jueves, 31 de julio de 2025

Oración a la Virgen de Chiquinquirá. Reina de Colombia Julio 9 (La Chinca)


 

 

Mis oraciones hacia ti levanto

Amparo de los pobres pecadores

Dulcísima Señora, en mi quebranto

Reina del Cielo escucha mis clamores.

Foto archivo particular

 

Escucha mi plegaria fervorosa

da consuelo y alivio a mis dolores

endulza mi amargura y presurosa

la paz a mi alma atribulada envía.

 

Oh Madre de mi Dios tan poderosa

sálvame del pecado madre mía,

de la virtud enséñame el camino

enséñame del bien la santa vía.

 

Solitario y errante peregrino

a tu amparo me acojo gran señora

mándame de la gracia el don divino

 

 

Piedad, piedad a quien su culpa llora,

a quien a Ti, de hinojos compungido,

reclama tu piedad, tu gracia implora.

Mis oraciones hacia ti levanto

Amparo de los pobres pecadores

Dulcísima Señora, en mi quebranto

Reina del Cielo escucha mis clamores.

 A ti se acoge mi espíritu afligido

 de sus males en busca de consuelo,

 oye Madre mi acento dolorido

 sálvame por piedad y dame el cielo. Amén.  

 

Antes de finalizar este reportaje, se consigna la oración que los siderenses –gentilicio de los habitantes de La Estrella- han rezado por más de trescientos años a Nuestra Señora. La Esperanza Periódico católico monárquico. Julio 31 de 2021. Circulo Tradicionalista Gaspar de Rodas. Medellín, Antioquia.

jueves, 24 de julio de 2025

La Virgen de la Chiquinquirá: su lienzo, su rosario

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

 “Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”. (Tit 3,5).


Dios escogió una imagen de María Santísima para evangelizar al Nuevo Reino de Granada. El catecismo de la revelación se plasmó sobre una manta de algodón, tejido muisca. La humilde tela acompañó a los curas de almas en la encomienda de Suta, 1562. Su silente tarea de ilustración simbólica fue trajinada por el asombro. La pintura representaba a la Madre del Redentor en su tarea de Virgen Oferente. El indígena catecúmeno reconocía su cultura en el lienzo y analizaba, según sus ritos cosmológicos, las relaciones del trazo con sus creencias en Bachué, una diosa creadora emergida de la laguna de Iguaque. La clase contemplaba el trabajo manual de sus mayores convertido en una cartilla religiosa. El estupor de las incógnitas se unió a la complejidad de la teología escolástica. Fue el primer momento de admiración y duda. El oficio del catequista y los sacramentos trasformaron la idolatría al cosmos en el culto de latría al Creador. Mientras ellos penetraban las profundidades de la fe, la pintura no soportó el pasar riguroso de las lluvias ni los veranos calcinantes. Se envejecía bajo el ritmo sosegado del abandono. Las figuras del credo cristiano se desvanecieron entre las roturas de las deshilachadas tramas. Los asombrados nativos comparaban como las ideas ancestrales seguía vigentes y la imagen se extinguía como símbolo religioso de sus comarcas invadidas por los labrantíos castellanos. El concepto gráfico desaparecía del cuadro colgado en la capilla doctrinera. El vacío de la forma deshecha penetraba en sus conciencias. La efigie de la mujer, virgen y madre, se esfumó. Entonces, la voluntad divina vino en ayuda de un rebaño, aún arisco, para revelarles un secreto, el rosario de unos episodios históricos. Plegaria recitada por la intimidad de la renovación de un tríptico diseñado por un fraile, un encomendero y un pintor.

 El rosario del lienzo


La creación 


1.El artista elegido 

Antonio de Santana… “se fue a la ciudad de Tunja, que dista del pueblo de Suta, catorce leguas, y mandó a Alonso de Narváez, que era el pintor, que había en dicha ciudad, que le pintara una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

 2. La manta y las tinturas

 “…Narváez empleó para la obra los elementos que le ofrecía la campiña de Tunja: una tela de algodón, tejida por los indígenas, y tierra de colores en mixtura con hierbas y flores…” Apostillas. Ariza, O.P. Pág. 26. 

