P. Leonardo Ramírez Uribe, S.J.
Sociedad Mariológica Colombiana
El 19 de julio de 1983, leí,
durante las jornadas de la
Asamblea Anual de nuestra Sociedad Mariológica, un trabajo
titulado, “LA
CENTENARIA ENCÍCLICA SUPREMI APOSTOLATUS Y LA CARTA APOSTÓLICA
SALUTARIS ILLE SPIRITUS”.
Después de recopilar
cuidadosamente los documentos pontificios sobre el Santo Rosario, desde León
XIII hasta Juan XXIII, en un libro editado en Bogotá en 1966 y que lleva por
título: “LOS PAPAS Y EL ROSARIO”, empecé a observar con mucho interés cómo se
acercaba el centenario de los dos primeros.
Mientras redactaba el trabajo al
que me refiero, me pareció importante compartir el interés por conseguir una
conmemoración por parte del Santo Padre Juan Pablo II, siempre tan afecto a la Santa Madre de Dios y
en especial a su Rosario, con motivo del centenario.
Esto ocurrió precisamente cuando
ya se estaba organizando en Colombia la celebración, por parte de toda la
nación, del IV Centenario de la renovación milagrosa del cuadro de NUESTRA
SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRA, patrona de Nuestra Patria y esperábamos la
visita del Santo Padre.
Pensé que para este fin podía
proponerle al padre Provincial de los Dominicos en Colombia, Padre Adalberto
Cardona, quien había sido nombrado por la Conferencia Episcopal
Colombiana para presidir las reuniones que, con motivo de este IV Centenario
estábamos llevando a cabo un grupo de sacerdotes y laicos para programar dicha
celebración.
Pensamos que lo mejor sería
pedirle una audiencia al Señor Nuncio Apostólico en Colombia Monseñor Ángelo
Acerbi. Le expusimos nuestro propósito y de inmediato nos dijo que una petición
de esa índole le correspondía hacerla exclusivamente a la Conferencia Episcopal
Colombiana.
Como ya habíamos tenido varias
reuniones con el entonces Obispo de Chiquinquirá Monseñor Alberto Giraldo
Jaramillo, (hoy Arzobispo de Medellín), quien a su vez era el Presidente de la Comisión Teológica
del Episcopado, le expusimos nuestra intención y le pedimos su intervención
ante la
Conferencia Episcopal.
Es de advertir que en esos mismos
días fue removido, con sorpresa de quienes formábamos la Comisión Preparatoria
para el centenario ya mencionado, de dicha Diócesis de Chiquinquirá a la Diócesis de Cúcuta.
En su reemplazo, ocupó la Sede de Chiquinquirá Monseñor
Álvaro Jara. Todo lo acordado y planeado hasta entonces, se deshizo.
Sin embargo, la carta de Monseñor
Alberto Giraldo Jaramillo llegó a su destino y fue aprobada por la CEC.
CARTA DE MONSEÑOR ALBERTO GIRALDO
JARAMILLO OBISPO DE CÚCUTA A LA JERARQUÍA COLOMBIANA.
“No contento con la propuesta que
presentó ante la
Asamblea Plenaria del Episcopado, Monseñor Alberto Giraldo,
escribió el 15 de agosto de ese año a los Señores Cardenales, Arzobispos,
Obispos y Prelados, haciéndose vocero de la comisión central, presidida por él,
encargada de la preparación del IV Centenario de la renovación de la imagen de
Nuestra Señora de Chiquinquirá, la carta que a continuación publica REGINA
MUNDI, gentilmente cedida por Monseñor Giraldo, a quien desde esta páginas
deseamos muchas bendiciones del Señor para su nueva Diócesis de Cúcuta.” (Nota
editorial Revista Regina Mundi No. 38).
“Bogotá, 15 de agosto de 1983
La comisión central, encargada de
la preparación del IV centenario de la renovación de la imagen de Nuestra
Señora de Chiquinquirá, se ha reunido nuevamente el 25 de julio y el 9 de
agosto; sus miembros me han pedido hacer llegar a cada uno de los Señores
Cardenales, Obispos y Prelados, el agradecimiento por la buena acogida que
brindaron al programa global que se ha elaborado.
