Por
Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad
Mariológica Colombiana
El diseño
urbanístico de Villa de Leiva tiene incrustado entre su empedrado el testimonio
de un prodigio. El portento interpuso un santuario sobre la senda asombrada del
peregrino decimonónico.
La maravilla
tiene tres momentos definidos en la memoria de los hechos y los tiempos: El
primero fue la renovación del deteriorado lienzo donde se plasmó la imagen de
la Virgen de Chiquinquirá. El fenómeno se desarrolló entre el 27 de diciembre
de 1836 y el 5 de enero de 1837.
El segundo lo
realizó el reconocimiento institucional del pueblo villaleivano y la jerarquía
eclesial en una época de gobiernos anticlericales.
La calle 14 fue interrumpida por un templo |
El tercero es la
construcción del templo en el callejón porque no había espacio en el Claustro
del Carmen para edificar un monumento digno del divino suceso.
La idea, utópica
en su concepción de usurpar el espacio público, tuvo los contratiempos
administrativos de rigor. Los funcionarios liberales hicieron brillar el gen
del estorbo en la aplicación de la ley contra los débiles. La razón expuesta
era que la calle 14 pertenecía al municipio y no se podía privatizar para
beneficio del culto católico.
Los viandantes
resolvieron el inconveniente. El pueblo campesino, acostumbrado al
sacro-oficio, decidió apropiarse de lo suyo con la fuerza de la identidad y
modificó para siempre el trazado castellano en la parte oriental del Valle de
Sanquecipa.
La priora, María
Josefa del Carmen, y el maestro alarife Ciriaco Chávez firmaron el acuerdo
laboral para la cimentación del inmueble, después de sortear mil dificultades.
La obra callejera quedó contratada el 22 de junio de 1847. Ese día, los restos
humeantes de la Guerra de los Conventos o de los Supremos (1839-1842) aún
hablaban de miseria en la patria de los liberticidas. Los libertadores, de pata
al suelo, trajeron grande rocas, donaciones de dinero, útiles de labranza y una
cuota extraordinaria de sudor y coraje para elevar sobre la vía la certeza de
una certificación. El 30 de diciembre de 1850, Mamá Linda Renovada tenía su
morada.
Imposible no
verla, pero fácil cambiarle el nombre por el entorno carmelitano. Al Occidente
la puerta principal por donde ingresan los curas carmelitas a oficiar la santa
misa. Al Oriente, la sacristía. Al Norte
las carmelitas descalzas y al sur la Plazuela del Carmen. Son ellas las
fronteras institucionales del Carmelo mariano.
Sin embargo, la
Historia reclama, con la humildad de la documentación, que la edificación fue
erigida y bautizada por los frailes
dominicos. Se trata de la Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá anexa al
Monasterio del Carmen. Esa pieza, construida sobre la calle 14, custodia a
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mamá Linda Renovada, Patrona de
Villa de Leiva (1844).
El templo es
chiquinquireño por devoción, esencia y testimonio de las monjas carmelitas
descalzas, desde los cimientos hasta la espadaña. Se edificó bajo el empuje
económico de la Orden de Predicadores y la dirección de fray José Joaquín Páez
Murcia, el capellán dominico de las monjas de clausura.
¿Y entonces
dónde está la capilla del Carmen?, pues dentro del convento adherida a la casa
de la Virgen de Chiquinquirá. A la entrada, a mano izquierda, se unen los dos
templos en el vértice de la devoción católica: María Santísima, la Madre de
Dios.
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