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Santuario de Nuestra Señora de la Peña.. Archivo Biblioteca Nacional de Colombia. |

Academia de estudios marianos, fundada el 22 de septiembre de 1959 por el sacerdote alemán Richard Struve Haker, en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Bogotá, con el permiso de la XIX Conferencia Episcopal Colombiana. La Revista Regina Mundi es su órgano de difusión. www.sociedadmariologicacolombiana.com
jueves, 31 de mayo de 2018
jueves, 24 de mayo de 2018
Nuestra Madre, Madre de la Iglesia
Por Mons. José H. Gómez.
Arzobispo de los Ángeles.
Nos estamos preparando para celebrar la
nueva fiesta mariana instituida por el Papa Francisco.
Se trata de la memoria de la Santísima
Virgen María Madre de la Iglesia que celebraremos el lunes después de
Pentecostés, este año el 21 de mayo, marcará un importante, inclusive hasta
diría un profético redescubrimiento de una antigua devoción.
Los primeros cristianos tenían una
conciencia profunda de que la Iglesia era su “madre” espiritual, que los daba a
luz en el bautismo, constituyéndolos en hijos de Dios a través de los
sacramentos y en miembros de la única familia universal de Dios.
Jesús habló de reunir a los hijos de
Jerusalén como una gallina reúne a sus polluelos, y San Pablo habló acerca de
“la Jerusalén celestial, que es nuestra madre”.
La idea era que la Iglesia es la nueva
Jerusalén, la nueva madre de la familia de Dios.
San Pablo describió el ministerio de la
Iglesia haciendo alusión a la relación de una familia. “Los tratamos con
delicadeza, como una madre cuida de sus hijos”, escribió a los Tesalonicenses.
En el mismo pasaje, habla acerca de tratar a cada persona “como un padre trata
a sus hijos”.
En el Nuevo Testamento, los apóstoles a
menudo se referían a los fieles como a sus hijos espirituales, reflejando así
nuevamente su comprensión de que la Iglesia es nuestra madre y nuestra familia.
Y en esto, los primeros cristianos
entendieron que María era el símbolo perfecto de la maternidad espiritual de la
Iglesia.
Es un hermoso misterio sobre el que
podemos reflexionar: cómo el plan de Dios para la redención del mundo da inicio
en el seno de una madre. La obra de amor de María, su “sí” al llamado de Dios,
es el que trae al Dios vivo al mundo en la persona de Jesús.
San Agustín dijo: “Nuestra Madre, la
Iglesia, es la Madre santa y gloriosa, que es como María, que es virgen y madre
a la vez, y que da a luz a Cristo y a ustedes, que son miembros de Él”.
La gran doctora de la Iglesia, Santa
Hildegarda de Bingen, llamó a María “la madre del pueblo de Dios”.
Es importante que redescubramos estas
ideas en este tiempo en el que la idea de la persona humana se está perdiendo,
en este momento en el que el significado de la familia y los roles de las
madres y de los padres se han venido abajo debido a las fuerzas “despersonalizantes”
de nuestra sociedad.
La imagen de María como madre de la
Iglesia nos ayuda a ver que la familia es esencial para favorecer el plan de
Dios para la creación. Nos ayuda también a ver nuestra propia importancia, la
importancia de cada uno de nosotros, ante los ojos amorosos de Dios.
Jesús nació como Hijo del hombre del
seno de María, y por medio de ella y a través de la Iglesia, Dios quiere que
cada uno de nosotros sea formado como ese ser único —hijo o hija— que él
pretendió que fuéramos al crearnos.
Esta idea de que cada uno de nosotros es
amado por Dios y querido por Dios, de que Él nos creó porque quiere que vivamos
con él como sus hijos, es algo revolucionario.
Si creyéramos esta verdad y la
viviéramos realmente, podríamos cambiar el mundo. Y eso es lo que Dios espera
de cada uno de nosotros: que lo ayudemos a reunir a todas las personas en su
familia y a cambiar este mundo para que llegue a ser su reino.