Siguiendo en la línea de lo
expuesto durante la pasada Asamblea Plenaria de la CEC , quiero en nombre de la
comisión, pedir a S.E. su colaboración para que logremos, a nivel nacional, una
digna y justa conmemoración de la primera gran Encíclica sobre el Rosario.
En efecto, el 1 de septiembre de
1883 el Sumo Pontífice León XIII firmó y promulgó la primera de sus quince
Encíclicas sobre el Rosario, que comienza con las palabras SUPREMI APOSTOLATUS
(Cfr. Acta Leonis XIII, vol. III, 1883 pág.280). Por primera vez se daba a
María Santísima el título de Reina del Rosario. En el mes de diciembre
siguiente el mismo Pontífice ordenó incluir en las letanías lauretanas la
invocación “Reina del Sacratísimo Rosario”.
El esquema y el texto completo de
la Encíclica
que acompaña esta carta, muestran ya, que vale la pena aprovechar la
oportunidad para insistir en el rezo del Santo Rosario y en la invocación a
Nuestra Señora, “Reina del Sacratísimo Rosario”. Después del Sínodo sobre la
familia, en vísperas del Sínodo sobre la Reconciliación , qué
bien está mirar a María como camino concreto de renovación familiar. La
“cruzada de oración en familia” que va recorriendo las distintas diócesis del
país, encontraría fuerte apoyo.
En nombre de la comisión del IV
centenario le agradezco la motivación que pueda hacer. S.E. para que los
párrocos de su jurisdicción celebren en forma digna el próximo mes del Rosario;
también estamos escribiendo una carta con este motivo.
Finalmente solicito a S.E. el
favor de comunicar a la
Comisión Central del IV Centenario, el nombre de algún
sacerdote de su jurisdicción que sea nuestro interlocutor para poner en marcha
los programas acordados. La correspondencia deberá dirigirse a Fr. Carlos
Arturo Díaz, O.P., Secretario de la
Comisión , Carrera 1 No. 68-50 Apartado Aéreo 51280, Bogotá.
Al dejar la Diócesis de Chiquinquirá,
cesa también mi oficio en la
Comisión. Sea el momento de agradecer a S.E. toda su
colaboración y de saludarlo muy fraternalmente en Cristo y María.
ALBERTO GIRALDO JARAMILLO.
Obispo electo de Cúcuta”
El tiempo apremiaba y...finalmente
salió con destino a la
Santa Sede la tan anhelada petición del Presidente de la Conferencia Episcopal
Colombiana.
“La Carta del Señor Presidente
de la
Conferencia Episcopal Monseñor Mario Revollo Bravo, al Sumo
Pontífice con ese motivo y que REGINA MUNDI se honra de publicar - a manera de
Editorial - como verdadera primicia, expresa en esta ocasión los sentimientos
de la Iglesia
colombiana con respecto al Santo Rosario” (Nota editorial Revista Regina Mundi
No.38).
Es de advertir que en el archivo
de documentos antiguos de la Conferencia Episcopal Colombiana me informaron
que no se encuentra respuesta alguna a la carta del Presidente de la Conferencia Episcopal
Colombiana.
Pienso, no obstante, cuando mi
salud me lo permita hacer una investigación personal en dicho archivo, porque
si hay algo que se tenga en cuenta en la Santa Sede es dar cumplida respuesta a todo
mensaje dirigido al Santo Padre.
Me parece importante destacar que
la carta del Arzobispo Mario Revollo Bravo, en su condición de Presidente de la Conferencia Episcopal
Colombiana, está fechada el 5 de septiembre de 1983, como puede leerse en la
copia facsímile.
De todas maneras, creo que
quienes se enteraron del interés que personalmente tenía por conseguir la
conmemoración de esa carta centenaria, no le atribuyeron ninguna importancia.
Yo mismo pensé que, a lo mejor estaba esperando algo muy poco probable,
principalmente por tratarse de una Carta Encíclica sobre un tema como el Santo
Rosario.
Con todo no me cabía duda de que
la carta del Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana había llegado a
manos del Santo Padre. Había transcurrido casi un mes desde cuando fue enviada
y entonces ocurrió que el 2 Octubre apareció en l'osservatore romano el siguiente documento:
“EL ROSARIO, CADENA DE UNION CON
DIOS. Homilía en la misa por los movimientos marianos (2-10-83).
