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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que a sus ojos
le parecía bien”. (Jue 17, 6).
Los católicos cibernautas, en su gran mayoría, se enredaron entre las
sombras de las redes sociales. Sus
pronósticos, diatribas y sesgadas especulaciones son una cruzada de calumnias
contra la santa Iglesia católica.
La expedición a la mentira se transformó en la moda nefasta de la
desinformación. La campaña del sofisma está patrocinada por la nauseabunda
secta de la egolatría, los hijos de la viuda.
Así, el embrollo de las noticias falsas es la editorial de la duda. La
incertidumbre del titubeo moral entra plena en las conciencias relapsas de los
defensores del error, capricho del libertinaje.
Ese desenfreno es el vicio bendecido por la costumbre de legalizar la
infamia. Hoy esa depravación es la regla informática de una sociedad cuyo comunismo
impuso el pecado como logro superior de su abominación. Y, ante esa aberración
de la decadencia global, el remedio surge del magisterio de la Iglesia. El papa
León XIII en su carta encíclica Supremi
apostolatus, de septiembre
de 1883, pontificó:
“El apostolado supremo que Nos está confiado y las circunstancias difíciles
por las que atravesamos, Nos advierten a cada momento e imperiosamente Nos
empujan a velar con tanto más cuidado por la integridad de la Iglesia cuanto
mayores son las calamidades que la afligen.
Por esta razón, a la vez que Nos esforzamos cuanto sea posible en defender
por todos los medios los derechos de la Iglesia y en prevenir y rechazar los
peligros que la amenazan y asedian, empleamos la mayor diligencia en implorar
la asistencia de los divinos socorros, con cuya única ayuda pueden tener buen
resultado Nuestros afanes y cuidados.
Y creemos que nada puede conducir más eficazmente a este fin, que, con la
práctica de la Religión y la piedad hacernos propicia a la excelsa Madre de
Dios, la Virgen María, que es la que puede alcanzarnos la paz y dispensarnos la
gracia colocada como está por su Divino Hijo en la cúspide de la gloria y del
poder, para ayudar con el socorro de su protección a los hombres que en medio
de fatigas y peligros se encuentran en la Ciudad Eterna. colocada como está por
su Divino Hijo en la cúspide de la gloria y del poder, para ayudar con el
socorro de su protección a los hombres que en medio de fatigas y peligros se
encuentran en la Ciudad Eterna…”
María Santísima de Chiquinquirá intercede por la salud del pueblo
de Dios.
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