Por eso es que considero que esta nueva
memoria litúrgica es algo profético. Saber que María es la madre de la Iglesia
es empezar a comprender las profundidades del amor de Dios hacia nosotros.
En la cruz, Jesús nos dio a María para
que fuera nuestra madre. De hecho, sus últimas palabras fueron: “He ahí a tu
madre”. Le dijo esas palabras a San Juan. Y el Evangelio nos dice que “desde
ese momento, el discípulo la llevó a su propio hogar”.
Como discípulos, estamos llamados a
llevar a María a nuestro hogar, a nuestra vida y a nuestro corazón.
Por eso, cuando celebremos esta nueva
fiesta el lunes 21 de mayo, les haré un regalo especial a través de Angelus
News.
Bendeciré y ofreceré personalmente una
imagen de nuestra Santísima Madre a cada familia de la Arquidiócesis de Los
Ángeles que desee recibirla.
¡Debería haber una imagen de María en
cada hogar; en cada casa debería haber una imagen de nuestra madre! Hago
oración para que las familias y los individuos coloquen esta imagen en un lugar
prominente y, para que, cuando la miren, se acuerden de orar y de hacer un acto
de amor a nuestra madre.
Como lo han hecho los cristianos de
todas las épocas, todos debemos recurrir hoy a María para pedir su intercesión
y su ayuda materna. Tenemos que aprender a amarla como a una madre y pedirle
que nos enseñe a vivir como ella lo hizo, con la misma hermosa libertad y
alegría de seguir a Jesús y de estar al servicio del plan de Dios para nuestras
vidas.
Visite AngelusNews.com para obtener la información sobre cómo recibir este
regalo para sus familias.
Oren por mí esta semana y yo estaré
orando por ustedes. Y ahora que conmemoraremos el Día de la Madre durante este
fin de semana, pidámosle a la Santísima Virgen María que ella sea nuestra madre
y que nos incite a todos a desarrollar un nuevo amor hacia ella, hacia Jesús y
hacia nuestra madre, la Iglesia.
*La columna de opinión de Mons. José Gómez
está disponible para ser utilizada gratuitamente en versión electrónica,
impresa o verbal. Sólo es necesario citar la autoría (Mons. José Gómez) y el
distribuidor (ACI Prensa).
jueves, 17 de mayo de 2018
San José, un bogotano de pura roca
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
San José le habla a la
historia de la capital de un tesoro colonial que desea regresar del olvido que
petrificó su memoria.
San José de la Peña está
adherido por su costado derecho al Nino Dios y a la Santísima Virgen María, su
esposa. Mira de frente con ojos serenos hacia Bogotá. Una abundante cabellera
negra le cae sobre los hombros. Su barba espesa y bien cuidada muestra un color
más claro. Usa una túnica verde con cuello dorado y adornos rojos que le llegan
a los pies. Sobre esa vestimenta se cubre con un manto de color carmelito con
mangas y bordes amarillos. Usa el cinto ancho amarillo oscuro y en su mano
izquierda porta una granada. (Punica
granatum).
Rostro de piedra de san José de la Peña, Bogotá. |
Su complexión robusta
está hecha de piedra maciza por creación del Altísimo que moldeó su postura
viril. San José forma parte del conjunto escultórico denominado Nuestra Señora
de la Peña. La monumental obra fue hallada en la cima del cerro del Aguanoso
por Bernardino de León, un platero del barrio San Victorino, el 10 de agosto de
1685. La escultura fue esmaltada por don Pedro Laboria que cobró, en 1730, 138
pesos por su tarea.
El silencio josefino permitió
que el culto se centrara en la Madre del Redentor a quien le otorgaron un
patronazgo por ser la soberana del Nuevo Reino de Granada, título que ratificó
el fruto del granado que muestra José.
