Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del
baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”. (Tit 3,5).
Dios escogió una imagen de María Santísima para evangelizar al Nuevo Reino de Granada. El catecismo de la revelación se plasmó sobre una manta de algodón, tejido muisca. La humilde tela acompañó a los curas de almas en la encomienda de Suta, 1562. Su silente tarea de ilustración simbólica fue trajinada por el asombro. La pintura representaba a la Madre del Redentor en su tarea de Virgen Oferente.
El indígena catecúmeno reconocía su cultura en el lienzo y analizaba, según sus ritos cosmológicos, las relaciones del trazo con sus creencias en Bachué, una diosa creadora emergida de la laguna de Iguaque. La clase contemplaba el trabajo manual de sus mayores convertido en una cartilla religiosa. El estupor de las incógnitas se unió a la complejidad de la teología escolástica. Fue el primer momento de admiración y duda.
El oficio del catequista y los sacramentos trasformaron la idolatría al cosmos en el culto de latría al Creador. Mientras ellos penetraban las profundidades de la fe, la pintura no soportó el pasar riguroso de las lluvias ni los veranos calcinantes. Se envejecía bajo el ritmo sosegado del abandono.
Las figuras del credo cristiano se desvanecieron entre las roturas de las deshilachadas tramas. Los asombrados nativos comparaban como las ideas ancestrales seguía vigentes y la imagen se extinguía como símbolo religioso de sus comarcas invadidas por los labrantíos castellanos.
El concepto gráfico desaparecía del cuadro colgado en la capilla doctrinera. El vacío de la forma deshecha penetraba en sus conciencias. La efigie de la mujer, virgen y madre, se esfumó. Entonces, la voluntad divina vino en ayuda de un rebaño, aún arisco, para revelarles un secreto, el rosario de unos episodios históricos. Plegaria recitada por la intimidad de la renovación de un tríptico diseñado por un fraile, un encomendero y un pintor.
El rosario del lienzo
La creación
1.El artista elegido
Antonio de Santana… “se fue a la ciudad de Tunja, que dista del pueblo de Suta, catorce leguas, y mandó a Alonso de Narváez, que era el pintor, que había en dicha ciudad, que le pintara una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.
2. La manta y las tinturas
“…Narváez empleó para la obra los elementos que le ofrecía la campiña de Tunja: una tela de algodón, tejida por los indígenas, y tierra de colores en mixtura con hierbas y flores…” Apostillas. Ariza, O.P. Pág. 26.
3. La pintura de la Virgen
“…Como ideó Antonio de Santana la imagen, así la pintó Alonso de Narváez; más al parecer con un defecto, que ha sido reparado siempre de muchos, y sabida la causa de pocos: porque debiendo pintar a san Andrés apóstol al lado derecho de la Sacratísima Virgen lo pintó al izquierdo…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.
4. La capilla de Suta
“…Recibió la imagen de Antonio de Santana, pintada en la manta de algodón, con los colores al temple, y por su trabajo dio al pintor veinte pesos de oro, no haciéndosele caro por este precio, lograr el deseado consuelo, de tener la imagen de la Sacratísima Virgen María del Rosario, con los dos santos sus devotos en la capilla del pueblo de Suta… Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.
5. La imagen desvanecida
“…Pasaronse algunos años, y por el de 1575, se reconoció, que la imagen de Nuestra señora del Rosario estaba ya desfigurada, borrada y perdidos los colores, de manera, que parecía muy antigua…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.
El maltrato
1. Los anchos agujeros
“…Y además de estas roturas tenía el lienzo, otras pequeñas en diferentes partes, según lo testificó el padre Francisco Pérez clérigo presbítero, en las informaciones hechas en la ciudad de Tunja, por comisión del señor arzobispo don fray Luis Zapata de Cárdenas, el año de 1588…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.
2. El azote de las lluvias
“…Estaba maltratado, y roto en las partes dichas, a causa de haberse mojado muchas veces, por haber tenido poca cuenta de empajar la capilla antes que fuera por cura: porque en el altar, donde estaba, entraba, cuando llovía mucha agua, que caía sobre el lienzo. Tobar y Buendía, O.P. Pág. 14.
