José Manuel Tobar C. Pbro.
Summarium
Dado que el texto La profecía de Simeón (Lc 2, 34 – 35) presenta
algunos puntos oscuros para una adecuada interpretación bíblica y los exégetas
no han llegado aún a un consenso, bien sea que se lo tome conjuntamente o por
separado, se presentan aquí algunas posibles y diversas alternativas.
“María y José manifiestan su admiración cuando Simeón proclama a Jesús Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 32), María en cambio ante la profecía de la espada que le atravesará el alma no dice nada. Acoge en silencio, al igual que José, esas palabras misteriosas que hacen presagiar una prueba muy dolorosa y expresan el significado más auténtico de la presentación de Jesús en el templo.
En efecto, según el
plan divino, “el sacrificio ofrecido de un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la
ley”, era un preludio del sacrificio de Jesús, “manso y humilde de corazón”, en
él se haría la verdadera presentación que asociaría la madre a su hijo en la
obra de la redención.
(Jn P. II: Audiencia General 18, XII –
1996).
El marco
de la narración
La escena en que aparece enmarcado el cántico de Simeón es la presentación del niño Jesús en el templo, que debe situarse exactamente frente a la puerta de Nicanor, en el lado oriental del patio de las mujeres en el templo de Jerusalén (Lc 2, 22); subraya que esto acontece cuando se cumplieron los días de la purificación, es decir, a los cuarenta días del nacimiento, en el caso de ser dado a luz un hijo varón.
La purificación de
la Madre, en efecto, tenía lugar en el templo, pero ningún precepto obligaba a
conducir allí al primogénito varón para presentarlo al Señor. El rescate del
primogénito[1], del
que nada se dice en el relato evangélico, podía realizarse ante cualquier
sacerdote del país. En Lc 2, 22, por tanto, parecen mezclarse dos ritos
distintos, lo cual ha hecho pensar que el evangelista desconocía las leyes y
costumbres judías.
R. E. Brown afirma:
“podemos concluir que Lucas entendió mal una tradición anterior, o bien creó un
marco partiendo de una lectura errónea de las leyes del A.T”.
Según C. Torrey,
el conflictivo autor de Lc 2,22, este pronombre en plural se refiere a los
judíos. Dicho pronombre iría construido con “días”, no con “purificación”; así,
se leería: “cuando se cumplieron los días de ellos (los judíos) de la
purificación según la ley de Moisés. El padre Lagrange afirma, por su parte,
que san Lucas no menciona la purificación por sí misma, pues lo que le
interesaba relatar era la presentación de Jesús en el templo, donde debía ser
conocido como Mesías.
La presentación del niño
resulta ser el motivo determinante del viaje a Jerusalén. Esta tiene lugar en
el templo, con la presencia gozosa de Israel, y ante el asombro de María y de
José.
En este marco escénico
descrito, es donde Simeón pronuncia sus palabras de gratitud de los tiempos en
la persona de Jesús. Este cumplimiento de las promesas de Dios, se verá
subrayado por el estribillo “cuando se cumplieron los días”.
El hombre de Jerusalén que
acoge lleno de alegría al niño Jesús, llevado por sus padres al templo, vivía
la esperanza mesiánica más pura del pueblo de Israel.
En el Protoevangelio de
Santiago, Apócrifo de la Natividad[2] (no posterior al
S. IV), se dice que Simeón, después del asesinato de Zacarías, es elegido para
sustituirlo como sumo sacerdote. En las actas de Pilato (mitad del S.II) Simeón
es llamado Rabí. (16, 6).
Simeón según el relato de Lucas tomó en brazos al niño (Lc 2, 28), lo cual es un gesto que resulta apropiado a un rabino.
La expresión “ver la muerte” es frecuente en el judaísmo, se trata de una expresión semítica que viene a corroborar el primitivismo del texto lucano.