La granada, por sus abundantes semillas, fue considerada por algunos pueblos antiguos como símbolo de la abundancia y en la fértil Sabana de Bogotá se escuchó aquel pasaje bíblico que dice: “tierra de trigo, de cebada, de viñas, de higueras y de granados; tierra de olivos, de aceite y de miel (Deuteronomio, 8, 8).
Así, entre la fecundidad y la devoción,
los bogotanos de antaño estudiaron la encíclica Quamquam pluries sobre el santo rosario y el patrocinio de san José
que promulgó el papa León XIII, el 15 de agosto de 1889. Solo que algunos no
entendieron que la plegaria evita las protestas.
El san José obrero,
desde su escarpado territorio, ha observado cientos de bochinches que dejaron
tiznada la ciudad de caos. Los grafitos sin ortografía, las vidrieras rotas y
los monumentos profanados con signos obscenos. Todo el imperio de la decadencia
se levanta anualmente para celebrar el Día del Trabajo. La rutina del desastre
se llama protesta y a la manifestación se le agrega el título de fenómeno
social, acción popular que reivindica los derechos de la clase proletaria.
Pobre san José que contempla con horror las concentraciones de muchedumbres en
la plaza mayor. La masa ignara sale a destruir el patrimonio cultural de la urbe
en nombre del estigma criminal del disturbio.
Quizás por esa
dictadura del tumulto enardecido, los ratos de peregrinación a la loma cambiaron
y se adaptaron a los tiempos anárquicos. San José, el hombre silente, sigue
magnánimo en aquellos dominios de su María Santísima.
El carpintero que
dignificó el quehacer diario con su título de jornalero soporta ser la víctima
de su fiesta onomástica. Una de las estatuas
de yeso del patriarca fue vilmente destruida en el sótano del Centro Mariano
Nacional de Colombia por los ladrones que buscaban bienes de fortuna entre los
libros de la academia. Las letras, como no embrutecen, no se pudieron cambiar
por alucinógenos y eso desencadenó la furia de los malhechores. (2009).
Fuera de aquellos
recintos sacros, justo al lado del CAI de la Policía del barrio Los Laches,
está otra efigie de san José que cuida a los romeros que aún suben por unas
escaleras de cemento hacia el templo de su esposa. Allí son consolados por el
corazón de su hijo, Jesús que escucha: “San José, líbranos de las protestas de
los trabajadores”.
jueves, 10 de mayo de 2018
Tañidos de curiosidad
Por Julio Ricardo Castaño
Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La pregunta de un lector siempre será un
acontecimiento de primer orden para cualquier medio de comunicación. Por esa
razón se interrumpe la habitual serie de entregas de textos marianos. La idea
es intentar resolver la incógnita.
Juana de Argentina pregunta: “¿Es verdad que Bogotá es
la ciudad de los 32 campanarios?”
La respuesta sencilla es que a principios de los años
30 del siglo XX la casi colonial urbe de la Inmaculada Concepción se conocía
con ese mote dentro del modismo de un lenguaje coloquial.
El escritor bogotano Alfredo Iriarte en una de sus
fascinantes obras titulada: Sucedió en
una calle (Editorial Espasa Calpe) consignó: “…y como lo único que siempre abundó en Santafé desde
los tiempos de su fundación fueron iglesias y conventos (no olvidemos ‘la
ciudad de los 32 campanarios’)…” (Pág. 34).
Sin embargo, el número de campanarios varía al
contrastarlos con un inventario. La realidad muestra que antes de 1948, cuando
Santafé de Bogotá cumplió sus 410 años de vida urbana, había una cifra
distinta. Luego todo cambió. Llegó el Bogotazo y la ciudad fue incendiada por
una turba banderiza que enardecida por los odios políticos manchó la historia
de la patria con su asonada homicida. El patrimonio arquitectónico y cultural
de gran parte del centro histórico hoy solo es una fotografía de antaño.
