Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Tú eres la estrella que
guía a Colombia
Pinta de lienzos en
Sutamarchán (bis)”.
La biografía de Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá tiene un prefacio escrito en tres espacios del territorio muisca
de Boyacá, tributario del rey Felipe II de España.
El eje geográfico ocupa una trilogía de
asentamientos: Tunja, Suta y Chiquinquirá. El justo medio, el punto
articulador, le correspondió a Sutamarchán donde la memoria del suceso conservó
un hecho vital: la entronización de una pintura de Alonso de Narváez en la
capilla doctrinera,1562.
El concepto teológico de Madre de Dios fue expresado
y sustentado por un elemento iconográfico. La imagen fue plasmada sobre una
manta de algodón por primera vez en el Nuevo Reino de Granada.
Ese episodio, tan olvidado, vuelve a las páginas del
relato oral por parte de un conocido devoto, don Marcos Suárez. El buen
chiquinquireño contempló los detalles de ese pasaje desde la perspectiva de su fervor
mariano
Suárez planteó un tema para la conversación sobre la
remembranza autóctona de los acontecimientos:
“Me
llama la atención que en los Aposentos de Suta fue entronizado el lienzo de la
Virgen por primera vez en el año de 1562. Además, Ella después de muchos años
regresó a este lugar para recordar la historia (12 de agosto de 1919). El
lienzo tiene su etapa de sufrimiento, desprecio, abandono y todas las cosas que
le ocurrieron cuando fue llevado de la encomienda de Suta a Chiquinquirá, lo
quitaron y lo usaron en cosas, para las cuales no había sido elaborado, esa es
la verdad. En este primer viaje el lienzo es llevado en un trasteo como un
objeto más. Muy distinto a los acontecimientos que ocurrieron cuando regresó a
visitar a la que fuera su primera morada. Ella llega coronada como Reina de
Colombia. Aparece acompañado y en procesión, bien adornado. Totalmente
diferente a como salió de aquel lugar. Es un misterio. Sale destruido el lienzo
y vuelve renovado. Sale sin ningún título y regresa como Reina y Patrona de
Colombia. Sale como objeto de trasteo y regresa majestuoso en hombros de sus
hijos.
Qué
misterio tan grande es este. Siento que Dios inspiró a esas gentes para que se
desviaran del recorrido porque la ruta era pasar por Sutamarchán y no ingresar
a aposentos. El lugar queda como a tres kilómetros del pueblo. Cuando tuve la
oportunidad de ir a conocerlo conduje por una carreta y luego bajé por una
callejuela hasta entrar al lugar. Uno se pregunta: ‘a esas personas porque se
les ocurrió aquello’. Tuvo que ser alguna inspiración divina para llevar a la
Reina de regreso a su primera casa. Fue el primer aposento de María Santísima
en la advocación del rosario”.
El
diálogo con los cuestionamientos requiere de ciertos recuerdos para ajustar la
temática a la línea de tiempo.
-1578.
Encomienda de Suta. El cura de almas, Juan Alemán de Leguizamón, quitó del
altar de la capilla el cuadro roto, sucio, borroso e inservible para el
ejercicio de la catequesis. Los trazos diluidos, por efectos de la lluvia y el
viento, no podían definir las figuras de la Virgen del Rosario acompañada de
dos santos, Andrés apóstol y Antonio de Padua. El presbítero le entregó ese
trapo a su dueño, el encomendero Antonio de Santana, que lo envío para su domicilio
de Chiquinquirá.
-1586. La
tela fue renovada por la gracia del Espíritu Santo. Milagro documentado por los
funcionarios de la Corona española, el clero secular y por miles de testigos
nativos. El prodigio cambió el derrotero de la evangelización en la naciente
sociedad mestiza.
La trayectoria del retorno
La
Santísima Virgen María, modelo de la vida cristiana, en uso de sus atributos de
primera evangelizadora transitó por Sutamarchán. “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud…” (Lucas 1,
39.)
