Revelaciones de santa Brígida
Dios,
que sea alabado, conoce todo desde eternidades. Mas entre todas las cosas aún
increadas había una que sobresalía en grado máximo, y lo eras tú, María Virgen
purísima. Madre fecundísima. Porque en toda tu perfección estabas Tú desde toda
la eternidad ante la mirada divina, aunque sólo más tarde recibiste de los
cuatro elementos puros y claros la materia de tu bendito cuerpo.
Oh,
Consoladora de todos. Virgen, a Ti dirigieron los santos ángeles desde el
primer momento de su existencia sentimientos de tanto amor que, a pesar de que
gozaban alegría inefable en ver en sus visiones beatíficas la dulzura y
claridad divinas, exultaron también muchísimo porque tú debías ser elevada aún
más cerca de Dios que ellos mismos. Jubilaron ellos más porque Dios quería
hacerte a Ti, que porque Él los había creado a los ángeles. Así fuiste Tú desde
la creación de los ángeles para ellos motivo de alegría, oh Virgen Santísima.
Mas
después de que el mundo y todas las criaturas, menos los hombres, hubieran sido
creados y todas estas cosas hubieron aparecido ante los ojos de Dios en su
belleza, también se presentó ante Dios un mundo pequeño, aún no creado, en toda
su perfección y hermosura, del cual Dios debía recibir más gloria, los ángeles
más gozo y los hombres más bendiciones que de aquel mundo grande ya creado.
Oh
dulcísima Virgen y Señora, María, llena de amor y bendiciones para todos, con
razón acudimos en este mundo a Ti.
Tomado de Revista Regina Mundi Nro 6.
Pie de foto: Monumento a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Parque David Guarín. Fotografía: Julio Ricardo Castaño Rueda.
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