jueves, 24 de julio de 2014

María Ramos, el parto de una advocación


Los diálogos entre el primer devoto de María Ramos y el último devoto de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá dan origen a estas notas que buscan despertar, con el ruido de los cuestionamientos, a un silencio histórico, casi olvidado.

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana


Introducción.

La historia nacional, tan amante de ocultar con su literatura el acervo documental, deja grandes brechas en la memoria cultural de la nación. Un ejemplo claro de este defecto académico recae en los grandes protagonistas de un suceso que transformó la identidad religiosa de un pueblo.

La vida del encomendero Antonio de Santana, ex soldado y conquistador, terminó por ligar a sus decisiones de patrón feudal la vida espiritual de varias comunidades indígenas que poblaban los alrededores de Suta y Chiquinquirá.

En 1562, Santana mandó pintar a un amigo suyo de nombre Alonso de Narváez y profesión hojalatero un lienzo con la imagen de la Virgen del Rosario. El artista, que vivía en Tunja, recibió la comisión por parte de Andrés de Jadraque un fraile dominico enviado por él.

De Narváez pintó una imagen de la Virgen en compañía de san Andrés apóstol y san Antonio de Padua en una manta de algodón tejida por los aborígenes. La técnica al temple combinada con tierras de colores y zumos de hierbas y flores le dio vida a la primera obra de arte colonial granadino,  hasta ahora conocida.

El cuadro fue colocado en la capilla de tierra en el pueblo de Suta (1562) para catequizar a los muiscas. La orden de evangelizar a los nativos se obedeció, con algunos altibajos, por espacio de 16 años frente al cuadro de la Virgen del Rosario y sus dos acompañantes. Las  inclemencias del clima y la falta de una techumbre adecuada afectaron la estructura del templo de bahareque y de la pintura, que mojada por las lluvias, perdió sus colores y el trazo del creador.

El cura doctrinero de Suta, Juan Alemán de Leguizamón, decidió devolverle la pieza a Santana porque estaba en pésimas condiciones, pues se borraron las imágenes. Así, el lienzo fue enviado a  los Aposentos de Chiquinquirá (1578) donde fue usado para secar trigo.

A la muerte del encomendero Santana (1582) su viuda, doña Catalina García de Irlos, se hizo cargo de la encomienda. Es ella la que intervino misericordiosa en la vida de María Ramos, esposa de uno de los sobrinos de su difunto esposo, y la invitó a vivir en ese sitio despoblado para evitar las consecuencias de los desmanes del sinvergüenza pariente y su manceba.

A principios del  año 1586, María Ramos y su hija del primer matrimonio, Anita de los Reyes, se trasladaron de Tunja a Chiquinquirá. En esa casa de campo llamada aposentos, la señora Ramos encontró destruida, entre los aperos de la labranza, la manta de algodón donde Alonso de Narváez pintó a la Virgen del Rosario en medio de san Antonio y san Andrés. Ramos le construyó un bastidor y la colocó en la capilla de la hacienda para ir a orar todos los días.

El 26 de diciembre de 1586 la fe de María Ramos, dio a luz un misterio mariano en el Nuevo Reino de Granada, bajo el título de Nuestra Señora del  Rosario de Chiquinquirá. Ramos fue la madre, la partera y la niñera de un milagro que el papa Pío VIII aprobó en 1829.

Las romerías inacabables por más de cuatro siglos confirman que en el altar de la Basílica de Chiquinquirá habita un milagro que le dio su tarjeta de identidad a una patria mestiza.

¿Y de la María Ramos qué?

No falta quien diga que ella es un personaje de aquellas leyendas piadosa inventadas por las abuelitas para sosegar a sus bisnietos en las noches de invierno paramuno.  No, la señora Ramos fue una gran mujer que heredó un tesoro de fe aún por descubrir. Fue tan real que es necesario bosquejar algunos trazos de su vida para poder abordar las inquietudes de un diálogo entre dos ponencias distintas y complementarias, la Catequesis y la Historia, sobre esa vidente.

La sevillana, doña María Ramos Hernández de Santana, se embarcó con su prole, una criada y la tutela de su cuñado, Francisco de Aguilar Santana, en el puerto fluvial del Arenal en el Guadalquivir abordo de un galeón para viajar hasta las islas Canarias y luego darle velas al indomable Atlántico. El calendario marcaba el año de 1585.