3. El camino a Chiquinquirá
“…Luego, que Antonio de Santana recibió el roto, y maltratado lienzo, en que estaba borrada la pintura, y desfigurada la imagen de Nuestra Señora del Rosario, la entregó a unos indios del pueblo de Suta, y les mandó, que la llevaran al pueblo de Chiquinquirá, de donde también era encomendero…” Tobar y Buendía, O.P. Pág.16.
4. La escuela del olvido
María Ramos. “…Vio, que en el suelo estaba un desarmado bastidor, y en él el maltratado, y roto lienzo de la imagen desfigurada de la Madre de Dios del Rosario; levantándolo del suelo sacudióle el polvo, que tenía, y queriendo reconocer, qué imagen estaba pintada, no pudo discernir de quien fuera, por estar tan borrada, y perdidas las facciones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.
5. El bastidor desajustado
María Ramos. “…llamó a una mujer mestiza nombrada Ana Domínguez, del servicio de Catalina García de Irlos, para que le ayudara, a componer el bastidor, que estaba desarmado y a ponerlo en alto encima del altar, y habiendo compuesto lo mejor, que pudieron, lo pusieron en alto sobre el altar: y para que no cayese, lo aseguraron en unas cañas, materia de que se componía la pared con un cordel de fique, dándole cuatro, o cinco apretados nudos.
Después que María Ramos dejó asegurada su deseada más que poseída imagen, barrió la capilla, y puesta de rodillas, hizo larga oración, y habiendo rezado sus devociones, y encomendándose a Dios, salió de la capilla tierna, y llorosa…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.
La renovación
1.El icono ardiente
“…llevaba la india Isabel de la mano a un niño mestizo llamado Miguel de edad de cuatro, a cinco años. Al pasar por la puerta de la capilla le dijo el niño a la india, madre mira a la Madre de Dios, que está en el suelo, volvió la india, a mirar hacia el altar, y vio que la imagen de la Madre de Dios del Rosario estaba en el suelo parada, despidiendo de sí un esplendor celestial, y tan grande de luz, que llenaba de claridad toda la capilla: quedose asombrada la india, viendo aquel prodigio, y muy despavorida, y asustada le dijo en altas voces a María Ramos, que iba saliendo de la capilla estas razones: mira, mira señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su lugar, y está allí en su asiento parada, y parece que se está quemando. Volvió María Ramos el rostro, y vio, que la imagen de la Madre de Dios estaba de la manera, que decía la india…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 25.
2. Restauración y veneración
“… A los clamores de María de Ramos, y a las voces que dio la india Isabel, acudió Juana de Santana, y juntas las tres dichosas mujeres, llenas de espanto, y admiración, postradas de rodillas con afectos inexplicables de devoción, que les rebozaba en tiernas lágrimas, estuvieron embelesadas gozando de aquellos resplandores de gloria, que llenaban de claridad la capilla, y de alegría sus corazones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 26.
3. De hinojos ante el prodigio
“… (No con poca admiración de María Ramos) que los cordeles, con que había asegurado el bastidor, en que estaba el lienzo, habiéndole dado antes cuatro, o cinco nudos, para que no cayese, no estaban cortados, ni reventados, sino sanos, fuertes, y enteros, y que parecía habían sido desatados. Estando haciendo ese reparo, llegó Catalina Carcía de Irlos muy despavorida con Ana Domínguez, y otras personas de su servicio, y viendo la bendita imagen con aquella hermosura nunca vista, y con el rostro tan encendido, y colorado, renovado de colores se quedaron asombradas, derramando muchas lágrimas, y postrándose de rodillas en compañía de las demás mujeres, hicieron oración, y se estuvieron todo aquel día en la capilla, dando gracias a Dios, y contemplando en sus maravillas, y en la celestial hermosura de su Santísima Madre, cuyo rostro en su imagen duró por todo aquel día encendido, y colorado…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 27.
4. Certificación canónica
“… después, que sucedió el milagro de la renovación de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá, dieron noticia de él al cura que en la ocasión era el padre Juan de Figueredo, clérigo presbítero, el que tenía su asistencia en el pueblo de Suta, y llevando en su compañía a Diego López de Castiblanco, escribano de Su Majestad para hacer información, y averiguación del milagro, fue a Chiquinquirá; entró a la capilla, y viendo a la milagrosa imagen tan sumamente hermosa y con tan vivos colores renovada en el roto lienzo, se quedó asombrado: y habiéndola adorado con mucha devoción, y contemplado, en el milagro; hizo de él información en Chiquinquirá, en diez días del mes de enero de 1587. Recibiendo declaraciones de los testigos…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 29.
