La liturgia
(celebración del sacrificio de la santa Misa) que lleva el nombre de san Juan
Crisóstomo, está en uso en iglesias orientales y eslavas, ortodoxas unas, otras
unidas a Roma, las cuales representan por lo menos 150 millones de cristianos.
No sólo expresa, sino conserva, por lo tanto, la fe de un inmenso número de
creyentes en Cristo. Y esta fe, como lo enseña un estudio del texto de esta
liturgia, abarca, con extraordinaria devoción y piedad, la creencia en María la Virgen , Madre de Dios.
Es sabido
que la Iglesia
griego-ortodoxa, una vez separada de Roma, se negó a aceptar los dogmas
desarrollados en la romana con posterioridad a la separación. Así rechazaban no
solamente el artículo del “Filioque” y el Purgatorio, sino, en el campo de la Mariología , rechazan la Inmaculada Concepción
de la Virgen y
naturalmente las ulteriores definiciones. La Mariología
griego-ortodoxa es por tanto una Mariología estancada que muestra sólo los
rasgos de los primeros siglos y se mueve en los términos de los primeros siete
concilios ecuménicos.
Hecha esta
aclaración, resulta que su Mariología, tal como aparece en la fuente litúrgica
que nos ocupa, es de un extraordinario fervor. No menos de 17 veces oran los
ortodoxos a la Virgen
o meditan sobre ella en su más usada liturgia, la de san Juan Crisóstomo, amén
de la veneración que documentan sus mosaicos, pinturas murales y sobre todo sus
hermosos iconostasios, aquellas paredes de madera tallada que ocultan al
celebrante de la misa a los ojos de los fieles y en las cuales hallamos
incrustadas las más hermosas imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos
preferidos.
Es difícil
hacer en este punto una comparación con el contenido mariano de la misa romana
o latina, porque esta tiene a su favor el carácter variable de sus fiestas,
mientras la liturgia ortodoxa no conoce sino un solo formulario principal
(prescindiendo de la liturgia que lleva el nombre de san Basilio, menos usada,
y de la otra aún menos practicada de los “pre-santificados”). Este formulario
principal, es precisamente la liturgia de san Juan Crisóstomo. En cuanto a los
textos invariables de la misa latina, aparece en ellos la Virgen mencionada sólo
cinco veces: en forma doble en el Confiteor;
en el Credo; en el Suscipe, Sancta
Trinitas del Ofertorio; en el Communicantes
del canon y en la oración “Libera nos” después del Padre nuestro. Gana, como se
ve, la liturgia griega por muchos puntos.
Para darse
cuenta nuestro lector de la repartición de las conmemoraciones de María en la
liturgia griega, es preciso exponer brevemente la “arquitectura” de la misa
griega que a primera vista parece al occidental tan complicada e
incomprensible. Sin embargo, en Europa ya se da el caso de poder uno asistir a
la liturgia griega (unida) después de las licencias de la Santa Sede acerca de la
comunión de los católicos latinos en tales oficios, y en vista del vigoroso
movimiento de acercamiento entre latinos y griegos, orientales y eslavos.
Recuerdo una misa griega de grande solemnidad en Viena hace muchos años, de la
cual salí, a pesar de la confusión que causan las ceremonias distintas,
profundamente impresionado por los sentimientos de unidad en medio de la
variedad de formas exteriores.
La misa
griega tiene tres partes principales: la preparación, la misa de catecúmenos y
la misa de los fieles. La primera parte, la más joven de todas, corresponde en
grandes rasgos a nuestro ofertorio; la segunda corresponde en todo a la del
mismo nombre en el rito latino, o sea hasta el evangelio inclusive, y la
tercera parte, de la misa griega es, con omisión del ofertorio (anticipado como
vimos) nuestro canon.
Pero fuera
de estas diferencias de “arquitectura”, encontramos dos diferencias muy
destacadas más en la liturgia griega: un dramatismo muy acentuado y una
participación del coro mucho más activa. Hay autores que ven la causa de estas
dos características en la mutua influencia entre liturgia eclesiástica y
ceremonial bizantino de la corte imperial.
Las 17
conmemoraciones de la
Virgen María en la misa griega se reparten así:
En la preparación (proskomidé o prótesis) nueve veces,
siendo idéntica la 6ª conmemoración con la 7ª y 9ª).