Su aventura de marinos fue sostenida por la trilogía de las virtudes teologales. La primera fase del recorrido será dedicada a la fe porque sin ella sería muy difícil salir de casa. 

No sobra preguntar: ¿Qué dudas atormentarían el alma de esa mujer destinada a servir a su marido en un lejano virreinato? ¿Cómo resolver el peligro de las conductas torvas de los marineros lascivos que merodeaban el camarote de su hija?

Contra esa situación de incertidumbres adversas se oponía un rosario, quizás la única herencia piadosa de algún miembro de la Hermandad de la Camándula porque su analfabetismo no le permitía el uso de un breviario. El rezo humilde sería su única alternativa para forjar un credo especial donde se recordaría aquel pasaje del evangelio cuando Jesucristo decidió salir a darse un paseo sobre las aguas del lago de Tiberiades “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! (Mateo 14, 27).

Esa consigna interior la mantuvo despierta contra un reto superior que consistía en soportar la condición de ser viuda y casada en segundas nupcias a finales del siglo XVI.

Ramos, la señora escogida por Dios para ser instrumento y testigo de cómo se ejecuta su voluntad, permanecía en alerta constante contra la soledad de una inmensidad con sabor a brisa y sal. A sus oídos llegaban los ecos de las blasfemias de los grumetes, las historias del contramaestre sobre las sirenas observadas por Colón en 1493 y las noticias del capitán sobre el incremento de muertes por causas de la peste en los puertos negreros de América. Esos discursos del horror se acumulaban entre sus angustias y los titubeos de su destino se balanceaban bajo la custodia del timonel. 

Su esperanza se despertó en el corazón bajo el eco de la voz de los trópicos y su algarabía de mercaderes.  Su alma se impregnó de los asombros fabulosos. Su nave había arribado a la bahía de Cartagena de Indias. El continente era un desafío vestido de selvas y montañas que le sepultaba su mentalidad medieval bajo el impulso dinámico de un descubrimiento fascinante. 

La ordalía conyugal

Aquel paraíso tenía su propio purgatorio bautizado con el nombre de Río Grande de la Magdalena. Lo conocería en su dimensión fluvial luego de  hacer la travesía por tierra desde la capital de la provincia hasta el sitio conocido como Barranca, cerca de Mompox, para poder embarcarse. Subió sus aguas en un champán manejado por una tripulación mixta de remeros compuesta por indígenas y esclavos. Los bogas eran la antítesis de la confianza porque estaban sometidos a las criminales dictaduras de los encomenderos de Tamalameque y Tenerife. Algunos de esos remeros sirvieron de peaje para los amos de las orillas. Los caimanes aprendieron que los intrusos dormían sus jumas en las playas. La tarasca precisa, el giro y la zambullida del saurio marcaban el derrotero del avance. El ataque feroz decía que había que contratar a un nuevo jornalero.

La demora, por la falta de brazos, fue aprovechada por las nubes de zancudos que se convirtieron en los mejores catadores de las sangres españolas. La manigua implacable devoraba a los hombres y sus sueños con rabias de sanguijuelas. Lo mismo hacían algunos miembros de las tribus caribes. 

María Ramos y sus acompañantes lograron soportar una travesía contra corriente de un mes para certificar que la certidumbre tiene su premio. Entre el Guadalquivir y el Magdalena estaba escrita la crónica de los navegantes sin retorno. Ramos nunca más volvería a sentir el oleaje de las aguas bravías del río del bocachico.

Los viajeros tomaron la ruta más corta para llegar al altiplano cundiboyacense. Pasaron por el desembarcadero del río Carare y luego subieron por el camino de la arriería hasta la ciudad de Vélez. Allí  aprovecharon un merecido reposo y marcharon al sur hacia Tunja por las incertidumbres del camino real.

La caridad, fue la tercera opción que se le presentó a su peregrinaje. El amor conyugal la movía por entre las trochas precolombinas. En la fase final de su periplo solo tuvo que andar a lomo de mula por las jorobas de la cordillera que la separaban de la planicie donde la aguardaba su consorte. 

La dicha de superar las pruebas interpuestas por el Atlántico, el Magdalena y los Andes se doblegaron de dolor ante la nueva realidad. Su amado esposo vivía amancebado con una mulata.