CON EL ROSARIO MEDITAMOS EL
MISTERIO DE LA REDENCIÓN
DEL MUNDO.
La celebración efectuada en la
mañana del domingo 2 de octubre en la plaza de San Pedro tuvo un carácter
mariano al celebrarse solemnemente la eucaristía por el Papa con motivo del
Jubileo de los Movimientos Marianos, en la apertura del mes particularmente
dedicado a la oración mariana del rosario.
Durante la liturgia de la Palabra , el Santo Padre pronunció
la siguiente homilía:
1. “Ella quedó perpleja y se preguntaba qué sentido tenía un
tal saludo...”
Hoy, primer domingo de octubre,
os saludo a todos vosotros, miembros de los movimientos marianos, devotos del
“Saludo del Ángel”, que estáis aquí en Roma con motivo del Jubileo
extraordinario de nuestra Redención.
Saludo con particular afecto al
Cardenal Vicario, Ugo Poletti, de cuya ordenación episcopal se cumple este año
el XXV aniversario. A él le dirijo, con motivo de esta circunstancia, un recuerdo
especial, asegurándole una oración al Señor. Saludo después a los componentes
del Sacro Colegio y a los hermanos en el Episcopado. Saludo a los sacerdotes,
religiosos y religiosas, inscritos en la Asociaciones del
Rosario de pequeños y adultos; saludo a los miembros de todos los demás
movimientos, grupos, institutos, piadosas uniones, cofradías, parroquias, que
se comprometen a avanzar en la devoción a María. Saludo a los romanos reunidos
en torno al Cardenal Vicario, como igualmente saludo a todos los peregrinos
procedentes de diversas partes del mundo.
EL ROSARIO NO ES UNA REPETICIÓN
SIMPLISTA.
El evangelista Lucas dice que
María “quedó turbada” al escuchar las palabras del arcángel Gabriel, dirigidas
a ella en el momento de la anunciación, y “se preguntaba qué sentido tenía
semejante saludo”.
Esta meditación de María
constituye el primer modelo de la oración del rosario. Esta es la oración de
aquellos a quienes resulta grato el saludo del ángel a María. Las personas que
rezan el rosario repiten con el pensamiento y con el corazón la meditación de
María y rezando meditan “qué sentido tenía semejante saludo”.
2- En primer lugar, repiten las palabras dirigidas a María por
Dios mismo, mediante su mensajero.
Aquellos a quienes resulta grato
el saludo del ángel a María repiten las palabras que proceden de Dios.
Al rezar el rosario decimos
muchas veces estas palabras. Esta no es una repetición simplista. Las palabras
dirigidas a María por Dios mismo y pronunciadas por el mensajero divino
encierran un contenido inescrutable.
“Te saludo, oh llena de gracia,
el Señor es contigo...” (Luc. 1,28), “bendita eres entre las mujeres” (Luc.
1,42).
Este contenido está estrechamente
unido al misterio de la redención. Las palabras del saludo angélico a María
introducen en este misterio, y al mismo tiempo encuentran en él su explicación.
Lo expresa la primera lectura de
la liturgia de hoy, que nos lleva al Libro del Génesis. Es justamente allí -
sobre el fondo del primero y al mismo tiempo original pecado del hombre — donde
Dios anuncia por primera vez el misterio de la redención. Por vez primera da a
conocer su acción en la historia futura del hombre y del mundo.
Así, pues, al tentador que se
oculta bajo el aspecto de una serpiente, el Creador le dice así: “Pondré enemistades
entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; ésta te aplastará la
cabeza y tú le morderás a ella el calcañal”.
ANTE UN INESCRUTABLE MISTERIO.
3- Las palabras escuchadas por María en la anunciación revelan
que ha llegado el tiempo de la promesa contenida en el Libro del Génesis. Del
Protoevangelio pasamos al Evangelio. El misterio de la redención está a punto
de cumplirse. El mensaje del Dios eterno saluda a la “Señora”; esta señora es
María de Nazaret. La saluda por consideración de la “Descendencia”, que ella
deberá aceptar de Dios mismo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la
virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”... “concebirás un hijo, lo darás
a luz y le pondrás por nombre Jesús”.
