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Oración a Nuestra Señora de la Peña |
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me
salve”. Salmo 71,3.
La soledad de la loma es una de
las condiciones que mantiene aislado el Santuario de Nuestra Señora de la Peña
de la vida bogotana.
El expansionismo urbanístico
dejó atrás una ermita colonial que guarda un tesoro celestial: la escultura que
representa a la Sagrada Familia de Nazaret acompañada por el arcángel san
Miguel, portador de la custodia. El conjunto es una página única de la historia
de la Mariología.
A pesar de su inmenso valor
documental la devoción tradicional se erosionó bajo el peso del arrabal,
palabra de origen árabe que se amoldó al comportamiento de los antiguos
dominios del sector de Los Laches, conocido barrio capitalino.
La carga, demográfica, que
rodea al templo terminó por aislarlo del voluptuoso cuerpo de la metrópoli. Las
famosas carnestolendas del domingo de quincuagésima fueron su inri. Una especie
de condena social lo acusó de compartir prácticas paganas con los sagrados
ritos de la Iglesia. El pueblo raso y sus vicios de chicha se enfrentaron
contra la alcurnia económica de las buenas costumbres del notablato, señorío del
altiplano.
La conclusión de la sentencia
fue una pesada cruz que cargaron los capellanes y los patronos de la capilla
desde 1685, fecha del milagro que conmocionó a la juvenil Perla de los Andes.
Dentro de la estructura del
prodigio quedó tallada una coincidencia de realidades que asombra por su
similitud con la materia del fenómeno mineral.
La pieza íntima del suceso
sobrenatural encuentra un dato curioso entre las páginas del diario de un
científico viajero, el barón Alexander von Humboldt que llegó a Santafé de
Bogotá el 15 de julio de 1801.
El naturalista escribió:
“…Los Laches creían que los
hombres eran convertidos en piedra después de la muerte, y que las piedras
resucitarían nuevamente como hombres. Piedras de Deucalión...” La Virgen,
tallada en piedra por mano divina, reposa sobre el tutelar cerro de Los Laches.
La escatología de la etnia aborigen
guarda una relación con el mito griego de Deucalión. Este personaje era hijo de
Prometeo y la oceánida Pronea. Él, por consejo de Prometeo, construyó un navío donde
se embarcó en compañía de Pirra porque el supremo Zeus envió un aguacero e
inundó la Hélade. Las aguas hicieron perecer a la mayoría de aquellos helenos, salvo
a unos pocos refugiados en las montañas.
Este tema, similar al suceso
del arca de Noé, es un relato veterotestamentario. A lo cual se agrega un dogma
del Nuevo Testamento: la resurrección, tarea del Mesías que carga la Patrona
capitalina en compañia de su esposo san José. El arcano religioso se injerta
directamente en las estatuas de la Peña.
La temática simbólica del mito griego, el culto católico y la creencia
indígena podría llegar a ser un capítulo inédito dentro de la crónica de la
advocación.
La trilogía de pensamientos multiculturales, separados por épocas y
espacios definidos, encuentra un sólido punto de apoyo para sondear el enigma
insondable del pedestal de María. Ella asombró a los descendientes de la tribu
de los Laches. Ellos fueron en romería a postrase de hinojos ante la Madre
Inmaculada, roca de la tierra de sus mayores.
Allí en un lugar inhóspito se esconde el milagro que espera ser descubierto por los habitantes de esta ciudad de Bogotá. Entre tanto bajo la piedra nos contempla y compasiva nos protege de tantos males!!
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