Algo pasó entre los dos años que demoró su cuñado en ir de Tunja a Sevilla y regresar con ella. ¿Para qué la mando traer?, si el adulterio fue el premio a su fidelidad. La fémina, ultrajada por la herida, buscó refugio en la dignidad del olvido solitario. Ramos repudió a su segundo marido, Pedro de Rivera Santana, en silencio… y sin saberlo, en su tragedia se comenzó a redactar un episodio que cambiaría el proceso de la evangelización en el Nuevo Reino de Granada.

Almas al temple

Este relato requiere de un cambio de rumbo para que estas líneas pasen a la sala del único devoto conocido de la señora Ramos, el señor Marco Suárez González de Chiquinquirá, Boyacá.

Él es un vecino de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, La Renovación, que se atrevió a platear unas tesis sobre la vida de oración de María Ramos y solicitó generosamente que fueran complementados por este redactor. 

Entonces, el tema central de María Ramos y la mariofonía de 1586 se abordará bajo dos perspectivas. La idea es buscar los hilos que puedan remendar esa llaga que sangra por la herida de la amnesia en el lienzo de la historia de la Virgen de Chiquinquirá.

Para facilitar la lectura se le dará una estructura de forma tal que las dos posturas sean claramente identificadas por el lector.

1. María Ramos se encuentra con una pintura abandonada.

Marco planteó:

María Santísima preparó a don Antonio de Santana, a través del Santo Rosario, para que fuera él el que deseara tener una imagen de la Virgen para su encomienda.

De otro lado, la oración predilecta de María Ramos era el Santo Rosario. Si María Ramos ofició de partera y niñera de un milagro, como lo plantea el redactor en sus textos introductorios,  el Santo Rosario fue el pediatra.  En cada cuenta una rosa y en cada rosa, una lágrima.

Pienso que la primera pintura representa la vida de Jesús (sirvió para catequizar a los indígenas). La pasión y su muerte están representadas por los daños que soportó). La Resurrección y la  llegada del Espíritu Santo (son todos los milagros que la humanidad ha logrado por la intercesión de nuestra madre). Eso es el equivalente a la renovación de la pintura.

En otra sesión de charlas, me preguntaba qué significaba la lluvia por entre las pajas de la Capilla de Suta. El por qué el descuido y el olvido. La respuesta, a mi parecer, es que cuando hay negligencia en nuestras vidas es cuando dejamos abierto el techo de la mente. Así quedamos expuestos al daño que nos causa el pecado. Fuimos esos colores bellos que el paso de los años transformó al afear el alma. Pero gracias al sacramento de la reconciliación, la misericordia divina nos renueva y embellece.

De igual manera, Dios realizó el milagro. Y la Virgen nos dejó ver su complacencia al revelarse (la figura de María Santísima estuvo ausente por un tiempo en el lienzo, pero el amor de una humilde mujer hizo que retornara a su majestuosa presencia). Hay algo hermoso en Ramos, siempre tuvo presente el cariño por María Santísima. Lo podemos ver cuando ella afanosamente buscó un retrato de la Virgen para orar en su compañía. Mi hermano, creo que el encuentro de María Ramos no fue accidental, por el contrario creo firmemente que el lienzo la estaba esperando, sin que ella lo supiera.

Nuestra Señora fue el paño, sin mancha, donde la Santísima Trinidad plasmó su divina presencia. Ella desea que nosotros seamos esos lugares santos para que Dios plasme su caridad en nosotros.

Además, María Ramos utilizó la tela como un medio para hablarle a la Santísima Virgen María.  Fue como un puente de comunicación.

Por eso, de las preces, me llama la atención que inicia con una pregunta: ¿Hasta cuándo Rosa del Cielo? Es un deseo, un lamento, una necesidad.  Tal vez buscaba en el cielo lo que no le dio la tierra. Quizás añoraba a María Santísima por ser Ella el consuelo que no defrauda.

Así la herencia del amor fue anunciada por quien la amó tanto.  “Como me he dado a ti, también quiero que estos hijos tuyos se den a ti” (probablemente eran los deseos de María Ramos para con los dominicos). Que maravilloso legado, que profecía tan acertada. Lo cual indica que esta santa mujer vivía en una relación con el Espíritu Santo (quien ama a la esposa obtiene los favores del esposo).

