La
glorificación de la Santísima Virgen
María.
Dormición
en oriente – Asunción en occidente
Pbro.
José Manuel Tobar Carrizosa
Sociedad Mariológica de Colombia
La
dormición en Oriente. (Parte I)
La
festividad de la asunta parece, efectivamente, tener un origen oriental. Esta
fiesta denominada la dormición de la
Virgen era la más querida en el imperio bizantino.
San
Teodoro Studita, al hablar de la dormición de la Virgen afirmaba con razón:
“Mi mente no acierte a expresarse; es
un misterio insólito y sublime, que sobrepasa el mundo de nuestros
pensamientos. No hallo nada semejante con que poder comprobarlo, ni en él se
descubre nada inmediato, indicio alguno de las cosas a nuestro alcance, sino de
las que están por encima de nosotros. En tu dormición vital, distinguiéndote de
todos los demás, solamente tú, con todo derecho, con todo derecho inundas de
gloria a toda tu persona en alma y
cuerpo”.
Panegírico sobre la dormición. P 5. 99
Un leccionario georgiano del siglo VIII - parece
reflejar las costumbres litúrgicas de Jerusalén – según el cual se celebra, el
15 de agosto una fiesta mariana en la iglesia que mandara construir la
emperatriz Eudoxia en Getsemaní, lugar considerado como sepulcro de la Virgen.
Desde tiempos de san Teodoro Studita (759 – 826) su
fiesta se preparó con ayuno de 15 días. Todas las tardes se cantaba el oficio
llamado, “Paraclisis”. Con tal súplica
se pedía la intercesión de la
Virgen ante el Señor, solicitando la curación de toda clase
de males corporales y espirituales. 1
“Te has dormido,
sí, mas no para morir. Has sido asunta, mas no por eso dejas de proteger al género humano”.
Teodoro Studita, panegírico sobre la dormición, 1b
El
emperador Andrónico II (1282 – 1328)
consagró todo el mes de agosto, al
ministerio de la dormición y
asunción de la bienaventurada Virgen María.
El
término bizantino propio es Koimesis
(Dormición); con respecto a la iconografía de la dormición, se puede decir en
general que en todas las épocas, es idéntico su
esquema.
Tras
esta breve introducción. Veremos el pensamiento de tres autores griegos
representativos a saber;
1) Juan Damasceno
2) Andrés de Creta
3) Germán de Constantinopla.
1 pequeño canon de consuelo, que significa a la vez intercesión y
consolación.
1)
Juan Damasceno.
Comienza
su reflexión afirmando:
“Como denominaremos este
ministerio que te define? ¿Lo llamaremos muerte? Si tu Santísima y
Bienaventurada alma, según las leyes de la naturaleza, se desprende de tu
purísimo y perfecto cuerpo y si el
cuerpo, siguiendo la ley común, es depositado en el sepulcro, no fija el,
sin embargo, su morada en la muerte, ni la
corrupción lo disuelve. El cuerpo de aquella cuya virginidad permanece intacta en el parto, no puede menos
que mantenerse también incorruptible en su mismo transito, siendo trasladada a una morada
mejor y más divina, no sometida a la esclavitud de la muerte, sino perdurable
por los siglos de los siglos”.
Juan Damasceno: homilía sobre la Santísima Virgen.
En una primera homilía sobre la dormición afirma el
Damasceno: si el recuerdo de todos los justos requiere alabanzas ¿Quién no
glorifica a la que es fuente de la justicia y tesoro de santidad? No necesita
en efecto, de nuestra glorificación la que es tabernáculo del Señor de la Gloria y ciudad de Dios.
Ella desde antiguo fue escogida y predestinada por la
bondad del Padre, que sin experimentar cambio alguno, engendra al Hijo desde toda la eternidad,
para la expiación de las culpas, la salvación, la justificación y la redención
de los hombres.
