Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Nada me produce más alegría que oír que mis hijos
practican la verdad”.
3 Juan 1:4
Colombia programó el Segundo Congreso Mariano Nacional (1942) para coronar a
Nuestra Señora de la Peña. Roma preguntó por la tradición y la historia de tan
importante santuario y nadie dio razón. Evento aplazado para 1946.
La Bogotá, civilizada por el Santo Rosario, debió presentar un examen
superior de catecismo mariano soportado sobre el pedestal soberano de sus más
caras tradiciones. Pero solo balbuceó un jolgorio.
Los capitalinos contestaron con la
dinámica del carnaval, la alegría de sus estructuras sociales. El festejo se
empeñó en cubrir sus falencias con trajes de gala. El alborozo intentó, con
aires románticos de tinta y teatro, darle a la advocación raizal un lugar
especial en el carrusel de un suceso fabricado por el tumulto y el papel
sellado.
La Madre de Dios quedó formalmente vinculada a
los hechos del 20 de julio de 1810 por la revista Mariana que tituló su portada: “Nuestra Señora de la Peña,
acreedora al título de la Virgen de la Independencia”. El ejemplar, órgano de las congregaciones
marianas, presentó un aviso publicitario:
“Homenaje en el Año Mariano a
la Virgen de la Peña. ‘La Virgen de la Independencia Nacional’, en el Teatro
Colón el 11 de octubre a las 6 p.m. Este homenaje está cargo de todos los
marianos de Bogotá”. (1942).
La función consistió en un acto sacramental que
colmó las gradas del recinto de la musa Talía. La gente de bien asistió,
durante tres días seguidos, para aplaudir a los actores. Los cachacos de antaño
pensaron que los ecos de sus palmas dolientes bastarían para aturdir al
Vaticano con el rancio peso de su devoción.
La Santa Sede requería acreditación. Allá, junto
al Tíber, la cuna de la civilización cristiana entendía que la Historia y la
Literatura cumplen funciones distintas en la construcción cultural de un
pueblo. Esas disciplinas no pueden ser yuxtapuestas porque degeneran en un
libreto de mitomanía donde la investigación muere por inacción y la verdad se
ahoga en la saliva del regocijo.
La dificultad, entre el cuestionario romano y la
ovación bogotana, radicó en que no se presentaron títulos de peso, más allá de
la petición formal enviada por el padre Florencio Álvarez, S.J., y sus filipichines
que se olvidaron de la realidad doctrinal.
La cátedra de Pedro habló con argumentos
teológicos para equilibrar el vaivén de la emocionalidad etnocentrista de los
rolos enardecidos. La tesis demostró que las tablas no eran el escenario
argumental en favor de la santafereña Virgen María.
El espectáculo terminó y la pregunta de las
viudas decimonónicas seguía vigente: ¿de quién se independizaron en 1810? La
respuesta hiede a fraude:
1). El 20 de julio de 1810.
El Acta del Cabildo Extraordinario de Santa Fe es diáfana al proclamar su
devoción por el rey.
“…que protesta no
abdicar los derechos imprescindibles de la soberanía del pueblo a otra persona
que a la de su augusto y desgraciado monarca don Fernando VII, siempre que
venga a reinar entre nosotros, quedando por ahora sujeto este nuevo Gobierno a
la Superior Junta de Regencia…”
2). El 23 de julio de 1810. Un bando ratificó la devoción fanática de los
criollos, fieles vasallos de Su Majestad:
“…Defender los derechos de nuestro amable soberano don Fernando VII
conservando este Reyno a su augusta persona hasta que tengamos la feliz suerte
de verlo restituido a un trono de que lo arrancó el Tirano del Mundo”. Biblioteca
Nacional de Colombia.
3). El 20 de agosto de 1810. Popayán, Cauca. “Observaciones que dirige un
amigo a otro que le pregunta sobre la actual situación del Reyno en agosto de
1810”.
“La unión recíproca de todas las provincias, y la conservación de los derechos privativos sin querer señorearlas ni dar tampoco lugar a que se dividan entre sí por miras interesadas, con perjuicio de la soberanía del Sr. D. Fernando VII y trastorno del cuerpo social”. Biblioteca Nacional de Colombia”.
“La unión recíproca de todas las provincias, y la conservación de los derechos privativos sin querer señorearlas ni dar tampoco lugar a que se dividan entre sí por miras interesadas, con perjuicio de la soberanía del Sr. D. Fernando VII y trastorno del cuerpo social”. Biblioteca Nacional de Colombia”.
4). El 25 de septiembre de 1810. Lealtad al rey.
“Motivos que han obligado al Nuevo Reyno de Granada a reasumir los derechos de la Soberanía, remover las autoridades del antiguo gobierno e instalar una Suprema Junta baxo la sola dominación y en nombre de nuestro soberano Fernando VII, y con independencia del Consejo de Regencia y de qualquiera otra representación. Camilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez”. Biblioteca Nacional de Colombia.
