Por Julio Ricardo Castaño Rueda
El
prodigio continuó con la declaración del ángel Gabriel que le anunció a María
la encarnación del Verbo. La Madre Virgen
dio a luz al Hombre-Dios participó en su misión mesiánica y fue asunta al
cielo, en cuerpo y alma.
Hasta
ahí pareciera fácil agotar en un micro texto los dogmas marianos. Lo inagotable
sería vivir su legado. Por ejemplo, los Padres de la Iglesia colmaron las
bibliotecas de todas las épocas del cristianismo con tratados y homilías sobre un
tema: María, Madre de Dios.
A
ese esfuerzo gigante de los santos se sumó la XIX Conferencia
Episcopal Colombiana al bendecir la idea del padre Ricardo Struve Haker. Él fundó una academia de estudios marianos a los
pies de Nuestra Señora de la Peña ,
Patrona de Bogotá.
El
jardín mariano floreció y la
Colombia heroica, arropada bajo el manto patronal de Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá, entregó los tesoros de su piedad mariana
incrustados en el engranaje campesino de una camándula.
Sin
embargo, la Santísima
Virgen María fue desterrada de muchas conciencias católicas.
Sí, hoy en la era de la apostasía, formal y mediática, es un pecado hablar de
Ella y un delito de conciencia escribir sobre la Omnipotencia Suplicante.
Quizás
por eso protestaba la venerable, Marta Robin, cuando
expreso: “De Santa María no se ha
escrito nada, nada, ¡me entiende!” Entonces,
la Sociedad
Mariológica Colombiana continuará redactando estudios sobre la Santísima Virgen
María porque primero fue el Verbo.
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