El contagio del sarampión
La Madre del Verbo volvió a Suta con su
nombre de advocación raizal. Allí pernoctó
en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1587. Llegó por el camino de
Tinjacá.
“…Salió pues de
este pueblo la procesión para el de Suta: donde tuvo esta Soberana Reina su
primera asistencia, y a quien los indios por el antiguo conocimiento, que de
ella tenían, por haber estado en su iglesia le profesaban mucha devoción; que
manifestaron en la ostentación con que salieron a recibirla, más de una legua
fuera del pueblo, con cruz alta en procesión, y con tantas luces, que habiendo
cerrado la noche no se echaba menos la del sol. Entró a su antiguo pueblo y
casa esta soberana Reina con más ostentación, y decencia, que con la que salió
del para Chiquinquirá…” (Cf. Fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P., Verdadera histórica relación del origen,
manifestación y prodigiosa renovación por sí misma y milagros de la imagen de
la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá. Edición facsimilar de la primera edición de 1694. Instituto
Caro y Cuervo. Bogotá, 1986. Págs. 57-58).
La peste de Santos Gil
La Virgen de
Chiquinquirá pasó a Sutamarchán el 19 de agosto de 1633. Tobar y Buendía, O.P.,
escribió: “…Y
con la misma la recibieron en el de Suta: donde habiendo hecho estación,
mientras se le cantaba una misa por ser aquel pueblo especialmente de esta
soberana Reina, por su primera residencia”. (Pág. 108).
El padre no habla de que haya regresado a
la antigua capilla de la encomienda. La razón es que los aposentos estaban ubicados en zonas distantes de las
urbes hispanas para poder explotar la fuerza laboral de los naturales.
La prisa de los encargados de
transportarla sustenta el no desvío a su primer templo. La comitiva iba camino
de Tunja y Santafé de Bogotá con la urgencia de atender a las víctimas de la
infección. El reino estaba gravemente enfermo porque los notables se morían.
La
epidemia de viruela
El 4 de septiembre
de 1841, la Patrona partió en hombros de los frailes dominicos para la ciudad
de Tunja. La misión era la de interceder ante su Hijo para curar a sus habitantes
del contagio. La tradicional ruta indica que pasaron por Sutamarchán, sin pompa
ni fiesta, tanto de ida como de regreso. La Dolorosa lloró por los estragos de
la Guerra de los Supremos.
El desfile triunfal
La Virgen Morena lució su diadema real en su vetusta
morada de Suta, en 1919. “Una gran señal apareció en el cielo:
una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza”. (Apoc. 12, 1).
“¡Qué de emociones
sentirían los acompañantes de la imagen en los Aposentos! No es de extrañar que
el R. P. Marcelino Páez, hijo de Chiquinquirá y dominico, estuviera muy
inspirado en su panegírico predicado en aquel bendito lugar…” (Cf. Fr.
Andrés Mesanza, O.P. La Coronación de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Editorial Sur-América. Caracas, Venezuela,
1934. Pág. 157).
En síntesis,
la Rosa del Cielo, en la decena de grandes peregrinaciones desde su santuario
boyacense, dedicó cuatro a presentarse en las tierras de Suta. La esencia de
aquellas romerías guarda un especial significado místico. En 1587 enseñó el arcano
de la renovación y para 1919 elevó su modesta nacionalidad a la categoría de
realeza celestial. “Me
llamarán bienaventurada todas las generaciones. (Lucas 1, 48).
Quiera
Dios que la bendecida comunidad de Sutamarchán recupere aquel lugar primero
como parte vital del patrimonio cultural de la Nación.
Sería un gesto de país
soberano levantar una capilla en los aposentos para honrar a la Virgen Nacional
con misas y romerías. Acto engalanado con el himno de la población cuyas notas
cantan: “Apadrinaron a Nuestra
Señora y la llevaron a Chiquinquirá”.
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