Por Julio Ricardo Castaño
Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
La mariología bogotana guarda sus secretos en las
montañas orientales. Tres santuarios marianos lo confirman: Monserrate (1620),
Guadalupe (1656) y la Peña (1685). Allí, las advocaciones de María Santísima
conforman el triduo de una bendición para la urbe de la Inmaculada Concepción.
La trilogía tiene una escultura raizal de arte sacro
que representa a Nuestra Señora de la Peña, patrona de la capital, pero entre
los rolos solo unos miles saben dónde vive. Y de esa cantidad absurda quizás una
decena podría hablar, con propiedad académica, de su rica historia, tan
perseguida por el escándalo de las carnestolendas.
El pueblo neogranadino veneró a la Virgen de la Peña
con delirio de incienso y la nobleza criolla, de rancio abolengo santafereño,
la relegó por las descaradas comparsas del domingo de quincuagésima. En 1908, el
periódico el Hogar Católico, en su edición del primero de marzo, informó
que la Capilla del Sagrario celebraría las cuarenta horas de adoración al Santísimo
“para contener los desórdenes del carnaval”. El impreso, dirigido por la Junta
Central de la Doctrina Cristiana, omitió su esencia “de carácter popular y
religioso”.
Así, la
intimidad de la amnesia se incrustó profunda en la desmemoria de los afectos.
La fiesta patronal, el 10 de agosto, será alegría para un reducidísimo conjunto
de fieles porque los de la loma la celebran el 15, templo abierto para oficiar
la misa dominical.
Y al final del festejo, una tarea. Hay un arcano de trazos recientes por descifrar. Las palabras “la cruz” fueron escritas con letras blancas en las rocas del cerro Aguanoso que contemplan el abismo. (¿2020?) Quedan las seis preguntas de la noticia para resolver ese epígrafe que identifica a la Virgen humilde, oferente al pie del lábaro.
La Peña presencia viva de la Madre incolume y amorosa, velando sobre nuestra ciudad...
ResponderEliminarBendita sea la madre de Dios para siempre y por siempre AMÉN.
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