Esta Virgen fue predestinada por el Padre, anunciada
por los profetas divinamente inspirados y fecundada por el Espíritu Santo, que
la colmó de pureza y santidad. Y tú, oh
Hijo y manifestación del Padre, que puedes ser abarcado, en lugar alguno,
estableciste tú morada en ella, a fin de unir nuestra humildad y baja condición
humana, con la excelsa e incomprensible
grandeza de tu divinidad.
Si en la Sagrada Escritura , se afirma que las almas de los
justos están en las manos de Dios, con
mayor motivo hemos de pensar que la
Virgen encomendó su alma a las manos del que es su Hijo y su
Dios. Esta verdad viene a ser tan
manifiesta y tan clara, que no puede en modo alguno ser impugnada. 2
¡De qué modo tan maravilloso la fuente de la vida, a
través de la muerte, es conducida a la vida! ¡De que manera tan extraordinaria
aquella que fue madre superando las leyes de la naturaleza, ahora se sujeta a
ellas, sometiéndose a la muerte de su
cuerpo inmaculado! Era preciso en efecto, que lo mortal se revistiera de
inmortalidad, así como por ejemplo el Señor no rehusó pasar por el trance de la
muerte, y al morir en la carne nos concedió la incorrupción y vino a ser para
nosotros fuente de la resurrección.
¡He aquí que el Creador de todas las cosas recibe en sus
manos el alma sacrosanta que emigra de aquel cuerpo, que es el tabernáculo en
que habitó el Señor! Con razón quiso Él prestar este honor a aquella que, por
una altísima e inefable decisión de su bondad, al asumir Él verdaderamente
nuestra carne, la hizo madre suya, sin que por tanto los padres como los
apócrifos, suelen hacer referencia a la entrega del alma de María (J Ma Bover,
la
asunción de María, BAC, Madrid 1947 p 312)
ello dejara de pertenecer al linaje humano. ¡Oh
gloriosísima emigración que te
proporcionara la dicha de ir a habitar junto a Dios. Los ángeles y arcángeles
te trasladaron, al cielo, con gozo recibe tu alma.
Las potestades celestiales, salen a tu encuentro
cantando himnos sagrados con festiva alegría y expresándose con estas palabras;
¿Quién es esta que sube toda pura, surgiendo como la aurora, hermosa como la
luna y escogida como el sol? ¡Oh milagro, el más extraordinario de la
naturaleza! ¡Oh prodigio digno de toda admiración!
En efecto, el inicio, la continuación y el término de
todos tus incomparables bienes, así como su permanencia, se funden en la
concepción sin semilla, en la divina presencia y en la maternidad virginal. Por
consiguiente con toda verdad, dijiste que todas las generaciones te llamarán
Bienaventurada, no a raíz de tu muerte sí de tu concepción, al ser conducida a
la sepultura, no quedó privada de honor, sino colmada de gracia y llena de
perfume divino.
Santísima Virgen dígnate dirigir y proteger todas
nuestras cosas; condúcenos al puerto de tu divina voluntad, a la eterna
bienaventuranza, en que gozamos de la hermosa presencia, de la suavidad y
dulzura del Verbo en ti encarnado.
La sagrada viviente, arca del Dios vivo, la cual
llevó en el seno a su creador, hoy encuentra su reposo y felicidad en el templo
del Señor, no construido por manos humanas.
Hoy esta sagrada paloma, esta alma inocente y pura,
consagrada al Espíritu divino, ha emprendido el vuelo desde el arca de su
cuerpo, que fue albergue de Dios y fuente de Vida, saliendo de este mundo, ha
encontrado un lugar donde puede posar sus pies, estableciendo su morada en un
mundo espiritual.
Hoy la Virgen
Inmaculada , que desconoció toda afección terrena y cuyo espíritu se sustentó de pensamientos
celestiales, no retornó a la tierra, sino que siendo ella un cielo, viviente,
estableció su morada en los tabernáculos celestiales. No hay error alguno en
llamarla cielo, puesto que ciertamente ha sido encumbrada de un modo
incomprensible y extraordinario.