En Lc 2, 25 el evangelista se refiere a la esperanza de Simeón. Se habla de “la consolación de Israel”, expresión que hallamos en el targum palestinense “para significar el tiempo Mesiánico”. Simeón realmente, esperaba la llegada del tiempo definitivo, y su esperanza tenía la garantía de una promesa del Espíritu Santo: antes de su muerte vería al Mesías (v 26).
Lucas se refiere a la
esperanza mesiánica a lo largo de su evangelio con diferentes expresiones:
esperar “la redención de Jerusalén” (2, 28), “a su Señor” (12, 36), “el reino
de Dios” (23, 51). “prodejomenos” será el término técnico para expresar la
espera mesiánica en Lucas.
La estructura del canto
La estructura poética del Nunc Dimitis, consta de tres dísticos a saber:
1. Simeón manifiesta que está dispuesto a morir en la paz de Dios, su Señor.
2. Indicación del motivo: su esperanza de ver al
Mesías se ha visto cumplida.
3. Proclamación del destino de Jesús: Él es la
luz salvadora, que iluminará a los gentiles y será gloria para Israel.
Respecto a la forma literaria Lc 2, 29 – 32, podría situarse dentro del llamado género de “acción de gracias del moribundo”, aunque nada en el Nunc Dimitis sugiere que Simeón sea un moribundo que se dirige al Señor.
Las palabras tal como se leen en el segundo Isaías, evocado en la expresión “la consolación de Israel (Cfr: Is 42, 6; 49,6).[3]
El cántico se abre con un “ahora” (VUV), adverbio enfático que aparece también en el Magnificat (Lc 1, 48) y que el evangelista utiliza para indicar la actualidad de la salvación, expresada también con el adverbio “Semeron” que aparece en el anuncio a los pastores de Israel. “Os ha nacido hoy en la ciudad de David un salvador, que es Cristo el Señor.
Simeón por su parte habla de morir haciendo uso de una metáfora muy expresiva:
Ahora señor
“sueltas” (Apolieis), es decir, “dejas ir”, “despides”. Podría traducirse este
verbo por “puedes ir”. Esta idea de morir expresada por
Apolío, se encuentra ya en el A.T. (Cfr: Gn 15,2 – 15; Nm 20, 29[4];
Tob 3, 6).
Simeón manifiesta la libertad de su espíritu respecto a cualquier lazo terreno, pero sobre todo el gozo interior de haber alcanzado ya la meta de su vida.
Puede morir en paz porque se ha cumplido la promesa que le hiciera el Espíritu Santo (V 26).
La palabra del Señor de que vería al Mesías antes de Morir, se ha realizado del mismo modo que se realizó la palabra del ángel a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y darás a luz al Hijo del Altísimo”. Simeón se sitúa en la misma línea de piedad cuyo máximo exponente es la Madre del Mesías.
El primer destino del Nunc Dimitís se cierra con la expresión ‘El Renen’ (paz) presente así mismo en el Benedictus (Lc 1,55) y en el Cántico de los Ángeles (Lc 2, 14); recuérdese como en el judaísmo la paz es considerada como una nota característica de los tiempos mesiánicos.
La razón que mueve a Simeón a proclamar su cántico de alabanza es que Dios ha cumplido sus promesas.
Si la expresión “según tu palabra” del v29 se refiere a esta promesa del Espíritu Santo a Simeón, que leemos en el v26, y más aún se constata esta referencia en el v30: “Mis ojos han visto tu salvación”. Y este término ‘soterion’ resume de modo admirable la teología de Lucas y enmarca así toda su obra:
Al comienzo Lc 3, 6: “Y todo mortal verá la salvación de Dios”.
Al final Hch 28, 28: “Sepan que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos y que ellos la escucharán”.
Las expresiones “ver al Cristo del Señor” y “ver la salvación, de los v26 y 30, son claramente sinónimas: La salvación es en efecto el “Mesías”.
Respecto a la luz que viene de lo alto (Lc 2, 32) recordemos como los profetas anuncian el tiempo final como una maravillosa era de luz para Israel. (Cfr: Is 30,26).