5. Fruto de la Providencia
“…Cuando el milagro de la manifestación, y renovación por sí misma, de esta bendita imagen, no estuviera tan suficientemente comprobado en las copiosas informaciones, que hicieron así el cura de Chiquinquirá, como los jueces comisarios, basta verla al presente, para conocer en ella, que es obra toda sobrenatural…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 39.
El ofrecimiento
1. Los promeseros, 1586
“…En lenguas de fama corrió por todo el Nuevo Reino la noticia de la prodigiosa renovación de la imagen de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá: y al instante comenzaron los fieles a tenerle mucha devoción, y a invocarla en su favor, amparo, y remedio de sus necesidades, trabajos, dolores, y aflicciones: y haciendo promesa de visitarla en su casa comenzó, hacer frecuentada de enfermos, tullidos, y necesitados…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 42.
2. La iluminación, 1589
“…víspera de la Epifanía del Señor, el día 5 de enero de 1589 entre las ocho, y nueve de la mañana, saliendo revestido, a decir misa el padre Fernando de Rojas, en el altar de la Madre de Dios de Chiquinquirá, vio, y vieron todos los que concurrieron, a oírla que la imagen de Nuestra Señora del Rosario estaba como cubierta de una nube muy resplandeciente como un cristal, o nieve muy blanca, con tan grande luz, que apenas podían, percibir verle el rostro a la Santísima Virgen, la cual duró de aquella manera todo aquel día, y el otro siguiente de los Reyes, hasta la hora de las cinco de la tarde: y del resplandor, que despedía la milagrosa imagen, resultaba grandísima claridad en los santos san Andrés apóstol, y san Antonio…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 89.
3. La coronación, 1919
“…En la ciudad de Bogotá, a nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, en el dosel levantado en el atrio de la Catedral Basílica Menor, en virtud del decreto pontificio de 9 de enero de 1910, se llevó a cabo la ceremonia de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá con el Niño Jesús… (Cf. Acta notarial de la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá).
4. La visita del Papa, 1986
1. ¡Dichosa Tú que has creído! (cf. Lc 1, 45)
Como peregrino a tu santuario de Chiquinquirá, me postro ante Ti, oh Madre de Jesús, pronunciando las palabras con las que te saludó Isabel, la esposa de Zacarías, en el umbral de su casa.
¡Dichosa Tú, que has creído!
Dichosa, porque a impulsos de tu fe, en respuesta al anuncio del ángel, acogiste en tu seno la Palabra del Dios vivo.
Dichosa Tú por haber pronunciado aquel bienaventurado “fiat” que te convirtió, por virtud inefable, de Sierva del Señor en la Madre del Verbo Eterno: Dios de Dios, Luz de Luz, hecho hombre en tus entrañas virginales. ¡El Verbo se hizo hombre! (cf. Jn 1, 14).
¡Dichosa Tú, porque gracias a tu acatamiento de la Palabra de Dios, se cumplió, ya en la plenitud de los tiempos, el acontecimiento más señalado por los profetas para la vida y para historia de la humanidad: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2): ¡tu Hijo Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, el Redentor del hombre, el Redentor del mundo! (Cf. Viaje apostólico a Colombia. Misa en el Santuario Mariano de Chiquinquirá. Homilía del santo padre Juan Pablo II. Jueves 3 de julio de 1986).
5. El resplandor, 1999
“En la mañana del día 26 de marzo de 1999, a los 6 y 45 minutos en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Madre de Dios se llenó de una gran claridad. En vísperas de iniciar la Semana de Pasión del Señor. El quinto viernes de cuaresma, viernes de dolores, fue el día escogido por la Virgen María para manifestarse nuevamente. Lo primero que vi fue cómo se iluminó el niño que sostiene la Virgen en el brazo izquierdo, lleno de una blancura difícil de describir, el velo que cubre la cabeza de la Virgen y que baja hasta la altura del brazo, resplandecía tomando un color blanco claro, el rostro de la Virgen se iluminó adquiriendo una claridad resplandeciente…” Testimonio de fray Edelberto Zárate González, O.P.
Salve María!
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ResponderEliminarEstimado redactor, hermoso pasaje por el milagro de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá
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