Por Julián Orozco
Serían muchísimos los textos iniciando desde la Patrística -entendiéndose
como Padres a quienes colocaron las bases de la doctrina revelada por Cristo en
sus diferentes iglesias-, pasando por la Sagrada Escritura y los comentarios de
estos mismos -Padres de la Iglesia-, a la revelación contenida en la Palabra
del Señor, que hablan de forma directa e indirecta, objetiva o subjetiva,
formal o informal; como bien lo haya denominado la ciencia teológica, al
respecto de la participación de la Madre del Señor, María Santísima en la obra
de la salvación.
No podemos negar que en el transcurrir de este año civil a punto de
concluir, y ad portas de iniciar el año litúrgico, se nos da una sorpresa de
parte de la Santa Sede, en especial del DDF, que busca ir consolidando unas
teorías de tinte más protestante que católico, con respecto al desenvolvimiento
de la participación de la Madre del Señor en la obra de la redención.
Si para la Tradición es objeto de realce la participación de María
Santísima en la obra de la redención, la cual se ha salvaguardado por siglos de
debates, discusiones y hasta luchas entre movimientos eclesiales con movimientos
ajenos a ella -Iglesia-; que a su vez, han sabido -como es bien conocido-
defender la figura de María ante las distintas
manifestaciones heréticas y cismáticas, que se han vivido en torno al
desenvolvimiento de la persona de María, con el fin de parte de estas corrientes
de demeritar el papel preponderante de la Madre del Señor, de excluir a María
de la participación directa con Cristo en todo sentido, desde la anunciación
hasta la resurrección. Hacer nula su acción en la vida de la primitiva
comunidad cristiana, e ir más allá; de pasar por alguien irrelevante en la
mediación entre Dios y los hombres, a sabiendas que fue por Ella, quien Dios se
hizo hombre.
Para finalizar este texto, sin hacer aducción a todos los textos que desde
la Mariología se proponen para su basto estudio; me basta con el de san Pablo a
los Colosenses -1,24- , el cual reza así: “Ahora me gozo en los padecimientos a
causa de vosotros, y lo que en mi carne falta de las tribulaciones de Cristo,
lo cumplo en favor del cuerpo suyo, que es la Iglesia”. De modo que si el
Apóstol de los Gentiles, afirma de forma sustancial su participación a la obra
redentora de Cristo (…) tiempo después de la ejecución sangrienta de Jesús en
la cruz, conociendo los sufrimientos de Cristo y sabiéndose unido a Él de forma
tan particular; ¿no tendrá más mérito quién asumió en totalidad la carne de
Cristo y la expuso en la cruz?