De ese pasado vital sobreviven dos de esas legendarias
espadañas que son parte integral de la Sociedad Mariológica Colombiana. Sus
badajos la despertaron para servir bajo el amparo de la ermita de Nuestra
Señora de la Peña, 1959. Por ese motivo nos tomamos el atrevimiento de realizar
un listado para saber si la respuesta coincide con la pregunta.
La lista abarca los templos ubicados en la zona
geográfica comprendida entre el Sur, Las Cruces. Norte, San Diego. Oriente, La
Peña y al Occidente la Plaza España.
1. Catedral Primada.
2. Capilla de la Sagrario.
3. Iglesia de Santa
Bárbara.
4. Iglesia de Las Cruces.
5. Templo de San Agustín.
6. Capilla del
Hospicio (quemada, 9 de abril de 1948).
7. Iglesia de
San Francisco.
8. Iglesia de la Veracruz.
9. Iglesia de la Tercera.
10. Ermita de Egipto.
11. Ermita Nuestra Señora de la Peña.
12. Basílica de Monserrate.
(Cerro).
13. Iglesia de Guadalupe.
(Cerro).
14. Iglesia de Nuestra Señora de Belén.
15. Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.
16. Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves.
17. Iglesia de San Ignacio. (San Carlos).
18. Iglesia de San Juan de Dios.
19. Templo y
convento de Santo Domingo. (Demolido).
20. Iglesia de San Diego.
21. Ermita del
Humilladero. (Demolida).
22. Templo y convento de la Concepción.
23. Iglesia de Nuestra Señora de las Aguas.
24. Capilla del Rosario. La Bordadita.
25. Iglesia de Santa Inés.
(Demolida).
26. Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria.
27. Iglesia y convento de la Enseñanza. (Quemada, 9
de abril de 1948).
28. Iglesia de la Capuchina.
29. Capilla Nuestra Señora
de la Luz (Museo de Arte Colonial).
30. Basílica del Voto Nacional.
31. Iglesia de
Santa Clara. (Hoy Museo).
32. Capilla
Nuestra Señora de los Huérfanos. (Plaza España).
33. Capilla de la Santa Cruz , Instituto
de la Salle (1933).
34. Ermita de la Peña Vieja , 1946. (Hoy
en ruinas).
35. Capilla de la Sagrada Familia. (Hoy Iglesia de la
Santa Pasión).
36. Iglesia Nuestra Señora de las Angustias.
37. Capilla San José (San Bartolomé).
Sí, las campanas bogotanas aún doblan para llamar a la
santa misa porque sobreviven 29 templos con sus oficios religiosos de los 37.
Los campaneros saben el toque llamado “repiques de domingo”.
jueves, 3 de mayo de 2018
El acervo de la loma, pecado y absolución
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad
Mariológica Colombiana
Los bogotanos al
consultar el calendario para 1830 supieron que estaban en el año 7029 de la
creación del mundo y en el 4787 después del diluvio universal. Esas épocas
cobijaban la manera de arrancar hojas a los almanaques para regular la vida
cristiana de acuerdo con las fiestas señaladas por la Santa Madre Iglesia.
Los festejos religiosos,
asignados a la sociedad por la tradición eclesial, tenían uno especial: las
carnestolendas. Estas comenzaban en el
famoso domingo de quincuagésima, tres días antes de la Cuaresma.
La parrada del carnaval
logró un equilibrio entre el canto pagano,
la alegría de los mestizos y la devoción del pueblo raso. El punto
geográfico de ese encuentro estuvo en los alrededores de la capilla de Nuestra
Señora de la Peña ubicada sobre el cerro más conocido de la capital, Los
Laches.
El paraje, de
misteriosos encuentros místicos, tenía las trochas hacia la ermita Vieja, el
camino de herradura para Choachí y varias hectáreas de despoblados matorrales. Allí
se presentó un choque de costumbres, las religiosas y las mundanas, contra el
folclor campestre.