Si el término ‘soterion’ subrayaba la realidad presente del Salvador no menos la subraya, la imagen de la luz con que se cierra el Nunc Dimitis. Jesús es la luz de las gentes que se anunciaba en el libro de Isaías. (Cfr: Is 42,6).
Los términos Luz (Fos) y Gloria (Doxa) están en paralelismo, dependiendo del término ‘se soterion’. La mayoría de los comentaristas, no obstante, se muestran indecisos a la hora de establecer si el Nunc Demitis habla de la salvación que será “luz” para unos (gentiles) y “gloria” para otros (Israel), o bien, se refiere a la salvación definida como luz que iluminará a los gentiles y a Israel, los dos grupos encerrados en la expresión “todos los pueblos” del V31. Parece tener más peso esta segunda opinión.
El esplendor de Israel
Entre las prerrogativas de Israel mencionadas por san Pablo en Rom 9, 4 se dice la “gloria de Israel” es su Señor Yaveh. Esta es la manifestación sensible de la presencia de Dios, de su poder y de su santidad. El Espíritu Santo había prometido a Simeón que antes de su muerte vería al Mesías del Señor; vería la consolación que esperaba.
Sí el termino Fos (Luz) se
mostraba en estrecha relación con Apocalipsis (Revelación), no menos estrecha
es su relación con la voz Doxa, (Gloria)
que entraña sobre todo el significado de resplandor. En la última expresión de
su cántico de alabanza, Simeón se refiere sin duda al resplandor de la obra de
Yahveh, que al fin brilla en Jerusalén desde el momento en que el Mesías ha
puesto su morada entre nosotros. Este resplandor es la luz que van a recibir
los gentiles; se cumple así la promesa que hiciera el Señor por medio de
Isaías: “caminarán los gentiles a tu luz y los reyes al resplandor de tu
aurora” (Is 60, 3).
Nótese como ni Lc 2, 34–35 excluye el gozo inmenso de la gloria que ha
reportado al pueblo la venida de su Mesías. Los gentiles recibirán de Israel la
luz, ellos serán injertados en el olivo que Yahveh plantó de cuya raíz les
vendrá la vida y la salvación.
En la predicción que el santo anciano dirige a María, la Madre de Jesús,
tal pensamiento de la prioridad y grandeza de Israel, lejos de ser negado, se
afirma claramente.
El cántico de Simeón es algo más que la expresión de la gratitud personal
del anciano a su Dios; se relaciona con el conocimiento de la historia
salvífica que entraña la venida del Mesías, que a su vez constituye una gloria
para todo Israel, cuya espera de los siglos aparece felizmente representada en
Simeón y Ana. Este acontecimiento excepcional, produce en María y José una
lógica admiración como afirma el evangelista.
Nótese cómo el versículo 33 –“El Padre y la Madre estaban admirados de lo
que se decía acerca del niño”– enlaza el himno con la profecía, está última es
el estudio central del presente trabajo.
La profecía (Lc 2, 34 -
35)
Los versículos 34 – 35 constituyen uno de los pasajes más conflictivos de todo el Nuevo Testamento.
Tras el gozoso cántico del Nunc Dimitis, Simeón se dirige a la Madre de Jesús con un discurso que “tiene la concisión y la oscuridad de un oráculo”.
Después de indicar la admiración del padre y de la madre el evangelista continúa:
“Y los bendijo, Simeón
y dijo a María su madre…” (Lc 2, 34)
Nótese como aquí María pasa a un primer plano y es
destacada. Simeón a continuación se dirigirá solo a María y no a ambos (María y
José). Aloisy pensaba que en la fuente se leía “Y Simeón les bendijo y les
dijo”. ¿Cuál es entonces el motivo de esta variación?
El padre Lagrange afirmaba al respecto:
“Él se dirige a María por instinto profético, por lo demás los duelos de
los hijos, ¿no afectan el corazón de las Madres?”
Otra dificultad consiste en ver cómo se pueden unir las dos partes del v35.
