Por Julio Ricardo
Castaño Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
“Hagan lo que Él les
diga”. (Juan 2,5).
Frank Duff en 100
minutos de oración gestó un siglo de virtud y valentía. Él alistó a los
primeros legionarios de María en Myra House, Francis Street, Dublín (Irlanda).
La reunión pionera se inició a las ocho de la noche del 7 de septiembre de
1921.
La fuerza extraordinaria
del coraje, sometida a la estricta disciplina de la oración, formó un ejército
de almas heroicas para servir a la Iglesia católica en un combate sagrado contra
las fuerzas del mal. La dinámica de esa
gesta es el espíritu del fiat, gracia de la Madre de Dios. Ella llamó a los
apóstoles de los últimos tiempos. Así lo entendió el padre de Montfort en su
obra el Tratado de la verdadera devoción
a la Santísima Virgen.
“…56 Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán
fuego encendido (Sal 104 [103],4; Heb 1,7), ministros del Señor que prenderán
por todas partes el fuego del amor divino. Serán flechas agudas en la mano
poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un
guerrero. (Sal 127 [126]”.
La misión para esa falange de misioneros, la generación del centenario,
es vivir alimentados por el espíritu de María Inmaculada porque la mística del
amor así lo indica. Afirma el manual: “El espíritu de la Legión de María es el
de María misma. Y de manera particular anhela la Legión imitar su profunda humildad, su
perfecta sumisión, su dulzura angelical, su continua oración, su absoluta
mortificación, su inmaculada pureza, su heroica paciencia, su celestial
sabiduría, su amor a Dios intrépido y sacrificado; pero, sobre todo, su fe…” para
que terminada la lucha de la vida, nuestra legión se reúna sin pérdida alguna
en el reino de tu amor y gloria.
La esperanza, de esa promesa final,
se guardó en el corazón de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Reina
de Colombia.
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