“Motivos que han obligado al Nuevo Reyno de Granada a reasumir los derechos de la Soberanía, remover las autoridades del antiguo gobierno e instalar una Suprema Junta baxo la sola dominación y en nombre de nuestro soberano Fernando VII, y con independencia del Consejo de Regencia y de qualquiera otra representación. Camilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez”. Biblioteca Nacional de Colombia.
5). El
4 de abril de 1811. El presidente constitucional del Estado de Cundinamarca,
Jorge Tadeo Lozano de Peralta, firmó la monárquica Constitución de Cundinamarca.
La carta dice:
“Decreto de promulgación. Don Fernando VII,
por la gracia de Dios y por la voluntad y consentimiento del pueblo, legítima y
constitucionalmente representado, Rey de los cundinamarqueses, etc…”
6). Enero de 1812.
Guerra civil. Las altezas serenísimas
del altiplano, los verdugos de la gentuza, se dividieron en federalistas y
centralistas. El presidente del Congreso de las Provincias Unidas, Camilo
Torres, y el presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño, tomaron las armas en
duelo de muerte para dirimir cuál partido usurparía las ventajas monetarias
producto del caos institucional.
7). El 6 de mayo de 1816. Las tropas
expedicionarias del rey Fernando VII, bajo el comando de don Miguel de la Torre,
llegaron a Santafé de Bogotá. Los señoritos autárquicos recibieron a sus patrones
ibéricos con mil gritos de júbilo agradecido.
“…A las diez del
día entraron algunos curros a caballo, y a las once entraron los demás, como
200 en todos. En todos los balcones y ventanas pusieron banderas blancas y
colchas de lo mismo. Este día fue cuando se conocieron sin rebozo los
regentistas y realistas, y fue el día de la transfiguración, como allá en el
monte Tabor, porque dentro de una hora – que fue de las diez a las once- se
transfiguraron todos de tal modo, que todos los resplandores eran de realistas;
aun aquellos patriotas distinguidos se transfiguraron, que por los muchos
resplandores yo no conocía a ninguno. Día maravilloso, ya se ve, día en que de
nuevo se nos han remachado los grillos y las cadenas; y ahora sí que es de
veras nuestra esclavitud. Si antes no teníamos algún alivio, ahora no lo habrá,
todo se ha perdido, como dijo Enrique VIII; ya para nosotros no habrá consuelo;
caímos en las manos de Faraón; paciencia y barajar. Las mujeres era cosa de ver
cómo salieron como locas por las calles con banderitas y ramos blancos,
gritando vivas a Fernando VII, entraron en tumulto al Palacio y cubrieron los
balcones, y a las once que entraron los curros, ellas desde el balcón le
echaban vítores con muchas alegría y algazara…” (Cf. José María Caballero. Diario. Biblioteca de Bogotá. Edición
Villegas Editores. Bogotá, 1990. Págs. 212-213).
Y el apego a la
realeza siguió en su genuflexión indomable.
8). El 28 de abril
de 1831. La lucha contra la dictadura pre monárquica del general Rafael
Urdaneta y los suyos finalizó con el Convenio de las Juntas de Apulo, Cundinamarca.
Asombra la
conducta resabiada de los próceres de la calamidad. Primero se zafaron de
España para redactar una constitución monarquista y recibir las prebendas propias
de la aristocracia. No satisfechos con manchar la cordura con sus vicios de
nobleza sabanera optaron por la matanza para controlar los recursos del poder
feudal. Tarea ejercida contra los labriegos, sus vasallos (1812). Repuestos de
la infame catástrofe inventaron una pugna de liberación. Logrado el objetivo
gestaron dos contiendas civiles (Córdoba contra el dictador Bolívar - Urdaneta
contra los civilistas). La mortandad les sirvió para planear el modo
absolutista de colocar a un monarca extranjero en las tierras del gorro frigio
para que los gobernara con cetro de hierro.
“…Los planes
monárquicos del general Urdaneta exigían la protección de una nación extranjera
y el establecimiento de una casta nobiliaria muy trajeada y sin oficio…”
“…Generosamente,
monsieur Bresson, el diplomático francés ofreció al fin ‘una corona para
Bolívar y por sucesor un hijo del príncipe Luis Felipe de Orleans’. Los
miembros del gabinete aceptaron regocijados lo propuesto sin mediar hasta qué
punto los conduciría tal ofrecimiento…”
(Cf. Alberto Miramón. Biografía de Sardá y Cronicón del Nuevo Reyno.
Biblioteca Familiar Presidencia de la República. Imprenta Nacional de Colombia,
1997. Págs. 111-112).
9). El 18 de marzo de 1836. República de
la Nueva Granada. El señor Francisco de Paula Santander le escribió al
presidente de la Cámara de Representantes, Juan Clímaco Ordóñez:
“…Una ley que tuvo
por objeto la utilidad pública me impuso el deber, de acuerdo con el consejo de
gobierno, de aprobar la supresión del convento de predicadores de Chiquinquirá;
la misma utilidad pública, de acuerdo con el mismo consejo, me sugirieron la
idea de proponer al congreso la supresión de los padres hospitalarios, que la
cámara de representantes decretó el año próximo pasado, y la del Convento de la
Candelaria de Bogotá, para establecer en Casanare el que ordenó el rey de
España cuando gobernaba en estos países; y esa misma utilidad pública me impele
a abogar ante el congreso por el colegio de misiones de Cali…”
La república
leguleya vivía inclinada y obediente ante las órdenes de un rey que no la
gobernaba. Aclamación a rabiar para la debacle.