35 a: Y una espada atravesará tu alma.
35
b: para que se descubran los pensamientos de muchos
corazones.
San Paulino de Nola se pregunta:
“¿Qué tiene que ver el que María fuera traspasada por una espada (material o espiritual) con que, por ello, los pensamientos de muchos corazones sean descubiertos?.(1)[5]
J. A Fitzmyer hace notar que la cláusula final “para que
se descubran los pensamientos de muchos corazones”, continúa la primera parte
del versículo 34, y afirma que la espada que traspasará a María no es lo que
dejará descubiertos tales pensamientos, sino lo dicho anteriormente: “En la
manifestación del Mesías, se revela el propósito de Dios”. (2)
R. E Brown afirma por su parte:
“Dado el respeto de Lucas hacia María, difícilmente puede querer decir que una espada traspasará su alma para que se manifieste el pensamiento de rechazar a Jesús”. (3)
El v 35 a ¿deberá entonces ser desechado (según Loisy)
como una interpelación posterior?, o bien ¿lo dejamos sin sentido alguno en el
pasaje?
Lo que dificulta en el discurso es el paréntesis que
concierne a María:
Kai su autes ten Psijen dielusetai Rompsaia.
(Y a tí misma alma atravesará una espada).
Para entender el sentido de toda la profecía es decisiva, sin duda, la significación que se de a este término.
René Laurentein[6] afirma: “Las verdaderas profecías permanecen siempre ocultas y misteriosas”.
La profecía de Simeón resultará oscura para quien desconozca el significado de los elementos que la integran y las alusiones concretas que contiene. Continúa entonces la discusión abierta.
Por otra parte, se pueden plantear nuevas dificultades a
saber:
1. ¿Qué sentido tiene hablar de “levantamiento” en Israel?
2.
¿Qué
significa la “espada”?
3.
¿De qué
puede ser efecto o consecuencia la revelación de
los
pensamientos de muchos corazones?
La metáfora
“caída – levantamiento”
La esperanza religiosa, la del resto de Israel no coincide con el judaísmo oficial que busca el rechazo del Mesías.
La profecía de Simeón nos sitúa ante este rechazo el texto de Lc 2, 34 – 35 apunta en este sentido.
1.
El hijo
de María va a provocar la caída y el levantamiento (Anástasis).
2.
A Jesús
mismo se le contradirá y combatirá.
3.
De este
destino del Mesías parece resultar un “juicio”: la manifestación de los
pensamientos de muchos corazones.
Situada en medio de este contexto aparece la enigmática
referencia a la “espada” que atravesará el alma de María. Veamos a continuación
las posibles interpretaciones dadas a la espada que atraviesa el alma de María.
1)
Una espada enigmática:
Ya desde la antigüedad Orígenes considera la misteriosa espada como la duda, la tentación de infidelidad, el escándalo que sufrió María, del mismo modo que los apóstoles, al tiempo de la pasión del Señor (Cfr: homilía XVII sobre el evangelio de san Lucas: Pg. 13, 1845).
Con frecuencia, en la espada se han visto representadas
las luchas interiores que la Virgen tuvo que padecer en su alma a lo largo de
toda su vida, en estrecha unión a las contradicciones padecidas por su Hijo.
Más frecuente por parte de los estudiosos es la referencia a la espada de Heb 4,12. Se trata de la palabra de Dios “tajante más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu”. San Basilio afirmaba que ya María “estuvo sujeta a un cierto juicio discretorío[7]”.
2)
Una espada de dolor
El dolor de María junto a la cruz de Jesús es el sentido
más corriente que se da a la espada profetizada por el anciano Simeón. Se
piensa en el dolor de la Virgen por la pasión de su Hijo.
“María
por su parte, será partícipe plenamente de la
contradicción de su
hijo, y su alma será traspasada por una espada de dolor. María de tal modo
queda asociada
íntimamente a su hijo
por un mismo y único destino. Había entrado en el templo gozosa; ahora
sale ¡dolorosa!”
