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Foto Julio Ricardo Castaño Rueda |
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“…reúne por decenas sus pequeños granos de una invisible sustancia
sobrenatural”. Pío XII.
El salterio de María tiene la virtud para que el alma se mueva en una acción
misionera llamada santidad.
Su trasegar, de herramienta del apostolado, despierta el verdadero
recogimiento de las enseñanzas predicadas por Jesús de Nazaret. Dicta la catedra del magisterio del amor. Enseñanza
escrita dentro de un corazón traspasado. Lanza que regó con sangre el misterio
de la resurrección del Salvador. Vida perpetua, gracia irrevocable.
El celestial eco de sus preces se engendró en María Santísima, plegaria bendita
de su obediencia a la divina voluntad. En manos serviciales y voces orantes se
transforma en el custodio del orden superior, civilización cristiana. Los sembradores
de la corona cosechan el fruto de una esperanza convertida en certeza. Esta oración
heroica vive bajo el amparo tutelar de Nuestra Señora, Madre y Centinela del
Verbo de Dios.
Y al nacer octubre, inicio de la cruzada, vale la pena volver a la intrépida
predicación contra los acontecimientos del hecho espurio, engendro del engaño.
Conducta patrocinada por los asesinos del orden moral. Ideología de colectivos
sofísticos, traficantes del pecado.
La encomienda de tomar la camándula abre a raudales la bendición del Padre sobre
los peregrinos del cielo. El santo rosario fue diseñado para derrotar al
infierno con el implacable poder redentor del Evangelio.
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