La maleza oyó cantar
coplas para enamorar a las chinas volantonas, hijas de los arrieros calerunos,
en cuyas trenzas negras se enredaban las amapolas que acariciaban los acordes
del tiple. Después de la misa, en los potreros comenzaba la gran francachela y
como piquete se escribe con chicha, decían en la época, la fuerza del ensueño
desbocado pronto haría del sentimiento un ardor que escandalizaba a las buenas
matronas de los rancios linajes españoles.
De la promesa de
bendición nupcial se pasaba al arrejunte porque el calendario así lo tenía
determinado. La circunstancia del asueto aportaba el trascendental motivo de la
orgía. Mancha terrible que condenó al ostracismo cultural al rincón colonial
más bello de la ciudad, el milagro de la santa fe.
La algarabía de
aquellas fiestas tuvo su esplendor durante el singular y belicoso siglo XIX. La
opulenta magnificencia de los sujetos anónimos acorralada por su desenfreno
quedó tatuada en los arrabales de su montaña. El almanaque así lo confirma.
La Biblioteca Nacional
de Colombia conserva algunos ejemplares donde la romería a la casa de Nuestra
Señora de la Peña era una ocasión de obligatorio cumplimiento. Sin embargo, no
todos los autores y editores tuvieron la gentileza de incluirla en las notas de
sus calendarios. Quizás estaban escandalizados por las trifulcas entre
labriegos, las habladurías de las sirvientas y las grescas entre granujas. Además,
de los desmanes de los peregrinos enamorados del jolgorio desenmascarado.
Los ecos de las
carnestolendas de la Peña hicieron sonrojar a más de un alguacil y a sus
agentes. Entonces, los encargados de señalar aquellas fechas decidieron
omitirlas de sus calendarios.
Por ejemplo, don
Francisco José de Caldas y Tenorio guardó un riguroso silencio sobre aquel tema
de vieja data. En el almanaque para el
año de 1811 calculado para el Nuevo Reyno de Granada el dato fue pasado
por alto.
En el Almanaque de las Provincias-Unidas del N.R.
de Granada para el año bisiesto de 1812 tercero de nuestra libertad, Caldas ratificó su sentencia de
silencio sobre el tradicional festejo de pura cepa bogotana. ¿Sería por eso que
lo apodaron El Sabio?
La guachafita, en
bogotano antiguo, se abrió paso en la memoria y los calendarios la registraron.
Los ejemplares que sobrevivieron al olvido y a la hoguera ilustran esta fiesta
folclórica que formó parte de los deliciosos momentos de la construcción de los
valores de la identidad bogotana. La lista de algunos relata la importancia del
acontecimiento.
1.
1830. Bogotá, Calendario
para la República de Colombia, calculado para el año de 1830 por el señor José
Ramón Esteves. Impreso por J. A. Cualla.
“21 de febrero. Domingo de quincuagésima, san Félix obispo y
C.F. Carnestolendas. Bendición papal
para los cofrades de Ntra. Sra. de la Peña en su ermita”.
“2 de mayo. 7 años y 7 cuarentenas de perdón para los cofrades de
la Peña”.
2.
1838. Nuevo almanaque
político y mercantil de la Nueva Granada para el año de 1838.
Nota. Pág.
26. “(B.N.P.S. P.) Bendicien (sic) papal
para los hermanos de N. Sra. de la Peña visitando su capilla”.
(Y. P. N. S. P.)
Indulgencia plenaria para los cófrades de Nuestra Señora de la Peña”.
3.
1838. El primero de enero. Almanaque
nacional, o, Guía de forasteros en la Nueva Granada para el año de
MDCCCXXXVIII. Impreso por J. A. Cualla.
25 de febrero.
Domingo de quincuagésima. San Modesto Obispo. Carnestolendas,
“Bendición papal para los cofrades de Ntra., Señora
de la Peña”.
4.
1847. Almanaque calculado para el año de 1847. Por el
doctor Benedicto Domínguez.