(De Fiores, Meos:
Nuevo diccionario de Mariología: Presentación del Señor Pág. 1662)
Nótese no obstante que san Lucas habla solo de espada y
no menciona el término dolor. Habría que introducir con el v35a un elemento
extraño, si se pretende mantener la interpretación tradicional. O bien se
interpreta la espada que atraviesa a María en la línea de pensamiento del
contexto en el que está, o bien se interpreta con referencia a los sufrimientos
de Cristo, en cuyo caso el v35a debe considerarse un paréntesis, como hacen la
mayoría de los estudiosos.
Lucas podría también estar pensando en la espada de un
juicio discernidor que separa a buenos y malos. Jn 19, 25 – 27 muestra a la
Madre de Jesús presente en el calvario. En el contexto de la muerte de Jesús,
Lucas muestra a mujeres (23,49) y suministra una lista de sus nombres (24,10);
pero María, la Madre de Jesús, no está entre ellos, por lo que malamente podía
Lucas esperar que el lector de 2, 35a pensase en María al pie de la cruz.
“Con
la figura de una espada atravesando el alma de María, Lucas describe
presumiblemente el difícil proceso por el que aprende que la obediencia a la
palabra de Dios trasciende los lazos familiares”. (Brown R- Donfried K.P: María
en el N.T. Pag.156)
La exégesis de Orígenes de Lc 2, 34 – 35 dejó su marca de
una parte considerando a María afectada por algún tipo de debilidad o pecado, y
de otra relacionando la profecía con el tiempo de la pasión de Cristo.
Nos preguntamos: ¿es legítimo deducir del oráculo de
Simeón la idea de María como “corredentora”? he aquí otra cuestión que queda
subrayada en los graves problemas que suscita todo intento de explicación de la
misteriosa frase de la espada para el alma de la Virgen.
Cuando Simeón predice a la Madre de Jesús la “caída” de
muchos en Israel, no parece que pueda estar pensando en un posterior
“levantamiento”.
Si Cristo Jesús puede ser llamado “la salvación” para los
hombres, como se proclama en el Nunc
Dimitis, es justamente “porque permanece para siempre”.
En la segunda parte del oráculo dirigido a la Madre de
Jesús, reside la mayor dificultad (Cfr: La partícula Opos An) - para que. “Para
que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones”.
La predicción de la caída de Israel, por parte del
anciano Simeón, tendrá su cumplimiento conforme a los datos del evangelio de
Lucas, al que podemos llamar el “evangelio de la ruina de Jerusalén”.
En la profecía de Simeón observamos el paralelismo a. b.
típico de la poesía semítica. La mención de la espada en a (v35a) deberá relacionarse con el primer hemistiquio del v34a,
relación que se da precisamente con el anuncio de la caída que tendrá lugar en
Israel:
a. El anciano predice la caída.
b. Se concreta el modo como se
produce: “a espada”.
Si Lc 2, 35b se interpreta como una oración final que
depende de la frase de la espada, se presenta entonces un problema insoluble,
pues en tal caso lo que afirmaría el oráculo es que la manifestación de los
pensamientos sería producida por la misteriosa espada. Queda entonces el
interrogante: “¿cómo puede manifestar una espada los pensamientos ocultos de
muchos corazones?”.
María: Israel de Dios
“María no personifica a Israel – sostiene R. E. Brown a propósito de Lc 2, 35a, porque la mayor parte de este pueblo caerá; mas bien, María es parte de Israel y, como el resto, será probada”.
En la caída y levantamiento de muchos en Israel, María
figurará entre el reducido número de los que se levantan. Hemos podido
constatar como la identificación de la Madre de Jesús con Israel, en Lc 2, 35a,
ha hecho del todo inteligible la famosa profecía.
Muchos exégetas rechazan el identificar a María con la Hija de Sión. En efecto María no tiene que abandonar en absoluto su realidad personalísima de “Madre de Jesús” para encarnar en sí misma al “Israel de Dios”; su misión en la obra de la salvación y su realidad más profundamente personal son inseparables.
