Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
María de
Chiquinquirá implora la misericordia del Señor, como el único orden mundial.
El llamado de la
Patrona tiene los acentos patriarcales de la patria campesina. El aliento de
los andariegos está suspendido en tres palabras: “Virgen de Chiquinquirá”
porque la marcha de la transformación trazó su rumbo sobre las necesidades de
las almas humildes.
El rosario floreció
en las trochas y en las ermitas lejanas se declamó un salterio radiante. Ese
ardor místico está gestado por la fiesta de la centuria, la coronación de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, 9 de julio de 2019.
El lienzo
renovado descubrió semánticas intensas, diferentes y tremendas en su
profundidad de restauración. El significado agitó a los corazones ciegos. Las muchedumbres
anónimas volvieron a las prácticas piadosas tan amadas por sus mayores. Las
barriadas de las grandes urbes prepararon las romerías. Quieren ir a visitar a la
Chinca con el ritmo pedestre de antaño para contemplarla bajo el rigor dócil de
las súplicas. Colombia reconoció a su Madre Morena en el resplandor de la tela
tutelar.
La Nación procura
la apelación del ruego. El país necesita la intercesión de la Reina de los Apóstoles
para que las ideologías del error se reconcilien con la verdad. “…no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de
Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto…” (Romanos 12,21).
El empuje del
milagro señaló los senderos de la conversión. La Colombia heroica, e
irrepetiblemente mariana, no se detiene. Se levantó y se puso en camino para
cumplir sus votos de promesera. La bandera tricolor clama de hinojos: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí”. (Salmo 51,10).
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