10). El 21 de mayo
1850. Bogotá, Cundinamarca. La Gaceta Oficial Extraordinaria publicó:
“2. Que la
pragmática sanción del 2 de abril de 1767, expedida por Carlos III de España e
Indias por la cual se mandó extrañar de todos los dominios de aquel soberano
los regulares del Compañía de Jesús, así sacerdotes como adjutores o legos que
hubieren hecho la primera profesión, con prohibición expresa de volver a ellos
está vigente en la República, asi por ser una de las pragmáticas mencionadas
antes, como hallarse comprendida en Recopilación Castellana de que es la ley
38, título 3º., libro 1º.” Documento
Biblioteca Nacional de Colombia.
Cuarenta años
después de la trifulca del 20 de julio, el régimen liberticida seguía fiel y
obediente a un decreto real. Esos datos ilustran sobre la manía autócrata y estatal
de cambiar las realidades por dramatismos de sainete. Conducta que dejó hondos
vacíos conceptuales y éticos. Si no existió soberanía en 1810 es una falacia proterva
asignarle a una advocación el patronazgo de esa tenebrosa comedia. El amañado intento
de cambiar la administración española del Virreinato de la Nueva Granada en
favor de los intereses mercantilistas de los criollos fue un episodio criminal.
Las argucias del
poder político llaman al 20 de julio “patriotismo”. Las razones de la verdad
llaman a la misma fecha “embuste”.
La actualidad lo
demuestra. Un ejemplo de la anarquía
organizada es la nación fiestera.
La Patria Boba celebró dos bicentenarios de independencia en un lapso de nueve
años, 2010 y 2019. La imagen populista fue replicada por la agenda mediática de
la desmemoria.
Así que involucrar
por el arte de la tramoya a la Reina del Cielo en un bochinche de masones
resulta por lo menos irresponsable. La piedad popular, sustento del hecho
mariológico, no debe ser mezclada en una revuelta de mercaderes, asunto callejero.
La ciencia teológica no es compatible con la cuentería.
La presencia de la Virgen raizal
tiene una rica hagiografía en las usanzas de la ciudad. Tema que no ampara acciones
banderizas en contravía de la voluntad de la Esclava del Señor. El hallazgo del
conjunto escultórico de la Sagrada Familia por Bernardino de León abrió el
libro de los milagros para una sociedad devota. Ese legado espiritual
vive en la memoria de Bogotá desde 1685.
De esa herencia se
beneficiaron el capellán de la ermita de Nuestra Señora de la Peña, José
Ignacio Álvarez, que firmó el Acta del Cabildo Extraordinario de 1810, y el
capellán del Monasterio de la Concepción, Juan Agustín Matallana, firmante de
la Constitución de Cundinamarca de 1813. Ambos sacerdotes fueron investigados
por el capellán mayor del Ejército Pacificador, don Luis Villabrille. El templo
fue clausurado temporalmente y Álvarez arrestado. Se le acusó de participar en
el movimiento sedicioso en contra de España. La casa de la Virgen, en lugar
despoblado, fue usada por los agitadores para alebrestar al vulgo contra la
monarquía hispánica. Las castas del desastre fueron a visitarla después de una
masacre de aldeanos* para entonar un mea
culpa.
El 23 de enero de 1813. “…Hoy subió el Cabildo secular en cuerpo hasta
La Peña, la fiesta de Nuestra Señora (cosa no vista), en acción de gracias por
la victoria…”
El 31 de enero de 1813. “… Hoy fue el
presidente a La Peña a cumplir una promesa, con su familia…” (Cf. José María Caballero. Diario. Biblioteca de Bogotá. Edición Villegas Editores. Bogotá,
1990. Págs. 126-128).
* Combate del 9 de enero en Bogotá. Finalización del
conflicto iniciado en 1812.
En conclusión, no
es válido ese trajín de perturbadores para convertir a la Virgen Prudentísima
en patrocinadora de desdichas.
Solución
apostólica
Bogotá, consagrada
a la Inmaculada Concepción de María, tiene la obligación moral de coronar a la Virgen
de la Peña, su amada Patrona. Y cuando Su Santidad vuelva a preguntar por el
linaje de la ermita en la loma se deberá contestar con firme humildad: “existe
documentación amplia y suficiente”. El expediente comienza con la bula del papa
Benedicto XIV que aprobó la Hermandad de Santa María de la Peña, 1750.
Nuestra Señora aguarda
por la corrección para interceder ante su Jesús. Él independizará el alma
nacional del sofisma institucional porque se escucha la queja del adagio: “Si el gobernante presta atención a las
mentiras todos sus oficiales se corrompen”. (Proverbios, 19,12).
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