentación. La Virgen María será quien ascienda con ella las gradas eternales, en el postrero y feliz día de la suprema entrega, y quien a Dios la presente, hija de su amor y seguidora de sus huellas por el camino de la pureza y la caridad.
S. P.
Un misterio
Para vosotras niñas escribo estas páginas y pido a la Santísima Virgen que ellas aumenten su amor en vuestros corazones.
No es un cuento, es la historia que viviente habéis visto, y quizá muchas veces al oiría contar, vuestras mentes inquietas han pensado un instante y habéis exclamado ¡es muy raro!, mas luego despreocupadas del asunto, no ha vuelto a ocupar vuestra atención.
Os pintaré tan solo, a grandes rasgos, uno de esos cuadros conmovedores, a los cuales por desgracia, nos acostumbramos en la vida: Ved una niña de vuestra edad o quizá más pequeña, su carita pálida y sus pobres y hasta míseros vestidos os hacen comprender que jamás sus brazos han arrullado una linda muñeca, ni sus mejillas se han calentado con el amoroso beso maternal; para ella no hay dulces ni caricias y sin embargo su boquita sonriente y su mirada pura y serena os dicen que en ese corazón no hay pesares ni amarguras.
Desfilan cada día ante nuestros ojos cuadros semejantes cuyos protagonistas de toda edad y condición son miserables y desgraciados ante el mundo. Aquí está el Misterio, en los corazones de estas multitudes reina absoluta calma. Ellas sonríen y trabajan, no envidian a los ricos, el pan escaso y negro algunas veces, lo comen con tranquilidad; misterio indescifrable..., ¿por qué ríen, por qué si están tan solas, si nadie a esas niñas acaricia jamás, si el beso de la madre les falta y su ternura, si se hallan sin abrigo, sin el calor de hogar, si a veces el trabajo les trae mil sinsabores y espinas tantas punzan su pobre corazón?
¿Misterios?... Pregúntale a los padres que solos los dejaron, a esas madres santas que gozan ya de Dios, y entonces el misterio se esfuma suavemente y luz esplendorosa alumbra el corazón.
Es que ellas les legaron tesoro no soñado, ¡Una Madre! la más bella de todas las creaturas, aquella que consuela, que alienta y da valor, aquella que en sus hondos dolores siempre está. Aquella que amorosa les cubre con su manto, que escucha sus plegarias, que alienta con su voz, que guía de sus hijos los pasos por el mundo y que sonriente y suave les habla del buen Dios.
|Oh Niñas! que entre suaves caricias maternales no sentís de la vida la espina del dolor, pedidle a vuestras madres que consagraros quieran a la que nunca muere, a la que solo puede llenar el corazón, y así, cuando las penas lastimen vuestra vida, la Virgen de los cielos mitigará el dolor y siempre para el alma encontraréis la fuerza, la dicha y el amor.
María del Carmen Mayer
Tomado de la revista Regina Mundi