El autor respondió:

Mi estimado Marco, pienso que la primera parte de tus planteamientos coinciden en algunos aspectos y aporta otros al Mensaje teológico del cuadro renovado de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá escrito por el padre Leonardo Ramírez, S.J., para la homilía de la Santa Misa del 19 de diciembre de 1986 en Chiquinquirá. 

De otro lado, nada se opone a tus planteamientos, en ese intento de desentrañar el misterio de la Renovación. Particularmente creo que el Santo Rosario fue el detonante del prodigio movido por varios personajes que en su orden son: el encomendero Santana, el hermano dominico Jadraque, el pintor de Narváez, el cura doctrinero, Juan Alemán de Leguizamón, Catalina García de Irlos y María Ramos. Cada uno ayudó a tejer el acontecimiento en un orden preciso a la voluntad de Dios. 

Sin embargo, en el proceso canónico ordenado por el arzobispo de Santa Fe de Bogotá, Luis Zapata de Cárdenas, (1587-1589) y en el libro de fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P., Verdadera histórica relación del origen, manifestación y prodigiosa renovación por sí misma y milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá  no aparece citada esta práctica piadosa del Rosario. Lo cual tampoco es un obstáculo para plantear esa hipótesis que desde luego comparto. El motivo es que el salterio es la herramienta de la evangelización, que estaba en auge como consecuencia de la definición hecha por el papa Pío V por medio de la bula Consueverunt Romani Pontifices, del 17 de diciembre de 1569.

No pierdo la esperanza de encontrar, algún día, una copia del libro: Memorias de los sucesos raros que ha obrado Nuestro Señor por intercesión de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá escrito por el notario apostólico y prior del Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, el maestro fray Juan de Pereira, O.P. Este fraile dio inicio a su obra en 1639 e incluyó 233 casos de favores recibidos. Quizás este primer historiador del fenómeno de la renovación del lienzo haya hablado de la camándula en las manos de la señora Ramos de Santana. 

Sobre la conducta de Ramos, en los oficios de la capilla de Chiquinquirá, se podría resumir con una frase bíblica: “…He aquí tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor…" (1 Sam. 25:41).

2. María Ramos gestora de la renovación del lienzo.

Marco planteó:

En el viaje entre Tunja y los Aposentos de Chiquinquirá, que hizo Ramos, pasaron muchas cosas. Acordémonos de la razón por la cual ella sale de la ciudad. Eso afectó sus sentimientos, su corazón, sus sueños (estaba enamorada de su esposo). Eso fue lo que la impulso a realizar la tremenda travesía desde España hasta el Virreinato. Me llama la atención ese tema, porque se observa como la mano de Dios la conduce en medio de su tormenta personal. Y si agregamos otros incidentes a esta dificultad descubrimos una serie de impedimentos. El incómodo viaje por la trocha, el clima, la alimentación, el vivir en una colonia que no es su patria, el lenguaje de los indígenas. En fin fueron tantos los aprietos que la acompañaron.

Hay algo que me sorprende entre el encuentro de Ramos y la tela uno no sabe y puede ser escasamente una aproximación. ¿Cuál estaba más afectado, el cuadro o María Ramos?

Bueno, se podría decir que el lienzo porque la Historia habla del maltrato y los testigos lo confirman, pero Ramos también estaba destruida interiormente. Pareciera como si Dios la estuviera purificando, preparándola para la tarea que se le había asignado. Fue como si Dios le dijera: "Hija, este trapo que has encontrado es el espejo de tu vida y valiéndome de él voy a transformarte. Mi Madre será la encargada de embellecer tu vida, solo te pido una cosa: ámala como la amo yo".

Mi hermano, Julio, el amor de Ramos por la Santísima Virgen María fue lo que la impulsó ha recomponer el lienzo y hacer una maravillosa entronización de él. Solo una persona que amaba a María Santísima pudo ejecutar ese oficio ¿Si encontráramos una pintura en esas mismas condiciones que haríamos con ella?

Por eso, me atrevo a decir que María Santísima ya tenía elegida a su amada hija para esa labor. Ella la estaba esperando oculta en un despojo que no servía para nada.

