Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
Las primeras líneas de la historia extensa
de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá son las jaculatorias de la señora
Ramos, 1586.
“¿Hasta cuándo Rosas del Cielo habéis de estar
tan escondida?” fueron las preces de la mujer, que reclamó un tiempo mariano.
La súplica, ante un trapo roto, sucio y
desteñido, llegó hasta el corazón de Dios. Y el Altísimo derramó su gracia
sobre el pueblo que estaba en las tinieblas de la doble idolatría, aborigen e
hispánica. La fuerza del Espíritu Santo renovó la pintura descolorida y la
Santísima Virgen María, en su visita a Isabel de Turga, ejerció su patronazgo
sobre una tierra bendecida por el canto del magnificat: “…porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación…” (Lucas 1, 49-50).
La dinámica del suceso dejó adherida a
doña María Ramos a una línea de tiempo que la trazó el principio del prodigio. Sin
embargo, su vida quedó relegada a un rincón del olvido donde la memoria reclama
menos silencio y más investigación.
La queja viene de don Marco Suárez, el
único devoto de Ramos, que medita sobre el ejemplo de oración que le heredó a Colombia
aquella española indomable en sus virtudes teologales.
Suárez expone un nuevo concepto que
permite indagar sobre la conducta mística de la española bendecida. Este tema
se suma a las otras entregas, ya publicadas, donde se teje un perfil que dibuja
la personalidad evangelizadora de Ramos.
Algún día, cuando la nación católica y
agradecida vuelva sus ojos a la crónica de antaño encontrará las tesis del
pionero de una biografía que se escribe por ratos y retazos. Son frases que
restauran la vida de la protagonista, testigo de la restauración de una pintura
en una manta de algodón más ancha que larga.
Suárez explicó:
“Me llama la atención que el lienzo (a pesar
de lo dañado que estaba) inspira a María Ramos a escribirle a la Virgen. Es más
podríamos decir que Ramos fue la primera escritora de la advocación de la
Virgen de Chiquinquirá. Por
tal razón me parece muy importante tener presente su imagen en el momento que
se vaya a escribir algo de la Virgen Nacional.
María Ramos de tanto mirarla se fue
llenando de su presencia. El mayor dolor para María Ramos no era ver el cuadro
roto, sino la ausencia de la Rosa del Cielo en él.
Ella logró entrar en el misterio de lo
divino, sin que la perturbara el daño de lo material. Es por el amor de María
Ramos que María Santísima se deja ver, para ella y para millones de peregrinos.
Tantas cosas que se escriben y dicen de
la historia y tan lejos de la realidad”.
El pequeño discurso
queda a disposición de los lectores que fielmente han seguido el blog de la
Sociedad Mariológica Colombiana. Es miel para los que disfrutan de saborear
nuevos argumentos que sustentan la devoción por el buen ejemplo.
Estos y otros
planteamientos servirán, Dios mediante, para obtener los requerimientos
pertinentes para abrir un proceso canónico que le otorgue el título de
venerable porque la Villa de los Milagros ya la declaró santa.
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