Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La escuela de María de
Chiquinquirá necesita colombianos de corazón inmaculado.
La petición es parte del
regreso al terruño raizal de las devociones ancestrales sostenidas por el calor
familiar. Calidez que abraza su bandera al festejo de la Patria, el centenario
de la coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como Reina y
Patrona de Colombia. Reinado y patronazgo que se engendró en el génesis del
Verbo “…Hágase en mí según tu palabra…” (Lc 1, 38).
Los tiempos para la
gran romería hacia el Evangelio laten inquietos por iniciar ese proceso de
renovación del alma nacional erosionada entre los vaivenes de la vida
equivocada.
El paso revolucionario
del santo rosario vuelve a sonar en los caminos polvorientos de antaño. Acordes
de coplería y ritmo de guabinas tejen, en el pentagrama de la dicha, una
esperanza sin tregua. La consigna de los humildes pone en pie el padrenuestro.
El cielo bendice al pueblo andariego para que retorne al sacramento del
encuentro con la divinidad, la Eucaristía.
Las campanadas del
domingo lanzan sus gritos de bronce hasta los ignotos rincones de la soledad.
Los ecos arrebatados quieren despertar las reminiscencias de los abuelos. Ellos
recitan de memoria la senda que lleva a la casa de la Esclava del Señor.
El firmamento de
Colombia se perfumará con una procesión de poemas y ruanas. La dulce fragancia
de la Rosa del Cielo bajará para escribir un himno de misericordia con el trazo
moreno del lienzo mariano… Y la Nación peregrina extenderá su pabellón sobre el
altar del santuario chiquinquireño.
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