Hoy el tesoro de la vida y el abismo de la gracia quedan encubiertos por una muerte vivificante. Sin temor alguno se somete a la muerte la que ha dado a luz al vencedor de
la muerte. Aunque no sé hasta qué
punto puede aplicarse el nombre de muerte a este sagrado tránsito hacia la
vida, pues ¿cómo podría sujetarse a la muerte aquella que nos ha proporcionado
la verdadera vida?
Si Cristo que es la verdad y la vida (Juan 14, 6)
dijo: donde yo estoy ahí estará mi servidor (Juan 12-26); ¿con mucha más razón
no había de morar junto a Él su propia madre? Así como Ella dio a luz sin dolor,
así también su muerte estuvo exenta de dolores.
El sagrado tránsito:
Los ángeles que formaban la escolta del alma de
María, en medio de magníficos cánticos, la acompañaron hasta el trono real en
el cielo.
¿Qué hacían las personas que se hallaban junto al
venerable y sacrosanto cuerpo de María? Con gran respeto, con ferviente amor,
alegría, lágrimas, abrazaban, besaban y palpaban este sacratísimo tabernáculo.
Así como el cuerpo santo e incontaminado que la persona del Verbo de
Dios asumió de la Virgen ,
resucitó del sepulcro a tercer día, así también era preciso que Ella fuera
arrebatada del sepulcro y que como madre fuera trasladada junto a su hijo, era
preciso que la que había albergado en su seno al Verbo de Dios, tuviera como
morada los tabernáculos de su Hijo.
“Ven oh hermosa y amada mía, que por
tu virginidad sobrepasas en esplendor al
mismo sol, tú me hiciste participe de lo que era tuyo; ven ahora a gozar
conmigo de todos mis bienes. Ven, oh Madre hacia tu Hijo, para reinar con aquel
que al nacer de ti compartió tu pobreza”.
2)
Germán de Constantinopla:
Comienza su homilía planteándose unos interrogantes; ¿qué cosas diré en primer
lugar y cuales dejaré para después? ¿Entonaré alabanzas a tu convivencia con
los mortales y celebraré la gloria de tu dormición, para pasar a la vida
inmortal, en el día de tu Asunción, según el Espíritu? Ambas cosas son
sumamente venerables e impresionantes.
Es evidente que cuando emigraste de la tierra,
ascendiste a los cielos, pero antes de
que subieras ya participabas de los bienes celestiales, y después de tu
asunción no te desligaste de los casos terrenales, pues, al incorporarte a las
más altas jerarquías del cielo, te mostraste como la más excelsa entre las
criaturas de la tierra.
Tú eres hallada por los que te buscan con sincera fe,
todo lo cual es clara señal de vida, fuerza, de un espíritu que siempre alienta
y de un cuerpo que no se disuelve. ¿Cómo en efecto, la disolución de la carne
había podido reducirte a polvo y ceniza, a ti que por la encarnación de tu
hijo, has librado al hombre de la corrupción de la muerte? María ha dado la
vida a Jesús y el cuerpo de Ella goza de una incorruptibilidad semejante a la
de Cristo.
Un pensamiento
que vino a ser fundamental, en el siglo
V, es el que afirma que una maternidad incompleta de María, respecto del Verbo
de Dios, implicaría una disminución en la plena realidad del misterio de la
encarnación.
Teniendo tú un cuerpo semejante al nuestro, no
pudiste evitar el encuentro con la muerte, común a todos los hombres, del mismo
modo que tu Hijo, que es Dios de todos, siendo de nuestra propia carne y
semejante a nosotros los mortales, gustó la muerte. Así como Él obró grandes
maravillas, en su sepulcro vivificante, así también las realizó en el monumento
sepulcral de tu dormición, que fue albergue de la vida, de tal modo que ambas
sepulturas, contuvieron verdaderamente vuestros cuerpos, pero de ningún modo lo
sometieron, a la corrupción. No es admisible que tú, el receptáculo de Dios,
quedaras reducida a polvo, tal como los cadáveres que se descomponen. Ya que
aquel que estando en tu seno, se anonado, era Dios desde un principio, y era la
vida desde antes de los siglos, fue conveniente que la madre de la vida,
cohabitara con la vida, que su muerte fuera como un sueño, y que su tránsito fuera
como un despertar.
Habiendo muerto para las cosas temporales, y
perecederas, emigraste hacia las moradas de la eterna incorrupción, donde Dios
habita y donde tú oh Madre de Dios, estás siempre junto a Él y no te apartas de
su presencia.
Así, puesto que tú has venido a ser su reposo eterno,
Él te llevó consigo libre de la corrupción, queriendo tenerte cerca de sí, con
tu corazón y con tus palabras y por eso, cuantas cosas Tú le suplicas, Él te las concede a Ti, que lloras por tus hijos,
como dice la escritura, aunque mi cuerpo duerme, mi corazón está en vela (Ct.
5, 2).
Era conveniente que tu cuerpo, que fue receptáculo de
la Vida, no quedara sujeto a la corrupción de la muerte, ni que la tumba lo recibiera de igual
modo que a los demás de la raza humana, sino que al acabar tu vida y realizarse
tu tránsito, hacia los cielos, tu sepulcro debía aparecer sin rastro de tu
carne, pero tu espíritu no debía apartarse de la convivencia humana, gracias al
poder invisible del que nació de Ti virginalmente, Cristo nuestro Dios y Señor.
Cuando Cristo Nuestro Dios, determinó que se
realizara el tránsito de su Madre, que es la Madre de la Vida, le envió de nuevo a aquel
ángel, ya conocido por Ella para anunciarle que estaba próximo el tiempo de ser
dormición, a fin de que la muerte al alcanzarle de improviso, no le ocasionase
turbación, como ocurre a los demás mortales.
Ya ha llegado el tiempo, dice el Señor de llevarte
conmigo oh Madre. Así como llenaste de gozo toda la tierra y a cuantos en ella
habitan, así también ahora llenarás de alegría los cielos. Goza pues de la
dignidad del título de tu plenitud de gracia.
Tú te encaminarás a la vida más intensa, a un reposo
de alegría, a una paz inquebrantable, un gozo imperecedero.
Ven de buen grado al que ha nacido de Ti; por medio
de Ti nosotros también recibimos una prenda de vida eterna y Tú quedas
constituida en nuestra mediadora al emigrar hacia Dios.
¿A quién podemos dirigir la mirada sino a Ti? Tú
tienes palabras de vida, que son las súplicas que presentamos a Dios en favor
nuestro, tu nombre es santo y ensalzado por los ángeles y por los hombres, por
generaciones y generaciones.
3) Andrés de Creta:
Dice el autor: pienso que resulta muy conveniente y
apropiado para quienes gustan de las contemplaciones de la belleza, de las
cosas espirituales, que se les ofrezca algunas consideraciones acerca del
glorioso e inefable misterio de la dormición de María, Madre de Dios y siempre
virgen. No podemos ignorar que haya experimentado la muerte natural, pero en
modo alguno para quedar encarcelada bajo el dominio de la muerte, como nos
acontece a nosotros. Se trata de un sueño al estilo de aquel que tuvo el primer
hombre, cuando le fue quitada una costilla para concluir la creación de la
especie humana. Así lo dispuso la Providencia para manifestar un nuevo modo de
realizar el tránsito de un estado de corrupción a otro de incorrupción, siendo
así que era imposible dejar esta vida temporal, sin que se produjera la
disolución de los elementos de los que se compone el ser humano.
