jueves, 17 de julio de 2025

El rezo de los raizales

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

El rosario del promesero es el canto de la humildad colombiana. Sus plegarias suenan a camándula bendecida por la artesanía de la fidelidad. Sus preces traen el rumor de las ventiscas en los páramos y los oleajes marítimos de dos mares. Sus ruegos convidan a un continente a la procesión. El salterio nacional besa a la romería interminable.  En sus labios vibra una jaculatoria a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Ella, la Rosa del Cielo, vive en el altar de la oración hogareña. Terruño vital de las aldeas levantadas sobre las circunstancias de la agreste geográfica. Ella cobija el abandono de las latitudes en su recitación trajinada al compás de una esperanza que la fe convirtió en certeza.

Su rosario en familia es el guardián del concepto de Pío XII, invisible sustancia sobrenatural. Jaculatoria del Evangelio para engendrar el cielo en el alma. El ruego de sus misterios es una meditación celeste. El viajero pasa, sin prisas ni silencios, una cadencia sosegada. Es el tiquete del peregrino al emprender la marcha para ir a postrarse ante el Dios misericordioso sostenido por Mamá Linda Renovada.

El rosario es su antídoto contra la malicia política. Engendro de los motivos del trágico sofisma que crucificó a Colombia… Y vuelve el mes de julio a releer memorias de una independencia fraudulenta mientras la realidad se santifica al amparo de sus fiestas marianas.

El heroico pueblo abandonó sus labrantíos para ir a visitar el santuario de La Chinca. Es un llamado ancestral. Las multitudes andariegas, con los acordes de la guabina chiquinquireña, migran guiadas por el aliento místico de la corona de rosas.

 

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