3. La pintura de la Virgen

 “…Como ideó Antonio de Santana la imagen, así la pintó Alonso de Narváez; más al parecer con un defecto, que ha sido reparado siempre de muchos, y sabida la causa de pocos: porque debiendo pintar a san Andrés apóstol al lado derecho de la Sacratísima Virgen lo pintó al izquierdo…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

4. La capilla de Suta 

“…Recibió la imagen de Antonio de Santana, pintada en la manta de algodón, con los colores al temple, y por su trabajo dio al pintor veinte pesos de oro, no haciéndosele caro por este precio, lograr el deseado consuelo, de tener la imagen de la Sacratísima Virgen María del Rosario, con los dos santos sus devotos en la capilla del pueblo de Suta… Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

5. La imagen desvanecida 

“…Pasaronse algunos años, y por el de 1575, se reconoció, que la imagen de Nuestra señora del Rosario estaba ya desfigurada, borrada y perdidos los colores, de manera, que parecía muy antigua…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.

El maltrato 


1. Los anchos agujeros 

 “…Y además de estas roturas tenía el lienzo, otras pequeñas en diferentes partes, según lo testificó el padre Francisco Pérez clérigo presbítero, en las informaciones hechas en la ciudad de Tunja, por comisión del señor arzobispo don fray Luis Zapata de Cárdenas, el año de 1588…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.

2. El azote de las lluvias 

 “…Estaba maltratado, y roto en las partes dichas, a causa de haberse mojado muchas veces, por haber tenido poca cuenta de empajar la capilla antes que fuera por cura: porque en el altar, donde estaba, entraba, cuando llovía mucha agua, que caía sobre el lienzo. Tobar y Buendía, O.P. Pág. 14. 

3. El camino a Chiquinquirá 

“…Luego, que Antonio de Santana recibió el roto, y maltratado lienzo, en que estaba borrada la pintura, y desfigurada la imagen de Nuestra Señora del Rosario, la entregó a unos indios del pueblo de Suta, y les mandó, que la llevaran al pueblo de Chiquinquirá, de donde también era encomendero…” Tobar y Buendía, O.P. Pág.16.

4. La escuela del olvido 

María Ramos. “…Vio, que en el suelo estaba un desarmado bastidor, y en él el maltratado, y roto lienzo de la imagen desfigurada de la Madre de Dios del Rosario; levantándolo del suelo sacudióle el polvo, que tenía, y queriendo reconocer, qué imagen estaba pintada, no pudo discernir de quien fuera, por estar tan borrada, y perdidas las facciones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.

5. El bastidor desajustado

María Ramos. “…llamó a una mujer mestiza nombrada Ana Domínguez, del servicio de Catalina García de Irlos, para que le ayudara, a componer el bastidor, que estaba desarmado y a ponerlo en alto encima del altar, y habiendo compuesto lo mejor, que pudieron, lo pusieron en alto sobre el altar: y para que no cayese, lo aseguraron en unas cañas, materia de que se componía la pared con un cordel de fique, dándole cuatro, o cinco apretados nudos. Después que María Ramos dejó asegurada su deseada más que poseída imagen, barrió la capilla, y puesta de rodillas, hizo larga oración, y habiendo rezado sus devociones, y encomendándose a Dios, salió de la capilla tierna, y llorosa…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.

La renovación 


1.El icono ardiente 

 “…llevaba la india Isabel de la mano a un niño mestizo llamado Miguel de edad de cuatro, a cinco años. Al pasar por la puerta de la capilla le dijo el niño a la india, madre mira a la Madre de Dios, que está en el suelo, volvió la india, a mirar hacia el altar, y vio que la imagen de la Madre de Dios del Rosario estaba en el suelo parada, despidiendo de sí un esplendor celestial, y tan grande de luz, que llenaba de claridad toda la capilla: quedose asombrada la india, viendo aquel prodigio, y muy despavorida, y asustada le dijo en altas voces a María Ramos, que iba saliendo de la capilla estas razones: mira, mira señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su lugar, y está allí en su asiento parada, y parece que se está quemando. Volvió María Ramos el rostro, y vio, que la imagen de la Madre de Dios estaba de la manera, que decía la india…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 25. 

2. Restauración y veneración 

 “… A los clamores de María de Ramos, y a las voces que dio la india Isabel, acudió Juana de Santana, y juntas las tres dichosas mujeres, llenas de espanto, y admiración, postradas de rodillas con afectos inexplicables de devoción, que les rebozaba en tiernas lágrimas, estuvieron embelesadas gozando de aquellos resplandores de gloria, que llenaban de claridad la capilla, y de alegría sus corazones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 26. 