“(I.P.N.S.P.). Indulgencia plenaria para los
cofrades de Ntra., Señora de la Peña”. (Pág. 3).
5. 1848. El 5 de marzo.
Calendario o almanaque calculado por el
meridiano de la Nueva Granada para el año visiesto [sic] de 1848.
“Dom. de quincuagésima.
San Eusebio y compañeros mártires.
Carnestolendas. Bendición papal para los cofrades de Ntra. Sra de la P.”
6.
1849. El 18 de febrero. Bogotá. Almanaque para 1849. Imprenta de Ancízar.
“Domingo de
quincuagésima. Santos Eladio, Simón obispo mártir. (B.P.N.P.). Carnestolendas”.
7.
1851. El 2 de marzo. Bogotá. Calendario de cartera para el año de 1851: con una profecía del
porvenir de la Nueva Granada. Imprenta de El Día, por J. Ayarza.
“D. de Quincuagésima.
San Simplicio obp. Carnestolendas. (B. P.) En la Peña”.
29 de
septiembre. “S. Miguel Arcángel...7 años y 7 cuarentenas de perdón para los
cofrades de Ntra. Sra de la Peña en su Iglesia”.
8.
1854. El 26 de febrero. Bogotá. Almanaque para el año de
1854 arreglado al meridiano de Bogotá comprende la preparación científica del
almanaque de 1812, escrita por nuestro ilustre y malogrado compatriota
Francisco José de Caldas. Las
principales épocas de la historia sagrada, eclesiástica, profana y de las
ciencias con las más notables de Colombia y Nueva Granada: y por último
compendio de la historia eclesiástica del arzobispado. Imprenta Imparcial.
“Domingo de quincuagésima. San
Baldomero confesor. Bendición papal para los cofrades de N. S. de la Peña en su
iglesia. Carnestolendas”.
9.
1857. El 22 de febrero. Bogotá. Almanaque para 1857.
“Carnestolendas.
Bendición papal en la Peña. Indulgencia plenaria en las tres órdenes de San
Francisco”.
10.
1858. El 14 de febrero. Bogotá, Almanaque para 1858. Con el
lenguaje de las flores. Variante de título: Almanaque para 1858, calculado para
la Nueva Granada: Único lejitimo[sic]. Imprenta de la Nación.
“Carnestolendas.
Indulgencia plenaria en la iglesia de la Peña”.
29 de
septiembre. “San Miguel Arcángel...7 años y 7 cuarentenas de perdón para los
cofrades de Nuestra Señora de la Peña en su Iglesia”.
11.
1862. El 2 de marzo. Bogotá, Almanaque para el año de 1862. Imprenta de Nicolás Gómez.
“Carnestolendas.
Indulgencia plenaria y bendición papal en la ermita de la Peña”.
12.
1866. Bogotá. Almanaque
de Bogotá y guía de forasteros para 1887. Por José María Vergara. Imprenta
de Gaitán.
“Capillas y ermitas. La
Peña consagrada en 1717”. (Pág. 355).
El templo de Nuestra Señora de la Peña sobrevivió a la
dictadura de las tropelías porque el Niño que carga la Patrona en sus brazos
predica un evangelio de perdón. Indulgencia que la ciudad no perdonó. Su
distancia indiferente permitió que la devoción por esta advocación, tan famosa
por sus favores de intercesora, cayera en un olvido caprichoso repleto de
miedos y mitos que no pudieron cercenar de la historia su encanto señorial y
celeste.
Y como la palabra almanaque es un término heredado de
la lengua árabe al-manakh que traduce “ciclo anual”, su semántica no terminó
ni se quedó atrás pues su impulso temporal continúa. El calendario de
santuarios marianos correspondiente al año 2017, diseñado por los Caballeros de
la Virgen, ilustró el mes de marzo con la imagen de la querida capilla de
Nuestra Señora de la Peña donde el alma se cura del repertorio del olvido.
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