“…Cerraron incluso las puertas del pórtico, apagaron
las lámparas y dejaron de ofrecer incienso y holocaustos en el santuario al Dios
de Israel…” (2crónicas 29-7).
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
Los
devotos de la
Santísima Virgen María tienen lugares comunes para crecer es
su espiritualidad, pero no siempre encuentran al buen pastor porque un absurdo
terrible los enfrenta con la soledad. Dentro de esa premisa existe un ejemplo
triste.
En
Bogotá, el Santuario de Nuestra Señora de la Peña permanece cerrado de lunes a sábado. Sí, el
altar patrimonio cultural de la
Nación , vive oculto a la vista de propios y extraños.
Los turistas tienen que soportar la imposición de una talanquera
retardataria: “El padre no está y el templo no se puede abrir”. Ningún
argumento vale. Ni distancias ni devociones les sirven a los católicos para
visitar al Santísimo y de paso mantener vivas las tradiciones de la piedad
popular entorno de la Madre
de Dios. Total el fracaso es absoluto. Solo queda la alternativa de lo
pasajero. Tomar fotografías, contemplar la panorámica de la urbe amnésica y
marcharse con la frustración de no poder conocer el único conjunto estatuario
de la Sagrada Familia
de Nazaret y su ángel custodio tallado en roca por la mano de Dios. “…Y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia…” (Mateo 16,18).
La
Patrona de Bogotá está condenada a la penumbra de un templo que escasamente
cumple con los oficios dominicales. Los privilegiados habitantes del barrio Los
Laches y sus alrededores pueden contemplar una obra tricentenaria. Los demás, foráneos y
nacionales, pueden ir a quejarse al mono de la pila de Tunja.
Ahora
se entiende el porqué la ermita y la capilla fueron recuperadas de los
escombros del olvido por el sacerdote alemán Ricardo Struver Haker. Su obra, de
empuje teutón, está hoy privatizada por la dictadura del mutismo.
Si
el Santuario de la Nuestra Señora de la Peña estuviera enclavado en los montes
Urales, las peregrinaciones anuales de colombianos serían al estilo de las
visitas a Guadalupe, Fátima y Lourdes, con la pompa y las circunstancias del
endeudamiento porque no les dejaron otra alternativa que: “el no está y no
se puede”.
Este
artículo fue publicado en la revista Regina
Mundi de mayo de 2011 y como era de esperarse el resultado de la justa
petición no fue tenida en cuenta.
Más
de dos años después, casualmente su santidad el papa Francisco en su exhortación apostólica la Alegría del Evangelio fechada
en Roma, junto a San Pedro, en la clausura del Año de la fe, el 24 de
noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, del año 2013, escribió en el punto 47, Capítulo V:
“…47. La Iglesia está llamada a ser
siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura
es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si
alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no
se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas…”
El
primero de agosto de 2014, este cronista les regaló tres ejemplares de la Novena en honor de Jesús María y José en su
advocación de la Peña
a los campesinos, que por no haber misa,
cuidaban sus vacas en los potreros aledaños al santuario. El objetivo del
regalo era motivarlos a unir sus preces para que el Cielo mire con misericordia
a una de las montañas del oriente bogotano donde los pastores de almas son
sordos al clamor del laicado y al del Pontífice porque “…Teniendo oídos no oyen…” Marcos 8-18.
Aunque en ocasiones las puertas estén cerradas el corazón amoroso de María Santísima abre sus brazos para cumplir nuestros Sueños.Soy muy afortunada por conocer la Capilla de Nuestra Señora De la Peña Patrona de Bogotá y ser recibida con un bello y celestial poema que saluda a La Madre de Dios como cimiento de amor y fe en la iglesia.
ResponderEliminarAgradezco la invitación de la Sociedad Mariológica Nacional de Colombia por todos sus devotos esfuerzos y por permitirme contemplar el misericordioso silencio de la Señora de la Peña.
Dios les bendiga y María Santísima sin pecado concebida Ilumine su bella Misión.
Un abrazo.
Mariana Derueda