3. De hinojos ante el prodigio

“… (No con poca admiración de María Ramos) que los cordeles, con que había asegurado el bastidor, en que estaba el lienzo, habiéndole dado antes cuatro, o cinco nudos, para que no cayese, no estaban cortados, ni reventados, sino sanos, fuertes, y enteros, y que parecía habían sido desatados. Estando haciendo ese reparo, llegó Catalina Carcía de Irlos muy despavorida con Ana Domínguez, y otras personas de su servicio, y viendo la bendita imagen con aquella hermosura nunca vista, y con el rostro tan encendido, y colorado, renovado de colores se quedaron asombradas, derramando muchas lágrimas, y postrándose de rodillas en compañía de las demás mujeres, hicieron oración, y se estuvieron todo aquel día en la capilla, dando gracias a Dios, y contemplando en sus maravillas, y en la celestial hermosura de su Santísima Madre, cuyo rostro en su imagen duró por todo aquel día encendido, y colorado…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 27.

4. Certificación canónica

 “… después, que sucedió el milagro de la renovación de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá, dieron noticia de él al cura que en la ocasión era el padre Juan de Figueredo, clérigo presbítero, el que tenía su asistencia en el pueblo de Suta, y llevando en su compañía a Diego López de Castiblanco, escribano de Su Majestad para hacer información, y averiguación del milagro, fue a Chiquinquirá; entró a la capilla, y viendo a la milagrosa imagen tan sumamente hermosa y con tan vivos colores renovada en el roto lienzo, se quedó asombrado: y habiéndola adorado con mucha devoción, y contemplado, en el milagro; hizo de él información en Chiquinquirá, en diez días del mes de enero de 1587. Recibiendo declaraciones de los testigos…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 29.

5. Fruto de la Providencia 

 “…Cuando el milagro de la manifestación, y renovación por sí misma, de esta bendita imagen, no estuviera tan suficientemente comprobado en las copiosas informaciones, que hicieron así el cura de Chiquinquirá, como los jueces comisarios, basta verla al presente, para conocer en ella, que es obra toda sobrenatural…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 39.

El ofrecimiento


 1. Los promeseros, 1586

 “…En lenguas de fama corrió por todo el Nuevo Reino la noticia de la prodigiosa renovación de la imagen de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá: y al instante comenzaron los fieles a tenerle mucha devoción, y a invocarla en su favor, amparo, y remedio de sus necesidades, trabajos, dolores, y aflicciones: y haciendo promesa de visitarla en su casa comenzó, hacer frecuentada de enfermos, tullidos, y necesitados…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 42.

 2. La iluminación, 1589

 “…víspera de la Epifanía del Señor, el día 5 de enero de 1589 entre las ocho, y nueve de la mañana, saliendo revestido, a decir misa el padre Fernando de Rojas, en el altar de la Madre de Dios de Chiquinquirá, vio, y vieron todos los que concurrieron, a oírla que la imagen de Nuestra Señora del Rosario estaba como cubierta de una nube muy resplandeciente como un cristal, o nieve muy blanca, con tan grande luz, que apenas podían, percibir verle el rostro a la Santísima Virgen, la cual duró de aquella manera todo aquel día, y el otro siguiente de los Reyes, hasta la hora de las cinco de la tarde: y del resplandor, que despedía la milagrosa imagen, resultaba grandísima claridad en los santos san Andrés apóstol, y san Antonio…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 89.

3. La coronación, 1919

 “…En la ciudad de Bogotá, a nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, en el dosel levantado en el atrio de la Catedral Basílica Menor, en virtud del decreto pontificio de 9 de enero de 1910, se llevó a cabo la ceremonia de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá con el Niño Jesús… (Cf. Acta notarial de la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá). 

4. La visita del Papa, 1986 

1. ¡Dichosa Tú que has creído! (cf. Lc 1, 45) Como peregrino a tu santuario de Chiquinquirá, me postro ante Ti, oh Madre de Jesús, pronunciando las palabras con las que te saludó Isabel, la esposa de Zacarías, en el umbral de su casa. ¡Dichosa Tú, que has creído! Dichosa, porque a impulsos de tu fe, en respuesta al anuncio del ángel, acogiste en tu seno la Palabra del Dios vivo. Dichosa Tú por haber pronunciado aquel bienaventurado “fiat” que te convirtió, por virtud inefable, de Sierva del Señor en la Madre del Verbo Eterno: Dios de Dios, Luz de Luz, hecho hombre en tus entrañas virginales. ¡El Verbo se hizo hombre! (cf. Jn 1, 14). ¡Dichosa Tú, porque gracias a tu acatamiento de la Palabra de Dios, se cumplió, ya en la plenitud de los tiempos, el acontecimiento más señalado por los profetas para la vida y para historia de la humanidad: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2): ¡tu Hijo Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, el Redentor del hombre, el Redentor del mundo! (Cf. Viaje apostólico a Colombia. Misa en el Santuario Mariano de Chiquinquirá. Homilía del santo padre Juan Pablo II. Jueves 3 de julio de 1986).