Palabras - verdaderamente -
decisivas. El saludo del ángel a María constituye el comienzo de las más
grandes “obras de Dios” en la historia del hombre y del mundo.
Este saludo abre de cerca la
perspectiva de la redención.
No hay por qué maravillarse por
el hecho de que María, habiendo escuchado las palabras de semejante saludo,
quedase “turbada”. Tampoco hay que maravillarse porque María se preguntase “qué
sentido tenía tal saludo”. Las palabras del arcángel la han puesto ante un
inescrutable misterio divino. Además, la han implicado en la órbita de aquel
misterio. Es necesario meditarlo siempre de nuevo y cada vez con mayor
profundidad. Dicho misterio tiene la fuerza de llenar no solamente la vida,
sino también la eternidad.
Y todos nosotros, a quienes
resulta grato el saludo del ángel, tratamos de participar en la meditación de
María. Tratamos de hacerlo, sobre todo cuando rezamos el rosario.
MARÍA NOS INTRODUCE EN EL
MISTERIO.
4- A través de las palabras pronunciadas por el mensajero en Nazaret,
María casi vislumbra en Dios toda la propia vida sobre la tierra y sobre su
eternidad.
¿Por qué, sintiendo que debe
convertirse en Madre del Hijo de Dios, ella no responde con arrebato
espiritual, sino, en primer lugar, con el humilde “Fiat”: “He aquí, la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra”?
¿No es acaso porque ya desde
entonces sintió el dolor punzante de aquel reinar “sobre el trono de David”,
que debía corresponder a Jesús?
Al mismo tiempo el arcángel
anuncia que “su reino no tendrá fin” Mediante las palabras del saludo angélico,
para María comienzan a desvelarse todos los misterios, en los cuales se
cumplirá la redención del mundo: Misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. Tal
como sucede en el rosario.
María, quien “se preguntaba qué
sentido tenía semejante saludo”, parece entrar en todos estos misterios,
introduciéndonos en ellos también a nosotros. Nos introduce en los misterios de
Cristo y, al mismo tiempo, en los propios misterios. Su acto de meditación en
el momento de la anunciación abre los caminos a nuestras meditaciones durante
el rezo del rosario y gracias a éste.
5- El rosario es la oración mediante la cual, repitiendo el
saludo del ángel a María, tratamos de sacar de la meditación de la Virgen Santísima
nuestras consideraciones sobre el misterio de la redención. Esta reflexión suya
— iniciada en el momento de la anunciación — continúa en la gloria de la
asunción. En la eternidad, María, profundamente inmersa en el misterio del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, se une como nuestra Madre a la oración de
aquellos que simpatizan con el saludo del ángel y lo expresan en el rezo del
rosario.
MARÍA ORA POR NOSOTROS Y CON
NOSOTROS.
En esta oración nos unimos a Ella
como los apóstoles reunidos en el Cenáculo después de la ascensión de Cristo.
Lo recuerda la segunda Lectura de la liturgia de hoy, tomada de los Hechos de
los Apóstoles. El autor — después de haber citado los nombres de cada uno de
los apóstoles — escribe: “Todos estos permanecían constantes y concordes en la
oración, juntamente con algunas mujeres y con María, la Madre de Jesús y con los
hermanos de él”.
María, que el día de la
anunciación había obtenido el Espíritu Santo en una plenitud relevante, rezaba
con ellos. La particular plenitud del Espíritu Santo determina en ella también
una particular plenitud de la oración. Mediante esta singular plenitud, María
ora por nosotros — y ora con nosotros.
Maternalmente preside nuestra
oración. Reúne sobre toda la tierra las
innumerables legiones de aquellos a quienes resulta grato el saludo del ángel:
dichas legiones, juntamente con ella, “meditan” el misterio de redención del
mundo, rezando el rosario.
De esta forma la Iglesia se prepara
continuamente para recibir el Espíritu Santo, como el día de Pentecostés.
