Por Julio
Ricardo Castaño Rueda
Sociedad
Mariológica Colombiana
La riqueza espiritual
expresada por El Creador en la manta tutelar de Chiquinquirá es un tema que
muestra profundos conceptos dentro del ámbito de la Mariología Moderna.
La generosidad de la
acción pneumatológica tiene una predilección en su actuar. La dinámica del
milagro transcurre por el espacio temporal de las generaciones de fieles con un
comportamiento irrepetible en su fenomenología.
La complejidad de lo
simple ordena esbozar un esquema que permita expresar esa realidad cuya
sustantividad se modifica dentro de tres mariofonías distintas. La trilogía es
exclusiva de la tutelar Virgen Nacional. Ella y su mensaje teológico cruzan
fronteras y redactan crónicas, entonan cantos y celebran con fechas propias.
El primer trazo de ese
plan se ejecutó sobre su origen:
La Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo permitió que la Madre de Dios, bajo la advocación
de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, renovara y ampliara la historia
del misterio mariano en la América Latina.
El portento de
diciembre 1586 no acabó en la iluminación de la capilla de la encomienda de
Catalina García de Irlos.
El arcano muestra unas
características especiales, quizás únicas en el orbe mariológico. El enigma
chiquinquireño se repite en el triduo de las mariofonías especiales: hallazgo,
renovación y aparición. Así, la Virgen de Chiquinquirá se suma a la tradicional
catequesis de las almas.
Los ejemplos breves ilustran
el triduo de la prolongación del portento por otras latitudes y escenarios.
Hallazgo
Venezuela, 1615.
Los indígenas de Aregue
Viejo encontraron en el sitio conocido como Dariguaco, entre la empalizada de
una choza, un tubo de metal. Los nativos no se atrevieron a tocarlo. El cura
misionero lo sacó y, al destaparlo, encontró enrollado un lienzo de Nuestra
Señora de Chiquinquirá. La devoción creció y mantiene sus tradiciones sobre el
andamiaje de una historia sólida.
El actual pueblo de
Aregue está ubicado a ocho kilómetros de Carora, en el municipio Torres del
estado Lara. La Virgen de Chiquinquira es la Patrona de la Diócesis de Carora.
Renovación
Las carmelitas
descalzas del Real Monasterio de San José del Carmen de Villa de Leiva fueron
testigos de la renovación maravillosa de un cuadro de Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá. Lienzo que les entregó, en deplorable estado, el
capellán Benedicto de la Borda en 1813. El suceso se desarrolló entre el 27 de
diciembre de 1836 y el 5 de enero de 1837.
El convento de clausura
cuida de la Virgen Morena, Patrona del Cantón Leivano. La Reina del Cielo tiene
fiesta propia el primero de enero, precedida de un triduo los días 29, 30 y 31
de diciembre. Además, hay misa en su
honor todos los martes a las seis de la tarde
Aparición
El modelo le pertenece
a Caraz en el Perú. Las tropas de los Restauradores (chilenos) y la
Confederación Perú-Bolivia, se enfrentaron en la batalla de Pan de Azúcar en
Yungay (Distrito del Norte del Perú, Departamento de Ancash), el 20 de enero de 1839. En el fragor del combate se les
apareció una hermosa mujer con su niño en brazos para ayudar a los soldados de la Restauración. Al día siguiente, los
generales mandaron celebrar en la ciudad de Caraz (Ancash) una misa de
agradecimiento por la victoria obtenida, y al ingresar a la Capilla de Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá, los oficiales reconocieron en el cuadro de
la Virgen de Chiquinquirá a la señora que les dio la victoria en la batalla de
Pan de Azúcar.
Entre ellos estaba el
mariscal y ex presidente peruano, Agustín Gamarra, y el general Ramón Castilla
quienes al llegar a Lima (Perú) enviaron sus preces a la milagrosa imagen.
Gamarra ordenó que la fiesta de la Virgen de Chiquinquirá se celebrara el 20 de
enero. (Antes de esos hechos la fiesta era el 26 de diciembre). (Cf.www.geocities.ws/carazdulzura2000/virgen.html).
Hasta este punto de la
trayectoria se identifican tres países que cultivan con predilección esa
devoción: Colombia, Venezuela y Perú. Son tres sucesos distintos y tres
pinturas diferentes copiadas de una imagen que fue plasmada por el pincel de
Alonso de Narváez en Tunja, 1562.
El movimiento
devocional chiquinquireño predica el encanto de la maternidad que trae al
Redentor. El entusiasmo de este acontecimiento memorable de evangelización
mariana extiende su cátedra por los continentes al amparo de los forasteros.
La Colombia sin María
se quedó atrás al venerar lo extranjero con gesto de moda pasajera. Mientras
que su Patrona, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, en su sublime
silencio de obediencia renueva las identidades latinoamericanas en la rueca de
la Inmaculada, la Esclava del Señor.
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