5. El resplandor, 1999

 “En la mañana del día 26 de marzo de 1999, a los 6 y 45 minutos en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Madre de Dios se llenó de una gran claridad. En vísperas de iniciar la Semana de Pasión del Señor. El quinto viernes de cuaresma, viernes de dolores, fue el día escogido por la Virgen María para manifestarse nuevamente. Lo primero que vi fue cómo se iluminó el niño que sostiene la Virgen en el brazo izquierdo, lleno de una blancura difícil de describir, el velo que cubre la cabeza de la Virgen y que baja hasta la altura del brazo, resplandecía tomando un color blanco claro, el rostro de la Virgen se iluminó adquiriendo una claridad resplandeciente…” Testimonio de fray Edelberto Zárate González, O.P.

jueves, 17 de julio de 2025

El rezo de los raizales

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

El rosario del promesero es el canto de la humildad colombiana. Sus plegarias suenan a camándula bendecida por la artesanía de la fidelidad. Sus preces traen el rumor de las ventiscas en los páramos y los oleajes marítimos de dos mares. Sus ruegos convidan a un continente a la procesión. El salterio nacional besa a la romería interminable.  En sus labios vibra una jaculatoria a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Ella, la Rosa del Cielo, vive en el altar de la oración hogareña. Terruño vital de las aldeas levantadas sobre las circunstancias de la agreste geográfica. Ella cobija el abandono de las latitudes en su recitación trajinada al compás de una esperanza que la fe convirtió en certeza.

Su rosario en familia es el guardián del concepto de Pío XII, invisible sustancia sobrenatural. Jaculatoria del Evangelio para engendrar el cielo en el alma. El ruego de sus misterios es una meditación celeste. El viajero pasa, sin prisas ni silencios, una cadencia sosegada. Es el tiquete del peregrino al emprender la marcha para ir a postrarse ante el Dios misericordioso sostenido por Mamá Linda Renovada.

El rosario es su antídoto contra la malicia política. Engendro de los motivos del trágico sofisma que crucificó a Colombia… Y vuelve el mes de julio a releer memorias de una independencia fraudulenta mientras la realidad se santifica al amparo de sus fiestas marianas.

El heroico pueblo abandonó sus labrantíos para ir a visitar el santuario de La Chinca. Es un llamado ancestral. Las multitudes andariegas, con los acordes de la guabina chiquinquireña, migran guiadas por el aliento místico de la corona de rosas.

 