Mi hermano, esos son los maravillosos misterios de Dios. Él se vale de lo inútil, de lo despreciado, de lo insignificante para sacar de ahí algo sublime y maravilloso. Ahí hay un mensaje profundo que se puede extraer de esta parte de la historia. Se podría decir que nacen dos hermosas palabras que se entrelazan, conversión y renovación.

Conversión: Por la transformación que vivió Ramos a través de este maravilloso acontecimiento que no se lo esperaba porque jamás pasó por su mente que se fuera a encontrar con una pintura abandonada.

Renovación: Es la respuesta de Dios a una mujer que depositó su confianza en Él y en María Santísima. Es la acción de Dios que nos transforma desde adentro para que finalmente podamos verle, para que seamos dignos de contemplarle y eso fue lo que pasó con María Ramos, pudo ver. 

También me llama la atención, las palabras que le dirigía a María Santísima en sus oraciones. Descubro en ellas sus deseos y me atrevo a decir que hacen parte de la pronta respuesta que el cielo da en su favor y, a través de ella, a la humanidad.

Sin querer, María Ramos se convirtió en nuestra mayor intercesora para que el amado Padre nos diera una advocación de su Madre Santísima que estuviera en medio de nosotros. Acordémonos que cuando fue pintada y luego entronizada se le tenía presente como una imagen más de la Virgen, sin la majestuosidad y el culto con que hoy día es venerada. 

“¿Hasta cuándo Rosa del Cielo vais a estar tan escondida?” le decía María Ramos, lo cual equivale a una suplica: “Madre no me conformo con verte de esa manera. Me duele el daño de tu rostro, quiero verte, Madre. Déjame contemplarte, déjame reparar los descuidos a que fuiste sometida”.

Madre, Tú eres la más bella. Lléname de tu belleza. No quiero morir sin antes verte y llenar de gustos y alegrías mi alma. Madre,  el sufrimiento, la soledad, la traición han rebosado de dolor y tristeza mi ser, solo Tú puedes transformarla en gozo y dicha.

Sucedieron varias cosas antes de que obtuviera el favor de Dios para ella y para la humanidad (para mí esta es la causa para que nuestra Iglesia empiece el proceso de beatificación).

Para mayor claridad, intentaré explicar, desde la Palabra, el encuentro de María Ramos con el lienzo renovado.

Ejemplo: Pedro quedó perplejo al ver a Jesús transfigurado en compañía de Elías y Moisés. Eso se me asemeja al momento en que María Ramos ve el bastidor lleno de luz a María Santísima y los dos santos (santa coincidencia que sean tres). 

Qué anuncio tan inesperado recibe Ramos de parte de la india Isabel. Su corazón, su alma y su respiración se tuvieron que transformar. Es como si estuviera esperando una respuesta de algo que siempre ha deseado y el cielo abre la ventana para responderle.

Qué sorpresa tan grande para esta mujer encontrarse con el fenómeno de la renovación en el lugar donde ella se postraba a orar, que contestación tan certera: "Hija, tu amor, tu humildad, tu perseverancia, tus sufrimientos, tus lágrimas y tu fidelidad han logrado que hoy el cielo se acerque a ti".

Mi hermano, que significado se descubre en ese gesto de nuestro Padre a través de María Santísima al bajarse el lienzo del bastidor al lugar donde ella se postraba a orar.  Eso me hace acordar de las palabras de Jesús: “…Yo soy el pan vivo bajado del cielo…”

Que preferencia de Dios para con esta mujer, que cercanía. La buscaba para abrazarla a través de su amadísima Hija y que réplica la de María Ramos. Este acontecimiento se explica con las palabras de admiración que pronunció en el dichoso encuentro: “…Madre de Dios, Señora mía, donde merezco yo que os abajéis de tu lugar, y estéis en mi asiento parada…”

Identidad es lo que podemos ver en esta frase porque ha entendido las palabras de Jesús desde la cruz: "Hijo, he ahí a tu madre"… y Señora porque ha comprendido la realeza de Santa María en su vida. (Quinto misterio glorioso).

A pesar de su afecto y su cercanía no se siente digna del favor, de la inmaculada presencia, de haber sido escuchada y correspondida.
El tema sigue vigente en mis ideas y, hoy en la Basílica, frente al altar seguía pensando en el valor de los acontecimientos con María Ramos. Se me volvieron a cruzar las palabras conversión y renovación. Sentía como si el Espíritu Santo me estuviera hablando. Entendí que primero debe hacerse presente en nuestras vidas la conversión para que se pueda producir el milagro de la renovación.