En la misa
de los catecúmenos (énarksis) una
sola, vez en el himno Trisagión.
En la misa
de los fieles, siete veces, entre las cuales se repite una vez la 6ª
conmemoración, la cual, como se ve, goza de una preferencia especial.
Llama la
atención el hecho de que ante los catecúmenos la Virgen no se menciona sino
una sola vez.
Las
oraciones son las siguientes:
1. Preparación:
Nro 1—“Bienaventurada Madre de Dios (1), ábrenos
la puerta de la misericordia para que los que confiamos en ti, no nos perdamos,
sino nos veamos libres por ti de los peligros, porque tú eres la salvación de
la cristiandad (2)”.
Nro 2— (Ante
la imagen de la Virgen
en el iconostasio): “Fuente de la misericordia, Madre de Dios, dígnate de
compadecernos; mira al pueblo en sus pecados y muestra como siempre tu poder.
En nuestra esperanza en ti, te saludamos con el saludo de Gabriel, príncipe de
los ángeles”. (3)
Nro 3—“En
honor y recuerdo de nuestra bienaventurada y gloriosa Señora (4), Madre de Dios
y siempre Virgen María (5), por cuya intercesión (6), Señor aceptes este
sacrificio en tu celestial altar” —Oración con la cual juega bien la siguiente conmemoración
alegórica:
Nro 4—“La Reina estuvo a su lado
derecho, vestida de ornamento dorado y precioso”.
Nro 5— En
esta oración, el celebrante se refiere a la “intercesión de su (idest de
Cristo) Inmaculada Madre”. (7)
Nro
6—“Recordando a nuestra Santísima (8), Inmaculada, Bienaventurada y Gloriosa
(9) Señora (10), Madre de Dios y siempre Virgen María”.
Nro 7 —Igual
a nro 6.
Nro 8—“Oh,
Hijo unigénito e inmortal Logos de Dios, quien por nuestra salvación quiso
encarnarse de la santa teotokos y
siempre Virgen María”.
Nro 9 igual
a nro 6.
II. Misa de los catecúmenos
Nro 10—En el
Trisagión: “…danos por la intercesión de la santa Madre de Dios…”
III. Misa de los fieles
Nro 11—Igual
a nro 6.
Nro 12—En el
Credo: “…se hizo carne (hombre) del Espíritu Santo y de la Virgen María …”
Nro 13—Al
incensar el altar: “…especialmente para (hyper) la todo santa, Inmaculada,
Bienaventurada y Gloriosa Señora nuestra, la Madre de Dios y siempre Virgen María…”
Nro 14—En el
Megalynarion en honor de la Virgen : “En verdad es digno
alabarte (11), Madre de Dios, siempre alabada e inmaculada (12) Madre de Dios
(13) más venerable (14) que los querubines y más gloriosa (15) que los
serafines, la que incorrupta (16) dio a luz (17) al Logos de Dios, la que en
verdad es Madre de Dios (18), a ti te alabamos”.
Nro 15—“Por
los ruegos y la intercesión de la gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen
María”.
Nro 16—“…por
la intercesión de la del todo Inmaculada (19) y de la invituperablemente santa
Madre suya (20)”.
Nro 17—“Es
una repetición casi literal de la fórmula del Megalynarion (cfr. nro 14).