miércoles, 9 de julio de 2025

Acta notarial de la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá

Foto archivo particular

En la ciudad de Bogotá, a nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, en el dosel levantado en el atrio de la Catedral Basílica Menor, en virtud del decreto pontificio de 9 de enero de 1910, se llevó acabo la ceremonia de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá con el Niño Jesús, en el orden siguiente: El ilustrísimo señor don Eduardo Maldonado Calvo, en su carácter de Protonotario Apostólico para esta ceremonia, bendijo solemnemente las dos coronas y el iris de oro, oferta de los Religiosos de la Orden de Santo Domingo, celebró de pontifical y terminada la santa misa, por ante mí el infrascrito Notario Eclesiástico de este Arzobispado y por ante el Excmo. Señor Nuncio Apostólico, El ilustrísimo señor Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, el Excmo. Señor presidente de la República, ilustrísimos señores arzobispos de Medellín y Popayán, ilustrísimos señores Obispos de Garzón, Ibagué, Manizales, Cali Antioquia, y Jericó, Socorro, Pamplona, Santa Rosa de Osos y Pasto, ilustrísimo Señor Obispo de Camaco, Auxiliar y Vicario General, ilustrísimo señor Vicario Apostólico de la Goajira, ilustrísimos Señores Prefectos Apostólicos de Arauca, Caquetá, y Chocó, ilustrísimo Señor Vicario Apostólico de Casanare, el M.I. Señor Provisor y Vicario General de este Arzobispado, el Venerable Capítulo Metropolitano, altas autoridades de la República, muchos sacerdotes y religiosos, y finalmente ante una inmensa multitud exigió el ilustrísimo señor Obispo de Tunja a los diputados los M. RR. Padres Fray Tomás María Posada, Prior de los Religiosos de la Orden de Santo Domingo, y fray Luis María Lopera, Cura Párroco de Chiquinquirá, el juramento canónico de mantener y conservar, y de ordenar a sus respectivos sucesores o encargados, que hagan mantener y conservar sobre la cabeza de la veneranda Imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá y del Niño Jesús las dos coronas junto con la aureola también de oro y adornadas con riquísimas piedras, y acto continuo, entre el general entusiasmo y religioso respeto de todos los circunstantes colocó las respectivas coronas y la aureola de oro, que antes llamé iris por su resplandor, sobre la cabeza de Nuestra Señora de Chiquinquirá y del Niño Jesús. Todo lo cual presencié como Notario Eclesiástico del Arzobispado de Bogotá, de ello doy fe y firmó y refrendo con el sello del Arzobispado por ante los dignísimos testigos ya mencionados, quienes firman conmigo, Fidel León Triana. Pbro. Notario Ecco, (L.S.) – Marco Fidel Suárez, Presidente de la República – Enrique Gasparri, Arzobispo de Sebaste, Nuncio Apostólico. – Eduardus, Epus. Tunquen. – Bernardo, Arzobispo de Bogotá. - Manuel José Arzobispo de Medellín. - Esteban, Obispo de Garzón. – Manuel Antonio, Arzobispo de Popayán. – G. Nacianceno, Obispo de Manizales. - Ismael, Obispo de Ibagué. – Antonio Ma, Obispo de Pasto.- Maximiliano, Obispo de Santa Rosa de Osos. Fr. Atanasio Vicente Soler y Royo, Obispo de Citarizo y Vic. Ap. – Francisco Cristóbal, Obispo de Antioquia y Jericó. – Antonio Vicente, Obispo del Socorro. – Leonidas, Obispo Titul. de Camaco, Auxiliar y Vicario General. – Eladio, Obispo de Cali. – Rafael Obispo de Pamplona. – Fr. Santos Ballesteros, Vicario Apostólico del Casanare. - Emilio Larquere, Pref. Ap. de Arauca. – Salustiano Gómez Riaño. – Francisco, Prefecto del Chocó. - Acepto, Fr. Tomás María Posada A., Prior O.P. – Acepto, Fr. Luis María Lopera, O.P., Cura Párroco de Chiquinquirá. Fr. José Ángel Lombana S., Provincial O. Prae. - Testigo, José Joaquín Casas, hijo de Chiquinquirá. – Testigo, José María Neira, Gral. del Ejército, hijo de Chiquinquirá. Faltan aún las firmas del Venerable Capítulo y de altas autoridades que asistieron a la augusta ceremonia. Es fiel y primera copia del original, expedida por el infrascrito Notario Eclesiástico, en Bogotá, a once de julio de mil novecientos diez y nueve. Doy fe, Fidel León Triana, Pbro. Notario Eclesiástico, (L.S.). E

jueves, 3 de julio de 2025

El candil de María Ramos

Por Julio Ricardo Castaño Rueda 
Sociedad Mariológica Colombiana 


 “Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban” (Mc 6,13).