Primero tenemos que pasar por una acrisolada purificación. Eso fue lo que le ocurrió (conversión). Ramos encontró la sanación de su vida a través de su conversión, pero tuvo una gran compañía, María Santísima. La renovación llega por misericordia de Dios al ver en nosotros la disposición para el cambio.

Quedo perplejo al preguntarme cómo es posible que una obra de arte en tan deplorable estado logre sanar a una señora en tan difícil situación. Pero más asombro me causa ver como se van sanando tanto la criatura como el tejido de algodón.

¿Pero cómo se logró la reparación del objeto? pues con las lágrimas, el amor, la entrega y mucho más...

¿Y la sanación de la divorciada?, pues por la respuesta del Misericordioso que llenó de gozos y alegría su alma.

Que dicha la que siento al escribir estas palabras. Tengo mis ojos llenos de lágrimas. Quiero gritar: “Te amo, Padre mío. Te amo, Madre mía por la inmensa misericordia que has tenido para con Colombia al dejarnos ver tu gloria en este templo. Bendita sea Chiquinquirá, benditos sean los hijos de María que la amamos tanto. Amén.

El autor respondió:

Mi estimado, Marco. La profundidad conceptual de tus apreciaciones están cargadas de una razón teológica que ilumina los silencios históricos de la vida de María Ramos, tema que no pasé por alto en mis investigaciones, pero sí lo dejé en el remojo de la espera hasta encontrar más documentación sobre lo que ahora revelas con un acierto simple de catequista.

Sobre tus primeras líneas de este punto, quiero recordarte que el camino real que conducía de Tunja a Chiquinquirá aún guarda, entre sus piedras desnudas, la prisa de las pisadas de 428 años de romerías. Ruta precolombina. Ruta de promeseros que Ramos inauguró como preámbulo de un milagro. Ese camino real de Chiquinquirá a Tunja hizo honor a su nombre cuando el 3 de diciembre de 1587 los tunjanos, acompañados por los indígenas de la zona, sacaron del naciente santuario en hombros a la Reina del Cielo plasmada en un lienzo renovado para llevarla hasta su ciudad y que los curara de la peste.

El resto de tu ponencia, a mi leal saber y entender, puedes agradecérsela al Espíritu Santo que te ilumina con sus luces. Además, encuentro cierta similitud entre María Ramos en la choza capilla de Chiquinquirá y la profetisa del templo de Jerusalén que aparece en el Evangelio de san Lucas. 

…Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén…”

3. María Ramos y su entrega al apostolado mariano.

Marco planteó:

María Ramos no conoció la pintura de Alonso de Narváez, tampoco fue la primera persona en ver la manta cuando estaba ajada, ni participó del primer instante de la renovación. Pero sí fue la más amada por la Divina Providencia al ser escuchadas sus suplicas. No sé si a través del lienzo se hubiera dado algún suceso extraordinario cuando permaneció en Suta. No creo que haya pasado nada por razón del descuido, uno no abandona a alguien o algo que le ha transformado la vida. Pero pienso que hubo un milagro oculto en el acontecimiento que nos ocupa. El cambio en la situación de la mujer orante contiene dos prodigios paralelos en el tiempo, la renovación de María Ramos y la renovación del lienzo.

Creo que María Santísima fue la que estuvo preparando los nuevos ingredientes para renovar la pintura (las lágrimas, las oraciones, la perseverancia, el dolor y el óleo de amor de Ramos) para que finalmente nuestro Padre, el más grande de los artistas, se recreara en algo que no servía, pero que para Él era el medio ideal para manifestar su gloria y su amor por nosotros.

Por un lado, el Creador en su gran sabiduría inspiró al pintor para que elaborara una imagen de su amada Hija. Esta fue utilizada como un medio eficaz para la conversión de las almas, pero era necesario que el manto pasara por los descuidos.

En estos abandonos el Padre Celestial aportó la lluvia, otro elemento más que se fusionó con la pintura y que no es puesto por mano humana sino por Dios. Él se valió de la naturaleza para preparar y colocar el medio del que se serviría para atraer a millones de hijos a la fe cristiana.

