Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
La Virgen, ausente,
silenciosa y silenciada durante el ministerio público de Jesús, aparece en el
momento cumbre de la cruz
Por: n/a | Fuente:
educadormarista.com
* Cuaresma: el tiempo de
cuaresma es un tiempo para escuchar más de cerca la Palabra del Señor; es
además, tiempo de oración y de profundización en el bautismo. Son estos
elementos los que nos llevan a que sea también un tiempo de penitencia. No se
logra llegar a lo esencial sin dejar a un lado ‘otras cosas que valen menos’.
* María: la liturgia nos
presenta en este tiempo a la Virgen como modelo de creyente que medita y
escucha la Palabra de Dios.
* María, obediente a la
voluntad del Padre, camina también Ella hacia la cruz.
* María: ha sido vista
así por la tradición cristiana muy cerca a la cruz. Es verdad que existe un
ropaje que nos dificulta ver a María como creyente obediente al Padre, creyente
que hace también un camino de fe y de subida a Jerusalén. La presencia de las
procesiones cuaresmales, la presencia de María en esas procesiones, con tanta
fuerza, responde a una teología válida: María sentida y celebrada como creyente
fiel, como compañera privilegiada del Hijo que se entrega. Catequesis y celebración
tienen el deber de realizar el deber que subyace.
* María: en el camino
cuaresmal, la figura de María aparece con sobriedad, con discreción, con
sigilo, casi de puntillas. El centro de la cuaresma es la profesión bautismal y
los compromisos que ella supone. En definitiva, el centro cuaresmal es la
preparación a la pascua. En el camino, como una más, pero como creyente
significativa, está María. No es un adorno cuaresmal. Es un modelo. Ella ha
recorrido también ese camino. Como lo recorrió su Hijo, como lo tiene que
recorrer cualquiera que sea seguidor de Cristo.
* Cuaresma: es un camino
que los fieles recorren “entregados” más intensamente a escuchar la Palabra de
Dios y a la oración (SC 109). De este modo, se convierten los fieles en
auténticos discípulos de Cristo. Pero no basta escuchar, hay que retener y
meditar en el corazón, como María, la palabra que nos es dada. Sólo el corazón
que retiene la palabra, como la semilla que cayó en tierra buena, produce
frutos de vida eterna.
SUGERENCIAS PARA LAS
CELEBRACIONES
La liturgia cuaresmal
pide que se respete al máximo las lecturas del leccionario y el misal. Sólo una
justa cusa permite que se celebre una fiesta de la Virgen. Esto no quiere decir
que María esté ausente del camino cuaresmal. El misal y el leccionario de Misas
de la Virgen María prevén la posibilidad de celebraciones marianas en la
cuaresma. Indican, además, los títulos marianos que conviene celebrar en este
tiempo santo de la cuaresma. Es pedagógico tener en cuenta las sugerencias allí
contenidas para ligar a María al tiempo litúrgico.
Centralidad del
discipulado.
La nota característica de
la cuaresma es el discipulado. Quien sigue a Jesús es el que escucha su palabra
y la pone en práctica. En este sentido María se presenta como la discípula del
Señor. Ella tuvo que pasar de ser madre biológica a ser madre creyente y fiel.
Juan nos presenta a María
como compañera junto a la cruz del Señor. Ausente, silenciosa y silenciada
durante el ministerio público de Jesús, aparece en el momento cumbre de la
cruz. Cumple así lo que el Hijo había anunciado: “el que quiera ser mi discípulo
de verdad, que cargue con su cruz y me siga; y donde yo esté, estará él”.