Por Julio
Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Ofrece a tu hijo, Virgen sacrosanta, y
presenta el fruto de tu vientre al Señor. Para nuestra reconciliación con todo,
ofrece la Víctima celestial agradable a Dios”. (San Bernardo. Serm. 3 en
Purif., 2: PL 183, 370).
La humanidad tiene una
deuda de gratitud con la Madre de Dios, María Santísima, porque en la
Anunciación pronunció el hágase que permitió la encarnación del Verbo.
Su fiat acató la
voluntad del Altísimo para que el imperativo divino se expresara desde Belén
hasta la institución de la Eucaristía. Desde la cruz hasta la resurrección.
Desde la ascensión hasta Pentecostés.
¿No basta ese
testimonio, ofrenda del testamento de la esclava del Señor, para llamarla
Corredentora?
¿Quién se opone? ¿Cuál
es el obstáculo? ¿Por qué demorar lo
inevitable? Si la Iglesia está grávida del quinto dogma mariano, la
corredención.
El título se usó bajo
el pontificado del papa Pío X. Roma acogió el primer Congreso Internacional
Mariológico (1904). La academia le dio amplio tratamiento al tema de María
Corredentora.
Posteriormente el
término se volvió piedra viva, parte de la Iglesia. El concepto se transformó
en súplica y oración.
La Congregación de los
Ritos al responder una petición para elevar al rango de fiesta los Siete
Dolores de Nuestra Señora, a una doble de segunda clase para toda la Iglesia,
expresó que:
“se incremente el culto
a la Madre Dolorosa y se intensifique la piedad y agradecimiento de los fieles
hacia la misericordiosa Corredentora del linaje humano.” 13 de mayo de 1908.
Y a esa declaración se
sumaron voces autorizadas. La Congregación para la Doctrina de la Fe (Santo
Oficio) concedió una indulgencia parcial a quien rezare unas preces de
reparación a la Santísima Virgen Maria (Vergine bennedetta). Esta concluye con:
“Bendigo tu santo
nombre, alabo tu exaltado privilegio de ser la verdadera Madre de Dios, siempre
Virgen concebida sin mancha de pecado, Corredentora del género humano”. (AAS 5,
1913, P. 364).
El magisterio papal
tomó el vocerío del apoyo y Benedicto XV pontificó: “María redimió al género
humano junto con Cristo”. Carta
apostólica Inter Sodalicia (1918).
El dogma, no
proclamado, encontró el momento apropiado para que el primer pontífice en
referirse a la Corredentora lo hiciera públicamente.
En la fiesta de San Andrés
Apóstol, edecán de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, su santidad Pío
XI, en una alocución en Vicenza (Italia), expresó:
“Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía
asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos bajo el
título de Corredentora”. 30 de noviembre
de 1933”.
El tema de la
corredención siguió avanzado a través del enmarañado siglo XX que intento
imponer su silencio basado en estructuras semánticas e intereses del mutismo.
La historia es extensa y la
documentación amplia por lo tanto se invita al lector a investigar en la larga
lista argumental. Aquí solo se deja una puerta abierta. El 8 de septiembre de
1982, el papa Juan Pablo II, después de una audiencia general, se dirigió a los
enfermos: “María,
aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera
maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la
Corredentora de la humanidad”.
La declaración del
dogma se acerca porque es urgente para el alma cristiana recordar las frases de
san Efrén, en el año 333: “Eres el ser más
poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos
nosotros ante el mediador que es Cristo…”
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