Mi hermano, era necesario  que esto ocurriera porque de lo contrario el cuadro hubiera permanecido olvidado en la capilla de los aposentos de Chiquinquirá. (No se hubieran encontrado la Madre con su hija) y peor aún, ¿qué sería de las vidas de nuestros ancestros? Definitivamente, la patria está unida, atada al signo de la Renovación.

En conclusión, dejo unos temas para profundizar que son los siguientes: La mayor preocupación para María Ramos ya no era su país, su familia, sus recuerdos. (Jesús en el Evangelio nos advierte que el que ama más a sus padres, hermanos y las cosas no es digno de Él).  Su devoción era servir al Señor, ejemplo para imitar.

-Si María Ramos se entristeció por la ausencia de María Santísima en los trazos, luego disfrutó del gozo y la alegría que añoró y que después fue suya. Ella pudo haber dicho: “Madre, ya te tengo, nada me falta. Tu compañía me basta. Madre llegaste para quedarte con tu pueblo y aquí está tu hija para honrarte, para amarte. Quiero que mi última respiración se dé a tu lado porque así estaré plenamente segura de que moriré en tus brazos".

 -Cuando se recibió la respuesta del cielo, el 26 de diciembre de 1586, se podría pensar que el lienzo deseaba estar con su protectora y la cuidadora quería estar en compañía de su más amado tesoro. 

Y me pregunto, ¿quién ha sido más indiferente? los que dejaron dañar el lienzo o  los que hemos olvidado que detrás de esta  advocación hubo una mujer que entregó su vida al servicio de la Rosa del Cielo y cuyo nombre es María Ramos. 

La Nación no ha valorado lo suficiente lo que Dios hizo en Ramos. Hemos perdido ese otro regalo que ha permanecido oculto. Obsequio con el cual se puede aprender mucho. ¿O acaso es poco que a través de esta santa mujer hayamos sido escuchados por el Altísimo? Tenemos el testimonio de su respuesta, la mismísima presencia de María Santísima en Chiquinquirá.

Mi hermano, que esta tarea sirva para la gloria de Dios, la honra de la Santísima Virgen Madre y el recuerdo de un episodio vital.

Espero haber aportado algo que haga un poco de ruido en medio del silencio con que la Historia trató a doña María Ramos.

Que de ella aprendamos, que todo lo podemos conseguir de Jesús a través de María Santísima.

El autor respondió:

Marco, tus bellos planteamientos me recuerdan a Jesús cuando dijo: “…Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños...” (Mateo 11,25).

Quizás la fascinante vida de doña María Ramos te sirva para ensamblar ese episodio inédito que forma parte de tus ideas. 

Como bien recordarás, el 22 de diciembre del 2012, la Emisora Reina de Colombia AM transmitió el programa Evangelización en el Nuevo Milenio que fue dedicado a María Ramos. Por ser el invitado de ese espacio me permití escribir una pequeña cronología titulada: “Las huellas de María Ramos”.

Ese texto forma parte de mi libro Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, historia de una tradición, en su segunda edición reformada y aún en proceso de elaboración. De esas líneas se tomaron algunos datos para hacer énfasis en los últimos sucesos de la vida de Ramos que te servirían para seguir llamando la atención sobre el acontecimiento celestial en los Aposentos de Chiquinquirá, en 1586.

En aras de la brevedad, pienso que hay que abrir un espacio de discusión formal sobre la vida oculta de Ramos en aquellos años en que fue la señora del naciente santuario chiquinquireño. No en vano sobre sus hombros recayó la responsabilidad moral de soportar el peso testimonial del milagro. Miles de peregrinos  llegaron a la capilla para conocer a la Virgen Neogranadina y preguntarle a Ramos sobre el suceso renovador. Fue una larga entrevista entre los romeros de cotizas y la tradición oral de una raza heroica.

Pasaron 37 años, entre 1586 y 1623, de servicio de Ramos a la Patrona de Colombia. De ese tiempo solo quedó su testamento y el de su hija “Ana de los Reyes mujer de Gonzalo de Puerta vecina de este sitio de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá” fechados el 26 de abril de 1618.

Es una lástima que en Colombia, la Amnésica, el documento del olvido sea la escritura con que el silencio vende la tradición al embuste. Que doña María Ramos te ayude a protestar con su recuerdo desde su renovación en la eternidad de un signo: La memoria de la Patria Mariana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario