¡Señor
Jesucristo, unido a todos mis hermanos que militan bajo el estandarte de María,
vengo a saludarte y darte gracias por haberme llamado a formar fila en este
valeroso escuadrón de la Legión
de tu Madre!
Compadécete
de mi debilidad y ayúdame a llevar con honor mi título grandioso y
comprometedor de Legionario de María. Tú me invitas a la perfección del Padre
del cielo…¡Me aterra Señor, mi debilidad! ¡Me sobrecoge la cobardía! No sé cómo
corresponder a tu invitación… ¡Llegar a ser más y más semejante a ti, vivir de
tu espíritu, tener tus sentimientos! Pero sé que a mi lado está tu Madre y,
apoyado en su maternal solicitud, quiero realizar mi compromiso fundamental de
santificarme. Solo cuando esté lleno de ti cuando ya no sea yo quien vive, sino
tú quien vives en mí, mi segundo compromiso –el del apostolado- brotará como
consecuencia necesaria de mi vida y seré para mis hermanos el testigo viviente
y alegre de tu resurrección.
Ayúdame,
Señor, a ser como tu Madre, siempre disponible, siempre a tu servicio y al de
mis hermanos. Ayúdame a ser como María
un porta-Cristo, que lleve tu mensaje de vida a todos los hombres del mundo con
la ilusión y dinamismo de quien sabe con certeza en quien ha creído y sabe que
contigo y con María es absoluta mayoría y triunfará de todos los obstáculos
para gloria del Padre en el Espíritu Santo.
¡Señor
Jesucristo, ayúdame a ser de verdad Legionario de tu Madre!
Tomado de la revista Heraldo de la Reina , nro 126. Junio-julio
de 1980. Bogotá, Colombia.
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