Como si una voz espléndida resonara desde lo alto,
ella nos dice: “yo no he encontrado ninguna de las leyes de la naturaleza, sino
que, permanezco en su ordenada dirección, en mi alma, engrandezco al Señor, en
el espíritu me alegro (Lc 1,46) y en el cuerpo me transformo y obtengo una
definitiva plenitud por obra de Dios, que en mi seno realizó la maravilla
inenarrable de su encarnación, cuando, sin abandonar la divinidad, asumió
nuestra humildad, nos restauró y regresando después al cielo del que nunca se
había apartado, obtuvo que nosotros participáramos de los bienes espirituales.”
“Acerca de mi transito tendréis un conocimiento más
exacto, si observáis que mi cuerpo, objeto de este traslado y emigración, es el
tabernáculo terreno y virginal dentro del cual Jesús, siendo Dios asumió un
cuerpo, y, siendo simplísimo, tuvo dos naturalezas.
El cuerpo de María, Madre de Dios, guarda mucha
relación con la vida, porque recibió en su seno al que tiene toda la plenitud
de la divinidad, origen y termino de toda vida”.
¿Cómo podría estar postrado en el lecho de la muerte
este divino tabernáculo, pues la Madre de Dios, habiendo tomado el Señor la
imagen y la naturaleza humana dentro de esta creatura escogida, para dar
comienzo a nuestra generación?
En virtud de este misterio escondido, Ella ha sido
constituida Reina de los hombres. Mientras Ella permaneció en la tierra, no se
distanció del modo común de la existencia humana.
Hoy la que había albergado al que es la vida, emigra,
hacia una nueva vida y comienza a habitar en el lugar propio de la vida
inmortal, que está libre de toda afección carnal y terrena. Oh que gran
maravilla! No aparece la corrupción en su parto, ni tampoco en su sepultura. La
que de un modo admirable pudo contener, en la pequeñez de su seno, a Dios que
es ilimitado en su grandeza, hoy tendida sobre un lecho delimitado y pequeño,
al celebrarse sus exequias, es transportada por manos de santos. Aquella cuyo
seno sirvió de trono, al que se sienta sobre querubines, es depositada en una
tumba excavada en la piedra, y la que en su parto, causó admiración a los
ángeles, hoy es conducida en triunfo, por el coro de los apóstoles, que
transportan este tabernáculo, que es su cuerpo.
Estos son, oh Madre de Dios, los misterios de tu
gloriosa dormición; esta es la alabanza de tu partida; estos los recuerdos que
preceden y siguen a la sepultura; estas las circunstancias que rodean tu
incomprensible traslación.
4) La dormición de la Virgen en los relatos árabes:
A manera de introducción, recordemos los primeros
testimonios del contacto entre los árabes y el cristianismo naciente. El nuevo
testamento (Hch 2,11.41) nos narra cómo los árabes escuchan en su propia lengua,
el discurso de Pedro en Pentecostés y como muchos de ellos fueron bautizados.
Igualmente en (Gal 1, 15-17) y en (2 cor 11,32) se narra la huida a Arabia de
Pablo.
En el concilio de Éfeso los partidarios de Nestorio
al no comprender el valor teológico del término Theotokos, formaron la iglesia Nestoriana, es decir, la iglesia
Siriaca oriental y la iglesia asiria. Al grupo monofisita pertenece la iglesia
Siriaca occidental jacobita y la iglesia copta.
Es a partir del siglo X cuando las iglesias de
Egipto, Irak, Siria y Líbano comienzan a abandonar sus lenguas autóctonas
(copto, siriaco y griego) y a emplear el árabe tanto en su liturgia como en su
literatura.
Llámese de otra parte, literatura árabe cristiana, al
conjunto de obras que escribieron los autores árabes-cristianos para los
propios cristianos.
Si rastreamos y buscamos indicios, podemos ver que el
tema de la Asunción
(dormición) de la Virgen
se desarrolló tempranamente. El relato
conocido como el libro etiópico del reposo de la Virgen , se considera el
texto más cercano a este arquetipo, igualmente podemos mencionar los fragmentos
siriacos denominados las exequias de
María (Siglo V).
Tres son los temas literarios básicos a saber: el
tema del descenso, el de la ascensión y el de la muerte.
María triunfa definitivamente sobre la muerte, al
subir al cielo y su cuerpo queda finalmente, a salvo, al ser sepultado en el
paraíso. El cielo es el lugar propio de su naturaleza.
En cuanto al tema de la muerte, aparece estrechamente
relacionado, con el arquetipo de la muerte
y el renacer y con el desarrollo que este experimenta durante la
ascensión de la heroína al mundo superior donde se libera de la muerte, y
disfruta de una vida nueva.
Cuando la
Virgen asciende a las moradas de gloria, contempla a los
dichosos habitantes del cielo cristiano, justos que ya disfrutan de la gloria. La Jerusalén de lo alto es
la heredera de las promesas divinas. Los relatos de la dormición materializan
esta idea situándola en el tercer cielo. Allí acuden, Cristo, la Virgen y los apóstoles para
conmemorar la asunción de la
Virgen. Cristo invita a su madre a vivir definitivamente en
esta ciudad celestial.
La iglesia copta celebraba, muy posiblemente, desde
finales del siglo VI a principios del siglo VII, una doble conmemoración
mariana: su muerte o dormición, el 21 de tubé,
(enero) y su asunción gloriosa el 16 de mazaré
(agosto), siendo la primera, anterior en el tiempo a la segunda.
Algunos atribuyen la fiesta del 16 de mazaré el patriarca Teodosio de
Alejandría. El emperador Mauricio, a finales del siglo VI (582-602) construyó
una iglesia sobre el enclave de la originaria para conservar el sepulcro
mariano. Una vez que la Virgen
ha muerto, comienzan las diferencias acerca de la suerte que corrió su cuerpo
tras la sepultura. Los textos griegos hablan del tránsito y de la
incorruptibilidad del cuerpo, mientras que los que proceden de los siriacas son
favorables a la resurrección de María.
Todos admiten la muerte de la Virgen , sin especificar el
momento en que ella entrega su espíritu a Cristo. Todos atisban que el cuerpo
de María no podía correr la misma suerte que el cuerpo de los mortales. Notase
como los textos de la tradición árabe son reelaboraciones de los relatos de
otras tradiciones, uno de ellos, es el desarrollo de la escatología celestial,
cuyo elemento más significativo es la celebración de la Eucaristía en la Jerusalén celestial.
Se incluye en la narración el retraso del apóstol Tomás,
cuya finalidad es apoyar la creencia en la resurrección – asunción del cuerpo
de la Virgen.
Los textos coptos a diferencia del resto de los
árabes, no narran el entierro del cuerpo de la Virgen en Getsemaní, sino
que al huir los apóstoles, los ángeles los recogen y los suben al cielo. Veamos
a continuación el pensamiento de dos autores representativos a saber:
A)
Cirilo, Arzobispo
de Jerusalén.
Así narra el autor la muerte de la Santísima Virgen
María. Cantad salmos, hermanos míos, pues ha llegado la hora. En ese momento el
rostro de la Virgen
purísima brillo como un rayo de sol. Extendió sus manos y bendijo a todos los
que estaban presentes. Yo, Juan, fui el que cerró los ojos de la Santa Virgen Purísima
con mis manos; nuestro Señor el Mesías, a Él la gloria, amortajó su cuerpo puro
con sus santas manos, luego nos dio la paz luego subió a los cielos.
Cuando los
judíos oyeron la salmodia se irritaron, algunos de ellos salieron con la
intención de quemar el cuerpo de la
Virgen , Teofanes se adelantó para arrojar el sagrado cuerpo,
un ángel se adelantó y con espada de fuego cortó sus brazos.
Tomás, llamado El Mellizo, se presentó sobre una nube
brillante, vio el cuerpo de la
Virgen Santa María, sobre un carro luminoso alrededor del
cual todos los ángeles, alababan magníficamente a la Virgen y la subían con
ellos.