Fotos Julio Ricardo Castaño Rueda
 
 En Chiquinquirá, el templo de la Renovación exhibe un mutilado documento avalado por la Biblioteca de la Academia Boyacense de Historia donde aparecen un error histórico y varios de gramática. El escrito certifica un milagro. Es parte del apoyo a una campaña publicitaria en beneficio del aceite La Milagrosa, producto que se puede adquirir en el despacho parroquial por 6.000 pesos. El prodigio ocurrió a principios del siglo XVII cuando una lámpara se encendió sola y lanzó un bello resplandor mientras su unto inundó el suelo de la capilla. Allí reposaba el renovado lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El fenómeno entró a formar parte del botiquín médico de los peregrinos. Ellos usaron el aceitón para curar sus enfermedades. El remedio funcionó en esa centuria y desapareció del uso terapéutico en el mismo espacio de tiempo. Después de trescientos años, en el año 2023, los frailes dominicos volvieron a retomar la herencia del quinqué que vertía su sanador santolio. La pregunta es por qué se extinguió el uso del óleo dentro del ritual costumbrista de un pueblo devoto. Y el siguiente interrogante radica en verificar su eficacia en el mejorado envase. ¿En estos últimos años alguien ha dejado su testimonio de un favor celestial a través del líquido graso? La espera de la respuesta permite publicar el texto original, con negrillas el faltante y sus yerros finales. “…Estando Antonio Hernández Morera en la Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en novenas el día 04 de octubre de 1607, rezando devociones, entró María Ramos: y habiéndose acercado al altar de Nuestra Señora, después de haber hecho oración, le dijo a Antonio Hernández, que aliñara, y encendiera la lámpara de Nuestra Señora que ella tenía que hacer. Acabó de rezar Antonio Hernández, y habiendo ido a la posada de María Ramos por aceite, cuando volvió con él, halló que la lámpara que había dejado apagada estaba encendida, y que de ella salía un grandísimo resplandor reverberando con extraña luz en la capilla; espeluzáronsele los cabellos, y muy espantado, de ver tan extraordinaria claridad, se acercó a la lámpara, y vio que el vaso, a más de estar lleno de aceite, se vertía en abundancia, y se derramaba en el cubo sobre el afrecho, que tenía: atónito de ver aquel prodigio, salió despavorido, y cogiendo las campanas, las comenzó a repicar: acudió el cura con muchas personas: y habiendo entrado a la iglesia, vieron esta maravilla, y que todavía se difundía el aceite, que rebosaba del vaso: y comenzando, a coger del a porfía, y con alborazo, mandó el cura debajo de excomunión, que no cogieran más del aceite, y al instante cesó de rebosar, y derramarse, quedando lleno el vaso con admiración de todos, los que se hallaron presentes con el cura que celebró el milagro, descubriendo a la Madre de Dios, con copia de luces: y habiendo sucedido entre las cuatro, y cinco de la tarde, el día cuatro de octubre, de mil seiscientos y siete años, se estuvieron hasta media noche en la iglesia cantando alabanzas a la Madre de Dios en cuyo templo está pintado el milagro en un grande lienzo en recomendación, de su memoria. Y desde el día que sucedió, quedó la lamparilla de latón con el renombre de Milagrosa: y por otro de María Ramos: y se conserva hasta el tiempo presente, aunque sin cadenillas de la primera materia, por haberlas quitado por reliquia, y está pendiente de una lámpara grande de plata, que está en medio de otras en la Capilla Mayor. No fue sólo una vez, en la que se difundió este milagroso aceite: porque el año 1614, siendo cura el padre Gabriel de Rivera Castellanos, estando en novenas en la iglesia algunas personas, y entre ellas don Bernardino de la Sema Mojica, y Juan Gómez Medrano, regidores de la Ciudad de Tunja, vieron, que estando apagada la lámpara grande, que llaman de Villalobos, en que está pendiente la lámpara de latón, que llaman del Milagro, entró María Ramos a la Iglesia y parada delante de la Santísima Imagen, le oyeron decir en alta voz las palabras siguientes: buena estáis Rosa del Cielo a oscuras: Pues bien sabéis que yo no tengo aceite, con qué encenderos la lámpara. Y habiendo dicho estas razones, pasado un breve rato, vieron, que de improvisto, comenzó, a arder la lámpara, y que de ella rebozaba aceite. Admirados del prodigio, repicaron las campanas pregoneras del milagro: y acudiendo el cura con muchas personas, comenzaron a recoger del aceite, que se difundía, en jarros y tazas, que después guardaron en frascos por reliquia, con que obró la Madre de Dios muchos milagros en beneficio de los enfermos, a quienes ungían con él: y desde entonces quedó en los peregrinos asentada la devoción, de cebar aquella milagrosa lámpara, y llevar de su aceite, que aplican como universal remedio de cualquier dolencia, calificado con tan notorias experiencias, de los muchos milagros obrados por esta Celestial Señora”. 

“Confrontar: TOBAR Y BUENDÍA, Pedro. La virgen de Chiquinquirá, la única fuente histórica del milagro, escrita en el siglo XVII por el padre Pedro Tovar y Buendia, Bliblioteca* de la academia Boyacense de Historia, Tunja 1986, pp. 143-145.” 

Nota del autor: Tobar y Buendía no es la única fuente historiográfica. Existen otros documentos como Memoria de los sucesos raros que ha obrado N. Sr. por intercesión de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá. Testimonios juramentados de fray Juan Pereira, O.P. y el Proceso eclesiástico sobre la milagrosa renovación de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y hechos portentosos que se siguieron. 

 *Y Las erratas son las llagas del texto.