Todos estos
términos le señalan a la Virgen
virtudes y prerrogativas en grado máximo. El uso del adjetivo pas significa en su forma de neutro y
adverbial un grado máximo, la plenitud o perfección total en algo. Ontos que es adverbio del participio
presente de eimí indica algo
esencial, como por ejemplo to ontos on,
igual a “lo que en verdad es”. De modo que estos términos atestiguan para la Virgen grados que en la
dogmática latina llevaban a los teólogos a buscar, por justificarse
enteramente, un grado intermedio entre la latría (culto y reverencia que sólo a
Dios se debe) y la dulía (culto y reverencia que se da a los ángeles y santos
por las excelencias de gracias con que Dios los dotó), o sea el grado de
hiperdulía (culto que se da a la Santísima Virgen por su eminente dignidad de
Madre de Dios, superior al que se da a los santos y ángeles). En otras
palabras: estos términos indican en los teólogos orientales una tendencia muy
parecida a la latina y dan la seguridad de que, en caso de no haberse producido
la trágica y lamentable separación de las dos iglesias, en la Iglesia Oriental
existía aquel elemento de dinamismo dogmático que sin duda la habría llevado
por iguales caminos hacia la hiperdulía que aquellos que anduvo la Iglesia latina. Pues esta
graduación, como esfuerzo de los teólogos orientales de acertar con la
supereminencia de la Madre
de Dios sin duda los habría llevado a profundizar y desarrollar a la vista de
la piedad cristiana, los términos globales y prerrogativas insinuadas en ellos,
como en efecto lo hizo la
Iglesia romana en su Mariología. No falta pues, en este
estado de cosas, en la dogmática oriental ningún elemento que por su fuerza
innata y las glorias marianas encerradas globalmente en él, no hubiese
garantizado un camino perfectamente paralelo entre la Mariología de las dos
comunidades grandes del Occidente y del Oriente.
Al pensar en
una futura y eventual unión de ellas, le quedaría a la Iglesia griega sólo el
trabajo de recapacitar el proceso adelantado entre tanto por la Iglesia occidental, en
tiempo reducido; pero no hay obstáculos dogmáticos invencibles como los habría
al ser totalmente distintas las bases de pensamiento mariológico. Es la Iglesia griega en su
mariología como un hermano que hubiera dormido, mientras el otro (la Iglesia latina) seguía
trabajando. Lo que le toca, al despertar, es darse cuenta de lo mucho que el
otro hermano pudo adelantar, y tratar de recuperar lo perdido hasta andar otra
vez a igual paso ambos hermanos.
¿A quién
mejor podríamos dirigir nuestras súplicas por la conversión de los griegos y
orientales que a la
Virgen María que ellos alaban con igual o mayor piedad y
fervor en su liturgia? Es Madre, realmente, María de ambas iglesias, y ella no
es solamente la vencedora de las herejías, sino también la reconciliadora de
las diferencias entre hermanos.
El arte
bizantino regaló al mundo de entonces las obras más hermosas, y un buen día, el
Iconoclasmo le arrebató a la
Iglesia griega las imágenes con que ensalzaba a la Virgen María. Porque
sobre todo en el arte mariano, el Oriente había producido verdaderas bellezas
que sirvieron de tipo a otros pueblos y regiones. Los tipos de María, como la Hodegetría ,
la Blacherniotissa , la Nicopoia ,
la Platytera , la Threnodusa , la Glykophilusa ,
la Galaktotrophusa , la Trincherusa y la Eleusa (21) son cumbres en
el arte mariano, probando de su parte una vez más esta gran fuerza dinámica que
el culto de la Virgen
representaba para los orientales.
¡Que se
apiade la Madre
de Dios, la del todo Inmaculada, la del todo Incorrupta, nuestra verdadera
Señora de que canta la liturgia de san Juan Crisóstomo, de ellos, nuestros
hermanos ortodoxos separados a quienes tanto ha tocado sufrir bajo el yugo del
islamismo y hoy del comunismo, para que vuelvan al redil pacífico de la Iglesia una y santa, en
donde podrán gozar de las delicias de su gran amor a la Madre de Dios!
Notas: (1) Para los entendidos damos la transcripción
aproximada de los términos marianos del texto griego: eulogoméne teotóke. (2) soteria
tu génus tón cristianón—(3) eusplanjnías
hyparjusa pegé déixo ten dinastáian su—(4) endóxu despóines hemón—(5) aéiparténu
Marías—(6) presbéiais—(7) panajrántu, de jraino manchar—(8) panagías—(9) endóksu—(10) despóines—(11)
makarízein—(12) panamómeton, de momeuo,
criticar, vituperar—(13) meterá tu teú—(14)
de tímios y timáo—(15) de éndoksos—(16)
adiaftóros de adiáftoros, sin corrupción—(17) tekúsan
de tikto—(18) óntos, siendo en verdad—19 cfr. (7)—(20)
panámonu—(21) Ya tendremos oportunidad
de hablar más sobre estos “tipos” a nuestros lectores.
Ricardo Struve H.
Pbro.
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