Cuando los ángeles tomaron de la gruta de Getsemaní
el cuerpo de la Santa Virgen María y lo llevaban al paraíso con una gloria
magna e indescriptible, eran las 3 del 16 de mesare (agosto).
En aquel momento nuestro Salvador el Mesías,
descendió sobre un carro tirado por querubines, los apóstoles se arrodillaron
ante Él, luego el Señor se dirigió al cuerpo de su madre y pronunció estas
hermosas palabras – paz a ti, cuerpo santo, en el que viví nueve meses para
restaurar de nuevo al hombre. ¡Otra vez para ti sencilla madre mayor que los
actos es que la tierra, área mía donde habité!, ¡paz a ti, madre mía
intercesora de los hombres, mayor que todas las creaturas! El autor enseguida
como el apóstol Juan regresó a Éfeso y la Virgen intercede por los
pecadores.
B)
Teófilo de
Leandra:
Su única obra conocida es esta homilía sobre la
asunción de la Santísima Virgen María (cfr: manuscrito árabe 698 de la
biblioteca vaticana).
¡Cantad al señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas! El cual después de su encarnación pura que tomó de la Virgen María , después
de su resurrección de los muertos, de su ascensión al cielo, y de sentarse a la
derecha de su Padre, del que no se había separado, traspasar el tiempo, envió a
todos sus santos apóstoles, junto a la Purísima , para que tuviera noticia de la promesa
destinada a ella en lo alto, fue elevada al cielo, la que es más elevada que
los cielos y más excelsa que los serafines. Si Él concedió y preparó el reino
de los cielos a sus santos y también abrió los cielos al ladrón de la derecha
por una sola palabra (Lc 23, 19-40), cuanto más no iba a hacer con la que fue
digna de ser su morada, puesto que Él quiso encarnarse en Ella. Mereció también
ser llevada al sepulcro, por los apóstoles, santos pues es la madre de todos, como el Hijo único
de Dios llamó a los discípulos “hermanos”, porque son sus hermanos respecto al
cuerpo santo, en cuanto a la divinidad. ¡Sea glorificada la morada pura, santa
y casta de Dios, desde la que brilla la bendita luz divina!
La asunción del cuerpo de la Santa y la subida al cielo
fue el día 15 de agosto (16 de mesare)
los cielos y la tierra se alegraron, los ángeles entonaron salmos y los hombres
alabaron a la madre del Rey Celestial, que dio el Mesías al género humano.
¡Gloria a la Madre
pura de Dios, al arca llena de gloria, a la roca no hendida, a la fuente de la
vida que es el Mesías que dice: “quien esté sediento, que venga a mí y que
beba”!
En el cielo se ha convertido en la intercesora de
todos, llegó a ser destacada con Dios, ha recibido un don espiritual excelente,
ha dado la palabra de gracia y el conocimiento de la sabiduría.
Las entrañas de Nuestra Señora han dado su fruto en
su tiempo, el cual es el Pan que no se consume ni se agota nunca, el Mesías que
dice: “yo soy el pan de vida” el fruto que nos ha dado nuestra tierra es la Madre Virgen , que es nuestra y
de todo el orbe, la Señora de todos, que conoce los pensamientos de todos y a
todos conforta.
Conclusión
Hemos espigado en las numerosas literaturas
orientales estos hermosos panegíricos a manera de ejemplo.
Damos así por concluido la
primera parte de este trabajo acerca de la dormición de la Virgen reservándonos
para un futuro trabajo la segunda parte: la asunción en occidente.
Plegaria final
¡Abogada infalible de los cristianos, mediadora
permanente ante el Creador, no desoigas las súplicas de los pecadores, Tú que
eres buena, adelántate a socorrer a los que te imploran con fe: ¡apresúrate a
interceder, no tardes en salvarnos, oh Madre de Dios!
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