Por Julio
Ricardo Castaño Rueda
Sociedad
Mariológica Colombiana
El centenario de la
coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es la esperanza feliz
para que la Colombia sin patria regrese a postrarse ante el Corazón de Jesús.
La preparación del
festejo no es tarea exclusiva de la Orden de Predicadores, guardiana del
santuario. Es un imperativo moral del país que se edificó sobre el delicado
mandamiento de la camándula. Es vital el retorno a la identidad católica con la
humildad del romero penitente.
Ojalá los dueños del
sofisma no vayan a vociferar el discurso electorero de los corruptos: “Este es
un estado donde se respeta la libertad de cultos…” y por tanto se le edifica
una estatua a la mentira.
Quiera Dios que la
omnipotencia del ridículo institucional, a la que es tan adicta la
administración pública, no rubrique la efeméride con algún desplante propio de
la retórica constitucional al estilo de 1918, 1944 y 1969, entre otros años.
Ojalá la señora improvisación,
esposa del desastre, no exponga su mediocridad, patrimonio de los gobernantes, y
la celebración se quede en la vuelta de plaza, los mariachis criollos, la
cerveza y la francachela de los turistas.
Esperamos el Año
Jubilar Chiquinquireño y la creación del centro de estudios de Mariología
Chiquinquireña. Además de las ideas que resuciten a la Colombia crucificada en
el madero del olvido donde agoniza la gracia de la nacionalidad.
¿Podrá la otra
Colombia, la de los talentos anónimos, mostrar su esencia con una fiesta que
estremezca el corazón mariano del continente?.. Si la dejan sí.
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