6- Tiene lugar en este año el primer centenario de la encíclica
del Papa León XIII “Supremi apostolatus”, con la cual el gran Pontífice
decretaba que el mes de octubre fuese particularmente dedicado al culto de la Virgen del Rosario. En
dicho documento, subrayaba vigorosamente la extraordinaria eficacia de esta
oración, rezada con ánimo puro y devoto, a fin de obtener del Padre Celestial,
en Cristo, y por intercesión de la
Madre de Dios, la protección contra los males más graves que
pueden amenazar la cristiandad y la misma humanidad, y conseguir, por tanto,
los máximos bienes de la justicia y de la paz entre los individuos y entre los
pueblos.
EL GESTO HISTÓRICO DE LEÓN XIII
Con este gesto histórico, León
XIII no hacía otra cosa que unirse a los numerosos Pontífices que le habían
precedido - entre éstos, San Pío V — y dejaba una consigna a quienes serían sus
sucesores al promover la práctica del rosario. Por esto, también yo quiero
deciros a todos vosotros: haced del rosario la “cadena dulce que os une a Dios”
por medio de María.
7- Grande es mi alegría por poder celebrar hoy, juntamente con
vosotros, la solemne liturgia de la
Reina del Santo Rosario. De esta forma significativa nos
insertamos todos en el Jubileo extraordinario del Año Santo de la Redención.
Me alegro también por el hecho de
que en esta liturgia participan los representantes de las parroquias romanas,
mis diocesanos, invitados por el Cardenal Vicario, para alabar, juntamente
conmigo, al Señor con motivo de mi Jubileo episcopal. Doy las gracias al
Cardenal por las expresiones de delicado afecto que él, también en nombre de
los diocesanos, ha tenido para conmigo. En particular, doy gracias por las
oraciones que se han elevado al Señor en la celebración del vigésimo quinto
aniversario de mi ordenación episcopal.
Todos juntos nos dirigimos, con
gran afecto, a la Madre
de Dios, repitiendo las palabras del arcángel Gabriel: “Te saludo, oh llena de
gracia, el Señor es contigo”, “bendita tú entre las mujeres”.
Y desde el centro de la liturgia
de hoy escuchamos la respuesta de María: “Mi alma engrandece al Señor, y salta
de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su
sierva; por eso, de ahora en adelante, todas las generaciones me llamarán
bienaventurada.”
(O.R. 3-4 octubre 1983; original
italiano; traducción de ECCLESIA.)
El 16 de octubre del año 2002,
día en que el Santo Padre dio comienzo al vigésimo quinto año de su pontificado
escribió para toda la iglesia Católica la Carta Apostólica
“ROSARIUM VIRGINIS MARIAE” con el deseo de conmemorar el 120 aniversario de la Encíclica de León XIII
que comienza con las palabras SUPREMI APOSTOLATUS OFFICIO. Importante
declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta
oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la
sociedad de su tiempo.
Así mismo, continúa Juan Pablo
II:” deseo que a lo largo de este año se proponga y valore de manera particular
esta oración, en las diversas comunidades cristianas”.
Prosigue el Papa: “Proclamo por
tanto, el año que va de este octubre a octubre de 2003 AÑO DEL ROSARIO”.
Para quienes hemos encontrado en
esta preciosa oración un punto de apoyo incomparable para nuestra vida
espiritual, este PRIMER AÑO DEL ROSARIO EN TODA LA HISTORIA DE LA IGLESIA , resulta ser un
año que difícilmente se podrá olvidar.
Desde esta modesta Sede II de la Sociedad Mariológica
Colombiana, única en América Latina, siento un gran consuelo al dejar estos
recuerdos de aquel CENTENARIO de 1983, hasta este día en que he deseado honrar
de todo corazón, en compañía de los queridos miembros asistentes de la Sociedad Mariológica
a esta 49 Asamblea anual. ¡A la
Reina del Sacratísimo Rosario!
Pasó el tiempo y el propio Juan
Pablo II conmemoró con la
Carta Apostólica “ROSARIUM VIRGINIS MARIAE”, los ciento
veinte años de la
Encíclica SUPREMI APOSTOLATUS fechada, el 16 de octubre de
2002, fecha en la cual conmemoró también los veinticinco años del comienzo de
su Ministerio, como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica
y declaró AÑO DEL ROSARIO, EL TIEMPO COMPRENDIDO ENTRE ESTA FECHA Y EL 31 DE
OCTUBRE DEL 2003.
Tomado de la Revista Regina Mundi nro 59.
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