Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La Santísima Virgen de
Chiquinquirá se pregunta: ¿dónde están los colombianos, mis amados hijos?
El silencio responde
atronador porque la ingratitud se puso de moda dentro de la tradicional apatía
nacional por los valores vernáculos.
¿Algún periódico,
independiente y tradicionalista, se ha tomado la tarea de realizar un
seguimiento a los periplos de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá? Ella
peregrina por su patria, la del olvido.
¿Qué pasa con el
derecho a la información y la libertad de culto?
Las respuestas a las
incógnitas son palabras vacías entre párrafos de letras muertas porque se trata
de rescatar lo nuestro, lo autóctono, lo entrañable.
El trajín del
centenario se quedó sobre los hombros de los frailes dominicos que viajan por
las diócesis de Colombia. Los hijos de Santo Domingo dejan sus plegarias en los
templos solitarios a donde solo concurre la montera barrial de los curiosos.
¿Será que se debe
incrementar el paseo tumultuoso de más advocaciones extranjeras, con griterías,
televisión y mariachis? Quizá el vocablo
muisca Chiquinquirá suena a rústico barbarismo en los delicados oídos de los
educados para inclinar su vida ante la banalidad de la frivolidad foránea.
La solución salomónica,
para romper el hielo de la indiferencia, podría ser la de solicitar ayuda
urgente a los hermanos de Maracaibo (Venezuela). Allá la Patrona de Colombia sí
tiene un altar social y cultural en el corazón de un pueblo que la ama con
alma, vida y gaitas.
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