Conclusión
Quedan planteados para finalizar este trabajo unos breves puntos que podrán ser a manera de conclusión, objeto de reflexión ulterior. Estos son a saber:
1-
Respecto
al hecho de que María sea identificada ya en los comienzos con la “Hija de
Sión”, no puede ignorarse el peligro, que acecha constantemente, de querer
introducir los datos de la fe en esquemas humanos preconcebidos. Nótese cómo la
doctrina expresada en la profecía de la espada acerca de María como
personificación del Israel de los tiempos mesiánicos pertenece al contenido de
la primera predicción/predicación apostólica.
2-
Si el
versículo 35a “en cuanto a ti” una espada te atravesará el corazón “fuese
prelucano, aumentaría nuestros conocimientos de la antigüedad y del desarrollo
del primitivo interés cristiano en María.
3-
La Virgen
María al ser llamada “Bienaventurada por todas las generaciones” (Cfr:
Magnificat), personifica el verdadero Israel, que en ella queda convertido en
Iglesia.
4-
Respecto
a la Mariología del Nuevo Testamento, representa a menudo esquemas
preconcebidos que introducen en los textos sagrados preocupaciones totalmente
ajenas a ellos, estableciendo en el pensamiento neotestamentario una evolución
del todo inexacta.
5-
La
identificación de María con el “Israel de Dios” hecho que no podía llevarse a
cabo más que a través de una sola mujer”: a través de María, y sólo de ella, dio
Israel al mundo a su Salvador, pero siendo ella misma también quien lo recibió
con la máxima disponibilidad”. La
profunda unidad: Israel – Iglesia, se comprueba en el N. T, sobre todo en la
obra lucana y en particular en la profecía de Simeón. En María, la llena de
gracia, se ha cumplido la promesa de redención hecha por Dios tras el pecado de
Adán: La cabeza de la serpiente será pisoteada.
Que María la Madre del corazón traspasado, continúe infundiendo en los corazones de sus hijos el santo temor de Dios.
[1] Cf. Éx 13, 13-15: “La
primera cría de asno la rescatarás con un cordero si no la rescatas la
desnucarás, pero a los primogénitos humanos los rescatarás siempre”.
[2] Cfr: A. de Santos Otero, los evangelios Apócrifos (BAC 148).
[3] Is 42, 6: “Te he llamado para la Justicia….te he hecho alianza de un
pueblo, luz de las Naciones.
Is 49, 6: “Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance
hasta los confines de
[4] Nm 20,
29: “Toda la casa de Israel, viendo que Aarón había muerto, lo llamó Treinta
Días”. Zitzman de María Lucía: La acción
soteriológica de Jesucristo en los cuatro evangelios.
En el contexto del Nunc Dimiitis podemos apreciar la alabanza entonada por Simeón como un canto de alerta anunciando la llegada
del personaje esperado. Se dirige a Dios como Señor, déspota (vocativo de
despotes) usado por los LXX para referirse a Jhwh. De acuerdo con la expresión
vetero testamentaria, poder “irse en Paz”, vemos que Simeón reconoce en el niño
al portador de las promesas mesiánicas de Paz, salvación y luz, dicha promesa
se va a revelar a los gentiles y redundará en Gloria para Israel, pero
destinada a todos los pueblos de la tierra. El alcance del cántico de Simeón es
entonces superior al del gloria entonado por los Angeles, mensajeros del
nacimiento. (Lc 2, 14).
[5] (1) San Paulino de Nola, Epist
50,18; Pl 61, 416 – 417.
(2) J.Fitzmyer Luke I – IX, 430.
(3) R. E Brown, el nacimiento del Mesías, 486.
[6] R. Laurentein: Les evangelies de
l’enfance, 101. Cfr. S. Muñoz Iglesias, los evangelios de
la infancia III. (BAC 488).
[7] San Basilio, Epístola Pg 32, 966.
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